22. En cuerpo y alma.

Mi corazón iba a mil por segundo: no me esperaba esa confesión. Ni siquiera había tenido tiempo de analizar lo que ocurrió hace horas en mi habitación. Me había dejado confundida verlo salir de allí sin insinuarse ni nada, sin intentar sobrepasarse aunque quisiera. Ahora esto...

Me siento vulnerable por mi estado, pero no puedo dejar de mentirme ni de mentirle a él, no más.

—Tú también me gustas mucho —sentí un alivio al dejarlo salir pero la sonrisa y mirada que me dio a continuación me erizó la piel.

—Ya lo sabía —sonreía maliciosamente.

Se acercó acortando distancia y unió sus labios con los míos.

Dejé caer la manta que tenía sobre mis hombros al suelo. Su mano empujó mi nuca hacia adelante para profundizar más el beso. Nuestros cuerpos se unían perfectamente.

Me besaba lento; el sabor de su boca era exquisito, sus labios suaves jugaban con los míos mientras mi lengua nerviosa esperaba la suya hasta que decidió adentrarla a mi boca, creando una guerra entre ambas. Subí mis manos a su cuello al mismo tiempo que él bajaba las suyas por mi espalda ocasionando escalofríos. Sin separar el beso, bajó hasta mis muslos y me levantó como a una pluma. Enredé mis piernas en su torso desnudo. Comenzó a caminar torpemente subiendo las escaleras. Yo despeinaba su cabello y él devoraba mi boca como si no hubiera un mañana. A mitad de camino me pegó contra la pared volviendo el beso más fuerte y agresivo. Fuertes ondas de calor viajaban por mi zona íntima y podía sentir su dureza. Bajó hasta mi cuello y comenzó a llenarlo de besos, lamía y chupaba, solté algunos gemidos de placer, mordisqueó el lóbulo de mi oreja y me susurró con voz ronca y sexy —. Te deseo —gemí al instante.

Terminó de subir conmigo entre sus brazos. Llegamos a su habitación y cerró la puerta con su pie. Bajé mis piernas devuelta al suelo y aprovechó para apretarme con fuerza las nalgas.

El beso tenía esa tensión sexual y esa pasión tan grande que llevaba tiempo deseando experimentar.

Caminaba hacia atrás hasta que el borde de la cama me detuvo; Kalum me dejó caer lentamente mirando fijamente mis ojos, me moví hacia atrás enderezándome mejor, él se puso encima de mí entre mis piernas con cuidado de no aplastarme, como si no quisiera romperme. Con una mano me tomaba de la cintura y la otra la apoyó a un lado de mi cabeza, volvió a besarme y yo recorría su espalda con mis manos. Se separó un poco de mi boca y susurró —. Si quieres que pare, dime —lo miré a los ojos.

—No pares —sonrió de lado y regresó a mis labios.

Tomó el borde de mi blusa y comenzó a subirla hasta quitármela por completo. Se tomó un segundo para apreciar mi torso desnudo y su mirada era de lujuria.

Comenzó a masajear uno de mis senos con una mano y el otro lo besaba, mordisqueaba y succionaba, arqueé mi espalda ante la sensación que me generaba. Su otra mano bajó hasta mi vientre y se adentró por mi pijama y pantis, abrí más mis piernas y sus dedos comenzaron a jugar con mi intimidad: generando una ola de nuevas sensaciones para mí. Subió a mi oreja y susurró.

—Estás tan mojada, lista para mí —metía y sacaba sus dedos provocando que de mi boca salieran gemidos.

Llenó de besos mi abdomen creando un camino hasta mi pelvis donde se detuvo. Con ambas manos haló el short y mi ropa interior, levanté mis piernas para que pudiera sacarlas mejor. Luego las bajé y el rubor subió rápidamente a mis mejillas: estaba completamente desnuda frente a él.

Subió su mano hasta mi boca y como si fuera un invitado tocando la puerta de entrada, deslizaba su dedo medio por mis labios. Entendí que quería que lo chupara y así lo hice. Me sentía extraña haciéndolo ya que aún no le encontraba el sentido pero a la vez me generaba una sensación de placer. Sacó su dedo mojado de mi boca y lo llevó hasta mi vagina y, ¡Por Dios Santísimo! Recorría mi clítoris en forma circular y de arriba a abajo. Ya he sentido esto cuando me masturbo pero que él me lo haga es algo tan placentero y diferente, es más.

Eché mi cabeza hacia atrás cuando sentí que hundía su dedo dentro de mí, lo sacaba y lo metía tan lento que me desesperaba. De repente, tomó mis muslos con sus dos manos y me haló hacia él, yo lo miré jadeante y de inmediato me di cuenta de lo que haría. Sacó su lengua y lamió de arriba a abajo mi coño —. ¡Ah! ¡No puede ser! —dejé salir de mi boca. Me estaba comiendo como si fuera un helado y qué bien se sentía.

Estaba a punto de llegar cuando se detuvo y sentí frustración porque realmente lo estaba disfrutando y ni siquiera lo había tenido dentro de mí. Lo deseaba tanto, sentía que explotaría en cualquier momento.

Se quedó parado recorriéndome de arriba a abajo con sus ojos, limpió las comisuras de su boca con su pulgar y yo ya estaba rezando para que no me dieran cuatro infartos vaginales por lo sensual que se veía. Se quitó el pantalón que llevaba y su bóxer. Mi vista viajó hasta su miembro erecto y, ¡Madre Santa!

¡Eso no cabe en mí!

Admirarlo desnudo podría convertirse en mi actividad favorita, es todo un Dios.

Con sus manos separó mis piernas poniéndose en medio de ambas, al ver mi cara de nerviosa dejó un beso corto en mis labios. Tomé su brazo y le dije —. Kalum, no he estado con nadie aún —sus ojos brillaron por un momento y una sonrisa se dibujó en su rostro.

—Tranquila. No seré brusco —acarició mi mejilla y asentí nerviosa.

Se posicionó en la entrada de mi vagina, poco a poco iba entrando. Un ardor terrible colapsó mis sentidos cuando lo sentí dentro de mí. Se quedó allí y me besó suave y lento. Luego de unos segundos el dolor fue bajando su intensidad y relajé mis músculos, él se dio cuenta y empezó a moverse lentamente; salía y entraba, se sentía tan placentero, satisfactorio, celestial.

Aceleró el ritmo y la habitación se llenó de mis finos gemidos y sus jadeos, nuestras respiraciones agitadas, los latidos de nuestros corazones retumbando en nuestros pechos. Ligeras gotas de sudor se deslizaban por nuestros torsos.

Sentía cómo su masculinidad se acoplaba con mi feminidad, como piezas de rompecabezas. Clavé mis uñas en su espalda mientras él tomaba más y más fuerza para embestirme cada vez más rápido, arqueé mi espalda y él dejaba uno que otro beso por mi cuello y pechos.

Podía escuchar la lluvia a lo lejos, la habitación semi oscura, solamente iluminada por la luz de la luna que se reflejaba por la ventana.

El calor se había incrementado y me sentía volando con cada movimiento, la intensidad con la que Kalum me miraba por segundos: hacía que me perdiera en sus ojos tan profundos.

Mordía mis labios, echaba mi cabeza hacia atrás, estiraba mi cuerpo, arañaba sin piedad su espalda, sus gruñidos eran música para mis oídos, suspiraba por él.

Iba ascendiendo en el placer, llegando hasta mi límite, dejé salir un gemido agudo al sentir el orgasmo, mientras miles de ondas satisfactorias recorrían mi cuerpo. Kalum se apresuró a salir de mi interior y sin poder evitarlo acabó llenando mi abdomen con sus fluidos seminales. Se tumbó a mi lado, nuestras respiraciones eran fuertes. Volteamos a vernos y no sé por qué sólo pude sonreír, él me devolvió la sonrisa.

—Estás rojita —me dijo acariciando mi mejilla —. Deberías ir a limpiarte. Y lo siento, no pude contenerme —señaló mi estómago y alcé la cabeza para ver.  Excelente, llena de sus hijos —. Es que te veías tan sexy —me levanté no sin antes darle un corto beso en la boca. Fui al baño escuchando cómo me silbaba, rodé los ojos y me paré delante del lavamanos. Dejé correr el agua y me limpié.

Al alzar la vista me vi en el espejo, ¡no puede ser! ¡Parezco una bruja! Mi cabello estaba hecho una maraña y mi cara estaba efectivamente con ese rubor natural que me caracteriza.

Aplaqué con mis manos mis mechones rebeldes tratando de parecer más decente y no pude evitar dar un chillido agudo al ver una marca en mi cuello, lo toqué con mis dedos y caí en cuenta: Kalum me había dejado un chupetón, bien marcado, cerca de la clavícula. Voy a matarlo.

Salí del cuarto de baño dispuesta a enfrentarlo pero me lo encuentro acostado, con la sabana tapándolo de la cintura para abajo, sus ojos cerrados, dormía plácidamente. Me acosté a su lado y me arropé con la sábana también, descansé mi cabeza en su pecho y lograba escuchar su corazón ahora más calmado. Estaba a punto de caer en un sueño profundo cuando sentí su mano apretarme de la cintura, seguidamente besó mi cabeza —. Buenas noches, pequeña —sonreí y besé su pecho.

—Buenas noches, Kal —cerré los ojos otra vez y entonces, pude dormir en paz.

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Hace calor aquí, ¿eh? 👁️👄👁️

Hoy es domingo de misa, cero antojo. 👀😂

Creo que esto fue mucho para procesar hoy así que nos vemos mañana, mis adorados lectores. ❤️

El meme de hoy hecho por una lectora😂:

XOXO 💋
Nuvenave.

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