Hasta la última gota de sangre [Pt.2]

Fer regresó a los pocos segundos, con ropa negra siendo apretada por sus manos, y no dijo nada, sólo me la arrojó encima.

—¿Cuánto tardarás en entrenarme? —pregunté, ignorando la grosería que acababa de hacerme.

—No lo sé, podrían ser meses, dependiendo de tu empeño.

—¡¿Qué?! ¡¿Meses?! —grité. ¿Cómo se supone que vuelva por Aarón? En meses seguramente ya se habrá ido de vuelta a casa.

Tomé la ropa que él consiguió y me metí a uno de los cuartos, me la puse enseguida y volví, estaba totalmente dispuesta a aprender. «No puedo estar durante meses fuera» pensé.

De repente sentí un golpe fuerte en la cabeza que me hizo caer al suelo.

—¡Oye! ¿Qué te sucede? —volteé a verlo con molestia.

—No te distraigas, no importa lo confiada que estés, tienes que estar atenta a todos los movimientos de quienes te rodean.

—¡Qué duro! —sobé mi cabeza.

—¡Levántate! —dijo entre dientes.

Me levanté un poco aterrada, su mirada era cada vez más intimidante, sentía como si fuera a matarme en cualquier momento.

Lo único que estaba reconfortándome era la supuesta inmortalidad que ahora poseo, así que me resigné, y esperaba el momento para contratacar.

—¡No esperes a que haga algo! Trata de golpearme —exigió.

Me dispuse a golpearlo como él dijo, inclinando un poco mi cuerpo hacia atrás, para lanzarle un golpe más fuerte. Pero ni siquiera pude tocarlo cuando mi cuerpo ya estaba de nuevo en el suelo. «Esto va a ser muy difícil, ¿por qué los vampiros tienen que pelear entre ellos?». A este paso jamás iba a vencerlo, ni siquiera me daban ganas de enfrentarlo otra vez.

—¡Levántate de nuevo! —él me jaló del brazo. Sólo lo miré y me solté bruscamente. —No voy a parar Alice, no me importa que seas débil —dijo directamente.

—¿Cómo se supone que te venza? No creí que los vampiros supieran artes marciales, o lo que sea que estés haciendo —Fer se rio.

—Escucha bien; cuando eres inmortal, deja de importarte golpear a los demás. Hay cosas más importantes de las que debes cuidarte.

—¿Cosas más importantes?

Él rodeó mi cintura con su brazo y me jaló hacia él, estábamos muy cerca.

Fer sonrió, algo estaba doliendo en mi estómago.

Cuando volteé hacia abajo tenía lo que parecía ser una daga, encajada justo en el centro de mi abdomen. Él se alejó de mí sacándola de mi cuerpo, con el rostro inmutable, pero lleno de tanta satisfacción que daba escalofríos. Veía mi sangre cayendo al suelo, me quedé inmóvil. «¿De dónde sacó eso? ¿Por qué siento como si fuera a morir? ¿De verdad soy inmortal?» comencé a preguntarme. Tenía los labios temblorosos y la mirada fija en el suelo, el miedo me estaba invadiendo al verme en esas condiciones.

—Serás un blanco fácil para Beth.

—Haré lo que pueda para vencerla —respondí tratando de aguantar. Observando cómo mi herida comenzaba a cerrarse por sí sola.

Todo este tiempo mantuve mis dudas, pero ahora, era claro que soy inmortal, y no sólo eso, soy uno de ellos, esos seres horribles a los que llaman Vampiros.

—Eso no será suficiente para derrotar a Beth. No conoces la inmensidad de su poder...

—¡Lo haré! —grité, interrumpiéndolo.

Sus palabras dolían incluso más que los golpes, pero eran mi motivación para concentrarme en mi objetivo. Mi orgullo había sido dañado completamente al escuchar cosas como esas. Nunca me consideré alguien demasiado orgullosa, pero en esta ocasión... Tenía ganas de demostrarle que estaba equivocado, que sí podría contra cualquiera que se me pusiera enfrente, que iba a lograr cualquier cosa.

Quería golpearlo, él me estaba incitando a hacerlo, era consciente de todo. Con mi mano empuñada, me apresuré a golpear su rostro; a este grado ya ni siquiera me importaba que él estuviera ayudándome, iba a golpearlo hasta que me dolieran los brazos y piernas, si es que eso era posible.

Fer y yo nos mantuvimos peleando durante gran parte de la noche, estaba agotada, sentía que no podría más con otra derrota.

No importaba lo que hiciera, él recibía golpes de mi parte, pero siempre me exigía más. Me venció todas y cada una de las veces. Cualquier golpe que le diera, sabía esquivarlo y respondía con otro más grande, tenía la suficiente experiencia, y eso se notaba.

Y ahí estaba yo... en el suelo por milésima vez, sin que alguien me ayudara a levantarme. Sin piedad, él sólo me pateaba. Llegué a ese punto en el que ya no quería seguir, ese orgullo con el que comencé había sido destrozado por completo, y ni ganas de recuperarlo tenía.

—Bienvenida a este mundo, Alice, espero que la estés pasando bien. —se burló.

—No más... —respondí en voz baja.

Fer se portó insistente, ignorando por completo que quería parar y haciendo que me levante de un solo golpe en mi estómago.

De verdad no quería seguir peleando, pero este hombre se volvía más molesto a cada segundo.

Él se acercó levantando el brazo, estaba listo para golpearme otra vez, pero lo detuve con mi mano sin pensarlo. Me sorprendí al ver que mi cuerpo estaba comenzando a reaccionar más rápido de lo normal y no pude evitar sonreír. «¡Lo hice! pude evadir uno de sus golpes por primera vez».

El brazo de Fer comenzó a tornarse podrido frente a mis ojos. Él dio un grito aterrador y me alejó de inmediato, viéndose a sí mismo con miedo en su mirada. «¿Qué fue eso? » me pregunté.

Lo analicé por un momento, al parecer mi magia decidió intervenir. «Demasiado tarde ¿no lo crees? Quizá debiste ayudarme desde el principio» dije en mi mente, riendo por hablarle a mi magia como una loca.

Normalmente odiaba que mi magia apareciera en momentos inadecuados, pero en este específicamente, por primera vez lo agradecía. Ésta persona no puede morir, eso comienza a volverlo divertido.

—¿Q-qué demonios? —preguntó tartamudeando.

—Acércate, estoy lista —respondí confiada, retándolo a pelear conmigo.

Su brazo comenzó a recuperarse casi inmediatamente, y sin dudarlo se acercó corriendo hacia mí para volver a atacarme.

Todavía no comprendo cómo funciona mi magia, pero sí tengo algo muy claro; una vez que inicia es difícil detenerla.

Extendí mi brazo, empujando su pecho lejos de mí. Él salió disparado por el aire, parecía como si estuviéramos en una película.

Me emocioné, no podía creer que podía hacer cosas como esas.

Esto me está gustando, me gusta tanto que comienza a asustarme.

El cuerpo de Fer golpeó con fuerza la pared, escuché sus huesos crujir. Él cayó al suelo, completamente adolorido.

—¿Cómo lo haces? —preguntó confundido, con la voz temblorosa. —Terminemos por hoy.

—Levántate, ¿vas a darte por vencido? —continué retándolo, quería ver qué más era capaz de hacer con mi magia y este era el momento perfecto.

—No esperaba que tus poderes se manifestaran tan rápido. ¿Y si me matas? —respondió asustado. —No quiero que se salga de control.

—¿Matarte? ¡Tú no puedes morir! —me acerqué directamente a él para levantarlo, pero intervino en mi mente el recuerdo de él, golpeándome sin piedad durante horas—¿Me tienes miedo? Llevo mucho tiempo diciéndote que ya no quiero pelear. —Comencé a patearlo con fuerza. —¿Tu orgullo ha sido dañado? Dime... ¿Cómo te sientes? —pregunté entre dientes, con mi enojo incrementarlo tan sólo al verlo. —¿Ahora que tú eres el que sufre quieres que pare? —Fer me agarró el pie, intentando frenarme.

—Por favor, detente, mi piel está ardiendo —dijo suplicando.

—¿Crees que eso me importa? —hice que me soltara el pie. Él sólo estaba quejándose del dolor que supuestamente sentía. —Odio a los vampiros, se creen superiores al resto sólo por ser inmortales, por verse siempre perfectos, creen que pueden humillar a cualquiera. ¡Ustedes no tienen derecho! —me quejé. —Odio que decidan quién vive y quién muere al azar, a su gusto y conveniencia. ¡No somos su alimento! —Fer comenzó a levantarse poco a poco. —Pero, lo que más odio de los vampiros... —lo golpeé con mi rodilla, justo en la boca del estómago. —Es que ahora me han convertido en uno —lo aventé de vuelta al suelo y me alejé yendo hacia la ventana.

La luna iluminaba completamente el cielo.

No sabía que expresar mis más profundos pensamientos me haría sentir así. No sabía que golpear a alguien me haría sentir más viva que nunca. Todo este tiempo guardé todo este sentimiento en el fondo, el negativo, el que quería hacerme explotar. Todo este tiempo lo ignoré, buscaba no tener problemas, vivir normalmente, negando que algo era distinto en mí, pero todos insistían en sacarlo a la fuerza, mientras yo me mantenía conteniéndolo, nadie tuvo piedad conmigo.

Tal vez ese fue mi error... por eso fui humillada, una y otra vez.

Mi padre y mi amigo murieron, le mentí a mi mejor amiga, mi ex pareja logró manipularme, y Aarón... «Dylan tenía razón: es una debilidad».

Mi sangre estaba hirviendo, no me gustaba la idea de tener que admitir algo que un imbécil como Dylan había dicho.

—¿Qué clase de monstruo eres? —preguntó Fer, devolviendo mi atención hacia él.

—¿Monstruo? —corrí hacia él, acorralándolo contra la pared. —¿Cómo te atreves a decirme así? —me dolió. Dylan me dijo lo mismo después de haberme mordido. ¡Ellos son los monstruos! Seres insensibles, y destructivos.

—Yo también odio ser un vampiro —respondió en voz baja. —Pero jamás había visto algo como eso... Eso no es algo que nosotros podamos hacer.

—No sé de lo que hablas —Sabía a lo que él se estaba refiriendo, pero preferí fingir.

—¡No soy un imbécil, Alice! He vivido suficiente. Sé detectar a los de tu especie.

—Lo dices como si fuera un animal —me acerqué un poco más, preparándome para cualquier cosa.

—No puedo pelear contigo si utilizas magia en mi contra, quiero ayudarte, no suicidarme. Reacciona, Alice —Fer rodeó mi rostro con sus manos, estaba temblando, se notaba que dudaba en tocarme. Sólo me quedé esperando a que hiciera algo, sin bajar la guardia ni un poco. —Alice, ¿qué eres? —preguntó manteniendo su voz calmada a pesar del pánico que se notaba en su rostro.

Me tocó con ambas manos la cara, y me miró directamente a los ojos. No hacía nada, como si el tiempo se hubiese detenido, nos quedamos viendo sin decir algo. Comenzaba a conmoverme con tan solo ver sus ojos enormes, pidiendo que pare.

—Bienvenido a mi mundo —respondí, dándome cuenta del daño que le hice y comencé a alejarme, pero él no me soltaba. Sus brazos se sentían duros como piedras —Fer, suéltame. —exigí, pero él se quedó inmóvil. Toqué sus manos para alejarlas, eran tan duras que se volvió preocupante. Su rostro tampoco se movía ni un poco. —¡Fer! —grité, comenzando a llorar.

Me jalé hacia atrás para zafarme de él y caí al suelo, en ese momento un relámpago iluminó el cuarto entero y empezó a llover con fuerza.

«No puede ser... de verdad soy un monstruo».

Cubrí mi rostro con mis rodillas, no podía voltearlo a ver, el simple hecho de pensar que ya no se movía por mi culpa, hizo que me arrepintiera totalmente de lo que hice.

Se suponía que sería divertido, pensé que nada de lo que hiciera podría dañarlo.

Me convertí en algo peor que un vampiro, me sentía asquerosa, como una persona totalmente despreciable. Mi padre me odiaría por esto, él siempre decía que sólo debía usar mi magia en momentos que fuera realmente necesario, pero abusé de ese poder, sin saber qué tan peligroso era.

¿Y si lo maté? ¿Puedo revertirlo?

La frustración me estaba volviendo loca, comencé a rasguñarme el cuello, quería desaparecer en ese mismo instante, sólo escuchaba la fuerte y ruidosa lluvia. Como siempre; esa es la señal de que mi magia está en completo descontrol. ¿Por qué no para? Quiero que se detenga. ¡Quiero terminar con esta pesadilla!

Me levanté y me paré de nuevo frente a él, seguía inmóvil.

—Perdóname, Fer, yo no quería hacerte esto —lo toqué, tratando de controlar mi llanto. —No sé cómo arreglarlo.

No pude soportar verlo ni un momento más, ni siquiera pestañeaba, era como una estatua.

Comencé a recorrer la casa, tratando de concentrarme y pensar en alguna forma de traerlo de vuelta. Me sentía culpable, él tenía la intención de ayudarme, debí detenerme cuando lo ordenó.

De repente se me ocurrió una solución, pero buscarla me traería problemas. ¿Sería muy loco recurrir a Giselle en estos momentos? «Tal vez ella sabe cómo revertirlo, es la única persona existente que puede ayudarme».

Lo pensé mucho, hablar con Giselle no era algo que tuviera planeado, pero no podía dejar que Fer se quedara así por el resto de la eternidad. Me tragué mi orgullo, y tomé una decisión.

—Giselle... —le hablé con mi mente. No sabía qué sucedería cuando respondiera, pero ya lo había hecho de todas maneras.

No recibí respuesta, los minutos seguían pasando, y mi madre no era capaz de responderme. ¿No era lo que ella quería? Ahora que la necesito decide ignorarme.

—Madre —le hablé de nuevo, conteniendo mi coraje por tener que llamarla así con tal de recibir alguna respuesta, seguramente quería escucharme rogar. —Por favor, contéstame —insistí al ver que seguía sin responder.

Me quedé sentada en la cocina, «en otro momento le hubiese hecho una broma acerca de tener una cocina en su casa» pensé, me reí como tonta. Estaba tan mal y tan sola que intentaba reconfortarme con algo de humor, soy patética.

La lluvia paró, me asomé por la ventana para verificarlo y al comprobarlo, corrí de regreso al cuarto donde estaba Fer.

«Si la lluvia se detuvo, espero que mi magia también».

Choqué con él.

Me alegré tanto de verlo a salvo que me dieron ganas de abrazarlo. Estiré mis brazos hacia él, pero Fer se alejó y puso sus manos al frente pidiendo que me alejara. «Muy bien Alice, gran idea, casi lo matas, es obvio que te quiere lejos» me dije a mí misma.

—Lo siento —me alejé de inmediato. El silencio estaba dominando el lugar, no sabía qué decir. —Me alegra que estés bien —le hablé titubeando.

—Alice, antes de decir cualquier cosa, quiero pedirte un favor —respondió con seriedad en su rostro. —No te muevas.

—¿Por qué? —pregunté extrañada.

—Después de lo que hiciste creo que merezco esto a cambio, por favor, sólo no te muevas.

Sus palabras se convirtieron en una orden, lo dijo con calma, pero sentía que tenía que hacerlo, y confiar en él, por más extraño que sonara.

Dejé de moverme, aunque me ponía nerviosa porque se acercaba a mí con lentitud, todavía parecía asustado.

Él volvió a agarrar mi rostro con sus manos, se posó frente a mí y me miró sin decir nada.

Agaché la mirada, no entendía lo que estaba haciendo ni por qué.

—Mírame —dijo con dulzura. Esto cada segundo era más extraño.

Volteé la mirada hacia él. Era muy raro, pero quería pensar que tenía algún sentido y que no se había vuelto loco también por mi culpa.

—No volverás a hacerme daño con magia —dijo en voz baja.

Tal vez estaba alucinando, pero sus ojos cada vez se hacían más grandes, eran brillantes, tanto como la luna de esa noche.

—No lo haré —respondí, todavía estaba arrepentida.

Fer se alejó de mí tranquilamente, se veía mucho más relajado, y se fue a sentar al sillón, invitándome con la mirada a que hiciera lo mismo.

¿Qué acaba de pasar? Sigo sin entenderlo pensé, yéndome a sentar frente a él.

—Oye... —comencé a formular las palabras correctas para preguntarle sobre eso.

—Te hipnoticé. Espero que no te moleste, pero no puedo permitir que vuelvas a hacerlo. —respondió interrumpiéndome.

—¿Qué?

—No voy a arriesgarme otra vez, espero que tengas una explicación para esto.

—¿Me hipnotizaste? —pregunté, aún con la confusión en mi cabeza.

—Ah, claro, olvidé que procesas muy lento la información —lo que dijo me hizo sentir ofendida. —Alice, todos nosotros tenemos una habilidad especial, podrías llamarlo "poder" o como las películas de vampiros te lo hayan enseñado —se rio, estaba volviendo a la normalidad. —Bueno, en algún momento tenía que decírtelo. Yo puedo hipnotizar con la mirada a los demás, con sólo decirte qué hacer, sucederá —miró hacia un lado por un segundo. —Claro, si me dejas verte directamente el tiempo suficiente.

«Comprendí todo».

—¿Era eso lo que estabas haciendo? —me alivié, sí tuvo sentido lo que hizo. —Por un momento creí que intentarías matarme —bromeé un poco.

—Dímelo a mí. No sabía que tenías un problema para controlar tu ira. Ahora sí me sorprendiste —lo que dijo me incomodó «tiene razón, esto pasa cuando no controlo mi enojo». —Alice, espero que puedas ser honesta conmigo, porque estoy seguro de que eso no es una habilidad digna de un vampiro. Es mucho más poderosa, y fuerte... Sólo he visto a una persona en toda mi vida hacer algo como eso, y fue impresionante —Fer se emocionó al recordarlo y se recargó sobre el sillón. —Ese hombre... Fue la primera vez que vi a alguien, que no era un vampiro, relucir un poder tan fascinante. Aunque... —se puso el dedo en la barbilla —Él llevaba un objeto en sus brazos. Era el hechicero más increíble que conocí —Fer puso sus manos detrás de su cabeza y miró hacia el techo, perdido en sus recuerdos. —¿Sabes...? Es una pena que haya muerto, yo era su fan —rio.

—¿Estás bien? Creo que te afectó un poco el golpe que te di —dije, tratando de cambiar de tema. Él comenzó a hablar de la nada sobre hechiceros, tenía que detener esa conversación antes de ser descubierta.

—¿Qué eres? —volvió la mirada hacia mí, sonriéndome con intriga.

Quería responderle algo, lo que fuera con tal de evadir la verdad, pero me miraba tan tranquilo que me hacía dudar sobre mentir.

Llevo gran parte de mi vida mintiendo, ¿es necesario hacerlo una vez más?

Quizá él, por ser un vampiro; alguien que también es considerado inexistente, que también sería juzgado ante las personas del mundo "normal" podría entenderme. Pero temía que intentara aprovecharse de mí, en especial después de haberme dicho que puede hipnotizarme.

Mi padre me dijo que no confiara en nadie, pero aún así, Fer me transmitía una vibra positiva, y esperaba no equivocarme.

—Ese hombre del que te hablo, era casi tan poderoso como tú. Por eso siento curiosidad... —comenzó a hablar de nuevo. ¿Por qué estaba tan impresionado por un hechicero? ¿No se suponía que estamos por debajo de ellos? Así se expresan de nosotros. Mi padre...

—Espera —interrumpí lo que estaba diciendo, quizá ese hombre del que habla podría ser alguien que conozco, tal vez... Fer ya se había enfrentado a un hechicero. —¿Cómo era ese hombre?

—Digno de admirar. ¿Por qué de repente sientes interés? Estabas ignorándome hace un momento —se rio. —Lo descubrí hace mucho tiempo, ese tipo peleaba frecuentemente con uno de los nuestros. En una ocasión tuve la oportunidad de ver a lo lejos uno de sus enfrentamientos, y debo decir que me impresionó bastante. Nunca creí que un hechicero podría ser tan poderoso, incluso creo que más que un vampiro.

—¡Por supuesto que sí! —grité. No pude contener mi emoción al escuchar eso, él se me quedó viendo extraño, así que me recargué en el sillón, poniendo mi rostro serio para dejarlo hablar.

—Eres muy peculiar, Alice —él seguía riendo como siempre lo hacía. —Digamos que, cuando eres inmortal, tu tiempo no vale tanto. Comencé a seguir a ese hombre sólo para seguir viendo sus magníficos poderes, le tenía mucha envidia —sonreí, no creí que escucharía algo como esto jamás. —Era, justo como yo hubiese querido ser. Respetado por todos, incluso por algunos de nosotros. Todos sentían su orgullo dañado frente a él, por ello nos prohibieron hacerle daño y desde entonces nadie nunca volvió a molestarlo. No queríamos empezar una guerra innecesaria sólo por cuestiones de orgullo. Pero... —hizo una pausa. —No pude evitar seguir al pendiente de él. Verlo usar su magia era uno de mis pasatiempos favoritos.

—¿Y, en qué momento te enamoraste de él? —pregunté bromeando.

—Pensé que no tenías mucho sentido del humor, Alice —me sonrió. —Ese hombre siempre estaba acompañado por más personas, me hubiera gustado saber qué tanto hacían. Hubo un tiempo en el que se reunían prácticamente a diario, pero no podía acercarme demasiado. Además, yo sólo iba a mirar cuando salía por algo de sangre fresca. Creo que él era su líder —se quedó pensando. —Ah, —suspiró. —No entiendo cómo pudieron matarlo.

—¿Fueron sus compañeros? —pregunté con intriga, él logró meterme en la historia así que me acerqué un poco sin levantarme del sillón.

—No lo creo. Tal vez no era tan querido y respetado como yo creí. Lo mataron mientras estaba con su hija, pero nunca supe por qué —lo que dijo cambió mi expresión en el rostro totalmente.

No es posible, no puede ser él.

—¿C-con su hija? —pregunté, tartamudeando.

—Era una niña pequeña, yo creo que tenía unos nueve o diez años. La había visto un par de veces con él. Ese día iba acompañando a un vampiro superior. Quería mostrarme un lugar, pero cuando llegamos ahí, ese hombre estaba peleando con un montón a su alrededor. Le dije a mi compañero que lo viera, que sería espectacular, pero él se mantuvo escéptico ante la idea de que un hechicero fuera tan poderoso. No sé qué sucedió, yo quería que se asombrara, pero el hechicero nunca mostró su poder. Ese vampiro hasta se burló de mí, por admirar a alguien que a lo lejos parecía ser sólo un inútil —Fer estaba muy metido en sus recuerdos, ni siquiera me estaba mirando. —Lo golpearon entre todos. Nosotros comenzamos a irnos, mi compañero me dijo que volveríamos en otro momento, cuando el lugar no estuviera invadido por mortales.

—¿Y se fueron? —preguntaba, tratando de saber un poco más, pero no podía dejar de poner mis pensamientos por enfrente de lo que él decía.

¿Qué posibilidad hay de que esta historia sea mi historia?

—Sí. Tuve que hacerlo, pero alcanzamos ver a su hija corriendo a esconderse. Mi compañero me dijo que ese hombre moriría, e incluso me ofreció a esa niña, dijo que podía beber su sangre, de todas maneras, ella se quedaría sola —tragué saliva al escucharlo.

—¿Qué lugar dices que era? 

—No lo sé, era una cueva extraña en medio del bosque, me parece que estaba en... ¿Canadá? —suspiré, era muy probable que estuviera hablando de nosotros, pero no quería aceptarlo.

—¿Por qué no le hiciste caso a tu amigo? Tal vez debiste acabar con la vida de esa niña. No sabes si ella ha estado sufriendo después de eso —estaba haciendo un esfuerzo enorme para no mostrar mi incomodidad. ¡Casi fui su almuerzo y no lo sabía hasta ahora!

—Porque él no es mi amigo. Y no podría matar a la hija de una persona tan buena, eso es muy cruel —dijo quejándose. —Alice, no creas que por ser un vampiro no puedo sentir, tú lo eres y estabas llorando hace unas horas.

—¿Sentiste pena por ella? —contuve mis lágrimas.

No puedo creer que todo este tiempo estuve más cerca de lo que creí de esta persona. Tal vez, de alguna manera estaba destinada a esto.

—Claro. Iba a vigilarla, quería saber si estaba bien, pero todo se complicó. Beth me exigía más tiempo con ella, así que no volví a verla nunca más. Tal vez murió —encogió los hombros. —Me gustaría pensar que está bien, aunque es muy poco probable que haya sobrevivido, era muy pequeña —Fer se quedó en silencio por unos segundos, se veía conmovido. — Qué pena que los hechiceros no sean inmortales —suspiró con fuerza, su rostro estaba tenso, el volteó la cabeza hacia el suelo, parecía preocupado. Las lágrimas caían sobre mi rostro silenciosamente.

—Estoy bien —decidí decirle la verdad.

Fer me conoce desde que soy pequeña, y no me hizo daño cuando pudo haberlo hecho. Incluso ahora; estaba dispuesto a ayudarme, no había forma de que me traicionara.

«Fer, me equivoqué contigo, tienes honor».

Él volteó de inmediato, y parpadeó un par de veces seguidas, tenía la boca abierta.

—¿Qué? —se acercó a mí, con el rostro totalmente inexpresivo.

—No sabía que tenías otra expresión en el rostro que no fuera burlona —reí, tratando de hacer este momento menos emotivo, y me limpié las lágrimas. —Yo soy esa niña de la que hablas.

—Es imposible —bajó el tono de su voz.

—¿No me crees capaz de sobrevivir? —levanté una ceja.

—No creo que estés frente a mí. Los vampiros tenemos prohibido acercarnos a cualquiera de ustedes, esto no puede ser posible —se alejó, dándome la espalda. —Alice. ¡Ah! Tengo muchas preguntas ahora —Fer comenzó a caminar de un lado a otro. —¿Por qué mataron a tu padre? ¿No podía usar sus poderes? Dime. ¿Qué fue lo que pasó? Agh —se frustró. —No puedo creer que me haya quedado viendo, pude haberlos ayudado. ¿Fue muy difícil? ¿Por cuánto tiempo estuviste sola? Alice, ¿qué demonios haces aquí? —Fer hizo todas sus preguntas, sin dejarme responder a ninguna, y se acercó rápidamente, estaba inclinado justo enfrente de mí. —Alice... Perdón por haberte golpeado. Me siento como si estuviera defraudando por completo a tu padre.

—No podré responder si no te callas primero —le sonreí y agité su cabello con mi mano. —Está bien, entiendo que lo haces para ayudarme. Yo lamento haberte hecho... lo que sea que haya sido eso —él se rio conmigo.

—¡Esto es increíble! —se incorporó y regresó al sillón. —Alice, todos caerán a tus pies —su mirada estaba perdida en su imaginación. —Eres una hechicera y al mismo tiempo un vampiro. Es una locura... —comenzó a carcajear, echando la cabeza hacia atrás. —Ellos no saben lo que les espera. Van a temblar de miedo al verte de nuevo, tu magia es una gran ventaja —sus risas aumentaban.

—Ojalá fuera tan fácil —di un fuerte suspiro. Fer dejó de reírse, y me observó, esperando a que dijera algo más. —Mira lo que te hice. ¿No temblaste de miedo? Porque yo sigo temblando al recordarlo —todo el ambiente cambió. —Todos creen que tener magia es lo mejor que podría pasarles, pero a mí sólo me ha traído tristeza, impotencia y desgracia. Fer, yo no sé controlarla, tampoco sé si será difícil adaptarme a ustedes, pero tengo que hacerlo, porque no hay otra opción, y tú me estás enseñando. La única diferencia es que nadie puede enseñarme a utilizar mi magia. Y la persona que era capaz de hacerlo, murió.

—Lamento que haya sido así —hizo una pausa, agachando la mirada. —¿Entonces? —de repente volvió a mirarme, dando un pequeño salto con su cuerpo. —¿Cómo has podido vivir con eso sin exponerte? Si no lo controlas debe ser difícil hablar con cualquiera.

—No es sencillo —exhalé, recordando todo lo que he vivido. —Perdón que lo diga, pero no me gusta hablar sobre eso.

—¡Ya sé! Voy a traer sangre, necesitamos recuperar energía —cambió el tema de inmediato, con entusiasmo en sus palabras, lo cual era gracioso, porque no tenía nada de lindo lo que había dicho.

—Pensé que los vampiros no se cansaban nunca —respondí con sarcasmo.

—Sólo si bebemos sangre muy seguido. De lo contrario nos sentimos más débiles, pero no hay mucho de lo que debas preocuparte. Se cansará más tu mente que tu cuerpo en esto —se rio. —Ahora vuelvo.

Fer desapareció de mi vista repentinamente. Y después de varios minutos él llego cargando a un hombre con un solo brazo. Su fuerza me dejó boquiabierta. Al parecer era cierto eso en ellos; son más fuertes que cualquier persona mortal.

Él aventó a ese hombre al suelo, justo frente a mí. Parecía estar inconsciente. Fer sólo se me quedó viendo.

—¿Está muerto? —pregunté, y tragué saliva al notar un olor distinto en el ambiente.

—¿Te desagrada menos este olor? —evadió mi pregunta, como siempre, haciendo otra pregunta.

—¿Qué es? ¿Tierra? No reconozco este olor —dije, intentando oler con más atención.

—Acaba de morir, supuse que te sentirías menos triste si no tenías que matarlo tú misma.

—¿Fuiste tú? —lo miré fijamente.

—¿Importa? —por un momento creí que había visto a Fer tambalearse, pero me di cuenta de que se había ido y había vuelto tan rápido que parecía que no se hubiese ido nunca. Él tenía un cuchillo en la mano, y comenzó a cortar sobre el cuello de ese hombre. El olor se intensificó inmediatamente, tuve que cubrirme la nariz. —Alice, no seas tímida. Está muerto, no le dolerá —habló con la voz calmada, esperando a que me acercara.

—Para ti es sencillo porque estás acostumbrado —respondí conteniéndome, seguía cubriendo mi nariz, pero veía la sangre rodar sobre su cuello.

—Ya lo tenía pensado —Fer levantó a ese hombre con un solo brazo. La sangre caía por el resto de su cuerpo, y sobre su pecho, había una copa, llenándose de ella.

—Hasta parece que haces magia —me reí incómodamente. No lo veía moverse, pero él iba y venía cada vez con un objeto más, sin que yo lo notara a simple vista.

—No te acostumbres, sólo lo haré esta vez —Fer estiró la copa hacia mí, la tomé, y se fue a sentar sin soltar al hombre. Yo me le quedé viendo, empezó a beber su sangre mordiéndolo directamente en el cuello. Sostuve la copa por unos segundos, pero no dejaba de observarlo, era una imagen en mi cabeza que jamás sería borrada. Fer dejó de hacer lo que estaba haciendo y volteó a mirarme. —¿Qué miras? ¿Sigues en shock después de tantas cosas? —me vio con molestia y continuó bebiendo sangre.

Acerqué la copa a mi rostro, todavía no había algo con lo que pudiera comparar ese olor, pero era agradable.

Tenía miedo, pero también curiosidad. Así que poco a poco empecé a beber, y cuando menos me di cuenta ya lo había terminado.

No podía negar que me gustó, de hecho, quería más, tenía sed como si acabara de correr y estuviera exhausta.

Él terminó, y aventó a ese hombre al suelo.

—Fer... —le hablé tímidamente.

—¿Qué? ¿Quieres más? —se rio. —Lo siento, no dejé un poco más para ti. Pero quizá la próxima vez no te niegues.

—No, no es eso —mentí, haciendo como que no me importaba. —Quería preguntarte... ¿Qué harás con el cuerpo? —dije lo primero que se me ocurrió.

—No te preocupes por esas cosas —Fer se levantó y comenzó a cerrar todas las cortinas, el lugar estaba casi completamente oscuro. —Pronto amanecerá, parece que tendremos mucho tiempo para hablar. Por cierto... ese hombre no estaba muerto —lo miré con sorpresa, y Fer se carcajeó. —Es un chiste... ¿o no? —rio un poco más.

—¡Deja de jugar conmigo! —le grité quejándome. Él se estaba divirtiendo, reía viéndome de una forma muy relajada. Estaba molesta, pero me contagió y también empecé a reír con él. «Sólo fue una broma, Alice» pensé, y decidí calmarme.

Pasaron los días, las noches eran largas, se sentía eterno este entrenamiento. Pero cuando bebía sangre me volvía a recuperar, mis heridas sanaban rápidamente y Fer ya no me hacía tanto daño como la primera vez.

Últimamente pensaba mucho en Aarón. Quería ver su cara, estaba ansiosa por volver, incluso comenzaba a imaginar qué cosas me diría. Si se alegraría de verme otra vez después de tanto tiempo, si seguía siendo el mismo de siempre. Ya quería verlo de nuevo.

Fer se convirtió en un gran amigo. Fue mi consejero, y una pesadilla a la hora de pelear. Pero siempre comprendió, me escuchó, y habló conmigo de todo tipo de cosas. Era una persona bastante divertida y agradable, no pensé que algo así podría venir de un vampiro «esos temibles seres inmortales a los que todo el mundo debe temer». Hasta me daba risa pensar en eso ahora.

Pasaron seis meses. Fer me enseñó todo lo que sabía, hasta que dominé todos y cada uno de sus trucos.

Ahora tenía bien centrado lo que quería y lo que debía hacer. Esto ya no era una decisión impulsiva, se había convertido en un plan.

Fer iba a acompañarme, nos pusimos de acuerdo para que él esperara en una parte exacta que estaba fuera de la mansión, porque había una probabilidad de que todo saliera mal, y porque le dije que intentaría buscar algo sobre Rossie y que le enviaría una señal si algo andaba mal.

Llegamos a la mansión, Fer me puso una capa negra con una capucha con la que podría cubrir mi rostro.

Supuse que no podría entrar por la puerta, así que entré por la ventana de mi "habitación". Estaba justo en el segundo piso, pero no fue complicado subir gracias a mis nuevas habilidades. Todo estaba en su lugar, me alegré de que nadie invadiera el cuarto. Abrí el cajón de mi varita; el primer objeto que planeé recuperar.

No estaba... «Tiene que estar por aquí» comencé a buscarla por todas partes con prisa.

—¡Maldita sea! No está —grité al aire.

Me frustré, «no puedo creer que alguien haya encontrado mi varita», tenía que encontrarla, me preocupaba bastante que estuviera en malas manos.

Iba caminando por el pasillo con rapidez, y vi cómo Aarón venía caminando, agaché la mirada y me cubrí con la capucha, volteándome para que no pudiera verme.

Comencé a sentirme nerviosa, no esperaba encontrarme con él justo en ese momento.

—Beth—habló hacia mí. —¡Beth! —gritó insistiendo. —¿Hola? —escuché sus pasos acercándose a mí.

Entré en pánico y corrí sin rumbo, él me estaba siguiendo así que aceleré el paso sin delatarme ante él, logré dar vuelta en el pasillo y me escondí atrás de la primera puerta que vi. Sabía que se iba alejando porque dejaba de sentir su olor; me alivió bastante saber que Beth no lo convirtió.

El cuarto estaba completamente oscuro, frente a mí había unas escaleras que iban hacia abajo, pero no lograba ver en dónde terminaban. Escuchaba un ruido así que comencé a bajar. Nunca antes había visto ese lugar y tenía bastante sentido pues no estuve tanto tiempo dentro de la mansión.

Quería saber qué había pasado con todos los demás, pero esa última vez que supe de ellos, olían a muerte. No tenía muchas esperanzas.

Conforme bajaba la escalera, me di cuenta de que el ruido que estaba oyendo era el llanto de alguien, y al acercarme más, noté la presencia de una mujer ahí.

No podía ver mucho en la oscuridad, pero sabía que esto no era algo bueno.

La mujer continuaba llorando. Caminé por el lugar siguiendo el sonido, y me paré frente a una puerta. «¿Qué clase de calabozo es este?» me asomé con curiosidad, ella me vio al instante y corrió hacia la puerta con desesperación.

—¡Ayúdame! —dijo rogando.

—¿Rossie? —al verla de cerca supe que era ella. «Vaya, Alice, ¡Qué forma de coincidir con la gente tienes!» me dije a mí misma en mi mente. —¿Qué fue lo que te hicieron?

—¿Q-quién eres tú? —preguntó con miedo y algo de dificultad para hablar.

—¿No me recuerdas? Soy Alice, te conocí en una cafetería —frené mis palabras, ella seguramente debe estarme odiando por haberla dejado sola. —No importa, te ayudaré a salir.

—No, déjame sola. Eres uno de ellos, por eso me expusiste, gracias a ti estoy aquí —ella retrocedió, era de esperarse que estuviera enojada conmigo.

—Pero... Fer te está esperando afuera.

—¡¿Fer?! —gritó sorprendida. Podía ver la emoción en su mirada. —No. Estás intentando engañarme, estoy segura.

—No, te equivocas, él me ha ayudado... vine a salvarte —traté de calmarla. —Tranquila yo te sacaré de aquí.

Ella se acercaba poco a poco tímidamente. Cuando toqué la puerta para abrirla, supe que no sería tan sencillo. Toda la puerta estaba ardiendo, y quemaba mis dedos con tan solo tocarla.

—Es magia —dijo en voz baja.

Escuché un ruido, alguien con tacones ruidosos bajaba la escalera. Aproveché que el lugar era oscuro, y me escondí justo debajo de la escalera.

Vi cómo se encendieron las luces, pero yo estaba a salvo bajo ese pequeño rincón oscuro.

—¿Me extrañaste? —oí la voz de una mujer, era muy familiar. Volteé la mirada un poco para poder verla. ¡Claro! ¿Cómo no lo asumí? Esa mujer era Beth.

—Por favor. Te lo ruego, aprendí mi lección, sácame —dijo Rossie.

—No me vas a convencer poniendo esa carita. Estarás aquí por toda la eternidad, ¿no lo has entendido? —le dijo, con un tono de voz muy seguro. —Dudo mucho que tu noviecito venga a rescatarte. Y si un día lo hace, espero que corra con suerte y lo logre —se burló.

—¿Por qué me castigas? ¿Por haberlo amado? Acéptalo Beth, él nunca volverá a tu lado.

—¡Cállate! —gritó. —Tampoco volverá a tu lado.

Escuché como Beth la golpeó y a partir de ahí no supe exactamente qué estaba pasando. Sólo podía oír golpes y gritos de parte de Rossie.

De pronto algo cayó al suelo y comenzó a rodar hacia mí. Se detuvo a unos cuantos centímetros, todavía le daba la luz; era mi varita. «No, no es posible...» me quedé inerte, no quería mover ni un dedo, si Beth lograba acercarse lo suficiente me encontraría ahí escondida. Ella seguía concentrada en su pelea con Rossie, mi coraje incrementaba. ¿Por qué alguien como Beth tendría mi varita en sus manos? Se supone que sólo los hechiceros podemos utilizarlas. Para ella sería inservible en todo caso. ¿Lo hacía para intimidar solamente? Tenía muchas dudas circulando en mi mente.

—¿Crees que algún día vas a vencerme? —ella volvió a hablar, cerrando de nuevo la puerta para que Rossie no escapara. —Deja de ser irrespetuosa, no me gusta la gente como tú.

—¡Mátame ya! —gritó Rossie, con tanta fuerza que podría jurar que se escuchaba hasta mi antigua habitación.

—Como si quisiera ayudarte —Beth empezó a reír, podía ver sus pies acercándose hacia la varita. —Haré algo mejor que eso —ella se agachó para agarrar la varita, no quería mover ni una pestaña.

Ella tenía algo negro en la mano, creí haber visto un tatuaje, pero no lograba distinguirlo a esa distancia. Vi cómo esa figura en su mano emanaba una luz brillante, parpadeé varias veces, pensé que estaba alucinando. Ella levantó la cabeza hacia arriba y se fue corriendo repentinamente. Había dejado la varita ahí, seguía estando cerca de mí, sentía que podía alcanzarla antes de que volviera.

La tomé. Rossie estaba con el rostro en la ventanilla de la puerta, atenta a todo.

—Por favor, sácame de aquí, ella la usó para encerrarme —comenzó a gritarme con urgencia, señalando hacia mi varita.

—Guarda silencio. Si te escucha volverá —respondí en voz baja.

—¿Puedes hacerlo? Quiero ver a Fer, por favor. —comenzó a llorar.

—No lo sé —me quedé mirando la varita, no sabía si sería capaz de sacarla, no sabía qué hacer, no sabía revertir hechizos.

Comencé a frustrarme, sabía que tenía que concentrarme, si Beth me encontraba ahí, probablemente sería el fin incluso de mi propia vida.

Si de verdad usó la varita, no tengo ninguna ventaja sobre ella.

Escuché sus pasos acercándose de nuevo, Rossie me presionaba con la mirada, susurraba tan bajo que no podía entender lo que estaba diciendo. La desesperación para ambas aumentó en el momento en el que ella abrió la puerta. «Un vampiro no tardaría en bajar esas escaleras».

Me cubrí el rostro con ambas manos, no sabía qué hacer, y ya era demasiado tarde para intentar lo que fuera. «Fer, no lo voy a lograr» pensé, apretando los ojos, resignándome a huir sin ella. Pero en ese momento Rossie ya estaba sobre mí, abrazándome, llorando, y agradeciéndome por... ¡No sé lo que acaba de pasar!

Sin pensarlo dos veces, hice lo que mejor sabía hacer con mi magia; transporté a Rossie fuera de la mansión, y al mismo tiempo yo aparecí en uno de los balcones de el gran salón, el lugar en donde todo esto comenzó. Dylan estaba ahí abajo, iba caminando hacia la salida, estaba de espaldas a mí, así que no hice ni un movimiento, sólo esperé a que saliera.

De repente alguien tocó mi hombro, me asustó por un segundo, pero no quise bajar la guardia, así que me mantuve fría, ignorando que tenía a alguien atrás de mí.

—Te extrañé —Dylan susurró a mi oído.

Decidí continuar ignorándolo y bajé de ahí de un solo brinco para irme de ahí como si no tuviera miedo de nada. Pero no fue difícil para él alcanzarme y comenzar a seguirme.

—¡Oh, Alice! No sabes cuánto me alegra tenerte de vuelta —me habló emocionado. Pero me mantuve caminando, sin decir ni una sola palabra. —Debiste haberme avisado que vendrías —me tocó el hombro, en ese momento volteé hacia él para quitarme su mano de encima, pero él volvió a agarrarme el brazo, con esa actitud insistente que siempre tuvo conmigo.

—¡Te voy a matar! —amenacé, con la mirada fija en él y volví a zafarme, sin decirle algo más me di la vuelta para continuar mi camino.

—A ver, quiero conocer a ese monstruo —habló en un tono burlón. ¿Todos los malditos vampiros se divierten burlándose de los demás? A pesar de ser uno de ellos, sigo sin tolerar su actitud. —Enséñame por qué volviste, Alice. —Dylan apareció frente a mí, sonriendo. Y mi cuerpo comenzaba a recorrerse hacia atrás, como si una fuerza mayor me estuviera deslizando por el suelo, sin que tuviera que moverme ni un poco. —Quiero ver a ese monstruo —habló entre dientes, acercándose paso a paso junto con mi cuerpo yendo hacia atrás. No quería mostrar mi miedo. A pesar de su insistencia seguía ignorándolo con firmeza, y eso parecía molestarle cada vez más. Mi cuerpo pegó contra la pared y en ese momento Dylan acercó su rostro al mío—¡Hazlo! ¡Pelea si tienes el valor de hacerlo!

Él me estaba incitando a golpearlo, desde que me fui tenía ganas de hacerlo, incluso desde antes, pero no quería perder el control con mi magia nuevamente. Mi objetivo era alejar a Aarón primero, no era seguro para él estar en la mansión si yo lo destrozaba todo. Pero este idiota comenzaba a ser muy molesto.

—No voy a pelear —respondí directamente, aún sin mostrar miedo. Dylan me apretó el cuello, su rostro se tornó atemorizante.

—Qué lástima te tengo —respondió, mostrando sus colmillos.

Él estaba a punto de atacarme. De verdad no quería pelear, pero tenía que defenderme porque no me daba otra opción. Todavía tenía la varita en la mano, así que volví a huir con mi truco infalible; sin embargo, no iba a irme a otro lugar seguro, quería partirle la cara en pedazos.

—¿Quieres verlo? Todavía puedes arrepentirte —lo reté.

Fer me había hablado un poco sobre él, dijo que es rápido, y que usa la telequinesis para defenderse; es su habilidad. Pero no tenía tanta fuerza como los demás, incluyéndome. Dylan corrió hacia mí aceptando el reto, se veía en su rostro esa confianza de que ganaría la pelea. Hubiera sido divertido pelear un poco, de no ser porque a los dos segundos él ya estaba en el suelo.

Quizá creyó que por su "gran" habilidad, sería fácil molestarme, pero teniendo mi varita el hechizo del que más hacía uso comenzaba a resultarme útil, más de lo que yo pensaba. Y eso volvía las cosas divertidas para mí.

En el momento en el que lo tiré, puse mi pie sobre su pecho, y comencé a presionar sobre él. Estaba muy enojada, si pudiera matarlo en serio lo haría, pero no tengo tal habilidad. De hecho; todavía no sabía cuál era la mía.

Dylan me miraba sorprendido, pero en su rostro se notaba su desesperación, sabía que estaba intentando quitarme de encima, pero mantuve mi hechizo ahí para que no pudiera moverme con sus poderes.

—No me subestimes —levanté mi pie, y lo pisé con autoridad. —No vuelvas a seguirme —luego le pisé el rostro, él estaba gritando. —Eres molesto, tenerte cerca me molesta —frotaba mi pie sobre su mejilla, quería apretarlo con fuerza, a ver si podía vivir con la cabeza hecha pedazos. —¡Te dije que no! ¡Siempre te he dicho que no! —le grité. Dylan no estaba intentando escapar, sólo se quejaba del dolor que sentía, sin decir nada, así que aproveché para seguir pateando su cuerpo. —¡¿Por qué no me respetas?! Hasta el día de hoy sigues siendo desagradable —sabía que mi coraje estaba aumentando, cada vez le gritaba con más intensidad. Poco después comencé a calmarme un poco. —Arruinaste mi vida, y nunca supe por qué —dejé de golpearlo para poder acercarme a él, y lo jalé de su camisa, obligándolo a mirarme de cerca. —¿De verdad quieres ver a ese monstruo? —le pregunté directamente, viendo su asquerosa cara, justo como él hacía conmigo.

—P-por favor, Alice. —comenzó a tartamudear. —Haré lo que quieras, pero ya no sigas... —suplicó, con las manos temblorosas.

¿Se estaba rindiendo? ¿Así de fácil era?

Un olor muy dulce comenzó a hacerse presente en el lugar, «por un momento olvidé que estábamos en uno de los lugares más grandes de la mansión».

Comencé a presentir que algo malo sucedería.

—Alice —escuché una voz.

Y justo en el arco de la puerta... Aarón estaba observándonos.

Solté a Dylan de inmediato, y me incorporé como si nada hubiera pasado.

No creí que Aarón terminaría observándome así, comportándome de esta manera, justo... como un monstruo.

Se me inundaron los ojos de lágrimas.

Dylan se levantó, orgulloso.

«Ahora entiendo todo... él esperaba que esto sucediera».

Me sentí humillada, él sólo se rio, me miró satisfecho y comenzó a caminar hacia la salida.

Y ahí estaba; la persona que tanto amaba, por la que estuve esperando y siendo fuerte, frente a mí, viéndome con miedo y totalmente en shock.

¿Qué se supone que le diga? Él sólo se mantuvo ahí, paralizado, y aterrorizado. Muy pronto comencé a arrepentirme de lo que hice, me dejé llevar por el rencor que sentía, no pensé bien las cosas y ahora tendría que afrontar las consecuencias.

«Dylan, volviste a engañarme y no puedo permitir que suceda una vez más». Empuñé mis manos.

Aarón estaba caminando poco a poco hacia mí, podía ver sus piernas temblando en cada pequeño paso que daba. Tenía el rostro incómodo y pálido, como si en cualquier momento fuera a correr lejos de mí. Me sentí impotente, y tonta; sobre todo, avergonzada.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top