Capítulo 3: Recibiendo al Dragón.


De noche en la ciudad, gente caminando despreocupadamente, luego de un día de arduo trabajo. Justo la gente cruzaba la gran manzana en Tokyo, jóvenes, adultos y uno que otro anciano. Justo encima algunos vehículos surcaron el cielo estrellado. Nadie prestaba atención, después de todo el peligro era algo común en este mundo, de avanzada ciencia y descubrimientos místicos.

Dentro del vehículo aéreo, ciertos individuos preparaban sus herramientas de trabajo, vestidos para la ocasión; un verde oscuro. Armados hasta los dientes. Los soldados esperaban sentados, atentos a las instrucciones de su superior.

-¡Atención todos! – Gritó el militar, llamando la atención de sus hombres- Estamos a unos 20 km de llegar al lugar, recuerden lo que deben de hacer – Dio sus últimas instrucciones al grupo de seis. Ya sea repasando el plan en las pequeñas pantallas sujetas a sus muñecas, colocando la munición en un cargador o afilando un cuchillo, todos se mantenían ocupados mientras aguardaban la señal, sólo uno parecía relajado o más bien... - ¡Despierta de una vez! – Enojado, gritó al despreocupado apoyado en la esquina. Ni el ruido, ni la turbulencia interrumpieron su sueño, ni siquiera los gritos del sargento en la nave – Tsk – Chasqueó la lengua, nada parecía surtir efecto –"Por esta razón odio a los mercenarios" – Maldijo al desgraciado que se integró en sus filas. Hizo un último intento, acercó su mano al rostro del joven, intentó sacarle la extraña mascara que llevaba, sin embargo, fue detenido - ¡¿Uh?!

-¿Hm? – Abrió los ojos con lentitud, luego de sentir la presencia hostil acercarse - Uuuaah – Dio un largo bostezo - ¿Qué?... ¿Ya llegamos? – Preguntó cansado al hombre que retenía de la muñeca, este último sorprendido y molesto con su actitud.

-S-Sí- Se soltó de su agarre – Ahora despierta y prepárate como los demás – Se contuvo, no quiso seguir riñéndole, necesitaba de sus habilidades para esta misión, ordenes de sus superiores y la necesidad de no fallar. Tan sólo le dio unas últimas palabras antes del saltó – Escucha bien, eres un mercenario, un perro que trabaja por dinero, pero estos son mis soldados, mi escuadrón de elite, sus vidas me conciernen a mí, la suya no – Fue severo, mientras señalaba al joven, en ese momento, sujetando su armamento a su espalda.

-Pues ya somos dos, je – Dijo con arrogancia, debajo de la máscara de demonio.

-¡Un minuto para llegar al objetivo!- Hablo el piloto a través del altoparlante.

-¡Pónganse de pie todos! – Gritó el capitán, esta vez, más estricto que nunca.

Se alinearon en dos filas, frente a la compuerta aun no abierta, las sirenas se prendieron, luz amarilla que indicaba precaución. En medio de las dos filas, el mercenario se preparó, vestido de negro de pies a cabeza, protecciones en las articulaciones, un rifle semiautomático en mano, una pistola sujeta a su cintura, y en su espalda baja, cinco granadas marcadas con fuego, su arma predilecta en cuestión.

-"Hora de la diversión jeje"- Sonrió con salvajismo cuando la compuerta se abrió.

-¡Ya! ¡Ya! ¡Ya!

Uno a uno se lanzaron, los seis soldados, su sargento y el misterioso mercenario. Caían en picada a una velocidad increíble, cruzaron una última nube, visualizando al fin el enorme barco militar.

Como buenos soldados, no fueron detectados, giraron sus cuerpos, preparándose para caer de pie.

-¡Actívenlos ya! – Ordenó el sargento a través del intercomunicador. Las mochilas en sus espaldas se prendieron en una luz azul, pequeñas turbinas proporcionaron un aterrizaje suave y silencioso.

Una vez en la cubierta del enorme carguero, hicieron su camino en el interior. Un largo y oscuro pasillo, paredes de metal y varias entradas. El capital al frente, sus hombres atrás, apuntando a cualquier parte de donde pudiera salir algún enemigo, lo hicieron bien... Hasta hace poco.

Las luces se apagaron, las alarmas sonaron; luz roja que indicaba peligro. Varios disparos alertaron a los soldados, habían sido emboscados, varios hombres les disparaban al final del pasillo.

-¡Cúbranse! – Gritó el sargento, pateó una de las puertas metálicas, buscando refugio para él y algunos de sus hombres, otros más se ocultaron a la vuelta de otro pasillo, uno desapareció por completo.

Los disparos continuaron, eran como peces dentro de un barril, siendo asediados sin cesar, no podían salir y disparar, no al menos hasta que él intervino.

-Ardan – Declaró la voz divertida, el sonido de algo cayendo hacia los enemigos se hizo presente. Cuando la granada encontró fin, una gran llamarada acabo con todos los que estaban a su alcance.

-¡AAAHH! – Gritos de dolor de los soldados enemigos, ardiendo hasta que sus cuerpos tocaron el suelo. No era necesario tanta crueldad, se suponía que era una simple misión de rescate. Una vez que todo se calmó, el superior se acercó al mercenario en el pasillo, ni una bala lo había tocado.

-¡¿Qué estas demente?!- Enfurecido, preguntó al que los había salvado, y a la vez los puso en peligro - ¿Cómo pudiste arrojar eso en un lugar cerrado? ¡Pudiste matarnos a todos! – Volvió a recriminar, encarando al divertido enmascarado.

-De nada, je – No parecía importarle nada, ni siquiera cuando el hombre lo sujeto del cuello de su ropa.

-Tsk - Chasqueó de nuevo, soltándolo, no había tiempo para esto, tenían que continuar -Sigamos

Se abrieron paso por los pasillos, ahí encontraron más enemigos, saliendo de las múltiples compuertas, pero esta vez estaban preparados. Llovieron balas, muchos cayeron, los enemigos en cuestión, el grupo de elite dominaba, usaban su armamento, y en caso de ser necesario, sus habilidades ESP.

-¡Debes estar jodiendo! – Dijo un soldado, viendo a uno de los enemigos, preparándose para reventarlos con un lanzacohetes.

-¡Fuego! – Ordenó el líder del grupo enemigo.

El misil se lanzó, esperando impactar y acabar con el equipo de elite. La explosión fue grande, los pasillos se llenaron de llamas, nadie habría sobrevivido a eso, sin embargo, un campo cinético los había salvado a ellos.

-Bien- Felicitó el sargento, a uno de sus subordinados, este los había salvado.

El mercenario igual salió ileso, el cadáver chamuscado en su mano cayó en seco una vez que dejo de servirle.

-¡Sigan disparando! – Gritó el impactado líder enemigo, viendo que aquel grupo había sobrevivido. Él y unos pocos se retiraron, mientras los demás soldados terroristas seguían luchando.

-Jeje

-¡¿De qué te estas riendo?! – Preguntó uno de los soldados, al mercenario a su lado, ambos cubriéndose de las balas en otro pasillo, separados del resto – ¡Tenemos que avanzar! – Dijo agitado.

-Ya sé, ya sé jeje – Respondió el divertido mercenario, realmente lo estaba disfrutando, el olor a pólvora y sangre- "Veamos" – Miró a todos lados, no había otra ruta más que aquel pasillo donde llovían las balas -¿Hm? – Se detuvo, miró fijamente a su compañero de trinchera.

-¡¿Qué?! ¡¿Por qué me miras así?! – Preguntó confundido.

-¿Cuánto pesas, je? – Preguntó, sonriendo debajo de su máscara al confundido hombre, sin que este sepiera que es lo que planeaba.

Dentro de la cabina del capitán, varios hombres se preparaban, apuntaban sus armas hacia la entrada, esperando que esa compuerta sea abierta, para llenar de plomo a quien sea que entre, a más no poder. Los cinco hombres sudaban frío, tenían miedo, sus planes habían fallado; secuestrar un porta aviones, y sobre todo, secuestrar a cierta persona, está se encontraba atada de pies y manos, un costal le impedía ver que ocurría.

Cuando los disparos cesaron, supieron que era hora, apretaron las armas con fuerza, colocaron el dedo en el gatillo, un golpe sordo los exalto cuando aquella compuerta cayó, ya era hora... De conocer a su creador.

-¡Disparen! – Y enseguida lo hicieron, dispararon al individuo parado en la entrada, este se había atrevido a entrar solo. Lo más sorprendente era que no caía, las balas no parecían afectarle... A un cadáver.

-Jajaja – Rio divertido el individuo detrás del cuerpo, corriendo, arrojando el cuerpo hacia los sorprendidos hombres.

-¡¿Qué demoni... ¡Agh! – Gritó un hombre cuando algo pesado le cayó encima, uno de los soldados de élite, había sido utilizado como escudo.

Siguieron disparando, pero ya era tarde, él mercenario tenía una velocidad sobre humana. Con un cuchillo, acabo con todos, cuellos fueron cortados, justo en la yugular, haciéndolos caer y morir desangrados.

-¡Argh!- Uno último cayó, el líder enemigo, un hombre adulto; cabellera azul y un extraño tatuaje por encima del ojo derecho.

-Mmm... Esperaba que dieran más pelea, Bora – Suspiró aburrido, no fue suficiente acción para él, no para la que estaba acostumbrado. Limpió su cuchillo, lo colocó en la funda de su brazo izquierdo.

Casi de inmediato, los demás llegaron a la gran cabina, los cinco soldados y el capitán, todos impactados, con la boca abierta por lo que estaban viendo; una verdadera masacre.

-¿Q-Qué sucedió aquí? – Pregunto el sargento, consternado al ver tanta sangre.

-Pues... - Dijo el responsable, colocando sus manos detrás de la cabeza –Entre y los mate a todos, jeje – Contestó relajado – Por cierto, "O'Bryan" no lo logro – Dijo un nombre al azar, sin rastro de culpa, señalando al capitán a uno de su subordinados, su cuerpo totalmente demacrado.

-Mal nacidos – Maldijo a las personas equivocadas. Como pudo, intentó calmarse, después de todo, eran los gajes del oficio - ¿Dónde está el objetivo? – Preguntó al mercenario.

-Ah, ¿ella? - Volteó a su espalda, donde se encontraba la indefensa joven.

Temblando en el suelo, su vestido blanco manchado de rojo, así lucía la frágil jovencita. No podía ver nada, no hasta que removieron el saco de su cabeza.

-¿Princesa Hisui? – Preguntó el sargento, frente a la asustada muchacha.

-S-Si... - Respondió aun temblando, rápidamente fue liberada de sus ataduras por el soldado. Luego, este presionó el aparato en su oído.

-Aquí Johnson, objetivo asegurado, solicitamos extrac... - Calló de inmediato, fue en un segundo, su cuerpo tocó el suelo, al igual que el casquillo usado.

-¡Señor! - Gritó alarmado uno de los subordinados, apuntando al desgraciado, pero fue demasiado tarde, ni él ni sus compañeros fueron lo suficientemente rápidos. El mercenario fue mejor, con una puntería milimétrica acabo con todos.

-¡Kyaa! – Gritó la jovencita, aterrorizada, tapándose los oidos, no sabía lo que había pasado.

-JAJAJA – Rió a más no poder, cambiando el cargador del armar – De verdad que tu voz me tenía fastidiado – Miró con desprecio el cadáver del sargento, dándole dos tiros a la cabeza, sólo por diversión – Bueno, hora de ganarse el pan – Dirigió su mirada a la joven.

-¿P-Por qué... - Preguntó la peliverde asustada, sobre todo por el cañón apuntando su frente - ¿N-No se supone que vinieron a rescatarme? ¿P-Por qué haces esto? – Dijo angustiada.

-¿Ah? – Expresó con disgusto - ¿Por qué? Pues... - Retiró su máscara y cubre boca, liberando su alborotada melena rubia. Unos ojos rojos como la sangre miraron fijamente a la indefensa – Eres la hija del rey, la Unión Europea entrara en guerra con este país si llegas a morir aquí ¿No te parece divertido? Jeje. Además... - Dirigió su mirada a sus "ex -compañeros" – Ellos me pagaron bien por venir a rescatarte, pero los enemigos de tu papi me pagaron mejor, tu vida sólo vale medio millón para tu familia jajaja – Rió, y cuando por fin se calmó, puso el dedo en el gatillo – Adiós, je.

Vio con terror la oscuridad del cilindro, cerró los ojos, lágrimas se le escaparon al ver su fin, esperó el tiro. Luego de un segundo, la sangre fluyo a borbotones, sólo que esta vez no hubo casquillo.

-¿Areh? – Miró confundido donde se suponía estaba su arma -¡AARGH! – Gritó de dolor al caer su mano - ¡¿Q-Qué carajos?! – Exclamó confundido.

-Zancrow – Reaccionó de inmediato al escuchar su nombre, quedó paralizado. Con sus ojos intento ver hacia atrás, varias gotas frías resbalaron por su siente. Sintió una leve presencia, llena de sed de sangre – ¡RAAWW!- Con rabia, con su única mano, volvió a tomar su cuchillo, se giró de golpe, consiguiendo una apuñalada el aire -¡Sal ya!... Hurgh... ¡Maldito cobarde! – Maldijo, mientras intentaba aguantar el dolor. Cuando regreso su mirada hacia donde se suponía debía estar la peliverde, supo que ya era tarde - ¡MALDICIOOON! – Gritó frustrado, soltó el cuchillo, tomó el rifle que tenía colgado, dio varios tiros a las sombras, lucía muy desesperado – "E-Esta aquí... Ese desgraciado" Ughk – Sabía de quién se trataba, de sus muchos viajes y trabajos sucios, muchos frustrado por "él".

-¿Todavía sigues haciendo el trabajo sucio de Grimoire Heart? – Volvió hablar desde las sombras. El rubio acomodo varios tiros, pero nada consiguió.

- Ok, ok... No quieres salir... Entonces... - Dejó el rifle, tomó su cinturón, varias granadas estaban sujetas a el – Haré que lo hagas jeje- No le quedaba mucho, la sangre seguía abandonando su cuerpo. Arrancó los anillos con los dientes. Ya no le importaba nada, ni siquiera cuando se encontró rodeado de llamas - Ahora sí ajaj... ¡Muéstrate! ¡¿Dónde carajos estás?! – Gritó, volteando a todos lados, el fuego parecía haberle derretido la razón... Desde hace mucho tiempo.

-Aquí- Escuchó a su espalda. De inmediato, unas manos salieron de las llamas y lo sujetaron de la cabeza.

-Ugh... ¡¿C-Cómo es que sigues vivo?!... Argh... - Luchó contra su dolor, contra las manos enguantadas que lo tenían sujeto.

-¿Qué? ¿No lo sabes? – Contestó relajado, la presencia entre las llamas – No puedes matar a un dragón con fuego, es de sentido común jeje - Rió divertido.

Salió de entre las llamas, una capucha negra cubría su rostro, un traje de combate negro y blindado le protegía el cuerpo, ni una sola arma, sólo sus manos le valían para luchar, unas manos con garras en vez de uñas – Adiós, je – Fue lo último que escucho el rubio, antes de desaparecer con él en las llamas.

-¡AHHHHR!

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-Misión cumplida, vengan pronto, cambio – Habló el joven a través del comunicador.

-Enterada, un Raven ira por usted de inmediato, cambio – Contesto una voz femenina.

-Gracias, Kamika, cambio y fuera.

En la cubierta del barco, su manto negro se ondeaba libremente, escondiendo las piezas tecnológicas que lo protegían. Podía apreciar la hermosa luna llena, él y la joven en sus brazos en sus brazos.

-Te sacaré de aquí de inmediato, sólo espera – La capucha le restaba amabilidad a su tono, pero aun así, pudo darle una sonrisa gentil a la joven.

-S-Si... Muchas gracias por salvarme... Por todo – Dijo la peliverde agradecida, un leve carmín adornaba sus mejillas, se sentía muy segura en los brazos del misterioso, una calidez indescriptible.

-No hay de que – Volvió a sonreír, la brisa marina destapo su rostro, alborotando su cabellera rosada, ojos verdes como el jade brillaron para la estremecida princesa – Buah, ojala se apresuren – Empezó a quejarse – Sabes, odio viajar en esas cosas – Visualizo a los lejos el helicóptero acercándose, algo increíble, considerando que esa cosa estaba por lo menos a unos 20 km - ¿Hm? – Bajó su mirada a la señorita, lágrimas escapaban de sus ojos -¿Qué sucede? ¿Por qué estas llorando? – Preguntó, un tanto confundido.

-N-Nada... Es sólo que... - Intentó formular con su llanto – Duele un poco...

-¿Duele? ¿Te duele el estómago? No te preocupes, seguro que en el helicóptero habrá algunas pastillas para... - Intentó confortarla a su manera, pero fue interrumpido.

-¡No! – Se alteró un poco, deteniendo su llanto – No es eso... - Dijo algo apagada.

-¿Entonces? – Preguntó el pelirrosa. Ella apretó los labios, era la primera vez que lo haría, abrirse a un extraño.

-Desde que tengo memoria siempre fue así, mi padre, rey de una gran nación, y yo... Yo sólo soy un ave enjaulada, siempre confinada, protegida y observada las 24 horas ¿lo entiendes? – Expresó con pena, viendo al estoico joven- Cuando por fin pude salir, y visitar el país donde nació mi madre, me sentí feliz, por fin era libre, pero... Ahora... Me doy cuenta de que nunca debí hacerlo, debí quedarme encerrada, en mi jaula de oro – Nuevamente empezó a llorar, asustada al recordar cómo fue raptada.

-Ya veo... - Dijo el pelirroja con una mirada seria.

-L-Lo siento... Debe ser una molestia escuchar esto de alguien a quien apenas conoces... - Dijo la peliverde con una sonrisa forzada, mientras limpiaba sus lágrimas.

Él se quedó pensando, no era su estilo, hablar con los objetivos, pero había algo en ella que llamo su atención, unas sensación de conexión.

-Yo sé lo que es vivir restringido, desde hace mucho tiempo – Cadenas cruzaron los recuerdos del joven- Así que no te preocupes, no pienso que sea molestia, no tienes porqué contenerte jeje – Sonrió alegremente, exaltando a la inocente princesa- Y sobre lo de no volver a salir, creo que eso es una tontería, así que sí en algún momento quieres volver a hacerlo, sólo dilo, y no te preocupes, sí alguien te vuelve a poner las manos encima, ten por seguro que lo buscaré, lo encontraré y lo mataré. Yo voy a protegerte, Hisui.

-... - Ella no pudo decir nada, era la primera persona que se refería a ella por su nombre. Su corazón latía con fuerza, una sensación indescriptible invadió todo su cuerpo. Tímidamente, acercó su mano al rostro del joven, este dejo que se posara en su mejilla -¿P-Puedo saber su nombre? – Preguntó tratando de parecer tranquila.

-¿Mi nombre? – Expresó el pelirrosa algo extrañado. Lo pensó por un momento, en una misión, nunca le había dado a nadie esa información, no con lo que implicaba su trabajo, pero ella, no había manera en que lo usara de mala forma, era algo que le decían esos bellos ojos verdes – Natsu – Dijo simple, siempre sonriendo.

-Natsu-san... Nunca olvidare su nombre – Dijo la peliverde sonriente, con una mano en el corazón.

Justo los minutos habían pasado, cuando por fin el transporte llego, volando encima del mercenario y la princesa, bañándolos con sus ráfagas y luz.

-¡Disculpe la demora, Natsu-sama, en seguida aterrizaremos! – Dijo la voz a través del parlante.

-¡De acuerdo! – Contestó Natsu, viendo a la pelinegra a través del vidrio de la cabina – Bueno, nos va...

-Aguarde – Interrumpió Hisui, viendo al joven de manera anhelante – Q-Quiero agradecerle... Por todo lo que hizo por mí – Dijo avergonzada, con el sonrojo en sus mejillas creciendo a cada segundo.

-Ya me han pagado, así que no es necesario – Respondió de inmediato, haciéndola bajar la mirada.

-E-Entiendo... Entonces, no hay nada que pueda hacer hehe – Dijo con una risa fingida para animarse.

-Mmmm... - Él se dio cuenta de su actitud. Justo el helicóptero toco la cubierta. Visualizo a la mujer, y sobre todo, inhaló la esencia que despedían sus largos mechones verdes– Bueno, hay algo que pude hacer por mí.

-¿De verdad? – Ella habló animada, viéndolo con ojos brillantes - ¿Qué puedo hacer por usted, Natsu-san?

-Te lo diré en el camino – Respondió, no le dio más explicaciones y abordaron el transporte.

Sin más que hacer, abandonaron el enorme carguero, fue un trabajo rápido y bien hecho. Aunque los daños al buque... Cierto gobierno extranjero se encargaría de ellos.

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Habían pasado 10 horas después de la misión encargada a cierto clan. Justo un helicóptero volaba por encima de un espeso bosque, no había más que árboles y uno que otro río atravesando la geografía del lugar. Largas horas de viaje eran la rutina para la piloto y su impaciente pasajero, cuando pasaron a través de un par de montañas, supieron que ya habían llegado, al "Nido del Dragón". La majestuosa mansión en medio de la nada.

Las ráfagas cesaron, sobre el lugar marcado para el transporte. No había necesidad, y aun así, dos sirvientas abrieron la compuerta para él.

-Bienvenido, joven maestro – Como siempre, dos filas, de por lo menos 10 mujeres cada una, recibieron al joven, digno sucesor del clan Dragneel.

-Estoy de vuelta - Contesto alegre y sonriente, el joven del manto y vestimenta negra. Habían pasado cinco años, y aun así, su sonrisa era la misma de siempre, llena de alegría, esto hizo a una que otra doncella sonrojarse enormemente. Paso entre ellas, un aire imponente le cubría, aura parecía a la de cierto pelirrojo, sólo que esta, en vez de aterradora, era cálida y abrumadora para ellas.

Cuando llegó a la entrada, sólo una sirvienta lo recibió, era ella, la que se encontraba en el lugar más alto entre las mujeres que lo servían.

-Bienvenido, Natsu-sama – Saludo la pelinegra, como siempre lo hacía, postrándose, signo de su amor y lealtad al clan.

-Ya regrese, Ultear – Dijo el pelirrosa contento, viendo a la mujer levantar la mirada.

-El señor, lo espera en la parte inferior – Dijo la mujer de manera fría, poniéndose de pie, indicándole el camino a su joven amo.

-De acuerdo, iré a reportarme con él – Expresó el joven sin que lo anterior lo afecte, pasando de la pelinegra, esta lo siguió en silencio. Caminaron en los pasillos, varios de ellos, llegaron al final de uno, una enorme puerta de diseño tradicional y fortificada, la puerta se abrió automáticamente, un chirrido que indicaba lo antigua y pesada que era. Varios escalones indicaban un profundo descenso.

La caverna era enorme, oscura y húmeda, las amplias escaleras en caracol les proporcionaban un descenso seguro, cuando llegaron al final, ella se despidió.

-Bien, debo seguir con mis deberes, Natsu-sama- Dijo la estoica pelinegra.

-Sí, gracias como siempre, Ultear – Dijo el pelirrosa, despidiéndose con una sonrisa. La vio subir las escaleras de nuevo, esa mujer que lo cuidaba desde niño, desde que la trajo a su hogar. Cuando desapareció de su vista, regreso su mirada al frente. 

Avanzando un poco en la cueva, varios símbolos y dibujos en la roca podían ser apreciados, había un dibujo en particular, uno de la época de las cavernas; en la sima de lo que parecía ser una montaña, se hallaba un hombre alzando sus brazos hacia el cielo, y al rededor, varias personas le rendían tributo, llevando en sus manos grandes orbes. 

Al final de la caverna, se encontró con otra entrada, la estructura no era para nada natural, enormes columnas rojas talladas a los lados y una enorme puerta chapada en oro, a los lados de esta, dos antorchas brindaban luz, aunque Natsu no las necesitaba, podía ver perfectamente bien.

Abrió la puerta, entró a la enorme habitación ¿El interior? Todavía más impresionante que la mansión.

-Te estaba esperando, Natsu – Habló una voz adulta, sentado al fondo, llamas lo rodeaban, un ambiente al que estaba acostumbrado, el actual señor de la mansión, Igneel Dragneel.

-Ya estoy de regreso, To-san – Dijo el joven, acercándose al "trono" de su padre.

-¿Cómo estuvo el trabajo? – Preguntó el padre de manera seria, aunque curioso de saber lo que tenía que decir su hijo.

-Estuvo aburrido, cuando llegue, ya habían acabo con la mayoría, incluso ese tipo se había cargado a sus "compañeros" por lo que tuve que ponerlo a dormir – Relató el pelirrosa, algo aburrido, sobre todo porque el rubio no fue rival para él – Y sobre Hisui, la lleve a la embajada, sana y salvo... - Agregó sonriente – Aunque algo agotada – Murmuro para sí mismo.

Las llamas alrededor del pelirrojo crecieron de golpe, intensificando el calor en la habitación, este se puso de pie, de un saltó, llegó hasta donde su hijo, encarándolo por completo, su figura y presencia haría que cualquier persona normal se desmayara, o muriera en el acto, pero él no, Natsu no era una persona cualquiera, y pese a lo que parecía, su padre no era una persona completamente agresiva.

-Jajaja, bien hecho muchacho – Dijo el pelirrojo contento, colocando una mano en el hombro del chico – Haz hecho un buen trabajo, no hay nada que pueda enseñarte ya – Demostró afecto a su hijo, este sonriendo, feliz como siempre al escuchar a su padre orgulloso – Lo demás tendrás que aprenderlo por tu cuenta, lo sabes ¿verdad? Natsu – Lentamente regreso a su "trono".

-Lo sé, To-san, no fallare – Contesto el motivado pelirrosa.

-Bien – Dijo el líder del clan, una vez que regreso a su lugar – Ya ha pasado un año, desde ese entonces, te has encargado de los deberes del clan, proteger y servir, no habló de esta mansión, ni a este país, habló de algo más grande, el mundo entero, hijo, es responsabilidad del clan protegerlo, ya sea natural o sobrenatural. Los anteriores líderes y miembros tenían esa misión, proteger la paz, es así como funcionamos, es lo que le da vida a nuestra sangre, actuar como justicieros y si es necesario, como los villanos – Explicó el hombre, todo a un atento pelirrosa.

-Entiendo, ya me has contado esto muchas veces, To-san. Empiezo a cansarme un poco - Dijo el joven, rascando su nuca.

-Jooo, ya veo, con que te he aburrido ¿eh? – Habló el pelirrojo. Puso un poco de intriga en sus palabras – Entonces, sabrás que, antes de llegar a la mayoría de edad, debes cumplir con un último deber, una última prueba, sólo así demostraras ser digno para convertirte en el próximo líder del clan – Agregó. Esta vez, Natsu no tuvo tiempo para aburrirse.

-¿Qué debo de hacer? Cuéntame, To-san – Pidió Natsu, ansioso por escuchar la respuesta de su padre. La verdad era que no le interesaba mucho convertirse en el líder, al igual que su padre, sólo le interesaba la fuerza, ser el mejor, y sobre todo, proteger a las personas que consideraba su familia.

-Eso te lo diré otro día, por ahora, descansa, ya tendremos tiempo de hablar con más calma – Dijo el pelirrojo.

-Tsk... - Chasqueó el pelirrosa – To-san, eres molesto... - Dijo el pelirrosa algo enfadado, pero ya conocía a su viejo, no le diría nada hasta llegada la hora, siempre era así con él, todo con tal de que superara cualquier cosa, conocida o desconocida.

-Por cierto, hijo... - Detuvo al pelirrosa, antes de que este atravesara la puerta.

-¿Qué sucede? – Preguntó Natsu.

-¿Qué hiciste? – Preguntó Igneel.

-¿Qué hice de qué? – Contestó Natsu.

-Un par de horas antes de que llegaras, recibimos una llamada del Palacio de Mercurios – Contestó el padre.

-¿Y eso? – Dijo un dudoso pelirrosa.

-Se trataba de la princesa, haciendo una extraña petición, algo sobre un puesto dentro de los Caballeros Rúnicos, un Caballero personal y posible "compañero" – Dijo el padre, haciéndose el desentendido -¿Sabes algo al respecto? 

-Mmmm – Natsu lo pensó por un momento - To-san, te respeto y todo, pero no voy a contarte todo lo que hago en mis misiones je – Dijo Natsu sonriendo, recordándole a su viejo que había heredado todas sus cualidades.

-Jaja, digno hijo de tu padre, de verdad que no tienes remedio, Natsu – Dijo el divertido hombre – Sólo asegúrate de que ella no lo sepa, así como es tu madre, las mujeres suelen tener mal genio con estas cosas ¿sabes?– Advirtió, recordando a la mujer que era su esposa, y algo más que le diría a su hijo.

-Jaja – Rió el pelirrosa – Esta bien, tendré cuidado – Dijo Natsu, para luego dejar la gran habitación – "Aunque ella ya lo sabe" – Pensó, mientras se encaminaba a las escaleras.

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En cierta habitación, el pelirrosa se dispuso a desvestirse empezó por el manto, arrojándolo como si nada al suelo, la prenda empezó a distorsionarse como una pantalla descompuesta, hasta que desapareció por completo, por último, se deshizo de su vestimenta principal.

Como cierta tradición oriental, coloco las piezas sobre un maniquí hecho con palos de madera, armándola como le habían enseñado, su madre en cuestión. Un traje de combate era poco para describir la armadura que tenía enfrente, le faltaba el casco, pero como le dificultaba a la hora de usar sus agudos sentidos, decidió deshacerse de él.

Ya desvestido, se vio a sí mismo, con su única ropa interior.

-Hm, debo quitarme este olor – Se dijo a sí mismo, tomó una toalla colocada en su cama, la colgó en su hombro, y salió de la habitación.

En otro lugar, el vapor y la temperatura, le proporcionaba una sensación agradable al joven, sentado en un taburete, procedió a limpiar su cuerpo, varias cicatrices recorrían su fornida espalda, signos del esfuerzo en sus misiones y entrenamiento. Tallaba su cabello rosado, al pasar los años, aprendió a hacerlo sólo, no le gustaba el olor de la sangre y pólvora que se impregnaba, pero lo que sí le gustaba era el olor de ella, de esa mujer que se abrió paso hacia él.

-Hmm... ¿vas a ayudarme hoy también? – Dijo Natsu, mientras seguía tallándose, a la mujer parada a su espalda.

-Es mi deber después de todo – Respondió la pelinegra con un tono suave y dulce. Hizo lo de siempre, remango su vestimenta, sólo que había algo diferente que en el pasado, ella no se contuvo.

Aplicó un poco de jabón en sus manos, empezó a talar directamente la espalda del joven, suavemente, seguro ella lo disfrutaba más que él. Vio las cicatrices, las del pasado y las nuevas, esto la hizo abrazarlo.

-¿Qué sucede, Ultear? – Preguntó el chico, sintiendo los pechos de la mujer presionarse. 

-No es nada – Dijo ella, separándose poco a poco, su uniforme se había humedecido por lo que decidió deshacerse de él. Llevó sus manos hacia atrás, deshizo el pequeño moño blanco, el kimono negro se deslizo hacia abajo, la ropa interior también, revelando su bello y dotado cuerpo.

Natsu se volteó, cuando la fragancia de la mujer se hizo más fuerte, definitivamente, no había cambiado, no... Ella se veía más hermosa que en el pasado.

Con una expresión anhelante, se acercó al pelirrosa, se sentó sobre él, con las piernas abiertas, la sensación de sus pieles mojadas sólo acrecentaban la calidez del uno y del otro, ella no pudo resistir más, se aferró a él.

-Lo siento por lo de hace un momento – Se disculpó Ultear, sonando apenada.

-Ah, te refieres a lo de la entrada, no hay problema, no me molesta jeje – Contesto el pelirrosa, brindándole otra de sus sonrisas.

-Cuando te vi llegar, quise saltar hacia ti, abrazarte y besarte, pero si las demás me vieran, seguro que pensarían mal de mí – Dijo Ultear, aun sin despegarse de su amo.

-No creo que pase eso, después de todo, eres mi mujer, eso debería bastar para que no piensen eso – Agregó Natsu, viendo a la mujer separarse, encararlo con una mirada firme.

-Sí, pero antes que ser tu mujer, soy la jefa de las sirvientas de esta casa, por tanto, debo mostrar seriedad y compostura – Dijo Ultear, sonando realmente seria, aunque esas palabras palidecían por como lucía; sonrojada, con una mirada llena de deseo.

-Dices eso, pero...

-Aah – Ella gimió cuando sintió al pelirrosa masajear su trasero.

-La verdad es que sólo deseas hacer esto ¿verdad? – Natsu cuestionó, con una sonrisa ladina, estremeciendo a la mujer con cada toque.

-N-No... Haga eso... S-Se supone que... Aah... Yo seré la que le sirva – Dijo entre gemidos. Mientras una mano acariciaba su redondez, la otra subía por su espalda, hasta quedar en su nuca.

-Lo sé, pero, aparte de cansado, también estoy hambriento – Dijo Natsu acercando el rostro de su sirvienta. Ella simplemente sonrió y le dio su respuesta.

-Pues entonces no hay de otra, sírvase cuanto quiera – Con el permiso de Ultear, unió sus labios con los de ella. Ya no había ni una pisca de inocencia en su acto, de inmediato se abrieron paso, uno dentro de la boca del otro, entrelazando sus lenguas. Compartiendo su saliva y suspiros.

Mientras estaban en ello, las manos de Ultear se paseaban en la espalda del pelirrosa, delineando cada musculo, dejando leves carmines con sus uñas.

-Mmm... Ah – Ella gimió, se aferró a la cabellera rosa, cuando él comenzó a hacer camino por su cuello, dejando marcas de besos y leves mordidas.

Natsu se abrió paso con su boca, hasta que llegó a los hermosos pechos, no lo pensó más, se prendió del izquierdo, disfrutando de la suavidad de las carnes y los gemidos de Ultear.

-Ah... Lo haces... muy... fuerte... Ah – Se quejó, pero la verdad era que lo estaba disfrutando, disfrutaba  amamantarlo, después de muchos años, se había vuelto adicta a esa sensación.

Natsu se levantó, recostó a la mujer en el suelo, ahí continuó su asedio a la indefensa mujer. Ella recostada, abriendo las piernas para el pelirrosa, sintiendo como la virilidad se frotaba en su entrada.

-Maass... - Ultear temblaba, se aferró con más fuerza a la cabellera rosa, cuando él comenzó a usar sus dientes, dejando marcas en sus senos, alternándose entre los rosados botones.

La mano derecha de Natsu comenzó su viaje hacia abajo, recorriendo el esbelto cuerpo de Ultear, escabulléndose en la entrepierna.

-Aahh – Ultear se retorció, un dedo la había invadido, estaba a punto de perderse, sus senos siendo devorados y su interior siendo revuelto, era imposible resistir por más tiempo. Ella era algunos años mayor que él, sin embargo, Natsu le estaba mostrando quién dominaba, quien había aprendido más de sus muchos encuentros, luego de que tuvieron su primera vez, cuando él todavía era un niño – AAAHHH – No pudo aguantar más, se vino muy fuerte, humedeciendo la mano de su amo, deleitándolo con su expresión en éxtasis.

Natsu la vio, sonrió con arrogancia por lo que había logrado, ver a Ultear poner esa expresión, que solo él podía ver. Con cuidado la tomó entre sus brazos, sin importarle su desnudes, salieron de ahí, hasta llegar a su habitación, la recostó en su cama, espero a que se recuperara, así le gustaba, tenerla consciente para volverla a llevar al orgasmo.

-P-Por... favor.... Natsu-sama... No me haga esperar – Suplicó Ultear, extendiendo sus brazos para su joven amo.

La sonrisa de Natsu se hizo más grande, aquella expresión de niño inocente desaparecía cada vez que estaba en este tipo de situaciones. Con una mujer rogando por su atención... Su mujer más que nada.

Se colocó sobre ella, Ultear enseguida rodeó su cuello con sus brazos. Jugó con ella, rozando su pene sobre la húmeda entrada, le encantaba hacerlo, hacer que ruegue por ello.

-Métalo... Ya... Por favor... - Suplicó Ultear.

-¿Acaso le estas dando órdenes a tu amo? ¿Qué paso con eso de ser mi sirvienta? – Preguntó Natsu con una sonrisa malvada. Ella apretó los labios, tenía su orgullo, el deber de una maid, pero ahora, sus deseos se habían superpuesto. Tendría que hacerlo, eso que a él le encantaba.

-A-Ahora no soy tu sirvienta... soy tu mujer, así que cógeme ahoAaahhh – Gritó muy fuerte, cuando él la invadió de inmediato, llegando hasta lo más profundo de su ser.

-Así me gusta jeje.

Natsu empezó a moverse, fue lento, le encantaba la sensación que le daba Ultear, ella apretaba su pene con fuerza, cada que entraba y salía, su interior había adquirido su forma, señal de que le pertenecía por completo.

-Aaahhhh – Gritó Ultear, llevó una mano a su boca, intentando callarse, pero fue detenida.

-¿Qué haces? – Preguntó Natsu.

-M-Mi voz... Todas... Me oirán – Dijo entrecortada por sus jadeos.

Natsu dejo de moverse, se quedó pensando, su padre ya no se encontraba en la mansión, nunca lo hacía por mucho tiempo. Los únicos que estaban ahí, eran ellos dos y su grupo de sirvientas. Su sonrisa se ensancho, viendo a la mujer con un mote de maldad.

-Entonces, vamos a dejar que las demás oigan a su orgullosa líder servir a su amo, je – La tomó de las manos, extendiéndolas en la cama, ella abrió los ojos como platos.

-N-No, no puede, no se atreAAHHH – Fue ignorada, volvió a ser poseída, hasta quedarse sin aliento – "Mi úterooo" – Gritó en su mente.

Natsu comenzó a embestirla sin piedad, con estocadas rápidas y fuertes. Ultear estaba perdiendo la razón, con su lengua afuera, Natsu no desaprovecho para chuparla. La beso, mientras seguía moviéndose, mientras seguía haciéndola gritar de gozo.

-Aah... N-No... Puedo... Ah... Me... V-Vengo...

-Hazlo – Dijo Natsu – Yo también lo haré – Se sujetó fuerte a su cintura, y entonces lo hizo, una ultimo estocada que llenó a la mujer, hasta hacerla desbordar su semilla.

-AAAHHHH – Ella gritó, más fuerte que otras veces, seguro fue escuchada, aunque ya no le importaba, no al caer inconsciente.

-Bien hecho, Ultear – Natsu la besó en los labios, la observó por un momento. Luego, se levantó de la cama, cubrió a la mujer con una manta para que descansara. Se quedó estoico por un momento, dirigió la mirada a la puerta para después sonreír ladinamente.

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Un tiempo antes, antes de que Natsu cargara a Ultear a su habitación...

Algo tarde se había enterado, que su joven amo había llegado, por estar atendiendo otros asuntos en la cocina. La joven pelirrosa no pudo estar en la entrada para recibirlo, pero ahora que había que tenía un tiempo libre, se encontraba caminando por los pasillos de la gran mansión, llevando consigo una charola, sobre ella una pequeña tetera y una taza tradicional de cerámica. Al igual que su hermana, cumplía con su labores de maid.

Meredy quería verlo, después de dos días de estar ausente. En ese momento, se dirigía a la habitación del pelirrosa. Una pequeña sonrisa y un sonrojo adornaban sus facciones, sin embargo, se detuvo, cuando los vio, a Natsu y a su hermana sin nada encima, a los dos juntos entrando a la habitación.

Quedó conmocionada, ya sabía de la relación de ellos dos, después de un largo tiempo, y aun así, pese a eso, sus sentimientos no habían cambiado, seguía enamorada de Natsu, aunque a veces le dolía.

La curiosidad le había ganado a su razón. Silenciosamente, se acercó a la entrada, dejó la charola sobre en la madera pulida. Pegada a la pared, escucho algo que la hizo exaltarse.

-Aaaah – Se tapó la boca al escucharla, aquel grito de placer y gozo, grito que le pertenecía a su hermana.

Se asomó un poco, a la puerta corrediza, un poco abierta por las prisa, ahí fue cuando los vio, a las dos personas que más amaba en este mundo, demostrando su amor, en un acto lascivo y caliente.

Con cada gemido, con cada estocada que Natsu le proporcionaba a su hermana, llevó su mano dentro de su uniforme.

-Natsu-sama... - Susurró débilmente, empezando a tocarse por encima de su braga.

Al verlos besarse tan apasionadamente, llevó dos dedos a su boca, intentando calmarse, imaginar que era ella, y no su hermana quien se encontraba disfrutando. Siguió así, Meredy no lo podía evitar, se arrodilló cuando sus piernas empezaron a temblar, cuando su ropa interior empezó a humedecerse. Fue la primera vez que lo vio, la expresión de éxtasis de Ultear, cuando esta se vino al fin.

-Aaah - Gimió, aprovechando el grito de su hermana. Se había venido al mismo tiempo que ellos, vio su mano cubierta por sus líquidos, lagrimas brotaron de sus ojos, aún seguía doliéndole, que fuera Ultear quien estuviera con él, pero si su hermana era feliz, ella lo estaría también, cerró los ojos, decidió retirarse para dejarlos solos.

-¿A dónde crees que vas?

Meredy abrió los ojos con sorpresa, a medio camino, cuando escucho la voz de su joven amo – Y-Yo... Yo sólo... – Su voz temblaba, hizo un último intento por formular- Y-Yo sólo vine a traerle algo de beber, Natsu-sama - Lo logró, señalándole las pruebas. La charola y el té seguían en el suelo, a un lado de la puerta.

-Ah, con que es eso, pero... - Él se acercó a la pelirrosa, hizo que se volteara. Meredy quedo sin palabras, era la primera vez, la primera vez que veía a Natsu desnudo, muy, muy de cerca.

-N-Nat...Natsu-sa... -No podía formular. Natsu tomó una de sus manos, olfateándola, ese líquido que le pertenecía a ella, que la había delatado cuando los espiaba a ambos. Meredy se sonrojo enormemente, Natsu se había llevado uno de sus dedos a la boca, chupándolo, saboreando su esencia de mujer.

-Delicioso, aunque aún estoy sediento – Sonrió para ella. La niña se había quedado sin habla, totalmente estremecida al ver a Natsu en esa faceta que seguramente sólo podía ver su hermana -¿Puedes darme más? – Preguntó Natsu de forma inocente.

-S-Si... -Ella contestó, avergonzada, como si estuviera en trance.

-Entonces ven, y sírveme más – Él la invito a su habitación, ella aceptó, y entonces un nuevo mundo se abrió para ella.

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La mañana estaba más hermosa que nunca, el sol salió anunciando un nuevo día, sobre todo para los habitantes de la mansión.

En una de las habitaciones principales, la habitación del heredero Dragón, unos ojos color jade comenzaron a abrirse, lentamente su vista se fue aclarando, cuando lo hizo, miro a su lado, una pelinegra dormía plácidamente aferrada a su torso, y del otro lado, una pelirrosa hacía lo mismo.

Había servido como almohada humana durante un par de hora, la razón de eso último, es que la noche no la ocuparon para dormir. Sonrió felizmente, a esas mujeres que llenaban su corazón, plantó un beso a cada una en la frente.

Con cuidado, se desprendió de sus doncellas, salió de la cama, tomo una simple bata roja de su gran guardarropa, y entonces salió de la habitación.

-Es hora, to-san, de darme mi última prueba – Dijo decidido haciéndose paso por los pasillos.

Para al final del día, un dragón volvió a dejar el nido.

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