| Música de Multimedia: Rivers in the Desert - Lyn |
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"A él no le importa nuestro modo de vida. ¡Lleva tan solo una semana como Protector! ¿Crees en serio que hará lo correcto?".
Una desconocida figura encapuchada, cuestionando las acciones del Protector de la Sangre momentos antes de que el combate final comenzara—.
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Zane recobró la conciencia de golpe al sentir el impacto del agua fría sobre su cuerpo. El dolor invadió cada fibra de su ser al intentar mover las muñecas, las cuales estaban atadas y colgadas con una fina cadena de plata, mientras la sangre brotaba en torrentes de los múltiples cortes en su torso. Apenas lograba distinguir algo; la estrechez de la habitación permitía que un delgado hilo de luz penetrara desde abajo de la puerta.
—¡Romi! —exclamó Zane, agitándose de un lado a otro en un intento por liberarse—. ¡¿Dónde estás?!
—No debiste haberte despertado, Protector...
La voz de Isolde se hizo presente, Zane la intentó buscar por todos lados pero era inutil, la oscuridad la protegía. Sintió el frío tacto de la mujer sobre sus costillas, él decidió callar el grito de dolor que le estaba produciendo.
—¿Qué tanto escuchaste anoche? —cuestionó Isolde, su voz se notaba más fría. Posó su dedo índice sobre su tórax y comenzó a presionar. Zane cerró los ojos, estaba perforando su estómago con el Nitrógeno—. Contesta, no quiero hacerte daño, los dos estamos del mismo lado... Solo tienes que ganar por su Majestad.
—¿Dónde está...? —preguntó Zane, ignorando a Isolde. La mujer salió de las sombras y colocó su faz a escasos centímetros de la de él—. La mujer que estaba conmigo, ¿dónde está?
Isolde no mostró ninguna reacción ante la pregunta de Zane. Siguió presionando en su estómago, esperando alguna respuesta que nunca llegó. Frustrada, retiró su dedo y se encaminó hacia la puerta, abriéndola de un tirón y deslumbrando a Zane, quien se volvió más consciente de su entorno a los pocos segundos de acostumbrar su vista.
Se encontraba atado en la misma sala donde habían preparado su Potenciadora y Aplacadora el día anterior. El piso estaba manchado de sangre, su sangre. Intentó recordar dónde estaba su grimorio, pero sintió su ausencia. Le habían quitado el anillo y el cinturón, dejándolo solo con los pantalones marrones y botas de combate negras.
—¡Oye, ¿a dónde crees que vas, Isolde?! —se atrevió a preguntar Zane, dejando de lado todo lo que Romina le había enseñado, su lenguaje volviéndose tan informal como siempre. Isolde regresó unos minutos más tarde con una jaula de pájaros; dentro de ella, Romina yacía en su forma de guardián, con las patas atadas y suspendida por la cola, con el hocico amordazado y su carita empapada de lágrimas y tristeza. Al ver a Zane, el animalito comenzó a forcejear con desesperación—. ¡Romi!
La adrenalina se apoderó del cuerpo de Zane y tiró de las cadenas, sintiendo cómo sus muñecas empezaban a ceder y logró liberarse, cayendo al suelo con las muñecas dislocadas. Ignorando el dolor, corrió hacia Isolde para tomar la jaula de Romi, pero fue detenido por una patada de otra persona.
—Maldito... —masculló Zane con furia, limpiándose el hilo de sangre que escapaba de su boca, otra patada de una bota lo arrojó al charco de su propia sangre. Intentó levantarse, pero otra bota presionó su cuello, cortándole la respiración—. ¡Te mataré si le hacen daño! ¡Los mataré a todos!
—Ja, ja, ja... —rio la voz del Monarca de Ferróvia, apretando aún más el cuello de Zane, quien luchaba por liberarse con las muñecas rotas—. Parece que la estupidez corre en la familia, haciendo las mismas tonterías que Soledad en sus últimos días. ¿Los Russhell no se cansan de traicionar a su Rey?
—Thalathos... —susurró Zane, exhalando con dificultad mientras el oxígeno abandonaba su cuerpo—. Su Majestad, yo...
—Quiero que me escuches atentamente, Protector —interrumpió el Rey Thalathos, aflojando un poco la presión de su pie para permitir que Zane respirara—. Saldrás a la arena, derrotarás a los otros dos estorbos y me traerás ese deseo para mí. A cambio, perdonaré sus vidas y podrán partir de este mundo para siempre. ¡No necesitamos a los hemosapies vorax! Han sido un estorbo constante en mi ascensión. ¡Todos se inclinarán ante el Emperador Thalathos III!
El Rey retiró su bota y retrocedió junto a Isolde, quien le tendió la jaula y cortó la cuerda que mantenía a Romi suspendida, haciendo que cayera bruscamente al suelo y soltara un grito de dolor.
—Si se atreve a tocarla...
—¿Mancharme las manos por esto? —señaló al hurón blanco, cuyos ojos rojos brillaban intensamente—. No, eso lo harán Isolde y Elara, para eso están. Yo me encargaré de buscar una nueva excusa para organizar otro torneo. Tendré que eliminar a los demás Protectores para obtener más bendiciones, pero creo que podré hacerlo. Ya lo hice una vez con la generación de Soledad, y eran más experimentados. Con la tuya será pan comido.
»Llama a la Protectora de la Vida, que se ocupe de sus heridas y, por favor, discreción. Vigílenlo en el campo, podría cometer alguna estupidez en la batalla. —Thalathos se detuvo antes de salir de la sala y observó con curiosidad a Romi, quien intentaba acomodarse en una posición menos dolorosa—. Interesantes los Guardianes. ¿Quién hubiera pensado que estas criaturas mágicas que los protegen serían humanos? ¡El Todopoderoso está loco! Pero saben una cosa, yo lo estoy aún más.
Después de aquello, Zane se encontraba sentado en una banca de piedra, con su armadura esquirlada terminando el tratamiento de curación de Sele y siendo observado por las hermanas Storlclock. Se habían llevado a Romi y no tuvo la oportunidad de saber si estaba bien o no.
Le habían regresado sus pertenencias, ahora en su bolsa solo contenían dos cristales de circón y una inyección de adrenalina, soltó un suspiro cansado y agachó la cabeza mientras Sele estaba atenta a sus movimientos y a la tensión palpable del aire.
—¿Descubriste la verdad? —preguntó Sele, susurrando al oído de Zane, este asintió con pesar—. ¿Qué te pidió hacer?
—Un deseo por dos vidas —respondió Zane, pateando una roca del piso—. ¿Algún consejo para no hacer ganar a un tirano?
—Confía en tu equipo —murmuró Sele, depositando un beso en su mejilla. Inmediatamente su cuerpo lo rodeó de un aura verde que le curó toda herida y lo dejó completamente recuperado. Sele se incorporó y alisó el vestid bajo la atenta mirada de las hermanas—. Su Protector está listo, no sé qué entrenamiento tuvo pero eran graves, recomiendo que no use su propia sangre, si ustedes pudiera darle algún litro para complementar los suyos, estaría bien.
Sele se retiró sin oportunidad de protestar a las mujeres. Las trompetas sonaron y Zane se incorporó cansado, comenzó a estirarse y pensar en cómo salvaría a Romi si todo salía mal.
Un latido. La multitud estalló en aclamaciones.
—¡Y el último Protector, la sorpresa de la Batalla! —exclamó el presentador con júbilo—. ¡El Protector del flujo!
Dos latidos. Zane parpadeó y enfocó su vista en el Protector de la Oxidación, un hombre alto de largo cabello azabache y ojos esmeralda que portaba un par de enormes espadas oxidadas.
—¿Cuál es el plan? —preguntó Elara, intentando mantener su personalidad alegre. Zane la observó con indiferencia.
Tres latidos. Los ojos de Zane se desviaron hacia la Protectora de la Atmósfera, una mujer robusta con una trenza alta y rasgos asiáticos, envuelta en miles de correas y portando objetos parecidos a granadas.
—El Protector debe haber ideado un plan —respondió Isolde, ajustándose los guantes y manteniendo su personalidad fría y distante. Ambas hermanas lo observaron con insistencia.
Cuatro latidos. Zane observó a los dos Aplacadores y Potenciadores enemigos, todos lucían el mismo símbolo que su anillo familiar. ¿No era eso extraño?
—¡Habla, Protector! —exclamó Isolde, visiblemente irritada. Zane apretó los puños.
Cinco latidos. Los recuerdos de Zane inundaron su mente, reviviendo los golpes de Isolde que lo habían debilitado en el estómago, limitando su habilidad para controlar la sangre a voluntad.
—¿El Rey no planeó algo para ganar? —inquirió Zane, molesto, clavando su mirada en Isolde, quien retrocedió ante el aura aterradora que desprendía—. ¿Acaso debo enfrentarme solo a ese idiota?
Seis latidos. Un silencio tenso se apoderó de la arena al escuchar las palabras de Zane, todos contuvieron la respiración y Thalathos avanzó hacia el borde de su palco, su copa estallando de rabia en su mano.
—Protector, deberías dejar de hacer esas bromas —intervino Elara, acercándose y tocándolo. Zane sintió un aumento en sus emociones. ¿Le estaba concediendo un poco de poder extra?
Siete latidos. El presentador desapareció y los rivales se prepararon para el combate, Zane cerró los ojos y se concentró en su respiración.
—Necesito su sangre. Haganlos sangrar —murmuró Zane, Elara asintió y se retiró para comunicar las órdenes a su hermana.
Ocho latidos. Zane quitó el seguro de su grimorio mágico y la trompeta sonó. Todos se pusieron en guardia, excepto él, quien activó el anillo familiar.
—Elementalis sanguinis activation —murmuró Zane. La aguja se clavó en su dedo y una gota de sangre recorrió su piel.
Nueve latidos. La gota de sangre cayó al suelo, provocando un temblor sísmico. Esta vez, nadie retrocedió, sino que sus rivales se lanzaron contra él con mayor intensidad.
—Esto es por ti, Romina... —susurró Zane.
Diez latidos. El grimorio salió disparado y se interpuso entre Zane y su primer atacante, abriéndose y mostrando nuevas páginas teñidas de rojo. Zane sonrió y tomó los dos cristales de sangre.
—Sanguis Domain Expansio —proclamó Zane, sus palabras resonaron con fuerza en los oídos de todos los presentes, incluyendo asistentes y reyes. Thalathos retrocedió ante ese conjunto avanzado—. Arcanum Manipulation: Sanguine catenae.
La tierra tembló con mayor intensidad, derribando a los enemigos y haciendo que el principal atacante, el Protector de la Oxidación, cayera de golpe al suelo. Intentó levantarse, pero le resultó imposible. Del suelo surgieron enormes cadenas de sangre que arrastraron a todos hacia la superficie, incluidos sus aliados.
—¿Qué estás haciendo? —cuestionó Isolde, intentando liberarse de las cadenas. A ella la ató una extra, directo a su cuello, la estaba asfixiando—. ¡Liberanos!
Zane giró su cabeza, a diferencia de antes, su mirada estaba apagada y negó mientras suspiraba.
—Plures sanguinis pugiones —citó Zane en voz alta, todo el público estaba atento a sus acciones—. Terminar con esto de forma rápida.
Varias dagas de sangre se formaron alrededor del cuerpo de Zane, este caminó lentamente hacia sus enemigos y se colocó entre los dos Protectores, levantó las manos y apuntó como si tuviera una pistola hacia ellos.
—Hermanos míos, esto no es personal —dijo Zane, las dagas de sangre comenzaron su lento recorrido—. Pero debo ganar ese deseo, quiero volver con mi Guardiana a nuestro mundo y necesito que digan las palabras, no quiero matarlos, por favor, hagan lo que les pido.
—¡Traidor! —exclamó la Protectora del Olor, Zane exhaló de nueva cuenta y las dagas avanzaron con más violencia hasta detenerse a unos centímetros de su faz—. ¿Tu vida significa más que la seguridad de...?
—Claro que sí —argumentó Zane con ira, las lágrimas se asomaban por su rostro, aunque en lugar de agua, era sangre—. ¡Me importa un comino este lugar! Quiero volver a disfrutar la vida antes de heredar todos estos problemas y si tengo que darle un deseo a un tirano, lo haré. —Hizo una pausa y observó el dolor en sus ojos—. Digan las palabras.
Los Protectores maldijeron y se rindieron, ambos soltaron sus armas y la trompeta sonó a lo largo de la arena. Los asistentes estallaron en vítores y, desde el palco del Rey de Ferróvia, se escuchaban las felicitaciones.
Zane Russhell había ganado la Batalla de Esencias Bióticas y le estaba por entregar el deseo a un tirano. Todo para salvar lo que él más quería en el mundo.
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