II | La Criatura de Ojos Rubiés |
| Música de Multimedia: A Close Friend - James Newton Howard |
——————————
"¡La llegada de los hemosapies vorax a nuestro mundo es heregía! ¡El Ser Primordial llegará y su furia caerá sobre vuestros hijos!".
Un sacerdote hereje perteneciente a la Orden de la Armonía Primordial, momentos antes de ser arrestado—.
——————————
El trasero de Zane fue lo primero que impactó y tocó aquel misterioso reino nevado, el golpe fue amortiguado por las capas de nieve, sin embargo, el golpe fue algo que se llevó completo. Zane maldijo y comenzó a masajear los cuartos traseros mientras sus ojos se acostumbraban a la ventisca.
—¿Dónde estoy...? —preguntó Zane mientras se incorporaba.
El bosque se extendía como un laberinto de blancura etérea, envolviendo a Zane en un abrazo gélido y desconcertante. Cada árbol parecía una torre de hielo que se elevaba hacia el cielo, sus ramas extendiéndose como brazos misteriosos que intentaban alcanzar al intruso inadvertido. La nieve crujía bajo sus pies mientras daba pequeños pasos, intentando aceptar que todo era real.
La luz del sol se filtraba a través de la densa maraña de ramas cubiertas de nieve, arrojando sombras retorcidas y fantasmales en el suelo helado. El aire estaba impregnado con un silencio sobrenatural, interrumpido solo por el sonido ocasional de una rama quebrándose bajo el peso de la nieve o el susurro lejano de una criatura desconocida.
Zane se sentía desorientado al ver aquel extraño bioma, totalmente ajeno al clima de su país natal. Cada paso que daba parecía llevarlo más profundamente en el corazón del bosque, donde la realidad se mezclaba con la fantasía en una danza enigmática y cautivadora. Criaturas extrañas acechaban en las sombras, observando con ojos curiosos y cautelosos al forastero perdido en su mundo de nieve y misterio.
—Esto es... hermoso —A pesar de su desorientación, Zane no podía evitar sentir una extraña fascinación por este lugar mágico y desconocido. Aunque ansiaba regresar a su mundo familiar, una parte de él se sentía atraída por la belleza y el misterio que lo rodeaba—. ¿A dónde me mandaste, Gaya?
La ventisca comenzó a azotar con más fuerza, envolviendo a Zane en un remolino de viento helado que amenazaba con congelar sus huesos. Temblando y con los dientes castañeteando, Zane comenzó a buscar desesperadamente refugio, pero la espesa nieve que caía a su alrededor parecía burlarse de sus esfuerzos.
Con el corazón palpitando de miedo y frío, Zane se lanzó a correr a través del bosque, sus pasos hundiéndose en la nieve blanda mientras la ventisca rugía a su alrededor. Sin embargo, mientras avanzaba, comenzaron a emerger criaturas extrañas y maravillosas de entre los árboles cubiertos de nieve.
Al principio, solo eran destellos fugaces de movimiento entre los troncos, sombras que se deslizaban con gracia y rapidez a través del paisaje invernal. Pero pronto, las criaturas tomaron forma, revelándose en todo su esplendor fantástico, Zane se detuvo y se ocultó detrás de un tronco caído para analizarlos: Bestias cuadrúpedas con cuerpos cubiertos de escamas resplandecientes blancas y de ojos plateados centelleantes, emergieron de la neblina de la ventisca, sus rugidos resonaron como truenos en la quietud del bosque.
—¡Vaya..! —musitó Zane con auténtica sorpresa y el corazón acelerado. Inconscientemente se llevó la mano al cinturón y se percató de la ausencia del viejo libro de su abuela—. ¡¿Dónde lo dejé?!
Aquella preocupación fue dicha más alta de lo que debía, Zane se tapó la boca al darse cuenta y dio otro pequeño vistazo a las bestias, aquellas criaturas se habían callado y se encontraban olfateando el ambiente, sus inhalaciones eran fuertes y pesadas, volvieron a rugir y la cabeza de las bestias se volvió al escondite de Zane.
Zane maldijo por lo bajo e intentó controlar su respiración mientras, lentamente, se alejaba de las bestias; arrastrándose contra la madera su mano se vio afectada y un pequeño corte en la palma de la mano, aguantó las maldiciones y las pesadas pisadas de las bestias se detuvieron junto con el corazón del hombre.
Cerró los ojos y se preparó para el final irónico de su vida, después de haber atravesado distintas experiencias locas y desafiantes a lo largo de los año, esta sería acabada por bestias fantásticas.
—Por favor, que sea un sueño...
Justo cuando parecía que la desesperación se apoderaría de él, una luz tenue iluminó su camino. Abrió los ojos y, a lo lejos del sendero y de entre los copos de nieve, emergió un hermoso hurón blanco, sus ojos rojos centelleaban con una intensidad que desafiaba el frío. Con agilidad felina, el hurón se apoyó en las piernas de Zane y luego se lanzó hacia las criaturas con furia, desviando sus ataques con movimientos rápidos y precisos.
Incrédulo, Zane tardó unos cuantos segundos en reaccionar ante lo que acababa de ver, las bestias comenzaron a rugir y, el pequeño roedor, contestó con un pequeño dookeo, una peculiar combinación de sonidos entre un pequeño chirrido y un gruñido suave. Giró un poco y observó maravillado, por encima del tronco, cómo aquel animalito luchaba valientemente en su defensa, sintiendo un destello de esperanza brillar en lo más profundo de su corazón.
Zane se armó de valor y decidió pelear junto con su nuevo aliado, tomó un palo y saltó por encima del tronco mientras gritaba con fuerza para inspirarse valor. Las bestias no comprendía aquella acción hasta que Zane pegó un garrotazo directo a la cabeza de una, lastimándolo con la sangre embarrada por todo el palo.
—¡Largo de aquí! —exclamó Zane con felicidad mientras las criaturas se iban corriendo al ver la furia e ira del hurón. El hombre soltó el palo y se dejó caer sobre la nieve, la pequeña criatura giró y lo observó directo a los ojos—. Supongo que debo agradecertelo, amiguito.
Zane le tendió el dedo sangrante y este se acercó a olfatearlo con curiosidad, su pequeña nariz empezó a analizarlo y soltó un pequeño dookeo junto con un pequeño brinco. El hurón blanco comenzó a caminar en la nieve y se subió a las piernas de Zane hasta posarse sobre su pecho, este ladeó la cabeza y volvió a mofar su naricita.
—Parece que te caigo bien al igual que tú a mí —añadió Zane con alegría mientras acariciaba a la criatura, esta comenzó a lamerle la herida—. pero antes, tengo que parar la herida, quizás mi camisa...
El hurón blanco pegó un brinco y tiró de la parte baja de la camisa de Zane, rompiendo un pequeño pedazo de tela y, con mucho cuidado, la criatura comenzó a envolver la palma del hombre. Al terminar el trabajo, el hurón pegó otro dookeo y miró con felicidad a Zane.
—Gracias, pequeño... o pequeña... ¿cómo puedo saber tu sexo? —suspiró y volvió a ser consciente de la pérdida del libro, este se incorporó mientras el hurón blanco saltaba a la nieve y lo observaba con curiosidad—. ¿Podrías ayudarme a buscar algo que perdí? Busco un libro... aunque creo que no sabes qué es eso.
El roedor volvió a pegar un brinco y comenzó a caminar mientras olfateaba el piso, como si supiese cómo era el objeto que Zane necesitaba, el hombre comenzó a seguirlo mientras, a partir de ese momento, supo que su destino estaba entrelazado con el misterioso hurón de ojos rojos.
Con el hurón blanco al frente, Zane decidió regresar al sitio donde había sido arrastrado por primera vez a aquel reino nevado. Siguiendo las huellas que había dejado en la nieve y con el agudo olfato de la criatura, se adentraron aún más en el bosque, buscando desesperadamente el punto exacto donde todo había comenzado.
—Creo que decirte "amiguito" no suena del todo bien —dijo Zane mientras comenzaban a escarbar. La criatura volvió a girar su cabecita—. ¿Amiguito del bosque? No, muy genérico y así me decía mi antigua jefa cuando me regañaba. —El hurón comenzó a escarbar—. ¿Red? Puede, aunque me recordaría mucho a un monstruo de bolsillo. —Zane quitó la primera capa de nieve—. Lo dejaremos para después, de momento seguirás como "amiguito", sigamos buscando dónde caí.
Finalmente, después de una ardua búsqueda, Zane llegó al lugar donde había sido arrastrado por primera vez a este reino nevado. Pero para su desesperación, el libro no estaba allí. La nieve cubría el suelo como un manto blanco, pero no había rastro del objeto que le había abierto las puertas a esta tierra de maravillas y misterios.
—¡No se encuentra! —Zane se dejó caer de rodillas en la nieve, sintiendo una mezcla de frustración y desesperación—. ¿Cómo voy a volver a casa sin el libro de Gaya?
Al cabo de unos minutos, en los cuales, el llanto acompañó a la frustración, el hurón blanco se acercó a él, emitiendo un suave dookeo de consuelo. Zane levantó la nublada vista y notó algo extraño: el hurón le había dejado un objeto en la nieve. Se acercó con curiosidad y descubrió que el hurón lo había encontrado.
—¡Eres lo máximo! —El animalito, con la ayuda de su boca, abrió el viejo libro en una página escrita con una única palabra "Romi"—. ¿Romi? ¿Tu nombre es el diminutivo que le decía a Romina cuando éramos niños? —El hurón parecía asentir con una ¿sonrisa? Zane observó con más cuidado al animal—. ¿Conoces a Romina? —Otro asentimiento, la mente de Zane comenzó a jugarle un poco—. ¿Acaso... acaso eres tú, Romi?
El animalito de nieve dookeo con alegría y saltó hasta el hombro del hombre, Zane no podía creer qué estaba pasando, ¿acaso el cansancio del viaje podría haberlo traído a este mundo de ensueño?
—Bien, te llamaré Romi —añadió Zane mientras acariciaba al hurón blanco, este se estremeció ante su caricia—. Por favor, ayúdame a regresar a casa.
Un escalofrío de esperanza recorrió la columna vertebral de Zane mientras levantaba el libro del suelo. ¿Cómo podría ser que el antiguo y viejo libro desgastado de su abuela podría llevarlo a casa? Tenía que averiguarlo, pero el lugar en el que se encontraba no era el mejor, la tormenta amenazaba con volverse más violenta y el frío comenzaba a helarle los tuétanos a Zane.
—Bien, ¿conoces un lugar para refugiarnos, Romi? —El hurón saltó de su hombro y comenzó a caminar a través de la tormenta.
Con un nuevo sentido de determinación, Zane cerró el libro y se puso de pie. Miró al hurón blanco detenerse, una chispa de esperanza brillando en sus ojos rojos como rubíes. Juntos, comenzaron a caminar, decididos a descubrir los secretos que el viejo libro de su Gaya guardaba y a encontrar una manera de regresar al mundo que Zane llamaba hogar.
Zane abrió los ojos de forma lenta al sentir la ausencia del calor en la cueva en la que se había refugiado junto a Romi, la luz del día se había ido y, en su lugar, la luz lunar iluminaba de forma tenue el ambiente.
—¿Cuánto tiempo ha pasado...? —se preguntó, sentándose y recargando su peso en una gran roca, buscó con la mirada al hurón blanco—. ¿A dónde fuiste, Romi? —Zane se arrastró hasta el viejo libro por instinto y lo abrió al no encontrar a su amiguito, su cabeza comenzó a dolerle demasiado y la respiración le empezó a faltarle—. Tengo que...
Una instrucción se dibujó en su mente y él la siguió sin pensarlo, se quitó la venda y, poco a poco, la herida comenzaba a cerrarse, colocó la palma sobre el grimorio y una gota de sangre impactó en el papel, esparciendose a lo largo y mostrando una inscripción en latín
—Incantatio Sanguis Magicus —comenzó a recitar en voz alta y todo en la caverna comenzó a desvanecerse y la consciencia, junto con el cansancio, se apropiaron de Zane.
Todo mientras él caía rendido en la vieja cama de la habitación de su abuela y quedaba profundamente dormido.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top