20. De regreso a casa.
El día ha transcurrido realmente rápido, hemos quedado de acuerdo en irnos al anochecer, Sean y los chicos también van a la ciudad así que nos iremos juntos. Recogimos nuestras cosas y nos retiramos a hacer las maletas, no eran ni las cinco de la tarde. Ya en la cabaña hicimos unos sándwiches para llevarnos por el camino, cada quién subió a su habitación a empacar, incluyéndome.
—Ana, ¿tienes un segundo?
—Claro, Dev, dime —me giro hacia él sentado en la cama.
-—Disculpa el atrevimiento pero, ¿tienes novio? —negué con la cabeza subiendo mi maleta al lado suyo en el colchón—. ¿Entonces no te molesta si guardo tu número? —volví a negar y me encogí de hombros, le arrebaté su celular de las manos y marqué mi número, se lo di y guiñé un ojo—. Gracias. No quiero perder contacto contigo. ¿Te ayudo? —asentí.
Pasó alrededor de una hora y media y ya teníamos todo listo—. ¿Ya le avisaste a Sean que nos vamos? —le dije a Kalum, estábamos todos en la sala con nuestras cosas listos para meterlas al carro e irnos.
—Nop. Ya lo llamo —marcó el número y unos segundos luego habló—. Sean, ya estamos listos, iremos saliendo, ¿ustedes?... está bien... bueno, ya vamos... ¿en la entrada?... okay, adiós —colgó—. Que los esperemos en la entrada del pueblo y de ahí seguimos. Vamos —tomamos las cosas y salimos de la cabaña dejándola como la encontramos, voy a extrañarla, le tomé cariño, es muy acogedora y protagonista de recuerdos que aunque quiera no podré olvidar.
Bueno, basta de dramas. Subimos al auto y esta vez me fui de copiloto, Jenny en las piernas de Richard y a su lado Devon y Caitlin, Kalum arrancó y me coloqué el cinturón. Atravesamos el pueblo donde estábamos y los escasos carros alumbraban la calle con sus luces, no estaba del todo oscuro, sólo un poco, vi mi celular y eran las siete en punto, al llegar a la entrada del pueblo aparcamos a un lado de la carretera, Kal llamó a Sean diciendo que ya estábamos en el lugar y él le dijo que ya venían, luego de unos minutos un corneteo se escuchó detrás de nosotros, Kalum se bajó del auto y los demás veían por el vidrio de atrás, era una camioneta grande color negro, del lado del copiloto se bajó el vidrio y Sean asomó su cabeza, creo que le estaban dando unas indicaciones a Kalum y luego subió de nuevo al vehículo—. Bien, vámonos —empezamos a andar.
—¿Qué te dijo? —pregunté refiriéndome a Sean.
—Oh, que irán detrás, que no los pierda de vista —asentí y volví mi vista hacia la vía.
No había tantos carros, el viaje fue muy corto... porque me dormí, pero llegando a la ciudad, desperté. Todas las luces iluminaban el centro, seguimos hasta la casa de Richard, al cabo de unos minutos ya estábamos afuera, él se bajó junto a sus primos, me despedí de ellos y Devon me guiñó el ojo antes de bajar a lo que yo sólo sonreí. La camioneta de los chicos se detuvo delante de nosotros y se bajaron caminando a donde estábamos.
—Hey, chicos, nosotros nos quedaremos en la siguiente cuadra —dijo Grace. Se despidieron de Richard, Devon y Caitlin, y luego de nosotros así que salimos del coche.
—Tenemos que planear más salidas, ahora que estamos en la ciudad, hay que hacer algo, ya saben —habló Grant y todos estuvimos de acuerdo.
Cuando seguimos en la vía, la camioneta dobló hacia la derecha en la siguiente esquina y recibí un mensaje en mi celular, lo vi y sonreí sonrojada.
De: Número desconocido
Este es mi número para que lo guardes. Deberíamos volver a vernos, preciosa
Sean
¿Cómo consiguió mi número?
Tú se lo diste en la playa.
Ah sí, cierto. Qué locura, Devon que quiere seguir conociéndome y ahora Sean quiere verme de nuevo, esto es mucho para mí.
Pero tú te mueres por Kalum.
Ay, Kalum.
—¿Qué tanto me ves? —habló riendo de lado mientras aparcaba frente a la casa de Jenny, sacudí la cabeza, me le había quedado mirándolo, que pena.
—¡Adiós, chicos! Gracias por traerme y por el viaje, me la pasé súper bien, espero que se repita —me incliné hacia el asiento trasero para abrazar a mi amiga—. Ana, ya sabes, cuando quieras nos reunimos, ¿Si? —asentí y me devolví a mi asiento, ella se despidió de Kalum con la mano y bajó, otra vez estuvimos en movimiento.
—No me has contestado —volteé a verlo.
—¿Qué? —me encogí de hombros.
—¿Qué tanto me ves? ¿Te gusto? —su pregunta me tomó por sorpresa y me puse nerviosa al instante.
—¿Q-qué cosas dices? —tartamudeé desviando mi cara hacia la ventana para que no notara mi nerviosismo. Sólo escuché su risa ronca y sexy.
Unos minutos luego estábamos en el garaje de la casa, nos bajamos y buscamos nuestros bolsos en el maletero del coche.
—¿Te ayudo? —se acercó a mí cuando caminaba a la entrada.
—No, tranquilo, sí puedo —le dediqué una sonrisa honesta y él asintió.
Al entrar todo estaba oscuro. Di unos cuantos pasos pero para mi suerte me tropecé con algo y caí soltando un grito agudo, el estruendo de mi cuerpo chocando con el suelo más el peso del bolso se escuchó en toda la casa, la luz hizo su aparición y seguido se escuchaban las sonoras carcajadas de Kalum.
—¿Por qué siempre te andas cayendo? —seguía riéndose el muy cínico. Lo miré enojada e intenté levantarme, se acercó para ayudarme pero lo empujé con una mano—. Sólo trato de ayudarte, pequeña torpe —sonrió y me tomó de la cintura.
—¡No! ¡Suéltame! —me sacudí de su agarre pero no funcionó, me tomó con fuerza cargándome de espaldas.
—¡Quieta, fiera! —habló firme en mi oído, lentamente dejé caer mi cuerpo y mis pies apenas tocaban el suelo. Me bajó y tomó mi bolso para luego subir las escaleras, lo seguí silenciosamente pero riendo mentalmente por mi caída.
Es que de verdad soy tan torpe.
Llegamos a mi habitación y él dejó mi bolso en la cama, se volteó para mirarme y caminó hasta la puerta.
—Gracias —le dije, asintió y desapareció de allí.
¿Qué le pasa?
No me voy a detener en pensar cómo entenderlo porque terminaré igual de confundida que siempre. Así que me dispuse a buscar mi pijama y caminar hasta el baño para ducharme.
Ya dentro, me despojé de mis prendas, abrí la regadera y me adentré asegurándome que el agua fría se mezclara bien con la caliente, las gotas me bañaban y me relajé por completo, froté mi cuerpo con jabón de avena —mi favorito— cerré los ojos e inhalé el olor que invadía la ducha.
Al terminar, me envolví en una toalla y salí del cuarto de baño, caminé a mi cama y dejé caer la toalla al suelo para tomar la crema corporal de mi mesita de noche e hidratarme, la eché primero por mis piernas, masajeándolas suavemente, luego subí regándola por mi abdomen y mis senos, mi cuello y terminé con los brazos, me coloqué mi ropa interior y luego mi pijama, antes de deslizar la blusa por encima de mi cuerpo, sentí una presencia, sentía tensión en la habitación, algo muy pesado sobre mí, me volteé hacia atrás y mi corazón dio un vuelco al ver hacia la puerta.
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