1. "Bambunga!"

Ese sonido espantoso otra vez me despierta. Siempre pienso que tengo que cambiar el tono de despertador del teléfono, pero al final nunca lo hago. No sé qué tuvo en mente el fabricante al poner ese ruido como predeterminado, pero está más que claro que él no lo usa. Me incorporo de golpe y, como esta parte es la típica que todos sabéis, voy a hacer un salto al futuro y os ahorro la descripción de cómo me hago las tostadas y me las como.

Así que aquí me tenéis, de camino al trabajo. Lo hago en una oficina, al igual que la mayor parte de la población de la sociedad moderna. Es una de esas típicas oficinas donde tienes una mesa y un ordenador. Un teléfono, papeles, una grapadora y demás artefactos componen el resto de la decoración. Una de esas oficinas donde todos los días son el mismo y lamentablemente suelen ser días bastante malos.

El decorador de la oficina debió ser un tipo majo. Ha puesto unos muebles preciosos grises y negros a juego con nuestros trajes y ordenadores. Un buen detalle por su parte. Seguro que cuando esta persona tiene pesadillas, sueña con unicornios.

Mi oficina pertenece al típico edificio de cristales negros -otro punto más, esta vez para el arquitecto- de oficinas alquiladas. La empresa para la que trabajo tiene las plantas de la 13 a la 21. Las demás pertenecen a otras compañías. Hay algunas empresas que tienen sólo una, otras dos o más; la mía es de las importantes. Este edificio es una especie de lasaña empresarial.

El ambiente de esta empresa es bastante curioso. Lo normal aquí es que la gente compita por ascender. En nuestro caso, el ascenso es metafórico y literal. Aquí se asciende en todos los sentidos: los altos cargos están en las plantas superiores. Así que la recompensa por ser un trabajador eficiente es que te suban de piso o pongan tu mesa cerca de la ventana. Creo que también te pagan más, pero no tengo el gusto, así que no podría contaros de qué va el tema ese de ascender. He oído que incluso te conceden el don de tener tu propia máquina de café. Eso ya son palabras mayores.

Enciendo mi ordenador -ordenata para los colegas- y me pongo a mi tarea. Pasa el jefe por delante de mí y de mis compañeros con su típica cara de "debería cobrar más" saludándonos a todos con indiferencia. Pero para cuando él aparece, yo ya estoy en faena: escribo cosas en programas, abro ventanitas, pongo clips y grapas, hago y recibo llamadas de teléfono..., así durante tres horas. En ese momento alcanzo el punto muerto.

El punto muerto es cuando tienes que esperar a que algo ocurra y tú no puedes hacer nada más. En mi caso tengo que esperar a que me traigan unos papeles para poder seguir trabajando, así que lo único que puedo hacer es esperar aquí con cara de póker.

Queridos amigos, esto es muy importante en una oficina. Cuando no tengáis nada que hacer, poned cara de póker. Si tienes cara de pareja o de dobles parejas la cosa irá mal. Necesariamente tiene que ser cara de póker. Quizás la cara de full de ases-jotas también sea buena cara, aunque no funciona siempre.

No me arriesgo, dejo mi cara de póker puesta. Me quedo delante del ordenador haciendo que hago. No sé por qué, esto es muy importante en estos sitios. Todo el mundo sabe que en este momento no tengo nada en que ocuparme hasta que no me traigan lo que necesito. De hecho me pasaré toda la tarde con lo que me traigan. Pero hay una convención no escrita que te dice que en estos casos de total inactividad laboral, siempre tienes que permanecer en tu asiento con cara de profesional.

Y entonces hago eso que todo el mundo ha hecho alguna vez: aburrirme delante del ordenador. En este trabajo no tenemos Internet, así que mi único entretenimiento es mover los iconos de un lado a otro y arrastrar el rectángulo de selección para hacer que los iconos cambien de color. También me entretengo haciendo clic en programas de esos de trabajar. Los abro y los cierro continuamente.

Miro hacia un lado y veo en mi mesa el típico triángulo que se coloca en la mesa con tu nombre y tu cargo escrito debajo. Este artefacto es otro invento cuya utilidad desconozco: todos mis compañeros saben mi nombre. Por algún curioso motivo, mi mesa necesita mi nombre y mi cargo escrito ahí encima. Creo que este trasto alcanza el nivel de inventos más inútiles de la historia de la humanidad, llegando incluso a la altura del agua en polvo. Sí, como la leche en polvo, pero más barata.

Miro a la pantalla de nuevo y veo un icono raro. Tiene un dibujo extraño y por nombre "Bambunga!". Nunca antes lo había visto. Esto no estaba ahí cuando encendí el ordenador, de hecho, acaba de aparecer en el escritorio. Creo que actúo en nombre de todos cuando hago lo que cualqiera habría hecho: lo pulso a ver qué es y, de repente, algo extraño ocurre.

Aparezco en otro lugar.

Creo que me he teletransportado o algo por el estilo. Me encuentro en un prado verde, en un día muy soleado. Quizás me haya ido a un universo paralelo, o quién sabe qué. ¡Menudo chasco!, ni vórtice que me absorbe, ni una luz intensa... nada. Directamente aparezco en ese nuevo paraje y ya está. Pensaba que eso de los universos paralelos tenía más floritura. Simplemente apareces ahí y listo. Querido Stephen Hawking, si puedes oírme, tengo un aporte que hacerte.

Por el momento todo parece bastante normal. El paisaje es precioso, se ve muy reluciente y limpio. Una hierba de color verde intenso y campos de trigo a mi alrededor. Es un paraje bastante llano, con pequeños altibajos pero sin desniveles significativos. La vista está bastante despejada, hay mucha vegetación pero escasa densidad arbórea, por lo que puedo ver bastante a lo lejos. Es un lugar realmente hermoso. A lo lejos puedo observar ciervos corriendo, y se oye el sonido de algún cauce de agua; pero no consigo ubicar su posición exacta.

Me pongo a andar sin ninguna dirección en concreto, sin pensar a dónde ir. No tengo una teoría ni nada que me impulse a tomar una dirección; por eso simplemente voy hacia donde me lleva el instinto. Creo que estoy caminando en la dirección que me parece más bonito el paisaje.

Mientras ando, observo a mi alrededor. El entorno está lleno de colores, toda la gama. Incluso creo que hay alguno que no había visto jamás.

Justo detrás de unas rocas veo aparecer a un caballero que yo diría medieval pero no me atrevería, pues no sé si estoy en la Edad Media o directamente en otro lugar. Lleva los típicos trastos de los caballeros medievales: espada, armadura, guanteletes de metal..., todo. Lo mismo va a una fiesta de disfraces. Lo observo caminar como sin ganas, sin demasiada energía. Para ser un caballero no tiene un semblante demasiado imponente.

De repente, advierte mi presencia y me mira. Sonríe y se acerca hacia mí.

-Hola -dice sonriente.

-Hola -contesto.

-Usted no parece de aquestos lares. ¿A dónde se dirige con esos extraños ropajes?

-Ehm... -balbuceo. Ciertamente no sé cómo puedo explicar algo así a un tipo como éste.

-¿Viene vuesa merced quizás de otro universo, uno paralelo? -Touchée.

-Eso me temo, creo que algo así ha pasado.

-Entiendo... -contesta mirándome fijamente. Parece que realmente no le sorprende lo más mínimo. Es como si le hubiese dicho que hay nubes en el cielo, la más absoluta normalidad. Pese a lo extraño de todo esto, la situación no me intimida lo más mínimo. Se le ve buena persona.

-Deberíais vos considerar el facto de cambiar su atuendo. Soy conocedor de una ubicación donde podría adquirir unos ropajes más acordes a su categoría y personalidad. Puede su merced acompañarme si lo considera oportuno. Dirigíame ahora mismo en aquesta dirección.

De acuerdo -acepto, y empezamos a caminar en la dirección que el caballero llevaba cuando me lo crucé.

Por el camino no me atrevo a decirle nada, todo esto es muy nuevo para mí. Sin embargo, por dentro, tengo la sensación de que me da exactamente igual. Me siento en paz completamente. Simplemente no sé qué decir.

-Hay por aquí una tienda donde yo compro las espadas. También venden ropa y pociones, es un almacén grande donde hay de todo.

-Muchas gracias, no sé cómo agradecértelo.

-Es un placer, para eso estamos -contesta sonriendo.

¿Qué le ha pasado al lenguaje de este tipo? De repente se ha actualizado y habla completamente diferente a hace escasos minutos. No aguanto la tentación, así que me veo en la obligación de preguntarle.

-Oye, ¿qué le ha pasado a tu manera de hablar?, ¿por qué hablas ahora distinto a como hace un momento?

-¡Era para fardar un poco! -se ríe espontáneamente-. ¿A qué parezco más cool cuando hablo así? El rollo este de las espadas y armaduras te da estas licencias.

-La verdad es que sí. Voy a tener que aprender a hacerlo.

-Es muy fácil, se trata de decir las cosas de una manera más larga a lo habitual y poner cara de interesante, así como subiendo un poco las cejas y mirando de medio lado al interlocutor. -Menudo fenómeno. El caballero éste lo tiene clarísimo. Me gusta.

Seguimos caminando nuestra ruta a través de este peculiar paisaje y llegamos a una aldea donde las casas tienen planta redonda y el tejado de paja en pico. Todas las viviendas son de una sola altura, con una puerta principal de madera y ventanitas a los lados. Muchas de estas casitas tienen chimenea y sale humo por alguna de ellas, aunque no hace frío. Deben de estar cocinando, pues huele a comida.

Avanzamos por las calles, cruzándonos de vez en cuando con algún que otro aldeano. Después de unos cuantos metros, llegamos a un edificio enorme, de varias plantas, con carteles a su alrededor en los que puedo leer "Espadas de ocasión. Pócimas a bajo coste". En un lateral hay un cartel con la imagen de un mago con barba larga blanca posando sexy con una pócima en la mano. En el pie de la imagen hay un texto que pone: "Si es usted mago, tráiganos su carné de autónomo y le hacemos un 20% de descuento en todas las pociones". ¡Mecachis, y yo trabajando por cuenta ajena!

Bienvenid@ a Sándwich de Dragón.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top