01
Aquel día había peinado su cabello lo más apurada que pudo, su maquillaje estaba completamente desarreglado, junto con su uniforme disparejo que no pasaba desapercibido entre la multitud de gente y su rostro somnoliento que solo demostraba las pocas ganas que tenía de encontrarse en ese lugar.
Cuando el detective Moroboshi la contactó casi rozando las tres de la mañana, pensó que su trabajo la destinaba a la simple miseria y se lamentó de no haber escogido otra profesión. Creía imposible que un caso a tan tempranas horas de la mañana, comenzara investigación solo una hora después del suceso en cuestión, cuando normalmente demoraba unas dos ,hasta tres horas, en ser investigado, por lo que, la primera pregunta que se hizo nada más enterarse del suceso fue, ¿Que hacía tan especial ese específico asesinato de cualquier otro?
Su pregunta no duró mucho sin respuesta.
-Detective Forte. Tengo permiso del oficial Moroboshi para la entrada y encargamiento del caso.- explicó rápidamente a los dos oficiales de policía que resguardaban la entrada a la vivienda, mostrándoles, al mismo tiempo, su placa para testificar su palabra. Ambos hombres se miraron dudosos, pero al final, levantaron la cinta dándole el permiso respectivo de entrada junto con un simple "adelante" que acompañó cada uno de sus movimientos.
Nada más pasar la cinta de seguridad, su actitud indiferente cambió por completo, siendo reemplazada por mirada determinante y unas ganas de saber la verdad que solían invadirla sin importar en que escena del crimen se encontrase. A pesar de ser una de las detectives más jovenes de las oficinas Yotsuboshi, le habían tocado una infinidad de casos en la corta historia de su carrera. Algunos, tan simples como un chasquido de dedos, mientras que otros, solían costar tanto como una partida de ajedrez, pero jamás se iban de sus manos. Después de todo, la verdad siempre estaba allí, solo faltaba que la persona indicada, la encontrase.
Mientras más pasos daba hacia la entrada principal, el olor putrefacto que caracterizaba a las escenas del crimen, comenzaba a hacerse presente, aunque en aquel momento, también pudo identificar el olor de un cadáver en descomposición, hecho que la extrañó a sobremanera. ¿Acaso la información que le habían dado era errónea? ¿O es que había algo más de lo que no le habían informado?
Sea cual fuese la situación, iba a descubrir al legítimo culpable del suceso.
-Señorita, ¿Tiene permiso para estar aquí?- la pregunta llegó a sus oidos, acompañada de una voz cuyo tono interrogante e intranquilo le provocó un extenso suspiro que no pudo contener en sus labios. Detuvo sus pasos con intranquilidad antes de dar media vuelta sobre sus talones y observar a quien parecía, la nueva adquisición en cuanto a seguridad refería de la oficina Yotsuboshi. Su cabellera era oscura, logrando brillar ligeramente con la luz lunar, junto con unas pupilas ligeramente violetas y un cuerpo exageradamente robusto. El hombre que, calculaba, portaba unos 36 años de edad, la observaba con molestia, casi despreciandola con la mirada y sosteniendo firmemente bajo su hombro, un arma que bien supuso, no tenía el permiso para portar -¿Y bien?-
-Baje esa arma señor Futaba. Estoy seguro que no desea tener problemas con una de las mejores detectives que la oficina pudo haber adquirido durante éste año.- la simplista voz del oficial Moroboshi llenó el silencio que se había formado ante la incomodidad que el hombre le había causado con su encudriñante mirada. El hombre parpadeó algunas veces, sorprendido, antes de tomar la pistola y guardarla lentamente dentro de su cinturón, cubriéndola con cuidado detrás de su saco negro. A pesar de los nervios que llenaban su pecho, su mirada se mantenía firme, como si dentro de sus pensamientos no sucediese nada completamente inusual, aunque agradeció la presencia del hombre específicamente en ese momento, no creyéndose capaz de mantener la compostura un segundo más.
-Discúlpeme usted, señorita Forte. Le pido comprenda que es mi primer día de trabajo, y recientemente estoy haciendo el esfuerzo por recordar el rostro de todos los detectives de la oficina.- se disculpó, más formal de lo que ella estaba acostumbrada a escuchar que se le dirigieran, realizando una rápida reverencia y continuando su calmada caminata por los jardines de la morada. Soltó la gran cantidad de aire que, sin saber, había guardado en sus pulmones casi por instinto, antes de sentir las palmadas reconfortantes que el oficial Moroboshi dejaba sobre su espalda.
-Puede verse intimidante en un principio, pero el hombre carece de habilidades para apuntar a alguien con un arma, y especialmente para matar a alguien con la misma. Le dimos el poder de tener el arma consigo, solo para lograr el aspecto intimidante que buscábamos para ésta caso en específico- explicó el hombre con tranquilidad, mientras ella trataba de procesar toda la información sin confundir ni mezclar ningún hecho en su cabeza, todavía, bastante consternada.
-Es la primera vez que veo un arma desde tan cerca- murmuró, sabiendo que aquello era una completa mentira que su cabeza acababa de inventarse para cubrir el nerviosismo que la llenaba con nada más ver un arma nuevamente. Sus manos continuaban temblando con furtividad, mas obligó a su cuerpo a detener su acción y colocarse, de forma profesional, al lado del hombre que contaba como su tutor legal en su época de aprendizaje en Japón.
El hombre había sido uno de los amigos más cercanos de su madre durante el tiempo que estuvo estudiando en el país. Gracias a la poca habilidad social que ambos portaban, se vieron obligados a pasar tiempo juntos forjando una irrompible amistad que duró el tiempo en el que su madre finalizaba sus estudios en actuación, pero, que con el paso del tiempo y la distancia incubrible entre Japón y el país natal de su madre, fue desgastandose hasta casi romperse por completo. Después de su nacimiento, los momentos para llamar a su amigo que su madre tenía contados fueron desapareciendo casi por completo, llegando al punto en el que, con suerte, se hablaban una vez cada mes, pero, cuando ella le comunicó a su madre sus ganas por estudiar en Japón, ella no pudo pensar en nadie más para cuidarla que no fuese la única persona que la había apoyado durante su estadia allí en su tiempo.
Lo sorprendete de los azares del destino, se dió cuando se enteró que, el hombre que se había vuelto su tutor legal, era el mismo que manejaba la gran compañía para la que llegaba a ser pasante.
-Bueno, no hay mucha información sobre éste caso, a decir verdad- comenzó a hablar el hombre de mirada tranquila, dejando el asunto sucedido minutos antes casi en el olvido. Levantó su rostro en la dirección del hombre, solo oara demostrar que se encontraba escuchando por completo cada palabra que decía, y pidiéndole, al mismo tiempo, que continuara -El cadáver fue encontrado ésta madrugada cuando el ama de llaves llegaba a limpiar las habitaciones principales como solía hacerlo todos los sábados. Según lo que le dijo a la policía, la chica se encontraba boca abajo, frente a la misma puerta de entrada, bajo un desgarrador charco de sangre seca, y un disparo de bala limpia en su pecho. Tal parece que el criminal limpió el cuerpo antes de dejar la escena, e inclusive, creemos que se tomó el tiempo de limpiar toda la casa y asegurarse de no dejar huellas-
"Gente enferma" pensó mientras cruzaba una pequeña fracción del amplio patio delantero que la gran casa llevaba por delante. La rosas bien cuidadas junto con algunos claveles adornaban aquella mañana bañada en plena penumbra, haciéndola ver, ligeramente más hermosa. Caminó, lentamente hasta postrarse en la entrada principal de la vivienda, donde, la puerta de madera blanca, se abría ligeramente frente a sus ojos, dando paso al lugar donde todo ocurrio.
Y donde todo terminaría.
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