Te Necesito
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Te Necesito
Fedra no era una chica cualquiera, era muy bonita para los ojos de la mayoría de los varones, que no había perdido el tiempo de acercarse, pero era demasiado tímida para que sus intentos funcionaran. Generalmente estaba sola, hablaba poco, aunque siempre era gentil y su voz estaba cargada de dulzura. Luna era quizás su único acompañante, la seguía a donde quiera que iba, así fuera en sus cazas nocturnas en busca de esos duendecillos que salían a penas el sol se ocultara o por las tarde persiguiendo naggles que no lograban atrapar.
Nunca se burlaba de las ocurrencias de la rubia como la mayoría, la escuchaba atenta en todo lo que le contaba, no la cuestionaba, incluso parecía creer firmemente todo lo que Luna le contaba. Sus ojos negros se perdían con frecuencia en algún punto en el infinito, hasta que la rubia llegaba y comenzaba a mover su manos sobre su cabeza espantando a los tosopos o quizás los naggles, lo cierto era que le miraba con una sonrisa y esos enormes ojos azules llenos de comprensión que no tardaban en perderse de nuevo en otro plano de su imaginación.
La pelirroja le miraba con cariño como si encontrara en Luna una verdadera amiga, pero sus ojos negros estaban con frecuencia llenos de tristeza, quizás la misma tristeza que había embargado a Hermione por la pérdida de sus padres.
A veces cuando deseaba estar sola se perdía por los límites del bosque prohibido con la mente muy lejos de ahí, solo caminaba sumida en sus pensamientos, en una tristeza que nunca la abandonaba, su figura esbelta se perdía en la oscuridad sin miedo hasta llegar a un árbol de tronco grueso y raíces expuestas y se sentaba en ellas tratando quizás de aclara su mente.
No importaba que el frio de la temporada la hiciera tiritar de frio o que sus mejillas estuvieran heladas y sus labios azulosos por el gélido aire, parecía no preocuparse que no sintiera otra cosa que su cuerpo entumecido, quizás era eso lo que buscaba no sentir nada.
Se acurrucaba en las faldas del árbol, abrazando sus piernas con ambos brazos, ocultaba su rostro, durando largas horas, hasta que tenía el cuerpo tan engarrotado que apenas lo sentía se levantaba y a paso lento regresaba al castillo. Cuando llegaba a su sala común Luna ya tenía una taza de chocolate caliente entre sus manos y le sonreía, sin dejar de verla, mas sin embargo sin hacer preguntas se levantaba y pasaba por sus hombros una gruesa cobija, la conducía hacia la chimenea y le entregaba la taza para que bebiera.
Ambas miraban el fuego bailar sobre la madera seca de la chimenea, en silencio, sin decir nada compartían una taza de humeante chocolate, la rubia no preguntaba y Fedra agradecía ese silencio. Compartían la misma habitación y un par de noches cuando no conciliaba dormir la pelirroja buscaba a Luna, le permitía acostarse con ella y solo así lograba dormir un poco.
Había sido solo una semana desde que Fedra llegara al colegio y a pesar del poco tiempo se notaba la amistad que había surgido entre ambas, la afinidad que tenían y la necesidad que la pelirroja había desarrollado por Luna. Quizás por eso se encontraba más triste de lo que normalmente estaba e incapaz de contenerse se había colado a un aula vacía para llorar sintiéndose más sola que nunca.
En ese estado la había encontrado Hermione y le había prometido regresar antes para pasar el año nuevo en su compañía. Fedra no entendía como podían ser tan buenas con ella, a pesar de conocerlas tan poco, y aunque se sentía mejor cuando se encontraba en su compañía, esa tristeza que llevaba siempre tatuada en sus pupilas parecía no querer irse, aun cuando supo que Granger también había perdido a sus padres recientemente.
La petición de Vladimir había sido simple, después de decirle que tenía algo que proponerle continúo con dos simples palabras que dejo en el aire por unos segundos.
-Te necesito. -Le dijo sugerente estando demasiado cerca de Hermione que se mantenía rígida por su cercanía y agachaba la mirada.
-¿A qué se refiere profesor? -Pregunto sin perder el temple, pero un ligero temblor se hizo presente en su voz, dio un paso atrás para poner distancia de por medio y el moreno sonrió descaradamente al saber el efecto que tenia sobre ella.
-Es simple Hermione, eres talentosa y necesito de ti.
-Sigo sin entender.
-No hay mucho que entender, solo quiero que me ayudes. -Dijo sin prisas tomándose el tiempo de que la castaña digiriera poco a poco sus palabras. -Tengo un proyecto, un club de duelo similar al que iniciaron cuando los tiempos eran más oscuros, Minerva ha estado de acuerdo.
-No veo en que puedo ayudar.
-Tú y Malfoy son los mejores de la clase.
-Pero sabe usted que no nos llevamos bien.
-Eso lo puedo arreglar. -dijo sin perder la sonrisa encantadora que tanto odiaba Hermione.
Hermione guardo silencio un momento evaluando la propuesta, evaluando lo más conveniente, tenía claro quelas intenciones de Vladimir era seguir entrenando a los mortifagos poniendo como fachada un club de duelo que no solo los mantendría en forma, si no que además pudiera detectar quiénes serian sus posibles rivales llegado el momento. Podía negarse, pero sabía que de cualquier manera lograría su objetivo con o sin su ayuda, además había algo importante el sospechaba de ella, de que algo ocultaba lo sabía por la manera en que le miraba, parecía que siempre la probaba con cada frase y evaluaba todo lo que hacía, eso no era bueno en esos momentos.
-¿Cuáles serian mis funciones? -Pregunto levantando la mirada por primera vez tratando de mostrarse segura. El moreno amplio mas su sonrisa y la miro con intensidad.
-Ser mi mano derecha entre algunos detalles más, pero podemos hablar de ello regresando de vacaciones. -Sugirió galante volviéndose a acercar a ella.
-Está bien. -Acepto con seriedad. -Supongo que colaborar me ayudara a obtener algunos créditos.
-Así es, aunque creo que alguien con tu talento no necesita muchos más de los que tienes ahora, pero creo que no debes de ser egoísta y compartir tus conocimientos con los menos afortunados. -Intento adularla.
-Gracias Profesor -contesto con su mirada encendida de ira.
Hermione se giro para retiraba cuando el profesor la llamo de nuevo y al volverse se topo de frente con él.
-Granger espere. -Dijo en un susurro sobre su rostro, estaban a centímetros, Vladimir se había agachado un poco para tal efecto y miraba embelesado los ojos color miel de la chica y sus labios tan apetecibles pidiendo ser besados. -Felices fiestas. -Le dijo con sus ojos negros brillantes de excitación.
-Igualmente Profesor. -Replico con la mirada llameante de furia y la mandíbula apretada, sus palabras eran solo un siseo amenazador impropio de ella, pero justo ahora estaba tan condenadamente cerca de perder el control que el calor en sus mejillas era incontrolable como lo era el cosquilleo en sus manos que ya buscaban la varita de entre su ropa.
Vladimir noto como se dilataron las pupilas de la chica, la sentía tensa, parecía peligrosa, le sostenía la mirada como esperando cualquier excusa para aniquilarle, era extraño pero le intimido su actitud, su seguridad, esa furia de su mirada. Pero el no era cobarde y le gustaba, le excitaba cada gesto en su rostro, incluso la amenaza implícita de su mirada, de sus labios apretados, su respiración agitando su pecho erguido con orgullo.
Se perdió por un segundo, todo en ella le parecía fascinante, su aroma a canela, esa piel tostada que parecía tan suave y lozana, se moría por comprobar esa calidez que se imaginaba al tocarle, al sentirla, quería posar sus manos en la estreches de su cintura y apoderarse de sus labios, morderlos, destrozarlos. Deseaba penetrar su boca con la lengua, explorar cada rincón de ella, absorber su esencia, averiguar si en ese cuerpo de apariencia frágil se escondía alguna cicatriz de sus batallas, saber si solo tenía esas pecas que salpicaban su nariz respingona o había que encontrar en la extensión de su piel sutiles pecas o lunares escondidos en lugares mas íntimos y escondidos.
Fascinante, era simplemente fascinante, le excitaba el salvajismo de su mirada, la bestia contenida en sus ojos castaños, podía detectar su aura oscurecerse, cada poro de su piel sentía las sacudidas eléctricas que le advertían que no se acercara mas si valoraba su vida.
Era adictiva, no recordaba haber deseado tanto a alguna mujer, para él era fácil, quizás demasiado fácil conseguir a cualquiera que le gustara lo suficiente, era hábil para conquistar, para seducir para hacerlas que perdieran la voluntad embriagándolas con sus besos, con sus caricias, para después mandarlas al diablo cuando le aburrían, o cuando ya no encontraba diversión entre sus sabanas.
Granger era distinta, no lograba a entender que era, pero la sentía diferente. Más de una vez había seducido a impuras especialmente atractivas a las que después torturaba con sus desprecio, las humillaba para que tuvieran claro su condición inferior. Pero con ella, con esa Gryffindor a la que debía aborrecer por ser una de las causantes de que el mundo mágico fuera dirigido por traidores de la sangre e impuros, todo era tan distinto que le confundía.
Sus ojos negros eran carbone encendidos, candentes y excitados, percibía la adrenalina correr por su sistema, adentrarse en su organismo y centrarse en puntos claves, se moría por hacerla suya, por arrancarle la ropa con violencia para descubrir su cuerpo. Sentía el peligro, el odio, el rechazo que le provocaba pero eso lejos de desalentarlo era un aliciente, uno demasiado poderoso, uno que se volvía cada vez mas incontenible.
-No se atreva. -Le amenazo adivinando sus pensamientos y Vladimir recobro la conciencia de sus actos al sentir la punta de una varita contra la piel de su cuello.
No se movió ni un apise y aunque se mantuvo en apariencia tranquilo, lo cierto era que ni siquiera había notado en qué momento la leona ya estaba en guardia. Sabia que no alardeaba que estaba dispuesta a lartimarle si se atrevía a cualquier cosa.
-No deberías ser tan sensible. -Dijo sonriente. -Solo quería darte un pequeño abrazo para desearte felices fiestas.
-No es necesario. -Aclaro con firmeza pero pudo percibir el temblor en la mano que sujetaba con fuerza su varita.
La noto pálida, pero ya no pudo decirle más pues se dio la vuelta y salió apresurada. Granger llego a un aula vacía en una de las alas más alejadas del castillo, hechizo la puerta antes de destrozar todo el mobiliario que se encontraba en ese salón.
Grito con rabia, mientras un par de lágrimas resbalaban por su mejilla, pero no se contuvo a destrozarlo todo, incluso cuando sintió que no era suficiente para sacar todo el odio que sentía en ese momento rompió varios frascos vacios que estaban en un estante, azotándolos contra el piso o lanzándolos contra las paredes.
Cuando se canso de romperlo todo a su paso se dejo caer de rodillas ya sin lagrimas, el temblor en sus manos aun persistía y la hacía sentir débil e indefensa ante ese hombre que era su mas grande rival.
Mientras estuvo en el despacho de Parkinson, por un segundo deseo que la besara, para arrancarle la lengua, para poder tener un pretexto para enterrar su varita en la piel de ese hombre y causarle daño, causarle dolor, quería escucharlo gritar, quería descargar todo ese odio que la consumía.
No podía sentir culpa por matar a Andrew Parkinson, pero si sentía un odio corrosivo por todo lo que hacía que lo recordaba, pero lo sentía especialmente por Vladimir, porque él era una rata asquerosa igual que su hermano, porque por su causa estaban de nuevo envueltos en la proximidad de una nueva guerra.
Odiaba a Vladimir por todo lo que le recordaba, pero lo odiaba mucho mas por todo lo que representaba, le consumía la rabia de solo pensar que por su ambición inocentes corrían un riesgo inminente, que posiblemente muchos morirían a pesar de sus esfuerzos.
Su instinto asesino, ese que creyó alguna vez que no poseía se desataba cuando lo tenía cerca, había pensado que con el tiempo sería más fácil sobrellevar sus emociones, esas que ligaban el parecido de Vladimir con el asesino de sus padres, pero no era así. Porque su cerebro le repetía que aunque eran personas diferentes eran dos seres despreciables, sedientos de sangre que buscaban lastimar a las personas que quería.
Cuando se tranquilizo de nuevo reparo todos sus destrozos, se acomodo el cabello, alisando y sacudiendo sus ropas, salió de esa aula con un firme propósito, no permitiría que lastimaran de nuevo a los que amaba, así tuviera que matar de nuevo.
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