24. Alan.

Caminé hacia él con el balón en mis manos, al estar cerca se lo entregué, lo tomó rozando sus manos con las mías mientras fijaba su mirada en mí. Lograba ponerme nerviosa.

—Gracias, nena —sonrío falsamente con los labios cerrados y me di la vuelta para seguir mi camino pero me tomó del brazo—. ¿A dónde vas?

—A comer, tengo hambre. Y ya se me hace tarde —respondo rápidamente.

—¿Por qué no comes aquí? —deslizó su agarre ahora hasta mi mano—. Acompáñame.

—No, gracias. Kalum me está esperando —bufó obviamente fastidiado.

—¿Aún estás con ese idiota?

—Ese "idiota" es mi primo. Así que ahórrate los insultos —lo enfrenté.

—Lo defiendes después de todo...

—¿Después de qué, Alan?

—¿Qué? ¿No te lo dijo? —ahora la intriga me mata—. El problema que tiene conmigo. Pensé que ya te lo había contado —negué con la cabeza—. Si quieres entramos a comer y te cuento.

—¿Y por qué habría de creerte a ti? Puedes decirme cualquier cosa.

—Porque, hermosa Ana, no gano ni pierdo nada en decirte. Y si él no te lo quiere decir es porque es malo. ¿Quieres seguir engañada por ese idiota? —levantó una ceja.

Admito que tengo muchas dudas con respecto a ese secreto que guarda. Y es cierto, no ha querido decírmelo. En realidad no me está esperando y no tardaré mucho, sólo lo escucharé y ya, me iré. Eso haré.

—Bien. Pero nada de sorpresas —entrecerré mis ojos y él sonrió victorioso. Puso su mano en mi cintura y me guió hasta el interior de la casa.

Quedé impresionada al verla, era tan hermosa por fuera y por dentro más aún.

La casa de mis sueños.

Atravesamos una sala con un gran sofá vinotinto frente a la pantalla plana grande, luego llegamos a la cocina donde había una isla en el centro y sillas alrededor.

—Siéntate, estás en tu casa —ofreció amablemente y accedí. Él se sentó en frente de mí.

—Bueno, dime —movía mi pierna inquieta.

—Kalum está implicado en negocios... ¿Cómo decirlo? ¿Millonarios? —fruncí el ceño—. Sí, millonarios. Él vende propiedades a industrias, empresas y tipos con mucho dinero. Eso no tiene nada malo, lo sé. Yo he sido uno de los que le ha comprado, es un excelente negociante para su corta edad. Pero, últimamente está metido en serios problemas porque vendió unas hectáreas a un personaje cuyo nombre no puedo decirte, que está implicado directamente en el mundo del narcotráfico. No es nada más y nada menos que mi tío. Yo no estoy involucrado en eso, yo hago mis negocios aparte, legales obviamente pero familia es familia y si te metes con la familia, no dejaremos rastro tuyo.

—Espera... —inhalé y exhalé tratando de comprender—. Él le vendió unos terrenos a tu tío que es narcotraficante y, ¿ahora qué? No entiendo cuál es el problema contigo —suspiró.

—El problema radica en que dichos terrenos legales, tenían un dueño antes de Kalum. Ese dueño es uno de los investigadores privados más reconocidos del país, él le debía muchísimo dinero a mi tío y como se resignó a pagarle y no quería ir a la cárcel debido a su alta inmoralidad y cantidad de delitos que nosotros sabemos, huyó. Y heredó los terrenos a Kalum, su hijo —mis ojos se abrieron como platos. El padre de Kalum. No puede ser.

—No puede ser. Es imposible. El padre de Kalum está muerto —me levanté de la silla agitada.

—Pues no. Lo estaría de no haber huido. Lo estamos buscando hace más de cuatro años. Y hace dos años cuando encontramos a Kalum, compramos las hectáreas. No le hemos pagado completo y por eso nos demandó sin saber quiénes somos en realidad. Mantener el negocio de mi tío en secreto junto con la demanda nos ha costado muy caro, más dinero que nos deben. No nos interesa si Kalum es inocente o no, si está confabulado con su papá o no, sólo nos importa el dinero. Alguien tiene que pagar, ¿no? —se relaja en su asiento levantando sus cejas. Negué con la cabeza— ¿Por qué crees que tu familia se fue de repente de viaje y no has sabido de ellos en semanas? —sentí un vacío en mi corazón.

—No es posible. ¡¿Qué le hicieron a mi familia?! —grité exasperada.

—¡Oh! No te preocupes, no les hemos hecho nada. Ellos sólo buscan lo mismo que el cobarde ese, huir para no pagar nada. Y no creo que ustedes dos les importen mucho, en vista de que los dejaron solos en el país —se levantó y me tomó de la cintura apegándome a él. Sus ojos atravesaban los míos—. Cobraremos nuestra cuenta. En dinero o lo que sea necesario —bajó su mirada a mis labios y me besó ferozmente. Al principio no respondí, me encontraba totalmente paralizada ante semejante información. Mordió mi labio inferior y entonces reaccioné moviendo mi cabeza y cuerpo tratando de zafarme de su agarre pero me tomaba con más fuerza. Me pegó contra la pared haciendo que un intenso dolor quemara mi nuca y sin pensarlo subí mi rodilla con toda mi fuerza y traté de pegarle en su entrepierna, pero la esquivó y me presionó con su cuerpo para que no pudiera mover ni un solo músculo.

Me arrastraba con fuerza hacia la sala mientras forcejeaba para que me soltara. Logré tomar un jarrón que había en una mesa y lo destrocé en su espalda pero eso no lo detuvo—. Maldición —pensaba. En un movimiento rápido estaba tendida en el sofá con él encima de mí. No tenía escapatoria. Me deslicé hacia el suelo pero me tomó de espaldas pasando su brazo por mi cuello ahorcándome, me agaché y me siguió, presionando mi cabeza con su estómago. Estaba a punto de perder todo el aire que me quedaba, a punto de rendirme cuando una luz se encendió en mi cabeza al darme cuenta de la clase de pantalón que vestía: unos deportivos—. Realmente espero que te duela como el puto infierno, imbécil —pensé y actué. Con mi mano libre tomé su entrepierna y la halé hacia mí con fuerza y sin contemplación alguna.

Escuché su grito ahogado y automáticamente me soltó, cayendo al piso agarrándose la zona afectada. 

Salí corriendo de allí, iba agitada por toda la acera hasta que al cruzar la calle un auto frenó en frente de mí. Desde su interior el conductor totalmente asombrado, asustado y preocupado me veía. 

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