Capítulo 2: Despertando al Dragón.



Resguardado por un bosque frondoso y espeso, apartado de toda civilización, la enorme mansión se mantenía oculta de la gente, no como símbolo de miedo, sino más bien por precaución y seguridad.

El "nido" del Dragón, hogar de los Dragneel durante muchas generaciones, estaba fuertemente protegido, no por muros, ni mucho menos cerraduras, cámaras o cualquier tipo de herramienta moderna, tenían otro tipo de seguridad; la mejor de todas.

Afuera de la mansión, paseándose continuamente, un significativo número de individuos vigilaban los alrededores. Gracias a la luz de la luna, las figuras femeninas podían ser vistas. Bellas sirvientas se encontraban haciendo sus rondas, cada una con una expresión seria y serena, lo que las hacía el mejor "sistema" de seguridad, era su retacada educación y las armas de fuego en sus manos.

-Aquí Saya, sin incidencias, cambio – Desde la entrada principal, una sirvienta se comunicó por la radio. Su bello cabello negro cubría su espalda y su flequillo y anteojos escondían sus ojos grises. Luego de la distorsión de frecuencia, una dulce voz contestó.

- Enterada, dirígete a la ubicación de Sui-Feng, cambio.

-Entendido, cambio y fuera- Confirmó guardando el comunicador en uno de los bolsillos de su delantal. El rifle semiautomático no le restaba nada de elegancia a su andar.

La seguridad era fuerte, tanto en el exterior como en el interior. En la mansión, otro número de empleadas hacían sus rondas, a diferencia de las primeras, estas portaban lanzas y espadas orientales, ningún arma de fuego, órdenes estrictas; no mancillar la casa con el olor a pólvora. Cualquier desconocido que osara perturbar el "nido" debería pagar el precio con sangre o alguna extremidad; o las dos en cuestión. Las mujeres rondaban los pasillos en parejas. Aterradoras mascaras escondían sus bellas facciones, máscaras en forma de felino o de criaturas del folclore del país; Yokais.

Nadie adentro hablaba o conversaba, a pesar de que algunas se encontraban al girar por las esquinas. Cumplían su labor al pie de la letra. Incluso, a pesar de que la curiosidad y las ganas invadían sus mentes, se mantenían alejadas de las habitaciones principales; del señor y señora de la casa, en ese momento ausentes, y más importante, el corazón de esta; la habitación del heredero Dragón.

Sólo una tenía permitido estar cerca de ese lugar, una joven cuyo compromiso y lealtad estaban por encima de las demás. Ultear, la sirvienta personal del futuro heredero, durante algunos años se dedicó solamente a cuidar y proteger al pequeño, aunque él no necesitaba de la última, eso lo sabía bien, pero él apenas era un niño, un niño inocente, que esa misma noche se encontraba poseyendo.

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-Uh... Ahh... - Su cuerpo se retorcía sobre la cama – U-Ultear... Uwaaa – Soltó un fuerte suspiro, no paraba de gemir y aferrarse a las sabanas, era lo único que podía hacer al encontrarse encadenado y sobre todo al estar a merced de ella.

- Fuh ¿Ghue tad? ¿Cohmo she shiente? – Preguntó la pelinegra con la boca ocupada. Entre las piernas del pequeño su expresión se tornó lasciva.

- N-No... No entiendo esto... - Dijo el pelirrosa con voz temblorosa. Estaba abrumado. La sensación de haber besado la pelinegra fue suficiente para poner su mente infantil en shock, pero lo que estaba sintiendo ahora lo tenía al borde del precipicio. Ultear atendía su genital, con una dedicación igual o mayor que cuando realizaba su trabajo de maid. Chupaba el pene como si fuera lo mas delicioso. Su lengua subía y bajaba, se restregaba por todo el falo, después de tomar el aire necesario, lo engulló por completo – Uaaah... - Natsu llevó su cabeza hacia atrás, arqueando ligeramente su espalda.

-"Fufufu que lindo" – Pensó al escuchar su voz. En el interior de su boca lo sentía temblar, giraba su lengua alrededor del glande, se estaba volviendo adicta a la forma, al sabor y a las reacciones de su joven amo. Lentamente, una mano viajo dentro de su falda, mientras seguía chupándolo se ocupó del escozor en su entrepierna; por encima de su ropa interior. Su fina braga de encaje se humedecía por el simple hecho de tenerlo en su boca.

El sonrojo y la mirada deseosa sólo la hacían ver más obscena, sin embargo, no sólo era lujuria, también ponía sus sentimientos en ello. Al principio, cuando lo vio por primera vez quedo impresionada, casi en shock. A pesar de que lo había visto desnudo incontables veces, no podía creer que se le pusiera de ese tamaño -"Los genes Dragneel son aterradores"- Aun así, eso no impidió que le proporcionara placer con su boca.

-E-Espera... Ultear... Me siento extraño Uh – Apretó los dientes con fuerza, Natsu sentía que algo venía. Ultear lo sabía, desde el momento en que empezó la felación, sintió como palpitaba.

-Fuuaah – Se desprendió de él. Hilos de saliva unían el miembro a su boca – Ah – Gimió mientras relamía sus labios – Suéltelo todo... Yo me encargare – Dijo a la vez usaba su mano para estimularlo. Nuevamente, volvió a devorarlo.

-¡Ultear! – Con todas sus fuerzas, Natsu logró levantarse colocando sus manos sobre la cabellera negra; las cadenas eran lo suficientemente largas para alcanzarla.

-¡Ummm!- Los ojos de Ultear se abrieron por completo. No podía apartarse, la fuerza del pelirrosa era tremenda. Lágrimas brotaron al sentirlo en su garganta – Mmm.

-¡Ultear, lo siento! – Grito el pequeño, depositando su carga en la garganta de su sirvienta. Durante ese rato, no la dejó, se aferró a ella hasta vaciarlo todo.

-UMMMM – La pelinegra sintió su garganta repleta, de un líquido espeso y caliente que intentó tragar por completo, pero le fue imposible, este desbordaba por su boca. Cuando por fin el agarre se aflojo, pudo liberarse para tomar aire – Ah – Gimió gustosa dando fuertes bocanadas dejando caer la semilla de su amo sobre la cama. Con su dedo, removió los resto de semen en sus labios – Delicioso – Expresó al llevárselo a la boca.

La mente del pelirrosa estaba en blanco, nunca había sentido nada igual. Pese a su entrenamiento, que en ocasiones lo hacían sentir mucha adrenalina, lo que estaba haciendo con la joven no tenía comparación. Jadeaba mientras recuperaba el aliento.

-Ul...Ultear – Profirió mientras contemplaba el rostro de la pelinegra; el rostro su sirvienta. Aquella persona que siempre le mostraba una sonrisa y expresión amable había sido cambiada por una mujer con fuertes deseos; sus labios rosados y pequeños cubiertos por un líquido blanco, el sonrojo que adornaba su hermoso rostro y los ojos nublados no permitían que la reconociera. Su mente estaba muy confundida y al mismo tiempo algo despertó en su interior, algo que lo hacía perderse en el momento.

-Natsu-sama – Volvió a atacar al pequeño. Lo tumbó en la cama presionando su cuerpo y labios con los suyos.

-Hmm – Mientras sus labios eran poseídos, sintió como una suave mano recorría su anatomía. Desde el tórax, la maid acariciaba el cuerpo de su amo, suavemente hasta bajar a su entrepierna. De nuevo fue atrapado- Ahhh – Soltó un suspiro cuando sus labios fueron liberados - ¿Qué es esto?... ¿Qué me está pasando, Ultear? – Confundido, preguntó. Ella no contestó, simplemente lo miró a los ojos. Unos corazones habían reemplazados las pupilas de la sirvienta.

- Ah... Ya... Ya no lo soporto más... - Ella abrió sus piernas colocándose encima del pelirrosa. Llevó sus manos a su espalda, deshaciendo el lazó de su uniforme. Sus prendas simplemente resbalaron exhibiendo su ropa interior; piezas de lencería negra que contrastaban con su piel nívea, vestimenta que volverían excitaría a cualquier hombre. Sin embargo, no le mostraría eso a cualquiera, sólo a uno, a su joven maestro. Natsu quedó perplejo ante la belleza de la pelinegra, belleza de la que no era consciente hasta ese momento. Después de eso, Hizo a un lado la braga dejando al pequeño ver su entrada.

-¿Q-Qué vas a hacer? – Preguntó con inocencia y a la vez confundido viendo cómo Ultear sostenía su pene y lo alineaba con su vagina. Se veía tan indefenso y asustado, eso prendió un interruptor en la pelinegra.

- N-Natsu....sama... - Dijo anhelo - Sintámonos bien juntos... Aaaaaahhhh – Gritó fuerte cuando bajó sus caderas, empalándose ella misma – Ah..." Cómo es posible que llegues tan profundo"... Ah – Pensó entre gemidos intentando aguantar el dolor de su primera vez, la primera vez de ambos.

-Uuuuh – Natsu gimió. La sensación aplastante fue lo suficiente para hacerlo entrar en trance, algo de lo que ella se arrepentiría. Sus ojos se cerraron con fuerza y cuando los abrió, aquellos orbes jade se tornaron por completo rojos.

-¡¿Eh?! – Expresó confundida cuando escuchó el sonido del acero haciéndose pedazos. De un momento a otro, terminó tendida en la cama. El pequeño había atrapado sus muñecas -N-Natsu-samaAaaaahhhh – Ultear se retorció, cuando Natsu se prendió de sus senos.

Primero del izquierdo, el pelirrosa mordía sobre la ropa interior, luego, con violencia, arrancó la tela dejando al descubierto los hermosos pechos. Volvió a prenderse de ellos. Ultear no se quejó, simplemente lo dejo seguir, disfrutaba de la sensación de amamantar al pequeño, así como si fuera su madre.

-Ah... Grrr – Gruñó, mientras saboreaba la suave y deliciosa carne.

-Nhg... A-aah ¡Mis pezones!– Ultear volvió a gritar, se sentía abrumada. Aquel niño tierno e inocente volvió a comportarse de manera violenta y posesiva, como un animal, como una bestia hambrienta, sólo que esta vez, no era su vida lo que reclamaba. Rodeó la cabellera rosa con fuerza y siguió disfrutando de la sensación.

Llegado a cierto punto, el pelirrosa se desprendió de las carnes. Ultear no dejaba de jadear, él la había llevado al orgasmo varias veces. Otra vez fue sorprendida, cuando el pelirrosa abrió sus piernas.

-N-No... Por favor... Aun no meAaaaah – Ni siquiera la dejó terminar cuando se introdujo en ella –"Es más grande...Cómo es posi..." Ahhh – No sólo fue su voz, también sus pensamientos fueron interrumpidos. Natsu se movía violentamente dentro de ella, no era un experto, era su primera vez, y sin embargo, estaba enloqueciendo a la joven – Ooh... Dios... Oh por dios... Aaahhh – La sensación era demasiada, los ojos de Ultear se estaban yendo para atrás, se aferró a las sabanas. Su mente la dejaba – Mmmgh aah – Natsu volvió a prenderse de sus pechos. Después, como pudo, poseyó sus labios. Una ola de sensaciones invadía su mente, no era consciente de sus acciones, no era consciente de como violaba a su sirvienta. Por último, luego de una última estocada – "Me vuelves loca" – depositó toda su semilla en ella.

Ultear llego al orgasmo, algo que no espera. Ella quería consolarlo, confiaba en que lo haría sentir bien, sin embargo, fue su amo quien termino dando el placer máximo. Pese a su edad, Ambos jóvenes se hicieron hombre y mujer.

-Ultear... - Él susurro mientras su miembro salía, un líquido blanco y rojo escurrió de ella. Cayó exhausto sobre el cuerpo femenino.

-Natsu- sama... Eso fue... Increíble...- Dijo entre jadeos, también estaba exhausta – Te amo – Declaró mientras abrazaba a su amado, dejándolo escuchar su corazón agitado.

Antes de que los cerrara, los ojos de Natsu volvieron a la normalidad. Su libido había despertado y calmado por primera vez, algo que sin duda no debía pasar hasta dentro de algunos años.

Ambos estaban hechos un desastre, cubiertos de sudor y acostados sobre sus propios fluidos, pero eso no les impido quedarse profundamente dormidos; el joven amo en los amorosos brazos de su sirvienta. Se sumergieron en su propio mundo de ensueño.

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Al día siguiente, la mañana se había esfumado rápidamente, dando paso a la luz naranja del atardecer, el sol estaba a punto de ocultarse. Dentro de la mansión Dragneel, se respiraba un ambiente pesado, un ambiente tenso, como presagio de que algo malo iba a ocurrir.

Del cielo, fuertes ráfagas de viento levantaron el polvo del patío, estos eran originados por cierto medio de transporte, el cual aterrizó en el terreno marcado (H).

Luego de que el motor se detuviera, un par de sirvientas se colocaron a los lados, sin perder tiempo, una de ellas abrió la puerta permitiendo salir a la mujer de cabellos de plata.

-Bienvenida, Grandinee-sama – Las sirvientas hicieron una reverencia ante la llegada de la señora de la casa. Vestida con un traje negro que resaltaba su hermoso cuerpo y el tono pálido de su piel, sus bellas facciones la hacían parecer una veinteañera pero en realidad estaba punto de salir de sus treinta. Su cabello blanco, casi azulado por la luz, caía en cascada por su espalda. Lucía como una empresaria o como una científica, considerando que llevaba una bata blanca encima. Mientras caminaba, emanaba un aura de elegancia y belleza tan grande que las sirvientas no pudieron evitar ruborizarse.

-¿Mi esposo? – Preguntó con tono serio, dirigiendo su vista a la mansión.

-El señor y las demás lo esperan en la sala principal – Contestó una de las maids que caminaban detrás de ella. Pronto, entraron al lugar.

Su semblante serio se tornó algo preocupado a medida que recorría los pasillos. De reojo, observaba los alrededores, se detuvo por un momento apreciando la vista que daba uno de los corredores; una puerta corrediza permitía ver el partió interior. Sonrió al recordar a cierto pelirrosa, a su pequeño niño, su más grande felicidad jugando alegremente en ese lugar, sonriendo como nunca, así recordaba a su hijo de hace cinco años, antes de que empezara su entrenamiento. Lentamente, su sonrisa de deshizo, se sentía mal, después de todo, en ese recuerdo, fue la última vez que pudo pasar mucho tiempo con su amado hijo.

-¿Sucede algo? Señora – Habló una sirvienta.

- No, no es nada – Contestó seria reanudando su andar. Gracias a que iba adelante, nadie pudo ver como una lágrima recorría su mejilla.

Delante de la entrada, no tenía tiempo para sentirse nostálgica. Esbozo su expresión más serena. Las doncellas abrieron las puertas para ella. Al entrar, nadie le dio la bienvenida, pese a que la mayoría de las empleadas estaban ahí; formadas alrededor de toda la sala.

-Bienvenida, Grandinee – Fue el único que saludo, un pelirrojo de apariencia salvaje y expresión seria, el actual líder del clan Dragneel, y a la vez, amado esposo.

-¿Para qué me has llamado, Igneel? – Una actora, eso es lo que era en ese momento al emplear un tono y mirada fría, mientras caminaba hacia el susodicho. El hombre la esperaba al fondo de la sala, que más bien parecía un enorme dojo, sentado sobre una almohadilla.

– Ven, toma asiento, es importante – Respondió con brazos y piernas cruzadas ofreciendo a la mujer tomar asiento a su lado.

Sintiendo la tensión en el aire, decidió hacerle caso y tomó asiento. El pelirrojo sólo pudo seguirla con los ojos. No se veía contenta, definitivamente, esto la iba a poner peor.

-Hagan que pase – Con una señal de mano, ordenó a un par mujeres cerca de la entrada. Estas asintieron, dando paso a la razón de aquella reunión.

Atada de manos a la espalda, escoltada como si fuera un animal, inclusive, despojada de toda prenda, así es como se veía aquella pelinegra. Ultear fue llevada al centro, arrodillada frente a los señores de la casa, ante la mirada seria de todas sus compañeras.

-"Ul-nechan" – Sólo una sentía miedo y preocupación por ella. Ante la imagen cabizbaja y degradada de su hermana. Meredy sólo podía llorar en silencio, mientras apretaba los bordes de su uniforme.

-Igneel ¿Qué significa esto? – Preguntó de manera estoica. La peliplata actuaba como si no le importara nada.

Luego de eso, el hombre se puso de pie, su sombra cubrió a la pelinegra por completo. La miró fijamente, con desprecio, como si fuera lo más bajo del mundo.

-Ultear Milkovich – Su sola voz hizo a la pelinegra cerrar los ojos con fuerza. La presencia del pelirrojo era aplastante, una muestra de porque se le consideraba el hombre más fuerte sobre la tierra – Fuiste descubierta dentro de la habitación principal con claros signos de haber pasado la noche ahí adentro, además de haberte apareado con mi heredero, con nuestro hijo – Declaró lo último viendo de reojo a su mujer. La mujer parecía imperturbable. - ¿Tienes algo que decir a tu favor? – Expresó con una voz severa elevando la tensión en el lugar.

-No... - Con voz quebrada, habló la pelinegra, había bajado la cabeza, hasta pegar su frente en el piso – No tengo nada que decir, es tal como usted dice, Igneel-sama, yo rompí las reglas – Admitió afligida. Un silencio sepulcral se formó, no había manera de saber qué es lo que iba pasar con ella.

-Ya que lo admites, sólo te lo preguntare una vez – Dijo mientras se acercaba a ella. Ultear levantó la mirada y ahí estaban unos orbes jade mirándola fijamente, casi sentía su alma abandonar su cuerpo de sólo tenerlo cerca. A pesar de que tenían la misma sangre, esos ojos no se parecían en nada, carecían de la calidez que le daba su joven amo – Ya sea desde el principio, desde que Natsu te trajo a esta casa, a ti y a tu hermana, o durante los tres años que serviste a esta casa ¿Quién te contrato? ¿Por quién decidiste traicionar al clan?

Aquellas palabras la dejaron atónita. Ultear no sabía que responder, estaba realmente impactada. El hecho de que dudaran de su lealtad y la confianza que Natsu y el clan le habían dado, la hicieron defenderse desesperadamente.

-NO, yo nunca traici...

-¡No mientas! – Interrumpió el pelirrojo con un grito que dejó a todos paralizados – Lo sabes muy bien, la sangre Dragneel, sus genes, su descendencia, son cosas que no pueden tomarse a la ligera, cualquiera con fuertes ambiciones haría cualquier cosa por tenerlo en sus manos. Nuestra sangre, mi hijo, será capaz de proteger naciones así como destruirlas – Argumentó a viva voz, casi molesto.

Todas en la sala lo sabían muy bien, cada una de las empleadas lo tenía grabado en su mente, la importancia de vigilar y proteger el linaje Dragneel, al último descendiente.

-Así que contesta – Exigió el hombre causando que todas se encogieran de hombros. Lo único que recibió fue el silencio de la pelinegra. Ella se aferró al suelo sin saber que decir – No hablaras ¿cierto? Entonces... - En seguida, dirigió su mirada a la fila de mujeres a su lado. La expresión de Meredy entro en pánico cuando se vio observada.

-¡No! – Grito desesperada. Al darse cuenta, Ultear intentó levantarse pero rápidamente fue detenida por dos mujeres - ¡Déjela! P-Por favor, es a m¡GUPH! – No pudo terminar, su respiración fue cortada de golpe, sus pies se despegaron del piso, la manera en la que fue tomada del cuello parecía tan brutal que en cualquier momento iba romperse.

-Rompes las reglas de esta casa, pones en peligro al clan y además te atreves a desafiarme – Habló mientras la mujer se retorcía en su mano – Pagaras con tu vida – Dijo con una expresión aterradora. Ultear se habría desmayado al verlo, sin embargo, el dolor de ser presionada se lo impedía, algo a lo que estaba acostumbrada, sin embargo, esto no se comparaba a su pasado.

Todas estaban aterradas, sobre todo Meredy quien no paraba de llorar – ¡Ul-nechan! - trato de ser fuerte, pero no pudo más, sus piernas le fallaron, no sabía qué hacer ante tal escena. Sólo podía mirar horrorizada mientras recordaba las palabras de su hermana antes de que todo esto comenzara.

-"Lo siento Meredy" – Pensó Ultear. Su vista empezó a oscurecerse. Sentía como lentamente dejaba este mundo – "Lo siento... Natsu-sama" – Lentamente dejo de moverse. Ante la imagen de las personas que más amaba, soltó una última lágrima.

-¡DETENTE! – Luego de ese grito, la puerta frente a todos se hizo pedazos. Aquello hizo al pelirrojo soltar a la mujer, sorprendiéndose al dirigir su vista a la entrada. En el momento Ultear tocó el suelo, él hizo su entrada aún más dramática - ¡Déjala en paz! ¡To-chan! – Gritó el pequeño pelirrosa corriendo hacia su progenitor. Igneel lo miró consternado, era la primera vez... La primera vez que veía y escuchaba a su hijo de esa manera; desafiándolo con unos ojos de llenos de ira.

Las reacciones en la sala fueron diversas, más que obvias, las sirvientas quedaron paralizadas, no sabían que hacer ante tal escena. Por otra parte, media boca abierta fue la única reacción de cierta peliplateada.

-¡Ugh! – El pelirrojo no pudo reaccionar cuando el pequeño se lanzó incrustándole una patada en su estómago. Aunque podía haberlo esquivado o detenido fácilmente, fue la impresión que lo obligó recibirlo, a doblar su cuerpo y caer como un árbol.

Sin importarle nada más, se dirigió a la joven, suavemente levanto su cabeza – ¡Ultear! ¡Di algo! ¡Por favor! ¡Abre los ojos! – Dijo agitado, casi al borde del llanto. Era la primera vez, en toda su corta vida, que sentía miedo, miedo de perder a alguien importante en su vida.

-N-Nat... Natsu-sama... - Dijo débilmente. Ultear reaccionó a la voz del pequeño, lentamente comenzó a abrir los ojos.

En seguida, se aferró a ella. Natsu la abrazo suavemente, ante la idea de casi perderla. Sin embargo, se vio abrumado cuando una presencia aterradora se colocó por detrás, una presencia bestial y poderosa.

-Natsu- El mencionado giró su cabeza de manera lenta. Sudó frio al encontrarse con la figura imponente de su padre – ¿Qué crees que haces, hijo? – Preguntó el pelirrojo viendo al pequeño proteger a la joven.

Suavemente, colocó a la pelinegra en el piso, estaba había cerrado sus ojos nuevamente. Dando media vuelta, procedió a encarar a su padre -Ella no hizo nada malo, yo tuve la culpa, así que déjala en paz – Respondió con voz fuerte y mirada furiosa.

-¿Hm? – Igneel no daba crédito a lo que veía, no sólo era la imagen de su hijo desafiándolo por primera vez, sino también cuando los ojos del pequeño se volvieron completamente rojos, como el de una bestia; como el de un dragón enfurecido – "Es imposible"

Los que estaban en la habitación pudieron jurar haber sentido un golpe de calor intenso, el origen de este fenómeno se debía al aura rojiza que emanaba el pequeño. Natsu sentía arder todo su cuerpo, mucho más que cuando llegaba la noche. Una indescriptible sensación de poder lo invadió, sentía que podía hacer cualquier cosa, sin embargo...

– JAJAJA... - La risa del pelirrojo desconcertó a todos en la sala, eufórico, casi demencial – Bien hecho AJAJA, eres digno hijo de tu padre – Felicitó con orgullo mientras levantaba y formaba un puño- Sin embargo, todavía es demasiado pronto – Dicho estas palabras, un calor más intenso invadió toda la sala, diez veces... no, más bien cien veces más intenso que la anterior. El pelirrojo emanaba un aura bestial y superior a su hijo.

-¡Ugh! – Natsu cayó de rodillas, al igual que todas las sirvientas, nadie pudo soportar tal presión.

– Ahora, muéstrale a tu padre lo que puedes hacer – Declaró con una sonrisa salvaje. El miedo paralizó al pequeño. La figura de su padre preparándose para golpearlo era lo suficiente para pensar una sola cosa: muerte.

-¡Natsu-sama! – Un gritó desconcertó al pequeño. De inmediato, el pelirrosa se vio envuelto por unos brazos.

--¿U-Ultear?

- No voy a dejarlo, voy a protegerlo – Declaró la joven, aferrándose a él con fuerza, con toda la intención de protegerlo. Ambos cerraron los ojos, todos lo hicieron, esperaron el devastador ataque.

-Para ya con esto, Igneel – Una voz tranquila interrumpió. Como si el tiempo se hubiera detenido, el pelirrojo hizo lo mismo con su puño, quedando a centímetros de conectar con los jóvenes.

Lentamente, Natsu abrió los ojos sólo para después sorprenderse al verla, verla después de mucho tiempo.

-¿K-Kaa-chan?

- ¿No crees que ya es suficiente? ¿Hasta cuándo piensa seguir con esto? – Preguntó la mujer, esta se oía molesta, aun así, su expresión se veía tranquila – Me llamaste para verte comprobar algo y ya lo hiciste, así que deja de estar jugando, idiota – Regañó severamente.

Al escucharla, el pelirrojo deshizo su puño al mismo tiempo que una sonrisa se dibujó en su rostro.

– Disculpa, creo que me emocione de más jeje – Comentó algo divertido. Los ojos de todass estaban confundidos, no sabían qué es lo que estaba pasando. Si ya de por sí la posible muerte del pequeño y su compañera las tenía aterrorizadas, el ver como todo se había calmado de golpe las tenía sin habla, sin manera de expresar su sorpresa. Con un ademan, El líder ordenó que se retirarán. Las doncellas obedecieron, quedando dentro sólo cuatro personas.

-Ultear – La peliplata rompió el silencio haciendo a la mencionada levantar su cabeza.

-Hai – Esta respondió postrándose en el piso, haciendo una reverencia. A pesar de que se sentía sumamente avergonzada, se mostró tan respetuosa y firme, como siempre lo hacía hacia sus amos.

-Déjame ver – Dijo a modo de orden. La pelinegra, entendiendo el mensaje, extendió sus manos hacía su señora mostrándole su verdadera resolución. Los cortes en las muñecas, sí bien no eran grandes, fueron hechos sobre puntos importantes lo suficiente buenos para hacerla sangrar constantemente. Esto hizo a la peliplata curvar sus labios ligeramente.

-Quién habría pensado que usarías tu propia sangre para liberarte y tu cuerpo para protegerlo, tienes agallas jovencita – Sus palabras hicieron a la pelinegra abrir los ojos con sorpresa. Ultear no esperaba recibir nada más que un castigo, un castigo adecuado a sus acciones, y sin embargo sólo estaba recibiendo halagos, de una de las tres personas que respetaba fuertemente.

-Discúlpeme por mostrarle algo tan desagradable, Grandinee-sama – De nuevo volvió a postrarse.

-Levanta la cabeza, Ultear – Ordenó la peliplata acercándose a la joven. Luego de arrodillarse, cubrió el cuerpo desnudo de la pelinegra – Es verdad que rompiste las reglas, sin embargo, esta reunión no se hizo para castigarle, aunque así lo quiso hacer ver mi estúpido esposo – Esta dirigió su mirada al pelirrojo quien seguía permanecía de brazos cruzados, mientras cerraba los ojos, fingió que no escuchó eso último.

-Je

- Entonces ¿Para que fue todo esto, Grandinee-sama?- Preguntó a su ama, con muchas dudas en su mente.

- Fueron por varias razones, una de ellas fue para probar tu lealtad, cosa que hiciste espléndidamente, y sobre todo... - Ambas mujeres dirigieron su mirada a un pequeño pelirrosa, este había caído inconsciente, producto del "despertar" que sufrió y el choque de auras con su padre – Fue para probar a mi hijo, aunque aún es muy joven, ha demostrado poseer la sangre Dragneel en su estado más puro, lo cual provocó que despertara su potencial a esta edad, y tú eres responsable de ello jovencita – Agregó mientras hacía un guiño provocando que la pelinegra se sonroje furiosamente.

- ¡Realmente lo siento! – Esta volvió a postrarse. Al estar de enfrente hablando tan casualmente con la madre del pelirrosa al que le puso las manos encima, era algo que la tenía muy avergonzada.

-Nunca vas a cambiar ¿Cierto? – Habló algo divertida viendo el nerviosismo en la sirvienta – Escucha, Ultear – La mencionada se detuvo para escuchar atentamente a su ama- Recuerda esa sensación, la de proteger lo que más amas, eso es lo que caracteriza a una mujer, a la mujer de un Dragneel – Aquellas palabras resonaron en lo más profundo de su mente. Las lágrimas de Ultear no tardaron en aparecer, a la vez que fue atrapada por los brazos de su ama – Bienvenida a la familia, Ultear.

Después de ese día, todo volvió a ser como antes. Las actividades de las sirvientas volvieron a darse como siempre, nadie habló mal o a espaldas de su compañera maid, debido al aprecio y respeto que le tienen, además de que la consideraban la más adecuada para estar junto al joven amo. Por su parte, la hermanita de Ultear, Meredy, lloró como nunca ese día, sintiéndose feliz al saber que su hermana estaba bien y que había sido perdonada, no se despegó de ella incluso cuando llegó la hora de dormir.

En cuanto al líder del clan, tuvo una fuerte discusión con su esposa, que más bien fueron regaños por parte de ella, acerca de cómo debía tratar los asuntos del clan y no dejarse llevar por el momento. Esa noche, Igneel sintió el verdadero terror al enfrentarse a la verdadera personalidad de su esposa.

Antes que lo anterior se diera, Grandinee pudo pasar algo de tiempo con su hijo, Natsu, sólo que este nunca lo supo ya que permanecía inconsciente. Una vez que lo llevaron a su habitación, la peliplata leyó algunos cuentos a su hijo, como solía hacerlo en el pasado, cosa que disfrutó mucho y le dolió más a la hora de volver a irse. Las subsidiarias del clan no se dirigirían solas y mucho menos las investigaciones a su cargo.

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(Algunos años después)

En medio de cierto bosque, rodeado por la tranquilidad de los árboles, cierto joven se encontraba sentado; meditando. Recargando su espalda sobre el pelaje azulado de un felino. Las facciones de su rostro habían cambiado, ya no era un niño, ahora era un joven esplendido y bien parecido, su cuerpo se había desarrollado casi por completo, mostrando una musculatura, aunque no exagerada, lo suficientemente sólida para intimidar a cualquiera. Su cabellera rosa se alborotaba con el viento haciéndolo lucir salvaje, aunque el aura que emitía daba una sensación de tranquilidad y control total, el tener Happy durmiendo detrás de él tan tranquilamente le daba crédito a ello.

Al igual que siempre, el menor sonido y un leve aroma le bastaba para saber que alguien se acercaba, alguien esperaba por él a sus espaldas. Sin despertar a su amigo, se puso de pie y lentamente reveló sus ojos color jade.


-Natsu-sama, es hora de regresar – Habló una voz suave y gentil. Cada palabra de su boca llenaba de alegría el corazón del dragón, aunque este no lo demostraba. Cuando se volteó, Natsu se encontró con su joven sirvienta, aquella mujer que lucía igual o más hermosa que hace cinco años.

-Sí, ya voy, Ultear – Respondió con tranquilidad, mientras daba la más radiante de sus sonrisas a su bella doncella.

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