Capítulo 11

Lena se desperezó para quitarse la modorra que comenzó a invadirla tras el banquete y disimuladamente, se desprendió el botón del jean que amenazaba con estrangularle la panza. Hacía mucho que no comía tanto y tan bien.

—¡A que no adivinás lo que trajo Leny de postre, pá!... ¿Pá?

Pero Jorge no contestó porque lo había atrapado la noticia que estaban dando en la televisión.

Las tres mujeres voltearon a ver qué lo tenía tan embobado y Sarah, que estaba en poder del control remoto, le subió el volumen al aparato.

—«Estamos siendo testigos de una revolución científico-tecnológica» —decía el reportero del noticiario internacional en el primer plano de la pantalla. — «A continuación, vamos a hablar con uno de los responsables de este magnífico proyecto, en el que humanos y vexianos alrededor del mundo, se han unido para crear lo que podemos definir como la inteligencia artificial más avanzada jamás concebida por el hombre».

Entonces, el plano de cámara se abrió y volvió a mostrar la imagen que antes cautivara la atención del señor López: un androide con aspecto humano, al extremo realista, no solo en su físico, sino también en sus movimientos y expresiones faciales. Si no lo hubieran señalado como robot, bien podría haber pasado por una persona.

A su lado había un hombre de mediana edad vistiendo un traje azul, con corbata angosta del mismo color, sobre una camisa blanca y gruesos lentes con armazón de carey. Detrás de él y a cierta distancia, podían verse dos vexianos, un hombre y una mujer, quienes no parecía que fueran a participar de la entrevista, sino que estaban allí solo para justificar la interracialidad del programa.

Seguidamente, tomó la palabra el hombre de anteojos.

—«Así es, Sergio. En este proyecto conjunto se emplearon técnicas mixtas y no es desmérito decir que los revolucionarios conocimientos vexianos aplicados han jugado un rol determinante y trascendental para el potenciamiento de la tecnología terrestre. En tiempo récord, hemos logrado avanzar a un nivel que los científicos habíamos teorizado por años y que esperábamos poder alcanzar, como muy pronto, para las primeras décadas del próximo siglo; ni en sueños hubiéramos previsto llegar a este punto apenas empezando la década de 2040. Puede decirse que el trabajo en equipo nos ha ahorrado al menos sesenta años de experimentación y el resultado, como podrás apreciar, ha superado ampliamente nuestras hipótesis y expectativas».

—¡Sonamos! —exclamó Jorge. —Ahora revelan que le pusieron de nombre Skynet, y estamos al horno con papas.

A Sarah se le escapó una risita divertida, en tanto que Maia y Lena, se miraron sin entender de qué estaban hablando. Además, lo que acababa de exponer el científico, les había sonado a mucho palabrerío que no decía nada en concreto.

Entonces, el robot tomó el micrófono.

—«Para que mi proceso de pensamiento se pareciera lo máximo posible al humano, mis creadores introdujeron un software que me permite desarrollar varias funciones básicas a la vez, y un agregado de ingeniería genética vexiana, la que asiste en la continua búsqueda de información para dar respuesta a los estímulos recibidos a través de mis cinco sentidos. Todo esto, al igual que lo hace el cerebro humano, me habilita para actuar y reaccionar al entorno que me rodea, desde cruzar la calle, conducir un automóvil y responder a esta entrevista, hasta inventar y construir otras máquinas, programar software innovador y actuar frente a una eventual amenaza terrorista».

La nota continuó con el reportero alabando la extraordinaria apariencia hiperrealista del robot, además de su creatividad y simpatía, para luego despedirse con las preguntas que todos los espectadores se estarían haciendo en sus hogares:

—«¿Cómo se mide la evolución de la inteligencia artificial de los robots? ¿Quién controla que no se vuelvan "demasiado" inteligentes o pierdan la empatía? ¿Qué podríamos hacer ante una revolución de estas máquinas superinteligentes, si éstas decidieran volverse contra sus creadores?»

Los López habían quedado alucinados con el asunto e iniciaron un debate sobre los androides, la inteligencia artificial, los elfos científicos y los peligros inherentes a todo ello en conjunto.

Lena en cambio, se mantuvo callada y analizó en su mente lo que más había llamado su atención: en todo ese tiempo, ¿por qué nunca antes había visto a una mujer vexiana?


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Después de una merecida noche de descanso, Niko amaneció al mediodía y se fue para el estudio, sin desayunar siquiera. No había tiempo que perder si pretendía tener los pigmentos listos para el lunes a primera hora.

Entró y se aseguró de cerrar bien la puerta para no ser sorprendido nuevamente por visitas inesperadas. Se dirigió al fondo del salón donde una escalera lo condujo al piso superior, que funcionaba como depósito e improvisado laboratorio.

Abrió las ventanas que daban a la calle, para dejar entrar el aire. El ambiente tenía que estar bien ventilado si no quería intoxicarse con los vapores de los productos químicos que utilizaba para la elaboración de las tintas especiales.

Antes de comenzar, se colocó guantes de látex y barbijo descartables, y se cubrió el cabello con un pañuelo de tela negra, estampado con el escudo de River Plate, el que anudó en la nuca.

Lo primero que debía preparar era el diluyente, una mezcla a base de glicerina que, como su nombre lo indica, luego serviría para diluir los pigmentos.

Buscó las distintas botellas plásticas conteniendo los ingredientes en la parte alta del armario que había en la habitación y fue dejándolas sobre la mesa. Enseguida, extrajo una de las cajas herméticas con utensilios asépticos, que estaba en los estantes de abajo del mismo mueble.

Con destreza, midió los líquidos en un vaso de precipitado y fue trasvasando las proporciones correctas a una botella de gaseosa de vidrio pequeña, también esterilizada. Puso la glicerina sin problemas, luego echó el agua destilada pero, al incorporar el último ingrediente, el alcohol isopropílico, el vaho lo mareó y tuvo que acercarse a la ventana a respirar el aire fresco. Finalmente, tomó la botella por el cuello y, con movimientos circulares de muñeca, la removió durante varios minutos, para que la mezcla se homogeneizara.

Supo que estaba listo cuando notó que el recipiente de vidrio conteniendo la preparación, se había calentado. Le cubrió el pico con un paño limpio y lo dejó sobre la mesa para que se enfriara de manera natural. Debía esperar que estuviera a temperatura ambiente para poder utilizarlo, por lo que decidió que era hora de comer algo.

Tras guardar todos los elementos de nuevo en su sitio, desechó guantes y barbijo y bajó al estudio a poner la pava para cebarse unos mates mientras esperaba la llegada de la comida. En tanto, le envió un WhatsApp al muchacho del bar-comedor de la galería, pidiéndole que le alcanzara media pizza y se la pusiera en su cuenta.

Había tomado tres mates, cuando el mozo golpeó la puerta del estudio. Se conocían apenas de vista. Tras el saludo inicial, intercambiaron los comentarios de rigor.

—¿Laburando un domingo, vecino? No trabaje tanto ¡que le va a hacer mal!

—¡Mirá quién habla! Vos laburás hasta el viernes santo...

—Medio tardecito pa' el almuerzo. Casi que merienda.

—Callate, que es el desayuno...

—Grande el "Millo".

—Sí, es el más grande... —respondió, al percatarse de que aún traía el pañuelo de River en la cabeza.

Se despidieron y Niko engulló las cuatro porciones en tres bocados. Al ver el envase vacío, se arrepintió de no haber pedido la pizza entera.

Se tomó un par de mates más y regresó al piso superior, llevando consigo el tubito con la sangre vexiana, una botella con agua de la canilla y el termo lleno con agua caliente.

Lo que le quedaba por hacer, era la parte más compleja: el preparado del pigmento propiamente dicho. El color blanco era el elegido para complementarse con el material alienígena. Solía emplear diez o doce gotas de sangre por cada litro. Así mismo, era demasiado fuerte para usarla pura, por lo que la tinta resultante, luego era utilizada para obtener tonalidades claras de los demás colores y, en el caso de necesitar usarla en blanco, se rebajaba con pigmento del mismo color, pero sin sangre.

Habiendo corroborado que la botella con el diluyente ya estaba fría, se colocó un nuevo equipo protector en su rostro y manos y en seguida, extrajo del armario los elementos a utilizar: el pote conteniendo dióxido de titanio, un frasco con extracto de Hammamelis, y otra botella de vidrio esterilizada; esta vez, de un litro.

Con ayuda de un embudo, vertió la cantidad adecuada del compuesto químico en polvo y el extracto, y lo completó con el diluyente preparado antes. Por último, añadió las gotas de sangre plateada, tapó la botella y la agitó con todas sus fuerzas, hasta lograr la completa disolución. Con cuidado, trasvasó el litro de pigmento a diez envases pequeños de plástico, los cuales tapó con esmero para evitar filtraciones.

Si bien la preparación estaba terminada, aún no podía utilizarse, porque la sangre era tan energética, que quemaba. Recordaba a la perfección la primera vez que experimentó con ella y la probó en sí mismo. Fue suficiente con tatuarse un par de puntos para darse cuenta de que acababa de cometer un grave error y por ello, pasar una semana entera deseando que le amputaran el brazo.

Echó la mitad del agua que llevaba en el termo en una olla grande y la cortó con un chorro de agua fría para que no estuviera tan caliente. Luego colocó dentro todas las botellitas plásticas, cuidando de que se quedaran paradas y no flotaran ni se voltearan, y que el nivel del líquido del recipiente, no alcanzara la tapa de los envases. Debía esperar hasta que se enfriara el agua y repetir una o dos veces más el proceso de calentar y enfriar los potecitos, para dar por terminada la elaboración del pigmento.

En condiciones normales, esta técnica servía para eliminar el aire que llenaba los intersticios de las partículas porosas del dióxido de titanio, lo que generaba un vacío dentro de cada microporo que, a su vez, succionaba la glicerina hacia el interior, quedando atrapada dentro de las partículas, lo que volvía los colores más brillantes y persistentes.

Sin embargo, durante sus experimentaciones, comprobó que, cuando agregaba sangre vexiana, lo que se introducía en los poros de las partículas era la sangre, no la glicerina, y esto les otorgaba a los colores no solo las características buscadas, sino que también los volvía iridiscentes ante la falta de luz, una cualidad única que hasta ahora no había sido igualada por ningún otro fabricante de tintas. Además, reducía considerablemente el dolor que provocaba su aplicación, al estar parte de la sangre atrapada dentro del pigmento.

Los vexianos no padecían enfermedades transmisibles por vía sanguínea, lo cual fue ampliamente corroborado durante los seis meses tras la llegada, en los que fueron sometidos a todo tipo de estudios y análisis. Sin embargo, si se transfundiera una mínima cantidad del líquido orgánico alienígena en el torrente sanguíneo de un humano, el pobre diablo moriría tras una no breve agonía, sumido en el más atroz de los sufrimientos físicos.

¿Por qué a alguien se le ocurriría entonces tatuarse con ella? Niko aún se preguntaba cómo se le había cruzado la idea de mezclarla en las tintas que preparaba. Lo cierto es que había sido un golpe de suerte que inventara los pigmentos especiales, porque ello lo había vuelto casi una celebridad en el ambiente del tatuaje.

Conjeturó que el agua caliente iba a demorar al menos una hora en enfriarse, así que se quitó por última vez los guantes y el barbijo —ya no los necesitaría más—, y bajó a tumbarse en el sillón del estudio, con la idea de ver alguna serie en su celular, para matar el tiempo. No se había alcanzado a acomodar, cuando llamaron a la puerta.


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Estar al horno con papas: estar en una situación difícil de resolver o que te sobrepasa.

River Plate: club polideportivo con sede en Buenos Aires. Su principal disciplina es el futbol masculino, cuyo equipo es conocido como El Millonario y forma parte de los denominados "Cinco grandes del fútbol argentino".

Vaso de precipitado: recipiente cilíndrico de vidrio fino con el fondo plano y graduación, que se utiliza muy comúnmente en el laboratorio, sobre todo, para preparar o calentar sustancias, medir o traspasar líquidos.

Pava: Recipiente metálico con asa, tapa y un tubo para la salida del líquido, que se utiliza para calentar agua; se suele emplear para cebar mate. Hervidor.

Cebar mate: Verter agua caliente sobre la bombilla y la yerba que está contenida en un recipiente cada vez que se va a tomar un mate; servir un mate.

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