XII | El Deseo del Todopoderoso |
| Música de Multimedia: The Lord Ruler - Zavodilla |
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"Cada ganador de la Batalla de Esencias Bióticas tiene derecho a darle un deseo a su Rey, solo si cumple las siguientes tres condiciones que el Todopoderoso ha propuesto:
Jamás perturbar el ciclo elemental, la quebrantación del ciclo supone un castigo mayor para aquel que sea encontrado culpable.
Jamás asesinar a reyes o competencias políticas de otros reinos, la quebrantación de esto supone un castigo mayor para aquel que sea encontrado culpable.
Jamás impedir el nacimiento de más hemosapiens vorax, la quebrantación de esto supone el mayor de los castigos para aquel que sea encontrado culpable".
Leyes talladas en piedra, conocidas como las Tres Máximas del Todopoderoso, todos deben de seguirlas al pedir su deseo de ganador—.
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La semana posterior al haber ganado la Batalla de Esencias Bióticas, supuso la separación más eterna que jamás había vivido para Zane, él ahora era tratado como el Protector Superior, la mano derecha del Todopoderoso y el Rey Thalathos había sido muy cuestionado por su deseo, inclusive le habían citado las Tres Máximas cada día, intentando evitar una catástrofe monumental.
La familia real de Ferrovia había emprendido el viaje, escoltados por los caballeros de la Orden de la Armonía Primordial hacia el lugar donde se encontraba el risco del Todopoderoso, el lugar más sagrado en el otro mundo y más alejado de la civilización, el punto central donde se dividían los reinos y nadie podía ejercer poder. Un lugar que solo conocía la Orden de la Armonía Primordial; que por más que deseaban los demás reinos detener la marcha, no podían, era imposible. Su batalla estaba perdida.
Tanto Elara como Isolde habían dejado solo al Protector, se había vuelto distante y cada que querían hablar con él, ya sea por cuestiones personales u órdenes reales, las miraba como lo más despreciables del mundo.
Los demás Protectores se habían marchado junto a sus respectivos reyes, decepcionados por aquel discurso que todo mundo había escuchado en la arena; provocando que los rumores crecieran y, sobre todo, el temor sobre el monarca de Ferrovia creciera.
Pero lo más importante de todo y lo único que mantenía a Zane cuerdo en aquel lugar, no le habían devuelto a Romi y con eso le habían impedido volver a su mundo. Se preguntaba si todos en la Hacienda habían llamado médicos y se preocuparían porque tanto Romina como él no despertaban.
Ahora, se encontraba sentado en el carruaje real, frente al Rey Thalathos que disfrutaba de un buen vino gris espumoso, reía a carcajadas con su corte y esposas mientras que Zane observaba distante y perdido por la ventana. Observó el largo, profundo y peligroso risco por el cual estaban pasando, la noche estaba en su máximo y las estrellas refulgían en el firmamento, un espectáculo maravilloso aunque él deseaba tanto poder acabar con la vida del Rey ahí, pero no sabía dónde tenían a Romi.
Tampoco sabía si su figura humana aparecía por las noches y se encontraba sucia y desnuda, mal alimentada o, tan siquiera, hambrienta y famélica por esa raquítica semana.
—Anímese, mi sabio Protector —dijo Thalathos, llamando la atención de Zane, este lo observaba con su mirada perdida y colérica—. Perderás la flor de tu juventud si sigues poniendo esa mala y larga cara, ¡pronto podrás volver a tu mundo!
—Estoy ansioso de dejar este lugar —dijo Zane, chasqueando la lengua y jugando con su anillo, el brillo se había apagado con el pasar de los días.
—Vamos, cuéntame de ese lugar —dijo Thalathos con insistencia. Zane no debía de contarle de su mundo, su codicia anhelaría su Hacienda y el mundo de donde venía—. ¿Tus tierras serán tan magníficas como Ferrovia?
—Ferrovia es un lugar que le queda perfecto, su Majestad —respondió Zane, intentando cambiar el rumbo de la conversación. Thalathos se interesó—. Es igual de frío, desconocido, amenazador e indescifrable como usted.
Thalathos rio ante su comentario, derramó el vino y pidió que le sirvieran un poco más. El carruaje se detuvo.
—Por más que aprecie estas interesantes conversaciones con vos, hemos llegado —dijo Thalathos y aplaudió, la puerta se abrió y los guardias de la Orden de Armonía Primordial se colocaron a los lados—. Entreguenle la chica al Protector, se lo ha ganado...
El Rey salió del carruaje y, antes de que Zane pudiera decir algo, una mujer con solo una larga túnica fue arrojada hacia él. Zane abrió los ojos y su corazón volvió a latir con normalidad. Ahí, en sus brazos, estaba Romina con la cara toda sucia de hollín y sin ningún moretón.
—¿Estás herida? —preguntó Zane, quitándole un mechón de la faz, Romina abrió lentamente los ojos y lo abrazó con fuerza—. ¡Perdóname por todo lo que hice!
—¿Estás loco? —cuestionó Romina, por su voz estaba llorando—. ¡Me siento feliz de volver a verte! —Alzó su cabeza y el recorrido de sus lágrimas se mostraba por la ausencia de hollín—. Te pido perdón por no haber investigado mejor al Rey, si hubiera sabido que este deseo...
—Volvamos a casa —interrumpió Zane, sacando un trapo de su bolsillo para limpiarle la cara—. Estoy harto de esto, venderemos la Hacienda como tenía planeado.
Romina asintió y abrazó unos segundos más a Zane antes de que los guardias los escoltaran dentro de la caverna
Desde que era un niño, el Rey Thalathos soñó con este momento, recordaba con anhelo y pasión las veces que su madre le contaba cómo Soledad Russhell le había dado un deseo del Todopoderoso a su padre... Y que este lo desaprovechó en querer traer paz y prosperidad al mundo.
Mientras caminaba por el la caverna que usaban de túnel para llegar al risco del Todopoderoso, recordaba los días anteriores a la gran tormenta de nieve en Ferrovia, el hermoso verde de los campos y los enorme barcos que atracaban en su ciudad, repletos de mercancías exóticas e historias que escuchaba y contaba a sus hermanas pequeñas. Veía a todos los plebeyos felices y sin hambre, sus rostros tenían las mejillas regordetas al igual que sus barrigas.
Todo cambió cuando su estúpido padre hizo aquel deseo. La prosperidad que tenía el Reino de Ferrovia se fue esparciendo a los demás reinos, dejando sin comida, agua ni clima agradable... provocando que sus súbditos se amotinaron contra él. El padre de Thalathos tuvo que abrir las arcas reales, al punto de vaciarlas... Su reino quedó en ruinas.
Su padre murió y él se hizo cargo del reino, organizó una nueva Batalla de Esencias Bióticas pero Soledad Russhell, su antigua Protectora, lo traicionó. En venganza, acabó con la vida de su generación de Protectores y Guardianes, impidiendo que reencarnaran nuevas promesas.
Hasta hacía una semana, cuando el último Protector, el suyo, había llegado. Tenía una nueva oportunidad de ganar ese deseo, de llevar a Ferrovia al siguiente nivel. De convertirse en Emperador del todo.
—Su Majestad —dijo Elara, caminando a su lado con las manos apoyadas y ocultas en su bolsa segura—. ¿Seguro que no quebrantará las Tres Máximas?
—Lo hemos analizado día y noche con los fervorosos, hermana mía —dijo el Rey, subiendo los últimos metros de la cueva, podía sentir las violentas corrientes del risco—. Esta es la única forma en traer la prosperidad que se nos fue robada.
—¿Convirtiéndote en Emperador? —cuestionó Elara nuevamente, Thalathos decidió no enojarse, estaba a punto de cumplir su sueño de ser Él—. ¿Y si pierdes tu personalidad?
—¿Quién extrañará a un egocéntrico como yo? —preguntó Thalathos, sacando el collar de su madre, ella fue una de las primeras víctimas de la gran tormenta, la extrañaba tanto—. Todo saldrá bien, hermanita mía. Yo siempre cumplo mis promesas, por eso soy Rey.
Thalathos salió de la cueva y observó maravillado la vista, ahí, tallada sobre la roca, se encontraba una esfera de cuarzo con las Tres Máximas talladas alrededor, se encaminó sin mirar atrás, sin mirar al Protector que lo acompañaba a su lado, ya que, para activar el deseo, tenía que utilizar su elemento.
—Espero que seas un buen emperador —dijo Zane, deteniéndose a lado del Rey, enfrente del pedestal—. No volveré nunca, ni aunque lo pidas.
—Y no deseo menos —respondió Thalathos con seguridad, estiró sus manos y tocó el frío cuarzo—. ¿Sabes una cosa, Protector? A pesar de lo poco que te llegué a conocer, reconozco que eres una persona inteligente, que, si hubiera aparecido antes, amarías tanto a Ferrovia como yo.
—¿Y eso incluye volverme tan ruín como usted, su Majestad? —cuestionó Zane, activando su anillo familiar y cerrando su puño, guardando la gota de sangre—. Ni loco, este mundo es suyo y tendrá que gobernarlo.
Una pequeña gota de la Sangre de Zane impactó en el pedestal. El suelo vibró y todo a su alrededor desapareció, ahora se encontraban en una blanca habitación y una figura alta sin rostro, que irradiaba luz, se postró ante ellos.
—Veo que Ferrovia volvió a ganar después de mucho tiempo —dijo el ser de luz con voz fuerte, aplastante e intimidante, Zane intentó retroceder mas fue imposible, sus piernas no le funcionaron—. Tranquilo, Zane Russhell, no soy su enemigo. Al contrario, me alegra decir que les concederé un deseo a cada uno.
—¿Sin ningún contrato de por medio? —El Ser de luz negó—. ¿En verdad es el Todopoderoso?
—Así me nombraron los habitantes de este mundo —respondió el Todopoderoso, acercándose y posando una mano en cada uno de los corazones de los hombres—. Soy el primero de vosotros, el primero que llegó. Soy el que creó todo y nada a la vez. Soy el Todopoderoso que les cumplirá un deseo a cada uno.
Zane se quedó boquiabierto, perplejo ante la respuesta de aquel ser, esto jamás se lo mencionó Romina.
—Quiero volver a casa, quiero vender la Hacienda y jamás volver a este mundo —dijo Zane finalmente, tomando la mano del Todopoderoso—. Quiero que la maldición del Protector se quite de la sangre Russhell y la familia Pennyworth sea liberada de su servicio.
—Eso rompería el equilibrio y las Tres...
—No dije que rompería el ciclo, la maldición caerá en los nuevos dueños de la Hacienda una vez que termine la venta, ¿puedo hacerlo?
—Si ese es tu deseo, bien, te lo concedo, Zane Russhell.
Zane sintió paz dentro de él y su pecho se iluminó.
—Y para ti, monarca de Ferrovia, ¿cuál será tu deseo?
—Deseo tu poder —dijo Thalathos. Zane y el Todopoderoso lo observaron perplejos—. Quiero ser tu reencarnación en nuestro mundo, quiero controlarlo todo y quiero dictar todas las leyes, ¡reescribir la sociedad a mi gusto y placer!
—Pero eso...
—No inmiscuye en tus Tres máximas. Lo sé, las he estudiado toda mi vida.
El Todopoderoso calló unos segundos, para Zane fueron eternos, observó el rostro de Thalathos, este sonreía con malicia y anhelo.
—Me parece que tienes razón, gobernante, no las incumple —argumento el Todopoderoso, chasqueó los dedos y apuñaló el cuerpo de Thalathos, este, en lugar de sentir dolor, sintió alivio y más poder recorriendo sus entrañas—. Concederé tu deseo, serás mi reencarnación en tu mundo.
—Pero, señor Todopoderoso, no puede...
—Claro que puedo —le dijo el Todopoderoso a Zane, el cual estaba estirando su mano, deteniéndolo. En su mente, las palabras del Todopoderoso se escucharon—. Recuerda, todo deseo siempre puede romperse si encuentras la forma.
Antes de que Zane pudiese hablar, el Rey y él fueron repelidos hacia atrás y sus cuerpos encontraron la roca sólida de la caverna.
—¿Te encuentras bien? —preguntó Romina, abrazando la bata y moviendo a Zane, este abrió los ojos y sacudió la cabeza. Al parecer, perder el sentido es lo que más había hecho en los últimos días.
—¿Qué ocurrió...?
—Lo peor que pudo haber ocurrido.
Romina se hizo a un lado y observó el cambio radical de Thalathos. De él emanaba una asombrosa luz blanca, sus brazos tenían las mismas runas que Selene y estaba levitando mientras la Orden de Armonía Primordial se arrodillaba, los dos profetas se arodillaron y elevaron sus manos al cielo.
—¡El Todopoderoso ha reencarnado en este cuerpo mortal! —exclamaron, señalando a Thalathos, este sonreía con magnificencia, sus ojos se clavaron en Zane—. ¡La Orden de Armonía Primordial se postra y te entrega su absoluta voluntad!
Zane se incorporó y sintió su brazo derecho escocer, lo observó y vio cómo brotaban pequeñas runas en su antebrazo y las sangre recorría su brazo, solo Isolde y Elara parecieron ver lo que le pasaba a él mientras los cánticos de los fanáticos inundaban la caverna.
—Pero qué...
Antes de que pudiese responder, su grimorio salió disparado y se colocó frente a él, las páginas pasaron y el conjuro para volver a casa apareció.
—Hay que volver a casa, Romina, no es seguro —dijo Zane, tomando la mano de su amiga al mismo tiempo que Thalathos observaba la mano de su Protector—. ¡Debemos irnos!
—¡El Hereje Protector de la Sangre ha robado mi poder! —exclamó el Todopoderoso Thalathos, invocando unas cuantas raíces para detener los pies de Zane, este intentó quitárselas con la sangre pero fue imposible—, ¡Maten al Protector!
El ejercito entrenado de la Orden de Armonía Primordial se abalanzó contra Zane, este solo levantó su mano rúnica y una enorme pared de raíces y plantas lo protegió, dividiendo la caverna en dos.
—¡Debemos irnos ahora! —Zane la tomó del brazo, dijo el conjuro a todo pulmón.
El grimorio los tragó y este desapareció del otro mundo, dejando a Elara e Isolde desconcertadas, ¿cómo es que Zane podía manejar las plantas?
Zane y Romina despertó a medianoche de forma agresiva en la sala médica de la Casa Grande de la Hacienda Russhell. Disparando los monitores y alarmas que los cuidadores y médicos habían instaurado.
Zane rápidamente se palpó la mano y observó que su pálida piel tenía un cambio, las marcas rúnicas aparecían tatuadas en su piel, sobre el mismo antebrazo derecho y el grimorio estaba totalmente rasgado.
—No, no, no... —dijo Zane mientras se arrodillaba e intentaba inyectar sangre al grimorio.
—¿Qué acaba de ocurrir, amo Zane? —preguntó Romina, arrodillados frente a él, se dio cuenta del grimorio y se llevó las manos a la boca.
—El Todopoderoso nos cumplió un deseo... —respondió Zane, tomando su muñeca y acercándola al pecho de Romina, una ola de calor inundó su cuerpo y comenzó a sentirse mejor—. Me prometió jamás volver, pero a cambio, Thalathos controlaría el otro mundo.
—¿Y qué pasa si vuelves?
—No lo sé —dijo Zane, mientras los médicos entraban corriendo a la estancia y comenzaban a revisarlos—. Y tengo miedo de descubrirlo.
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FIN DEL PRIMER LIBRO
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