Capítulo 2

—Te envío por escrito la dirección a la que debes ir mañana temprano. Recuerda que debe ser antes de las ocho horas —dijo la voz, al otro lado de la línea.

—Muchas gracias, allí estaré —respondió Aläis y cortó la comunicación.

Aguardó impaciente, con la mirada fija en la pantalla y, apenas el aparato le notificó la llegada del mensaje de texto, se apresuró a tomar nota en un pequeño trozo de papel, que luego guardó en el bolsillo de su pantalón. Una vez hecho esto, retiró la tapa posterior del artefacto, sacó la batería y con cuidado, extrajo el chip y colocó uno nuevo.

—Este es el último. Tengo que comprar más —se dijo a sí mismo.

Estaba acostumbrado a tener siempre dos o tres de esos de reserva. Nunca hacía dos llamadas desde el mismo número. Había logrado evadirse por más de dos años gracias a ello.

Ya reensamblado el equipo telefónico, tomó el pequeño artilugio que sacara momentos antes, lo cortó al medio con una tijera y fue a arrojarlo al inodoro. Tras descargar el agua, regresó a la sala principal de la vivienda y se sentó en el tapiz de sus ancestros.

Sus ojos violáceos se perdieron en el vacío. La vestimenta de lino en tonos claros y sus largos cabellos grises cayendo a ambos lados de su pálido rostro, le conferían una apariencia espectral.

Se quedó ahí sentado en la penumbra un buen rato, hasta que su estómago emitió un gruñido. Entonces se incorporó, guardó la alfombra y se dirigió a la zona donde preparaba los alimentos que iba a consumir; el lugar que los terrícolas llamaban «cocina».

Había aprendido a cultivar plantas terrestres que producían frutos comestibles, pero la mayoría de sus alimentos los conseguía en los mercados del poblado humano más cercano. Con el tiempo, descubrió que la gente de la tierra comía para nutrirse, pero también lo hacía por aburrimiento, despecho, ansiedad...De a poco, había ido probando toda clase de productos y aún se maravillaba al hallar nuevos sabores y texturas, exóticos para su paladar vexiano.

Preparó un desayuno compuesto de trozos de fruta, un par de fetas de queso y un puñado de frutos secos, y los ingirió con gusto, saboreando cada bocado.

Era temprano todavía, cuando terminó de comer. Lavó los utensilios que había ensuciado y los guardó prolijamente en los compartimientos destinados a tal fin. Regresó a la sala, se acomodó en el sillón y retomó la lectura del único libro que poseía y que ya había leído incontables veces.

Lo normal hubiera sido ir a trabajar, pero ya hacía ocho meses que estaba viviendo en esa colonia. Era demasiado tiempo; temía haberse confiado y que esto fuera su ruina. Así es que el día anterior, había renunciado a su trabajo en la óptica y puesto en marcha el plan que ideara junto con Umäin, semanas antes, para dificultar su identificación antes de emprender la marcha hacia un nuevo asentamiento.

El primer paso, ya estaba dado. Su contacto le había proporcionado la dirección donde, al día siguiente, iría a sacarse sangre. Esperaba hacerlo varias veces; cuantas más, mejor. Mientras tanto, permanecería recluido en su vivienda, y viviría de sus cultivos y con el pago recibido por entregar una pequeña cantidad del fluido vital que corría por sus venas.


———— ∫󠅷   ҉   Џ Ł Ξ ǂ Δ Ħ ————


Niko, era un artista extraordinario, sus trabajos eran exquisitos. Podían considerarse obras de arte y las cobraba como tal. Sus mejores obras estaban realizadas con exclusivos pigmentos a base de sangre vexiana.

Las tintas especiales, que él mismo elaboraba, llevaban apenas una ínfima proporción del ingrediente alienígena, lo que permitía que fueran aptos para tatuar humanos. Eran muy solicitadas: venía gente de otras provincias a tatuarse con ellas.

Es que tenían una cualidad extraordinaria: brillaban en la noche sin necesidad de luz negra; y los vexianos, parecían aceptar en su círculo a aquellos que llevaran un tatuaje de este tipo.

Incluso, aunque no se veían parejas inter-especie por las calles, era un secreto a voces que existían. Y los pigmentos de Niko tenían mucho que ver con eso: su uso estaba contribuyendo a la integración entre ambas razas.

Los humanos se desesperaban por tener un tatuaje de pigmento especial, aunque fuera uno diminuto. Se había puesto de moda entre las mujeres el tatuarse pecas en el rostro, simulando los patrones que tenían los vexianos, para llamar la atención de éstos. Por su parte, los hombres (los que tenían el dinero suficiente, claro), se realizaban elaborados dibujos, a veces abarcando toda la espalda, como una forma de lucir su poder adquisitivo, como así también, su capacidad de soportar el dolor, ya que estos pigmentos, ocasionaban algo más que una molestia.

Era normal que algunos clientes sintieran un malestar tras realizarse un tatuaje común; pero a aquellos que eran tatuados con las tintas especiales, debía administrársele obligadamente un calmante, ya que la sangre de elfo que contenían, causaba un dolor indescriptible al ser aplicada. Emanaba tal cantidad de energía de ella, que parecía radiactiva, aunque no provocaba ningún otro efecto aparente, más que el sufrimiento físico, durante los dos o tres días posteriores.

Para muchos, era la prueba absoluta de masculinidad moderna, que atraía más mujeres que cualquier otra cosa.

Antes de contratar a Lena, Niko había adquirido la materia prima para sus tintas especiales por medio de un vendedor de dudosa calaña. La relación con aquel elemento podía costarle la habilitación para trabajar, como así también, el permiso para utilizar su tinta de fabricación artesanal, por lo que fue un alivio poder deshacerse de él.

Además de los tatuajes artísticos, también había sido contratado para realizar los pequeños caracteres que todo ciudadano vexiano debía llevar, en los que se codificaba la clave de identificación personal, el CIP.

Cualquier tatuador podía realizarlos, pero no todos estaban habilitados para hacerlo legalmente. De hecho, varios de sus colegas habían terminado tras las rejas por realizar tatuajes CIP no homologados o falsificados.

Si bien la población vexiana ya había sido identificada con esos caracteres en su totalidad, Niko se mantenía dentro de la legalidad y formaba parte del selecto grupo de tatuadores que, aparte de humanos, tenían licencia para tatuar vexianos, para el caso de que hubiera que realizar algún reemplazo de CIP, lo que sucedía cuando alguno de ellos cambiaba de residencia.

Su estudio estaba ubicado en una de las galerías comerciales más importantes de la ciudad. Como había que acceder por un pasillo no muy visible, su ingreso permanecía oculto, y esto le proporcionaba un halo de misterio y exclusividad. Era muy concurrido por los clientes habituales. Los nuevos, en cambio, llegaban solo por recomendación.

Así había sucedido unos ocho meses atrás:

—Pasá, sentate —invitó Niko a la recién llegada, sin levantar la vista del brazo izquierdo del vexiano que estaba tatuando—, en un momento me desocupo y estoy con vos.

Estaba muy concentrado en el tatuaje, pero pudo ver que la chica no le hizo ningún caso y se quedó de pie, lo suficientemente cerca para observarlo trabajar.

Al cliente no pareció importarle tener público y, unos minutos más tarde cuando terminó de grabar los caracteres del código CIP en su brazo, éste se levantó, le pagó lo que indicaba la tarifa —quinientos pesos— y se marchó en seguida.

Fue entonces que Niko la miró por primera vez. La muchacha de largo cabello castaño y profundos ojos marrones, permanecía de pie, ensimismada.

—Hola, soy Niko —balbuceó.

—Eh, disculpá, soy Lena...—dijo ella, volviendo a la realidad y ofreciéndole una sonrisa que lo conquistó de inmediato.

Se le quedó viendo, sin decir una palabra.

La chica, carraspeó, algo incómoda.

—¿Qué te querés hacer? —preguntó Niko, al despejarse el aturdimiento que le produjo tan bella visión.

Ella le había sonreído otra vez, al tiempo que se sonrojaba. Seguro que se percató de la torpeza con que cambiaba las agujas y desinfectaba el área de trabajo. Una chica tan linda, debía saber bien lo que provocaba en los hombres.

Sin embargo, Lena lo había sorprendido con su simpleza y buena onda. Con el pasar de los minutos fueron tomando confianza y, al cabo de un rato, ya estaban hablando como si fueran viejos amigos.

Niko conocía mucha gente —chicas, sobre todo—, debido a su trabajo y los sitios que frecuentaba. Las mujeres lo acosaban; estaba acostumbrado a eso y solía deshacerse de ellas sin dudarlo, porque ninguna llamaba su atención. Sin embargo, aquella muchacha, lo había desarmado por completo. Estaba indefenso y no lograba comportarse con normalidad.

Desde el primer momento, sintió que ella era alguien especial, que le había impactado como ninguna otra, después de mucho tiempo de estar solo. Para cuando terminó el dibujo sobre su piel —un diminuto árbol de la vida, al que le puso más empeño del que requería la pequeña imagen—, ya no quiso dejarla ir.

—Emmm... bueno, ya estaría. ¿Sabés los cuidados que le tenés que dar?

—Sí, ya tengo otros tatuajes

—¿Si? ¿Dónde?

—Eh... están bajo la ropa, prefiero no decirte.

—¡No! ¡Claro! Disculpá.

Niko rodeó la camilla, dándole la espalda, apretando los párpados y los labios. «¡Qué pelotudo!», pensó. Al abrir los ojos, se encontró con Agus y Sebas los que, desde el otro lado del salón, le hacían señas como locos.

«In-vi-ta-la», gesticulaba en silencio Sebas.

—¡Dale, boludo! —alcanzó a escuchar que le decía Agus, en una menos que discreta voz baja.

Se giró, rogando que Lena no lo hubiera oído, justo para recibirle el dinero que le extendía y ver que se preparaba para irse.

—¡Esperá! No te vayas todavía. Me comentaste que tenías experiencia en enfermería...

—Mínima, sí. ¿Por qué?

—Es que estoy necesitando a alguien de confianza para realizar extracciones de sangre de elfo. La utilizo para crear mis pigmentos especiales, los que te comenté antes —explicó, y al ver su expresión de incredulidad, agregó— y además para atender a los clientes que se sientan mal.

—¿Me están ofreciendo laburo? No sé qué decir.

—Decí que sí —intervino Agus.

—¡Está bien! ¡Wow! ¡Qué emocionante! Igual, puede que me demore unos meses en empezar, porque tengo otro trabajo...

—Está bien... no hay apuro.

Poco más de tres meses después, Lena se apareció en la puerta del estudio, vistiendo un guardapolvo blanco, dispuesta a empezar a trabajar.

De eso habían pasado ya cinco meses, lo que tenía inquieto a Niko. Sabía que Lena cambiaba seguido de empleo. Intuía que, en cualquier momento, le presentaría la renuncia y se iría de su vida, en un instante, como había llegado.


———— ∫󠅷   ҉   Џ Ł Ξ ǂ Δ Ħ ————


Le faltaba media cuadra para llegar, cuando se dio cuenta de que no podía hacerlo en ese estado. Lena había corrido las últimas calles y estaba muy agitada y toda transpirada. Además, pudo ver en el reflejo de una vidriera que tenía los cachetes colorados y los pelos revueltos.

Se soltó el cabello, lo acomodó un poco con los dedos, volvió a recogerlo en una cola de caballo y continuó su viaje caminando despacio, con la esperanza de no parecer tan desalineada cuando arribara a su lugar de trabajo.

Aunque la molestaran con sus cargadas, iba a extrañarlos cuando renunciara. Recordaba lo entusiasmada que estaba cuando Niko le ofreció que se ocupara de sacar sangre a los vexianos, una proposición poco creíble, por cierto.

Nunca antes había tenido contacto con los elfos. De hecho, la primera vez que vio a uno de cerca, fue el día que conoció a Niko.

Quería hacerse un nuevo tatuaje y un amigo de un amigo de Maia, le había recomendado ese estudio.

Llegó al lugar con algo de desconfianza. Tras ubicar la entrada un tanto oculta en la galería, entró al local y encontró a aquel joven de barba incipiente, cabello renegrido y verdosa mirada melancólica, realizando un tatuaje CIP a un vexiano que, inmutable, la observó directo a los ojos hasta que el tatuador terminó su trabajo, un par de minutos después.

Lena se había quedado como hipnotizada por los extraños ojos de aquel alienígena, uno notablemente más claro que el otro. Como nunca antes estuvo tan cerca de un vexiano, no estaba segura de que la heterocromía fuera una característica propia de la raza o, si era algo que solo tenía ese elfo en particular. Aunque no se detuvo mucho a pensar en eso: estaba alucinada con el exótico atractivo de su anguloso y pálido rostro y el iridiscente patrón de pecas en su frente.

Tanto se abstrajo que, cuando se marchó, tardó en darse cuenta de que Niko le estaba hablando. Él se había puesto nervioso cuando la atendió y ella tuvo que darle confianza para que se calmara. Era tan dulce, Niko.

Sí, a él lo iba a extrañar especialmente.

De eso hacía más de cinco meses y hasta el momento, no había tenido la oportunidad de extraer la sangre a uno de aquellos extraterrestres. A pesar de que estuvo a punto de hacerlo en dos o tres ocasiones, a último momento, se había frustrado el procedimiento. Resultó que, para ellos era un tema muy delicado; la mayoría eran reticentes, aún después de ofrecerles un ingreso regular de dinero y, de los que estaban dispuestos, no dejaban que cualquiera tuviera acceso al fluido que corría por sus venas.

Hasta ahora. Al día siguiente, al fin haría su primera extracción.

—Tarde de nuevo —la regañó, al verla llegar.

—Pero solo por tres minutos —respondió Lena, con una picardía en la mirada que Niko no podía resistir—; tenés que reconocer que estoy mejorando.

Niko sonrió tímidamente, mientras ella se perdía en el interior del vestidor, donde dejaba sus cosas y se colocaba la bata que usaba a modo de uniforme. El muchacho siguió acomodando sus utensilios. En media hora, tenía el primer turno del día.

Sebas y Agus, se miraron y largaron una carcajada al unísono, que se extinguió en seco ante la mirada asesina de Niko. Éste se acercó rápido a sus amigos, vigilando que Lena no regresara y los reprendió en voz baja.

—Y bueno, hermano. Es que es tan obvio que te gusta, que da risa —le contestó Agus, en un susurro.

—¿Qué le gusta? ¡Te quedás corto! Está loco por ella desde el primer día—aseguró, Sebas, también susurrando— ¿Por qué no te la encarás de una vez?

—¡La cortan, los dos! —Niko parecía que se iba a desgarrar la garganta— Nadie va a decir nada. Si los escucha y no vuelve más, los reviento. Y después, los despido.

—¿Ya se están peleando de nuevo? —Lena acababa de regresar al salón.

El tatuador se puso pálido y se volvió rápido a acomodar su puesto de trabajo. No estaba seguro de lo que Lena había alcanzado a oír.

—No, nada que ver —contestó Agus y empezó a reírse, a lo que su compañero se le unió segundos después.

Lena los miraba y no entendía qué pasaba, pero era claro que estaban molestando a Niko, porque él estaba serio y mantenía su cabeza gacha, mientras acomodaba sus herramientas; pudo ver que estaba colorado.

Una punzada de culpa le aguijoneó el pecho. Sabía perfectamente que Niko estaba enamorado de ella. Pero nunca había hecho nada para alentar ese sentimiento. Ella lo admiraba por su trabajo y sentía una profunda lealtad por su sincera amistad. Pero nada más.

Cada tanto, lo descubría mirándola; siempre le perdonaba las llegadas tarde y le pagaba un sueldo a pesar de que la mayoría de los días, no hacía prácticamente nada. Ella trataba de ayudar con el aseo, servía café, cebaba mates; a veces, hasta se ofrecía a cortarles el cabello —con la excusa de poner en práctica lo aprendido en una peluquería en la que trabajó casi un año—, lo que fuera para justificar el sueldo que recibía y no sentir que se estaba aprovechando del muchacho.

Nunca había pasado nada. Pero últimamente, Agus y Sebas estaban cada vez más descarados. Y ella pensaba que esto no podía ser más inconveniente, porque de seguro, lo estaban alentando para que le hable. Esperaba que Niko no les hiciera caso, puesto que si se le declaraba, entonces tendría que rechazarlo y luego las cosas se tornarían incómodas. Y probablemente, terminaría adelantando su partida. Tenía que advertirles para que cesaran en sus intentos. Claro que no podía ser directa.

—Hoy me voy a retirar a la hora justa —dijo en voz bastante alta para que se escuchara por sobre las risotadas de sus compañeros—, porque me va a pasar a buscar un chico con el que estoy saliendo.

La risa de los dos amigos se fue apagando y sus miradas se dirigieron a Niko, que se había quedado inmóvil.

—No sabíamos que tenías novio, Lena —comentó, algo apenado, Agus.

—Bueno... pasa que es reciente —explicó—, pero creo que va en serio.

Cuando se dieron cuenta, Niko salió por la puerta, murmurando algo de fumar un cigarrillo, lo que a Sebas y Agus les pareció extraño, considerando que lo había dejado hacía como un año.

Los tres se quedaron en un silencio incómodo. Lena pensó que desilusionarlo así era un poco cruel, pero tener que rechazarlo, era aún peor.

La jornada prosiguió de manera casi normal, quizá un poco menos alegre, sin tantas carcajadas. Pese a ello, se convenció de que en poco tiempo se les pasaría y volverían a ser amigos. Y si tenía suerte, ya no seguirían con el tema.

A última hora, cuando ya se iba, Niko le habló después de casi no haberlo hecho en todo el día.

—No te olvides que mañana a la mañana tenés la consulta particular en tu casa.

Aunque fue muy vago en sus palabras, porque había un cliente, Lena sabía bien de qué le estaba hablando: al día siguiente, a primera hora, iba a ir a su domicilio un alienígena que estaba dispuesto a donar periódicamente una muestra de sangre para la causa de los tatuajes.

Habían hablado del asunto la jornada anterior: la reserva de pigmentos especiales había llegado a un nivel crítico. Si no preparaba más en los próximos días, ya no tendría suficiente para cubrir la demanda diaria.

Por eso fue una muy afortunada coincidencia que un vexiano bien conectado entre su gente, se pusiera en contacto con él, para ofrecer el intercambio.

—Sí, lo recuerdo, no te preocupes.

—¿Querés que alguno de nosotros te acompañe mañana...? —de inmediato se arrepintió—. No, seguro que tu novio se va a encargar de cuidarte.

—Sí, como te digo, no te preocupes. Bueno, ya me voy, no lo quiero hacer esperar.

Y se marchó rápido, sin siquiera saludar a nadie. La culpa la carcomía. Niko era muy buen tipo; no se merecía sufrir y menos por ella.


Feta: Argentinismo. Rebanada fina de queso o fiambre. Lonja.


Encarar: Declarársele a una mujer.


Reventar: morir/matar con violencia.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top