14. ¿Atracción a simple vista?

Sean

—Pues... —comienzo mientras veo a Ana—. Fue muy gracioso —sonrío recordando.

¿Juguemos atrapadas? —me dice de repente Grant.

Sí. Vamos, Sean —se emociona Gabriel sacando un balón de fútbol americano de su mochila.

Está bien —respondo parándome de la arena.

Atrapadas es un juego que inventamos una vez que fuimos a Miami y estábamos aburridos en la playa. Consiste en que una persona se para con el balón en sus manos y lo lanza hacia dos personas que tratan de alcanzarlo... Pero eso no es todo, no es tan fácil, deben tratar de alcanzarlo mientras corren en reversa y en cada atrapada van lanzándola, quién caiga será golpeado por los otros jugadores con el balón a una distancia determinada. Es muy divertido, en realidad.

Grant tomó el balón en sus manos y caminamos lejos de donde estábamos para no molestar a las chicas. No tan lejos pero tampoco tan cerca de la orilla. Él se paró haciendo una línea en la arena con su pie que indicaba que no debía pasarse de esa línea al lanzar la primera vez.

Gabriel y yo estábamos como a diez metros frente a él listos para empezar.

¿Listos? —gritó Grant.

¡Sí! —dijimos al unísono Gab y yo.

Lanzó el balón y éste voló y comenzamos a correr hacia atrás, muy cerca lo tomé y rápidamente Gabriel corrió rápido hacia atrás alejándose mientras yo iba al lado contrario—. Se la pondré difícil —pensé. Lancé el balón muy fuerte y lejos... lo veía correr hasta que cayó y reí victorioso pero no por mucho al darme cuenta hacia donde se dirigía el proyectil—. Mierda —dije llevando mis manos a la cabeza mientras veía a una chica siendo golpeada y cayendo en la arena.

Corrí lo más rápido que pude hasta ella y la vi inconsciente.

Oh mierda —expresé sorprendido.

Excelente, la maté.

¿Qué hiciste? —preguntó agitado Grant llegando con Gabriel a mí lado.

Mierda, Sean. Hay que llevarla con las chicas —sugirió Gabriel.

Asentí y la levanté cargándola como a un bebé, no pesaba casi.

Es linda —la observo.

Sí lo es, espero no la hayas matado porque sería un desperdicio —habla el Grant.

Al llegar con las chicas, éstas nos miran alarmadas.

¿Qué pasó? ¿Quién es ella? —preguntaban.

Yo simplemente la dejé encima de mi toalla azul y le contamos a Grace y Kathy lo sucedido.

Será mejor que esperemos a que despierte —dice Grace observándola.

Así fue que esperamos hasta que despertó.

Está despertando, vengan —avisé acercándome a ella.

—Entonces, eso fue lo que te pasó —suspiré terminando mi historia—. Lo siento mucho, Ana —me disculpé con ella.

—Te perdono. No me dejaste ahí muriéndome —se rió—. Bueno, mis amigos deben estar buscándome así que iré hacia allá —señaló hacia detrás de nosotros—. Fue un placer conocerlos y gracias por no dejarme allí tirada —me miró agradecida.

—Ay no te vayas, ¡nos has caído súper! —le dijo Kathy.

—Hoy haremos una fogata en la noche, si quieres puedes venir con tus amigos y así hacemos el grupo más grande —salta Grace.

—Ahm... —la ve dudosa— Me parece bien —las chicas sonríen y se despiden con un beso en la mejilla.

Ana se acerca a Grant y Gabriel para despedirse y éstos la reciben, luego se acerca a mí.

—Procura ver tu entorno antes de lanzar tú proyectil, Sean —me advirtió levantando su dedo índice— Nos vemos —sacudió su mano y se fue.

¿Qué?

—¿Por qué a ustedes sí y a mí no? —pregunté a todos refiriéndome a que se había despedido con un beso en la mejilla y a mí solo me sacudió su mano.

—Ya le caíste mal, eh —respondió Gabriel.

—Es que no puedes andar por ahí golpeando chicas pretendiendo que te besen, Sean —se acerca Grant y yo sólo niego con la cabeza riendo.

Volteo y la veo alejarse hasta llegar a un puesto playero con otros chicos y chicas, supongo que son sus amigos.

—Cierra la boca —Grace pasa a mi lado y voltea mi cara agarrando mi mentón.

Camino hacia mi mochila y saco mi celular para revisarlo.

Tenía quince llamadas perdidas de Nathalie.

¡Ugh! ¿Ahora qué querrá?

Nathalie es mi novia. Ella está de vacaciones en Francia.

Marqué su número y varios tonos después, contestó.

¿Por qué no contestabas? Estaba preocupada, Sean —chilló del otro lado de la línea.

Estaba jugando con los chicos en la playa y mi celular estaba en mi mochila. ¿Qué quieres? —digo indiferente.

Necesito hablar contigo. De algo muy pero muy importante.

¿Y ahora qué? Ella es tan dramática.

¿De qué?

De nosotros —fruncí el ceño.

Creo que esto sí es importante.

Te escucho, Nathalie.

No. No puede ser ahora. Te llamaré en la noche vía skype. Esto es muy serio.

Vale. Hablaremos más tarde, entonces.

Te quiero, adiós.

Yo también —colgué.

¿Qué será? ¿Terminará conmigo por skype? ¿En serio? Creo que no debo precipitarme a las cosas.

Suele ser tan dramática y exagerada que podría ser cualquier mínima cosa.

O tal vez algo le está pasando en Francia. Conoció a un francés, quizás.

¡No puede ser!

He luchado mucho para estar con Nathalie como para que me deje así como así.

—¿Qué te pasa, bro? —se acerca Grant.

—Nada. Era Nathalie —se tensa—. Quiere hablar conmigo de algo serio. No sé de qué. Quizás quiere terminar esto. Se aburrió de mí. ¿Quién sabe?

—Oh... Bueno, no sé qué decir. Nathalie es impredecible.

—Lo sé.

—Será mejor que disfrutes esta tarde de esta playa. No te mates pensando en eso. Igual, hay muchas chicas en el mundo —volteé a verlo—. Como Ana —sonreí negando con la cabeza—. Sabes que sí.

—Pues sí es linda —reímos.

—Claro que lo es. Y latina. Dicen que las latinas son más pasionales —levanta sus cejas y yo desvío mi mirada sonriendo.

¿Qué pasa contigo, Sean? Es una completa desconocida.

Ana Maltes.

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