49. La gran gloriosa épica caza del Dragón con una increíble batalla con orcos

Los orcos nos están persiguiendo a través del bosque. Son bastante feos, por cierto. Es un aporte necesario.

El caballero y yo nos defendemos como podemos, pero no es sensato quedarnos a luchar contra todos. Cuando los orcos se atraviesan en nuestro camino, el caballero se deshace de ellos sin problema ninguno. Tiene un manejo de la espada que jamás habría esperado, es un auténtico fenómeno. Se queda solo luchando.

Siempre que aparece un nuevo orco yo me limito a hacerme a un lado e intentar ayudar a mi colega de algún modo, pero casi siempre lo soluciona él solo antes de que yo tenga que disparar alguna flecha. Corremos entre la maleza esquivando orcos y matojos, a partes iguales.

—¡Mira ahí hay una catapulta! —comenta el esponjososo a la carrera al tiempo que cambia su dirección hacia el armatoste.

Llegamos al lado de la catapulta y nos paramos a su lado. El úrsido de felpa retoma su glosa.

—¿Alguna vez has viajado en catapulta? —pregunta ilusionado.

—¿Cómo? —respondo con sorpresa.

—Sí. Creo que esto será perfecto para salir de aquí. Cruzaremos el terreno por los aires —afirma mientras empuja la catapulta para orientarla en la dirección en la que deberíamos avanzar para buscar al dragón.

—¿Pero tú estás loco? —pregunto sin esperar una respuesta. Sería absurdo esperar algo así de mi amigo.

—Mira, estoy todo blandito —contesta golpeándose la barriga peluchil—. Será un aterrizaje blandito. Yo te agarro y tú aterrizas encima de mí.

Mientras explica su absurda teoría, retira una roca enorme que había en la cuchara de la máquina de guerra. En ese momento, varios grupos de orcos, quizás adocenados, aparecen en la zona.

—No hay tiempo, ¡vamos! —exclama el oso mientras se sube en la catapulta.

Los adocenados han decidido venir por mí, así que sin pensarlo, me subo sobre mi colega considerando su burrada maquinación de vuelo descontrolado con aterrizaje en blando como la mejor opción. Al momento, me agarra con fuerza con un brazo y con el otro, tira de la palanca.

Todo cambia en un instante. Una sensación muy extraña y aterradora, provocada por una aceleración exagerada, se apodera de mi cuerpo. En menos de un segundo hemos sobrepasado la altura de los árboles. El paisaje se ha transformado ante mí en un instante, casi más rápido que un pestañeo. Cuando en esa trayectoria tomo algo de conciencia me doy cuenta de que hemos salido despedidos. Ha ocurrido con tanta fuerza y tan rápido, que apenas puedo entender qué ha ocurrido.

Seguimos ascendiendo a toda velocidad, rebasando toda la arboleda por encima. Vemos el paisaje desde mucha altura mientras ascendemos más y más y avanzamos más y más. La velocidad provoca un fuerte viento en mi cara y el miedo apenas me permite moverme. Noto cómo avanzamos una gran distancia hasta que el ascenso cesa y empezamos a caer, sin dejar de avanzar. La velocidad en caída es más y más rápida. Creo que ya casi llegamos al suelo, hemos pasado tanto tiempo de bajada como de subida. Apenas unos segundos. En ese instante mi pánico es extremo y me preparo para lo peor. Estoy boca arriba mientras el peluche me agarra con ambos brazos, al menos es un abrazo suave. Tengo la espalda completamente arqueada sobre la barrigota del enorme y mullidito mamífero. Espero no aterrizar yo en el suelo. Ahora mismo mi espalda está doblada como si fuese un plátano de dimensiones gigantescas abrazado por el oso. Toda una imagen.

Al impactar contra el suelo, damos un gran rebote. Y otro, y otro. He aterrizado sobre muy blando y en la escena lo único que escucho es al caballero riendo a carcajadas. En uno de los muchos rebotes noto un crujido y aparece un humo blanco que nos rodea mientras continuamos rebotando.

Tengo una sensación muy extraña en mi cuerpo. Cuando por fin aterrizamos y dejamos de rebotar, escucho gritar al caballero.

—¡Toma! ¡Menudo viaje! —exclama partiéndose de risa.

—Pero... —digo mientras me miro al cuerpo.

—¿Te has convertido en un plátano gigante? —pregunta mi amigo señalándome con la zarpa— ¡Qué pasada!

—¿Cómo? ¿Que soy un plátano? —pregunto mientras me examino. Tiene razón.

Un momento... ¿Se ha roto el cocomorfo que llevaba encima con el golpe de la caída? ¡No! Mi amigo está por los suelos, maravillado de mi elección mientras se revuelca de la risa.

Me incorporo y en ese momento me doy cuenta que soy enorme al lado de él. Si su tamaño ya era grande como oso de peluche, yo todavía lo soy más como plátano. ¡No puede ser!

Bueno, pues aquí estamos el plátano gigante y el oso de peluche a la caza de un dragón. ¿Podrían salir mejor las cosas?

Avanzamos a través de un bosque, se nota la presencia del dragón por alguna parte. El entorno se ha vuelto sombrío y solemne, sabemos que anda cerca. Vemos indicios de que el ser habita la zona. Incluso se pueden ver áreas quemadas, completamente arrasadas por el fuego. La tierra en superficie no tiene nada de vegetación que la cubra. Preveo un poder temible en el mitológico animal.

Ambos caminamos con nuestras espadas en las manos. Él en sus manos de peluche y yo en mis manos bananeras. Estamos en completa tensión para cuando aparezca el animal.

—Y por fin..., aquí estamos. Prepárate —me susurra en tono solemne. Bueno, todo lo solemne que pueda resultar un peluche gigante y genialoso.

Estoy al borde del colapso. Se avecina una gorda. Solo viendo lo que ha causado el monstruo con su fuego, no quiero ni imaginarme cómo voy a hacer para enfrentar las llamaradas. Intento hacerme una imagen mental acerca de cómo será la batalla y de qué es lo que haré para esquivar el fuego. Con dificultad puedo imaginarme un dragón. Me temo que voy a convertirme en plátano flambeado. Sinceramente, preferiría ser banana split.

Llegamos a un área despejada donde podemos ver por fin, al temido dragón. Un cuerpo enorme, monstruoso y amenazante yace en el suelo. Seguimos avanzando con lentitud entre los restos calcinados de los árboles hasta conseguir una visión completa de la criatura.

—¡Toma! —grita el caballero a la vez que echa a correr hacia el dragón como un poseso.

Yo me quedo en shock hasta que por fin obtengo ángulo para ver mejor a la criatura. El dragón está bajo una enorme roca que lo ha aplastado por la parte de la cabeza. Está muerto. O al menos lo parece. En ese momento apuro el paso hasta alcanzar a mi compañero y me pongo a su lado. Se ha quedado observándolo, inmóvil.

—¡Está muerto! —exclama pletórico.

—Oye... —Me quedo pensando un momento —, ¿ésta no es la roca que lanzamos por los aires desde la cantera? ¿Allá en la montaña?

—¡Anda! Pues ahora que lo dices... —El oso espadachín mira hacia el cielo pensativo—, ¡pues sí! ¡Claro que lo es! —comenta mientras examinamos la roca. Tiene el color y el tamaño de la roca que salió disparada por nuestra culpa, en la entrada de la cueva del Maxitauro. Por su forma, está claro que ha sido detonada. O es esta o al menos es lo que me dice mi instinto de profesional de canteras y explosiones que no soy.

—Sí que es. Además creo que vino disparada hacia esta zona —comento.

—¡Qué bueno! Pues sí que ha volado lejos, ¿eh?

—¡Claro! ¿No te acuerdas desde la montaña? ¡Fue una barbaridad! ¡Si cuando dejamos de verla parecía un guisante!

—¡Qué bueno! ¡Qué fácil ha sido! — exclama ilusionado mi amigo.

En ese momento la indignación se apodera de mí.

—¿Fácil? ¿Pero tú has visto todo lo que nos ha pasado?, ¿todo lo que hemos tenido que hacer para llegar hasta aquí? ¡Si hasta he tenido que ir a rescatarte!

El oso se rasca su cabezota peluda, pensativo. Tan pronto resuelve sus dudas, contesta con determinación y mucha alegría.

—¡Ah!, pues sí. Tienes razón —dice mientras se ríe. Y yo me contagio de sus sonoras carcajadas.

¿Qué os ha parecido? Queda un capítulo más, un epílogo y un par de sorpresas por subir. Sándwich toca a su fin...

Os prometo que aunque el dragón haya sido cazado (si es que esto es cazar un dragón), el último capítulo será muy importante en la trama.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top