Te Ofrezco una Oportunidad

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Te Ofrezco una Oportunidad

Los tres se habían quedado mudos ante la serenidad y seguridad de las palabras  de Hermione, le miraban sorprendidos y ciertamente enfadados por esa aparente calma al afirmar una tontería como la que acababa de decir.

-No puedo negarme y los saben. -Había dicho sin que su semblante cambiara, quizás estaba asustada pero no lo demostraba, pensativa evaluaba la situación como si no se tratara ahora de que su vida  estaba en peligro.

-¡Estás Loca! -Exclamo con exasperación Ron, incluso el que era mucho más lento para asimilar la información se daba cuenta que era un suicidio ir a esa cita.

-Quizás. -Contesto encogiéndose de hombros. -Pero eso no le quita veracidad a lo que digo.

-Pretendes hacer lo mismo que Lovegood y eso no deja de ser un sacrificio inútil. -Con aparente indiferencia de dijo Draco fijando sus ojos grises en los castaños.

-Si no voy sabrá que algo está mal y eso no nos conviene en lo absoluto, confió en que no me retendrá pues adelantaría sus planes demasiado, pero no puedo estar segura de ello. -Dijo con sinceridad.

-Por eso mismo es una locura Hermione, que haremos si te captura. -Asevero Harry

-Lo mismo que hemos hecho por Luna.

-No me vengas con eso. -Reclamo enfadado Malfoy. -¿Entonces lo haces para castigarte por lo de Luna? -Interrogo sin ocultar su molestia, elevando la voz de manera peligrosa.

Hermione estaba más que acostumbrada a la manera de ser del rubio, sin embargo, a Harry y Ron les molesto mucho que le hablara de esa manera por mucha razón que tuviera.

-Sabes que no lo hago por eso. -Contesto con tranquilidad sin elevar la voz como lo hacia el otro premio anual. -Pero mi situación no es diferente a la de Luna, no pueden detenerse por una persona cuando tantas vidas están en juego, cuando el éxito de esta guerra depende de la ejecución perfecta de todas sus partes.

-Por eso mismo. -Le interrumpió Harry. -Si no estás mañana con nosotros como llevaremos a cabo todo el plan.

-Ustedes pueden hacerlo sin mí y lo sabes, además ahora mismo podemos tomar nuestras precauciones,  si por algún motivo no estoy con ustedes mañana.

-Me niego a dejarte ir, bastante tenemos con no saber cómo esta Luna para entregarte a ese imbécil en bandeja de plata. -Se resistía el pelinegro

Hermione se levanto de donde estaba sentada y camino al sillón donde estaban Harry y Ron, se hizo espacio en medio de ambos ante la mirada atenta de Draco. Tomo con delicadeza primero la mano de Ron y después la de Harry con su mano libre, sonrió ante el suave apretón de manos de sus amigos  y tomo aire antes de volver a hablar. Entrelazaron sus dedos en un gesto de amistad muy profundo y sin más la castaña busco los ojos de Draco,  sin soltar las manos de sus amigos, hablo con firmeza, sin que su voz temblara como cuando estaba nerviosa.

-Se lo difícil que es para todos. También es difícil para mí la sola probabilidad de no luchar a su lado. -Apretó un poco más las manos de sus amigos y les sonrió antes de centrar su mirada de nuevo en la de Draco. -Pero no tenemos más opciones que pensar incluso en aquellas cosas que no nos agradan para estar listos. Hoy tengo que ir al despacho de Vladimir Parkinson, espero poder regresar aquí sin contratiempos para luchar a la par de ustedes como siempre. Pero si por algún motivo no regreso deben cumplir con el plan sin importar si estoy o no. Ahora somos un equipo muy distinto al que fuimos y eso significa que las cosas están cambiando para bien.

Le costaba mucho trabajo decirles eso, pero era la verdad, Hermione deseaba estar con ellos cuando todo comenzara, no deseaba pensar en lo que le esperaba en el despacho de Vladimir, pero debían considerar cualquier eventualidad.

Sí, quizás Draco tenía razón en lo que le había advertido desde hacia tiempo, que Parkinson tenía un interés demasiado grande puesto en su persona, que sus intenciones no eran nada buenas y que tipos como él no se detendrían hasta lograr su objetivo.

Pero no por ello debía acobardarse y no presentarse a ese encuentro, pues sabía bien que el moreno  no se contentaría con una escusa para no presentarse y levantar sospechas a esas alturas no era conveniente para sus planes, por tanto debía asumir los riesgos y esa posibilidad de no regresar de esa cita.

-Hace tiempo  hicimos una promesa ¿Lo recuerdan? -Pregunto con los ojos brillantes mientras recordaba todas esas palabras dichas en el pasado cuando otra guerra muy distinta estaba en puerta. -Prometimos estar juntos hasta el final, sin importar los peligros a los que nos enfrentáramos estaríamos juntos, así ha sido y así será, por que sin importar si estoy presente físicamente o no, estaré con ustedes hasta el final.

-No quiero que te arriesgues, no puedo perderte, no a ti, ya he perdido demasiados amigos, demasiados seres queridos, no soportaría perderte también a ti. -Se resistía Harry a aceptar lo que le decía Hermione. -No me pidas que te deje ir, no puedo. -Le dijo soltando su mano y levantándose para caminar con desesperación por el salón, sintiéndose abatido se recargo en la repisa de la chimenea, ocultando el rostro y esas lágrimas que amenazaban por salir.

El gran Harry Potter volvía a sentir el mismo miedo de antaño, el mismo terror de ver morir a los que amaba, no podía soportarlo una vez más, no podía manejar ese sentimiento que le ahogaba y le atravesaba el cuerpo llenándolo de impotencia, de dolor. Se negaba a ver de nuevo como la vida se le escapaba a los que eran importantes para él, había perdido demasiado pronto a sus padres, a su padrino Sirius, a todos esos amigos de batalla, algunos demasiado jóvenes y con una vida prometedora que no pudieron tener.

Y ahora ante la expectativa de perder a Hermione se sentía abrumado, enloquecido e incapaz de aceptarlo, era su hermana,  esa castaña que había luchado a su lado desde los once años, esa testaruda que sin importar nada se había mantenido firme en los momentos más difíciles de su vida, incluso cuando no tenían esperanzas de sobrevivir. ¿Cómo dejarla marchar a ese destino insisto? ¿Cómo permitirle que se metiera a la boca del lobo para no levantar sospechas? ¡No podía hacerlo! ¡No iba permitirlo!

-Lo siento pero no puedo dejarte ir. -Advirtió con la voz afectada.

-Pues yo lo siento más porque esa no es tu decisión, es la mía. -Hermione se había levantado también pero estaba firme y un tanto enfadada. -Se que te preocupas por mí, pero no hay otra alternativa.

-Claro que las hay. -Intervino Ron. -Podemos decirle a McGonagall que le invente algo.

-¿Algo como qué? Y aunque lo haga no puede justificar mi ausencia todo el día, solo pospondrá ese encuentro, Vladimir no se contentara con una excusa que me entretenga en resto del día.

-Podemos acompañarte. -Dijo con desesperación el pelinegro.

-Sería demasiado sospechoso cuando solo me ha llamado a mí.

-Entonces hay   que pensar en otra cosa.

Draco se había mantenido al margen de la discusión, tenía la espalda recargada en una de las paredes de la sala, su postura aparentaba indiferencia, con las manos dentro de sus bolsillos parecía como si no prestara demasiada atención a la discusión, pero la verdad era muy distinta.

Tenía que admitir que los Gryffindor en verdad eran valientes, aunque jamás lo diría  en voz alta, antes los había considerado demasiado estúpidos por no tener un poco de instinto de supervivencia que los hiciera replantearse eso de jugarse el pellejo a la menor provocación, así como  alguna vez había creído que a Potter solo le gustaba llamar la atención y por eso cometía toda esa sarta de tontería donde más de una vez había estado a nada de morir.

Le había costado mucho entender su manera de actuar, esa entrega que tenía cuando se aferraban a lograr algo, el desinterés que aparentaban por su propia seguridad cuando consideraban que había cosas mucho más importantes y de mayor valor por lo cual luchar.

Los Slytherin no eran así, ellos eran más calculadores, nunca se arriesgarían por nadie que no fuera ellos mismos, tenían a su parecer demasiado cerebro para exponerse de esa manera, por lo que siempre contaban con personas que siempre podían sacrificar para mantenerse a salvo.

Pero así como todos esos ideales de antaño se habían reducido a nada cuando se dio cuenta que la sangre no los hacía diferentes, si no sus decisiones, caía en cuenta sobre el verdadero valor del sacrificio.

Ahora tenía frente a sus ojos el  mejor de los ejemplos, Granger estaba dispuesta a arriesgarse, a meterse a la guarida de su más grande enemigo, todo con tal de asegurar una ventaja para los suyos. Quizás en el pasado la hubiera considerado una idiota suicida, como lo había hecho con la Lunatica, pero lo cierto era que la admiraba, reconocía el temple que usaba, los fundamentos con los que rebatía y les mostraba que a pesar de lo que todos pensaran ella no cambiaria de parecer.

Tenía claro que ella ganaría, lo sentía por los desesperados y pobres argumentos de San Potter y la comadreja. Granger estaba firme, porque ella misma ya había pensado  en todas las alternativas y la única sin riesgos era presentarse ante Vladimir.

No era algo que le agradara en lo mas mínimo, pero conocía lo suficiente a Hermione para saber que nada, ni nadie la haría cambiar de parecer, que sin importar los riesgos ella cumpliría con su parte sin importar el desenlace que pudiera tener esa decisión.

Comprendía muy bien a Potter, le miraba y veía en su rostro la misma desesperación que el mismo sentía y que se esforzaba en ocultar, tenía miedo, terror de perderla, una atroz sensación que le partía el corazón ante la sola idea de no verla de nuevo. Pero permanecía ahí mirándoles discutir, sabiendo cual sería el resultado y que el mismo daría su vida con tal de que ella estuviera bien.

-Es suficiente. -Dijo tajante la castaña.

-Pero… -Intento replicar Ron.

-Pero nada, es mi decisión y ya les he dicho que no cambiare de parecer y necesito que me apoyen en esto, necesito que sin importar que pase seguirán con el plan previsto, no podemos ser egoístas están muchas cosas en juego y entre más pronto lo entiendas será lo mejor, no disponemos de tiempo. -Les urgió y Harry movió la cabeza de manera negativa, con la vista fija en la chimenea apagada.

Hermione estaba desesperada y también tenía miedo, pero sabía que no era momento de titubear.

-Harry. -Le llamo para que la mirara, estaba a sus espaldas. -Harry mírame. -Le pidió suavemente y el pelinegro se giro para estar frente a ella.

Tomo su manos entre las suyas, buscando que la mirara pues mantenía su rostro agachado.

-Cada uno de nosotros tenemos un destino. -Comenzó a decirle la castaña y los ojos verdes de Harry le miraron llenos de preocupación.

-Tú no crees en el destino. -Le corto haciendo que sonriera por tal respuesta.

-A estas alturas de mi vida he aprendido a creer, independientemente de la lógica, hay cosas que tienen que ver más con la fe, con la confianza de saber que todo tiene un propósito que a veces no logramos entender del todo y que sin embargo nos permite que nuestra existencia en este lugar tenga una razón de ser. Tú fuiste al encuentro de tu destino, sabias que sin importar que tu vida acabara cuando llegaras frente a Voldemort, ese era el camino correcto, el que debías seguir hasta el final, caminaste solo enfrentándote a tu suerte, sabiendo que era probable que no regresaras y a pesar de todo continuaste hasta el final. Entiende que ahora me toca a mí enfrentarme a ese destino, no puedo huir de él, sabiendo todo lo que está en juego, tu mejor que nadie debe de entenderme.

Harry no pudo contestarle nada, sabía que tenía la razón y que de cualquier manera no la haría cambiar de opinión, así que la abrazo con fuerza, con necesidad, sabiendo que había una posibilidad de no volver a verla.

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Fedra había ido a la enfermería, no le fue difícil convencer a Madame Pomfrey del supuesto resfriado de Luna, después de todo la pelirroja era muy hábil mintiendo y era quizás su carácter dulce y esa manera tímida de ser lo que provocaba que los demás creyeran  fácilmente  sus engaños y dado que la enfermera estaba sumamente ocupada debido a varios alumnos de segundo se habían intoxicado, no tuvo reparo en proporcionarle un justificante para las ausencias de Lovegood, además de un par de pociones para que se sintiera mejor. 

Tenía muy claro lo que tenía que hacer y para ello tenía que ser cautelosa, lo suficientemente hábil para que no la descubrieran hasta cumplir con su objetivo.

Ya no tenía nada más que perder, había llegado a un punto donde no había un retorno posible, donde ya solo era posible un único camino por seguir que la llevaría posiblemente a su perdición, pero estaba concentrando toda su fuerza en ese objetivo,  no se arrepentía, en su corazón no había cabida para más miedo, incluso estaba segura que su corazón había muerto en el mismo momento en que murió Luna.

Pensar en ella la llenaba de dolor, pero también de rabia, de un odio tan intenso y tan profundo del que nunca se hubiera creído capaz, y que sin embargo, quizás era lo único que la mantenía de pie.

Kendra estaba en silencio en su interior, ajena a esos sentimientos crecientes de Fedra, pues había logrado aislar sus pensamientos como lo hiciera ocasionalmente el alma malvada de su hermana. Presenciar el sacrificio de Luna la había impactado a tal punto que muchos de los nexos que las unían se habían quebrantado permitiendo mayor independencia a la verdadera dueña de ese cuerpo.

Fedra siempre había creído en el amor, en los milagros que podía ser capaz de lograrse en pos de esa fuerza invisible y mágica de ese sentimiento. Ingenuamente había creído que podía lograr que Kendra cambiara, había puesto todas sus esperanzas buscando esa transformación que llevara a su amada hermana a ser una mejor persona, pero había fracasado mucho antes de lo que hubiera imaginado.

 Lejos de que su hermana mayor hubiera agradecido su sacrificio, su entrega para proporcionarle a su alma un lugar para habitar, le había maldecido por intervenir en sus deseos, lastimándola desde el mismo momento en que despertó en ese cuerpo que no le pertenecía, a ella culpaba de que sus sueños se vieran frustrados, de que Vladimir la hubiera dejado por tantos y tantos meses en total abandono cuando se fue al extranjero.

No cesaba de reprocharle  por su infelicidad, por la pérdida de su gran amor, por tener que ser prisionera en un cuerpo detestable como el de ella, pudiendo haber tenido un cuerpo propio, ella no tenia remordimientos, para Kendra hubiera sido mejor desaparecer el alma de Natalia y tener el cuerpo de esa rubia antes de compartir el de su patética hermana menor.

Ahora era tarde para lamentaciones, tarde para arrepentimientos, las lagrimas no le devolverían a su querida madre, ni a Luna y el afecto, todo el amor que había sentido por Kendra también había muerto a causa de tantas y tantas humillaciones, después de tanto dolor, lagrimas y sufrimiento, después que la llevarla al límite para ver morir a una muchachita inocente que el único error que había comentado había sido confiar en alguien como ella.

Había deseado terminar con su propia vida y arrastrar el alma de Kendra con ella, seguramente lo haría en algún momento, pero antes tenía otros planes muy diferentes, donde el único objetivo era la venganza contra el hombre responsable de convertir lo que había sido una vida feliz en un infierno. Ya no le importaba que ese hombre llevara su sangre, el nunca se había tocado el corazón por ello, incluso tenia la seguridad que desde que llegara a su familia su único objetivo había sido destruir a su madre y a ellas mismas.

Era la hora de la comida, el gran comedor estaba lleno, la pelirroja busco con la mirada a Vladimir en la mesa de profesores y no fue difícil encontrarle, sus miradas se cruzaron por unos segundos e imperceptiblemente el moreno había asistido con un ligero movimiento de cabeza.

Eso había sido suficiente para confirmar que estaba al tanto de los planes de Kendra respecto a Luna, apretó con fuerza el tenedor que sostenía en su mano hasta doblarlo un poco debido a la fuerza que le imprimía. Cada vez estaba más convencida de hacerle pagar con creces todo el daño que le había ocasionado.

Desde la mesa de Gryffindor Harry y Ron observaban de manera disimulada a Fedra, habían visto la manera de comportarse de la pelirroja, esa chispa de odio llameando en sus pupilas no era algo usual.

Le había costado demasiado esfuerzo contenerse a Ron, hubiera querido interrogarla para que le dijera el paradero de Luna, pero le bastaba recordar todo lo que estaba en juego para desistir de sus deseos.

Hermione no se había presentado a comer, como tampoco Draco, todos estaban al tanto de que los premios anuales estaban afinando los últimos detalles del evento que tendría lugar al día siguiente, la fiesta de graduados.

Tenía un poco de verdad suponer que estaban planeando los últimos detalles, pero no precisamente de una fiesta.

La castaña había terminado de leer el libro, ahora centraba su atención a los gráficos que se mostraba, las florituras de la varita para efectuar complicados hechizos que no estaba segura de poder dominar en tan poco tiempo, pero no tenía más opción que intentarlo.

No tenía la seguridad de que funcionara, pero sin más alternativas se concentraba en  memorizar cada movimiento.

-Creo que ya ha sido suficiente. -Dijo con cansancio y Draco le dio la razón, habían estado repasando juntos los hechizos que señalaba el libro.

Cansada Hermione cerró los ojos un momento, recargándose en el respaldo del sillón, estaba verdaderamente exhausta mental y emocionalmente, en muy poco tiempo había pasado de tener la seguridad de tener todos los planes listos a la incertidumbre de ver cómo podían venirse abajo.

Le costó mucho trabajo convencer a Harry y a Ron de que su decisión era la correcta, incluso les hizo prometer que pasara lo que pasara no intervendrían, era primordial que todo permaneciera en calma aparente hasta el día de mañana cuando todo comenzara. Fue clara con las instrucciones no había cabida para errores posibles todo debía llevarse a cabo de manera casi milimétrica para evitar que corrieran riesgos los demás alumnos del colegio, especialmente aquellos mas pequeños.

Por un momento el sopor del cansancio la llevo a quedarse dormida por unos minutos, en los que Draco se dio el lujo de observarla. Inevitablemente se encontraba ansioso e inquieto por lo tajante de su decisión, se aferraba a pensar que como bien habia mencionada la castaña, si Vladimir la retenía en contra de su voluntad estaría adelantando todo y no lo creía tan estúpido para hacerlo, aunque también tenía sus dudas, pues conocía demasiado bien cuanto deseaba tener a Hermione.

Solo pensarlo  le crispaba los nervios y lo ponía de  mal humor, hubiera querido sumarse  por una vez a San Potter y darle la razón, pero simplemente no debía complicar más las cosas, tenía que hacer honor a la casa que pertenecía y mostrar la sangre fría que siempre lo había caracterizado, de otra manera echaría por tierra todo lo logrado hasta ahora.

Ahora entendía muchas cosas que antes le habían parecido solo estupideces, comprendía al fin a lo que se refería su padre cuando promulgada que los sentimientos era una debilidad, porque de alguna manera lo era, los afectos hacen a las personas vulnerables y esos sentimentalismos entorpecen los pensamientos claros y las buenas decisiones. Lo entendía ahora cuando se encontraba dividido entre la impotencia de no querer dejarla ir y ser consciente que no había otro remedio.

Quizás en otro tiempo, si  siguiera siendo el mismo desgraciado cretino que alguna vez había sido, no le importaría en lo mas mínimo que Granger fuera al encuentro de Vladimir, para empezar si el siguiera siendo aquel hombre simplemente no estaría en ese momento esperando enfrentarse a un destino tan incierto, donde era un espía jugándose el pellejo por una causa que  no era la suya. Todo esto sería imposible, irreal en la que había sido su antiguo estilo de vida.

Todo había cambiado y a pesar de los peligros a los que se enfrentaría no se arrepentía de estar por primera vez tomando por sí mismo la decisión de lo que quería hacer y el lado que deseaba apoyar, aunque eso se tradujera en estar del lado de una sola persona, de la única que había sido compasiva con él además de su madre.

Sí, los sentimientos era una gran debilidad pero de igual manera también era una gran fuerza, una demasiado poderosa, una que llevaba incluso  a uno ser despreciable como él a intentar enmendar una vida llena de desaciertos.

Su padre, el gran Lucius Malfoy llevaba razón, al menos en eso, exponer ante los demás los sentimientos representaba una desventaja en momentos decisivos, se debía ser cauteloso, calculador y frio para no darles oportunidad a sus enemigos de conocer la manera de hacerte daño a través de lo que amas.

Por eso reservaba sus sentimientos solo para él, esa era la razón que le hacía guardar el secreto de sus sentientes hacia Granger, no deseaba que la utilizaran para dañarlo, no quería ponerla en una situación  de peligro de manera innecesaria. Quizás mañana, sí las cosas salían bien tendría la oportunidad de decírselo, pero si no tuviera la suerte de salir bien librado de esa guerra, prefería pensar que al menos Hermione no tendría el peso de una confesión que no llegaría a nada a cuesta.

La observaba dormir, sus parpados rosados estaban firmemente cerrados  y su respiración era cadenciosa y tranquila, le permitió dormir un poco más, solo para ver esa tranquilidad pacificadora, para gravar en su memoria cada una de sus facciones, cada rasgo de su rostro.

Aunque hubiera deseado dejarla dormir para  que no fuera a esa cita tan odiada, sabía que tenía que despertarla, faltaba muy poco para la hora señalada.

-Despierta. -Le movió ligeramente y no tardo en abrir los ojos un poco desubicada, no se había dado cuenta en qué momento se había quedado dormida.

-¿Qué hora es? -Pregunto desorientada, un poco sobresaltada pensando que quizás ya se le había hecho tarde.

-Falta una hora para tu cita.- Se limito a decirle el rubio y ella suspiro aliviada.

-Tengo el tiempo justo para lo que me falta. -Le aviso y subió de prisa a su habitación, bajo en poco tiempo con una pequeña caja de madera entre sus manos.

Draco se había sentado en el lugar que había ocupado minutos antes Hermione,  con el único fin de sentir  la calidez que conservaba  ese pequeño espacio.

-Esto es para ustedes, una para ti, una para Theo y otra para Blaise. -Le indico sacando de la caja tres brazaletes hechos de cuero negro, con una pequeña placa de plata al centro donde lucia el dibujo de una serpiente.

-Ahora te dedicas a hacer brazaletes. -Se mofo.

Hermione ignoro su comentario burlón y se apresuro a colocarle el suyo. -Estos no son brazaletes comunes, están hechizados para protegerles, con ellos podremos distinguirlos en batalla para no atacarlos.

-Entiendo. -Contesto observando cómo ataba el brazalete en su muñeca.

-Falta otra cosa. -Le advirtió sacando su varita y apuntándole al pecho antes de hacer una floritura sobre su cabeza y después sobre ella misma.

Draco no se movió en ningún momento, le permitió hacer el hechizo sin preocuparse en lo más mínimo de que se trataba, confiaba ciegamente en ella. Se limito en observar la seriedad de su rostro mientras sus labios se movían repitiendo palabras en latín.

La piel blanca de Malfoy comenzó a adquirir un extraño brillo, su piel parecía translucida por un momento, se sintió extraño y un intenso calor se formo en su pecho, abrió los ojos sorprendido cuando la piel  tostada de Hermione adquiría la misma brillantes, irradiaba luz de tal manera que incluso le daba una apariencia translucida.

Lo que hizo después no lo esperaba, se quedo aturdido por un instante, el mismo que les llevo dejar de brillar como lo habían hecho. Hermione evadía su mirada con las mejillas arreboladas y se apresuro a explicar el motivo del hechizo.

Malfoy no fue capaz de decirle nada, aun se encontraba ciertamente aturdido, y más sabiendo que ahora era guardián de algo muy preciado.

Cuando el momento llego la vio caminar hacia la puerta, no sabía que decirle en un momento como ese, pero deseaba con todo su corazón que estuviera bien, se moría por acompañarle, por cuidar de ella, pero no podía, y saberlo lo hacía sentir cada vez mas frustrado.

-Más te vale que regreses. -Fue lo único capaz de decirle en un tono de voz autoritario y frio, que sonaba más a una advertencia que a una simple petición.

Hermione se detuvo en el umbral de la puerta al escucharlo, se giro para mirarle y le sonrió con dulzura.

-Hare todo lo posible por regresar. -Le dijo con voz suave. -Gracias. -Agrego después, antes de salir por completo y dejarlo completamente solo en la torre de premios anuales.

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Mientras caminaba por los pasillos solitarios del castillo pensaba en muchas cosas, tenía miedo no podía negarlo, sentía sus manos heladas y su corazón acelerado, sabía que estaban muchas cosas en juego y eso la ponía aun más nerviosa.

Trataba de tranquilizarse, buscando mantener el control de la situación, pero era una tarea sumamente difícil considerando las circunstancias, no podía apartar de sus pensamientos a Luna y a Fedra, y eso la llenaba de más odio en contra de Vladimir, al comprobar  el monstruo que era y todas las atrocidades de las que era capaz de hacer con tal de salirse con la suya.

Ahora el odio y la furia creciente que sentía por él, no era nada más a causa de ese parecido increíble entre Vladimir y el asesino de sus padres, a esos profundos y oscuros resentimientos se sumaban una larga lista de maldades, pero quizás la mas reciente era la que la tenia al borde de perder el control.

Estaba a unos pasos de llegar a su destino, tuvo que detener sus pasos y recargar su espalda en la fría pared de piedra para intentar calmarse un poco, sus manos temblaban demasiado y seguían heladas, tenía todos los músculos de su cuerpo tensos y sentía el latido de su corazón retumbarle hasta los oídos.

Cuando  intentaba convencer a sus amigos de que ir a esa cita era la única opción posible, se había hecho la fuerte, tragándose todos sus temores, mostrando una fortaleza que no tenía por completo, y ahora que estaba  a unos metros de ponerse en frente de Parkinson se sentía al borde de un ataque te pánico.

El sudor frio le recorría la espalda y su respiración era agitada, incluso comenzaba a hiperventilar, tuvo que sentarse un momento en el piso para recobrar el aplomo. Tenía unas inmensas ganas de llorar, de salir huyendo, correr y no parar hasta estar lo más lejos posible de ahí, pero no podía simplemente abandonarlo todo.

-Tranquila. -Se dijo a sí misma. -Es por ellos. -Se repitió mentalmente y pensó en los rostros de todos sus amigos y aliados que estaban exponiendo sus vidas.

Se obligo a recordar a todos y a cada uno de esos valientes que contaban con ella, los Weasley, Harry, Ron, McGonagall, Neville, Seamur, Hagrid, pensó en todos  memorizando sus rostros, y apretó los puños con fuerza al pensar en Luna, incluso en Fedra, y llegado el momento también pensó en Theodore, en Blaise y al final recordó a Draco.

No podía defraudarlos, tomando una gran cantidad de aire llenado sus pulmones, lo expulso suavemente y repitió la operación un par de veces, hasta que logro controlar su respiración y hacer que su corazón se calmara al menos un poco, se levanto con dificultad del piso, sacudió su ropa e irguió su cabeza orgullosa.

Sus manos habían dejado de temblar cuando toco la puerta y escucho al otro lado de la puerta que le concedían pasar.

Giro el pomo de la puerta y entro despacio, Vladimir no estaba sentado en la silla que generalmente ocupaba, le esperaba sentado elegantemente en el borde de su escritorio, le miraba penetrante con esa maldita sonrisa de suficiencia en los labios y esos varoniles gestos llenos de seguridad.

-Qué bueno que llegas, tan puntual como siempre. -Le alago caminando hasta su lado y con galantería la tomo del brazo para conducirla a una silla cercana.

No le gustaba en lo más mínimo la manera en que le miraba, le incomodaba la intensidad reflejada en sus ojos negros, el brillo malicioso y esa manera de sonreír que le enfurecía. Hermione se quedo en silencio unos segundos esperando que le dijera el motivo por el cual le había pedido que fuera, pero lejos de decir cualquier cosa, el moreno se limitaba a no apartar su ojos de los de ella.

Nerviosa se había mordido el labio inferior como de costumbre causando un efecto inmediato en las reacciones de Vladimir, que le pareció un gesto demasiado sensual para resistirse, se inclino sobre ella en un rápido movimiento sin darle tiempo de reaccionar y se detuvo a escasos centímetros de sus labios solo para susurrar. -No hagas eso, no te imaginas lo que puedes provocar. -Le advirtió separándose con lentitud de ella.

La castaña se había puesto tensa y apretaba la mandíbula tan fuerte que sus dientes comenzaban a rechinar, sus pupilas se habían dilatado dándole en apariencia un color más oscuro a sus ojos amielados.  Sus manos puestas sobre los descansabrazos estaban aferradas a ellos, incluso enterrando sus dedos, si fuera capaz de sentir algo más que odio, sentiría dolor por apretar de esa manera.

Vladimir la noto tensarse como siempre le ocurría cuando se le acercaba demasiado, pero eso era un juego que le gustaba demasiado, disfrutando del poder que sentía ejercía sobre ella.

-¿Te apetece un te? -Le ofreció dándole un poco de espacio.

-No gracias, estoy bien. -Le dijo ocultando el temblor de su voz lo mejor que pudo. El moreno sonrió al percibir la tención en su voz.

-Te preguntaras porque te he pedido que vengas. -Hizo una pausa para mirarla de nuevo.

Le parecía graciosa la manera en la que mantenía sus manos firmemente aferradas a los costados de la silla, a tal punto de tener la piel de sus dedos blancos por la falta de circulación. La castaña se limito a asentir de manera afirmativa, obligándose a aflojar poco a poco la fuerza de su agarre.

-Hace muy poco hice un gran descubrimiento, por el que creo te debo mucho.

-No sé a que se refiere.

-Ahora entenderás querida. -Le dijo tomando una carpeta de su escritorio, misma que le ofreció para que la tomara.

Hermione palideció al abrir la carpeta y encontrarse con la foto de alguien demasiado conocido.

-No entiendo. -Se limito a decir, sin atreverse a mirarle.

-Es curioso que mi hermano allá muerto el mismo día que tus padres ¿No crees? -La castaña sintió como la sangre huía de su rostro ante ese comentario. -Pero es todavía más curioso que el ministerio fuera tan hermético para revelar las condiciones en las que cayó mí querido  hermano mortifago durante la guerra, por lo que me di a la tarea de investigar y ¿Adivina que descubrí?

Granger se limito a cerrar la carpeta y subir con suma lentitud el rostro hasta encontrarse con la mirada divertida de Vladimir.

-Mi hermano Andrew mato a tus padres. -Señalo sin emoción alguna. -Pero eso ya lo sabes ¿Verdad? -Dijo sonriente.

-Sí. -Admitió sin problemas, la chica estaba llegando al límite de su autocontrol todo aquello la estaba enloqueciendo a tal punto de comenzar a sentir un calor ardiente extendiéndose en su cuerpo y un cosquilleo en su mano al desear hacerse de su varita que llevaba escondida entre su ropa.  

-Potter debe de quererte mucho para atreverse a matar por ti.

Hermione se levanto despacio de la silla y se puso frente a su profesor antes de contestar, le miro con frialdad, con todo ese odio acumulado en tantos meses, sus ojos se habían oscurecido y toda esa dulzura que solía poseer había huido de su rostro para dejar en su lugar una máscara fría e inexpresiva, que miraba altanera al moreno.

-Lamento decepcionarlo, pero se ha equivocado en sus conjeturas. -Cuando hablo la castaña su voz sonó suave pero firme,  hablaba lento enfatizando cada palabra. -Fui yo.

-¡Tu! -Expreso extasiado ante el descubrimiento.

-No iba a dejar con vida al asesino de mis padres. -Siseo al mero estilo Slytherin mientras apretaba los puños en un intento de controlar el temblor ansioso de sus manos que le pedían a gritos despellejar a ese hombre que estaba frente a ella.

-¡Increíble! Pues te debo aun más de lo que creía y por esa deuda te voy a ofrecer una oportunidad que no podrás rechazar.

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