IV | El Monarca de la Sangre y el Ego |

| Musica de Multimedia: Good To Be King - Antonio Balderas & Joe Smallbone |

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"¡Ojalá Thalathos II hubiera abdicado antes de darle el poder a su hijo! ¡Su codicia nos traerá la ruina, ya verán!"

Un borracho antes de ser apabullado por miembros del ejercito de Ferróvia—.

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La cena transcurrió con normalidad, como si todas las explicaciones de la tarde sobre aquel mundo fantástico nunca hubieran existido, Romina intentó amenizar la cena con conversaciones sobre la situación actual de la Hacienda y todos los asuntos que necesitaban su atención.

—Oh, vaya —dijo Romina, revisando el enorme reloj de la pared del comedor—. Se nos ha ido volando el tiempo, creo que es momento de que nos retiremos a nuestros aposentos, amo Zane.

—Romi... ¿Cómo puedes estar tan tranquila? —le preguntó mientras se incorporaban y los empleados le retiraban los platos. Ella ladeó la cabeza al no entender sus palabras—. Si digo algo sobre nuestro mundo, todo puede irse al...

—Por eso mismo estoy confiada, tu grimorio te traslada si haces o dices algo que delate la ubicación de la Hacienda Russhell a alguien más —aseguró, tendiéndole una mano, Zane se la tomó y decidió seguirla—. Te desmayarás allá y despertarás aquí y no podrás volver hasta la noche siguiente.

»Se hará cargo tu Apaciguadora y ella hará que te protejan hasta que reacciones allá —continuó Romina, subiendo las escaleras a paso seguro—. Yo despertaré aquí y repasaremos todo lo que hagas antes de que vuelvas y construiremos una historia sólida ante tus desmayos. De tu éxito depende el futuro de la Hacienda.

—Lo sé, Romi, solo..

Romina se detuvo frente al cuarto de su antiguo amigo y le dio un pequeño puñetazo sobre su clavícula en tono juguetón mientras esbozaba una cálida sonrisa. Al verla, la mente de Zane viajó al último verano en el cual estuvieron juntos; él la había besado en un impulso porque sabía que jamás volvería justo después de aquel gesto de confianza que tenían desde infantes.

Zane tuvo que apartar la imagen de aquella joven Romi y no sucumbir ante los sentimientos juveniles que despertaba la faz de su compañera. Así que, se limitó a responder el gesto de la misma forma, con la única diferencia de que él trazaría una equis encima de su corazón.

—Eres la mejor, Romi —aseguró Zane, girando el picaporte de la puerta de su habitación. Te veo allá.

—Descansa, amo Zane —respondió Romina, observó por detrás de él y, al asegurarse de que estaban solos, se acercó demasiado a su cuerpo y depositó un breve y fugaz beso en su mejilla y le susurró—. Nos vemos allá, mi protegido.

Romina se alejó y dio media vuelta mientras colocaba sus manos sobre su espalda y se retiraba dando leves brincos. Zane sonrió atontado y entró en la habitación, listo para volver a entrar al mundo de los Sangre Mágica.

. . .

El choque térmico fue lo primero que sintió Zane al tomar consciencia de la fría roca en la cual había decidido descansar. Titiló mientras abría los ojos y registraba la cueva, los rayos de Sol traspasaban la pared de sangre y la fogata se había extinguido.

Intentó palmar a su alrededor y encontró el grimorio sobre el cual su cabeza había dormido, cosa que le provocó un horrible dolor en el cuello; al tocarlo, este se transformó y las cubiertas personalizadas aparecieron.

—Bien, hasta ahora tiene sentido lo que dijo Romina... —dijo al aire, su cálido aliento salió como vapor de su boca, se sentó y comenzó buscar a la blanca criatura mientras se abrazaba—. ¡Romi! ¿Estás aquí?

Como si de palabras mágicas se tratase, la pared de sangre se liquificó y formó un pequeño torbellino del cual emergió el hurón blanco, este aterrizó sobre la roca y se sacudió mientras doqueaba de alegría.

—Aquí estás, Romi. —Zane le tendió la mano y la criatura saltó sobre sus hombros, otorgándole un poco de calor—. Veamos cómo saldremos de esta.

—No te preocupes, Zane —respondió Romi con total seguridad. Zane la observó sorprendido—. Oh, al parecer puedes oírme, ¿cierto?

—¿Te puedo entender?

—Debe de ser cosa del sello familiar, un vínculo para poder comunicarnos mejor —propuso Romi mientras movía su naricita por impulso—. Primero, abre el grimorio y déjame ayudarte con algo.

Zane hizo caso y abrió el grimorio en blanco, el hurón blanco volvió a doquear y las ropas del hombre se transformaron en una larga y cálida túnica de color blanco con detalles en blanco, con el sello de la Casa Russhell sobre la espalda y un cuello de lana de borrego que invadió de calor al hombre.

—¿No podrías haber hecho eso desde el comienzo? —cuestionó Zane un tanto molesto y sorprendido a la vez. El hurón negó—. ¿Por qué?

—El primer contacto no me deja usar hechizos básicos de transformación en tu cuerpo hasta que pronuncies tu primer encantamiento —respondió Romi mientras se dirigían a la salida de la cueva—. Ahora que has dominado el hechizo de translación, puedo acceder a las funciones básicas del grimorio, tú también puedes cambiar cosas de mi apariencia si aprendes el conjunto.

—Eso es... ¡guau! —exclamó Zane al salir de la cueva y contemplar el bosque y a varios soldados con armaduras carmesí y lanzas blancas apuntando. Por inercia alzó los brazos en son de paz—. ¿Son...?

—La guardia del Rey, creo que te detectaron a tiempo, Zane —aseguró Romi, moviendose a su hombro derecho—. Y si lo preguntas, ellos no me escuchan, diles quién eres y entenderán por qué hablas con un animal.

—¡Soy Zane Russhell! —exclamó a todo pulmón y con la voz más fuerte que encontró. Los soldados observaron extrañados—. ¡Soy el Protector de la Sangre! ¡Llevenme con su Majestad! ¿Puedo hablar con el Aplacador Real? Sé que debe de estar con ustedes.

Zane tragó en seco y rezó internamente al ver que los guardias no bajaban las lanzas, quizás, solo quizás, Romina se hubiera equivocado en que estaban en la provincia correcta. Quizás estaban cerca de la frontera de Ferróvia en las tierras de nadie y ellos eran desconfiados.

El aire vibró con la autoridad de una voz seductora, resonando a través del caos del campo de batalla. Los guerreros, con sus armas en alto, se detuvieron al instante al escuchar el mandato.

—¡Bajad las armas, soldados! —exclamó la voz, envolviendo el aire con una melodiosa cadencia. Los soldados obedecieron de inmediato, cediendo paso a una figura imponente que emergió de entre las filas. Era una mujer de belleza sobrenatural, con una estatura que desafiaba a los cielos, su figura esbelta destacaba entre la multitud. Su piel era pálida como la luna, contrastando con el fuego de su cabello cobrizo que fluía como una cascada de llamas. Sus ojos verdes brillaban con la astucia de un depredador, mientras que su nariz aguileña y su rostro circular exudaban majestuosidad y misterio—. Están ante el Hemosapiens Vorax, ¡comportaos!"

Ordenó la mujer con un tono que no admitía discusión alguna. Los soldados, ante su presencia, se inclinaron con respeto y obedecieron sus palabras como si fueran órdenes divinas. Se detuvo frente a Zane y le extendió la mano con un gesto de gracia real. Ante su majestuosidad, Zane se arrodilló con humildad y depositó un beso reverente en el anillo real que adornaba su dedo.

—Parece que te han entrenado bien, Protector" —dijo ella con una sonrisa sutil, como si leyera los pensamientos de Zane—. ¿Has venido a conocer a su Majestad Thalathos III, el Magnífico?"

—Sería un placer...

El viaje en carruaje puso a Zane un tanto nervioso, la increíble mujer se encontraba observando a través de la pequeña ventana, recargando su mentón sobre una de sus finas manos, siendo indiferente con su presencia. Habían estado viajando por más de seis horas y el Sol estaba a punto de ocultarse, esto lo hizo ponerse nervioso. Añadiendo que Romi había decidido descansar en el bolsillo de su abrigo y no podía distraer sus nervios conversando.

—Oh, Aplacadora Real —dijo Zane, manteniendo la compostura y armandose de valor, la mujer giró su cabeza con lentitud y gracia—. ¿Cree que llegaremos antes de la media noche?

—Entiendo vuestras preocupaciones, Protector —declaró con serenidad la Aplacadora Real—. Comprendo las vicisitudes de vuestro camino y os aseguro que conoceremos a su Majestad a tiempo. —Zane estuvo a punto de decir algo más, sin embargo, fue abruptamente interrumpido—. Hemos llegado.

El carruaje avanzó a ritmo cauteloso por el sendero que conducía al imponente castillo de Ferróvia, Zane observó por la ventana, con la mirada llena de asombro ante la majestuosidad que se extendía ante él. Las altas torres de piedra y las almenas afiladas se alzaban contra el cielo azul como testigos mudos del poderío del reino.

A medida que atravesaba el puente levadizo sobre el foso, Zane se encontró en los grandes jardínes colgantes con diversidad de plantas que desafiaban las leyes estacionales. Aquel paraíso asemejaba la primavera, contradiciendo el frío invierno perpetuo del resto del reino.

—Una última cuestión, Protector —mencionó la Aplacadora Real, cuando el carruaje se detuvo ante la majestuosa entrada principal del castillo. Zane salió del carruaje y volvió la cabeza para dirigirle una mirada—. Lamento no haberme presentado antes. Soy Isolde Oberon Eäleldrill Storlclock Moonshadow, segunda hija del antiguo monarca Thalathos II, a quien el Gran Padre todopoderoso tenga en su gloria.

La puerta del carruaje se cerró y este siguió su camino, dejando a Zane a las puertas del castillo. Comenzó a caminar a paso firme y posó sus manos en las puertas, estas se abrieron dejando vislumbrar la gran sala del castillo, donde la luz de los candelabros de oro y la música de los trovadores creaban un ambiente de esplendor y grandeza.

El Protector fue recibido por varios asistentes y estos lo condujeron por intrincados caminos de alfombras hasta la sala central, el lugar donde se encontraba el gran trono de Ferróvia.

En el trono de Ferróvia, sentado con una dignidad imponente, estaba el Rey Thalathos III, vestido con túnicas de púrpura real y adornado con joyas que destellaban con cada movimiento. Su rostro estaba marcado con una frondosa y cobriza barba que le daban una expresión de autoridad y confianza, y su voz resonaba en la sala con un tono pomposo y ceremonial.

—Saludos, viajero, y bienvenido a los salones de Ferróvia —declaró el Rey Thalathos con una reverencia exagerada. Haciendo que todos los vasallos se incorporaran e hicieran una reverencia exagerada que complaciera al Rey—. Aquí, en este bastión de poder y gloria, yace el corazón del reino, donde los hilos del destino son tejidos por la mano de los dioses y la voluntad de los monarcas. Que vuestras miradas se regocijen ante la magnificencia que os rodea, pues estáis ante el umbral de la grandeza.

Zane se inclinó de forma automática en señal de respeto, aunque por dentro estaba atónito ante aquella presentación pomposa del breve discurso del Rey. Sabía que había llegado a un lugar donde las palabras eran tan importantes como las acciones, y donde cada gesto y cada palabra tenían un significado más profundo en el gran tapiz de la historia de Ferróvia.

El Rey Thalathos se levantó del trono con una gracia majestuosa, su capa de púrpura real ondeando tras él mientras avanzaba hacia el viajero con pasos regios.

—Os doy la bienvenida, noble viajero, a la morada de los reyes y al corazón de Ferróvia —continuó el Rey, su voz resonando en la gran sala con una solemnidad que llenaba el aire—. Es un honor para mí recibir a un huésped de vuestra estirpe en nuestros sagrados salones. Decidme, ¿qué os trae a nuestras tierras? ¿Acaso buscáis audiencia con el Rey de Reyes?"

Zane se sintió abrumado ante las palabras exageradas del Rey, intentó encontrar las palabras exactas que Romina le había dicho y maldijo que su blanca compañera estuviera de visita en el reino de Morfeo; reunió su coraje y se inclinó ante él con la debida deferencia.

—Su Majestad —comenzó Zane con falsa, aunque no evidente, humildad—. He sido convocado a vuestro reino como el Protector de la Sangre, y yo, me postro ante usted para ofrecerle mi lealtad y poner a su disposición mis conocimientos para llevar la grandeza de Ferróvia a lo más grande.

El Rey Thalathos asintió con satisfacción, sus ojos brillando con un destello de complicidad.

—Ah, el compartir el conocimiento y la experiencia es un noble propósito —respondió el Rey con aprobación—. En Ferróvia, encontraréis todo lo que buscáis y más. Nuestro reino rebosa de historias por contar, de hazañas por realizar. Permitidme, pues, guiaros por los caminos de la grandeza y mostraros los secretos que yacen ocultos en nuestras tierras."

Con un gesto majestuoso, el Rey Thalathos indicó a sus cortesanos que prepararan un festín en honor al viajero. Mientras las mesas se llenaban de manjares exquisitos y las copas se colmaban de vino de los más finos viñedos, el Rey y Zane se sentaron juntos para compartir relatos de tiempos pasados y planes para el futuro.

—¡Seguidme, mi noble Protector! —exclamó el Rey Thalathos con alegría, guiando con firmeza el brazo de Zane al enorme salón donde se encontraban bailarines exóticos, bebidas extravagantes y actos que alzaban el ego del monarca—. ¡Disfrutemos de nuestro festín y contadme de vuestro mundo! Estoy ansioso de saber de tus aventuras.

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