Al final no fue el último...

"Si una ciudad no puede separarlos... ¿Qué puede hacerlo?"

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Habían pasado ya algunas semanas desde que Zoe había dejado atrás todo lo que había conocido.

La nueva ciudad se llamaba Cheery, y era muy bonita a los ojos de Zoe. Había mucha vegetación y las calles estaban muy cuidadas. Las casas eran casi todas del mismo color, pero cada fachada tenía algo que le daba un toque que la hacía única.

La casa de la familia de Zoe era más grande que la anterior, pero solo un poco. La fachada era blanca, como todas las demás y habían hecho un dibujo entre los tres, de color azul, para darle su toque.

Zoe estaba contenta con su nuevo cuarto, tenía una gran ventana que daba a un pequeño jardín, y había mucho espacio para sus cosas... Además, la había decorado a su gusto.

Su casa estaba cerca del instituto, así que no tenía que coger el autobús. Hablando del instituto, era un edificio blanco con muchos cristales. Tenía un aparcamiento para los más de dieciocho autobuses que llegaban. También había una entrada con una fuente que llevaba al recibidor, desde donde te metías de un pasillo a otro en dirección a tu clase. Todo era muy diferente, pero se acostumbraría.

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Zoe iba en el coche ilusionada, por fin era fin de semana y podría visitar de nuevo su antigua ciudad. La semana sin estar allí se le había hecho eterna, pero eso era porque tendría que pillar la rutina.

Miraba por la ventanilla imaginando los montones de cosas que podría hacer en solo dos días. Pero todos los planes de su mente se centraban en una única persona: Pablo. Esa despedida le hizo sentir que todo lo que había vivido con él había significado algo... Al verse en aquella situación, que tendrían que dejar de verse tan seguido, le hizo ver que aquello era algo más que una amistad.

El coche paró frente a la casa de Pablo. Los padres de Zoe volverían a su nueva ciudad, pero la chica se podría quedar allí.

En la puerta estaba Pablo, esperando ansioso verla de nuevo. Y otra vez, como si nada hubiese cambiado, volvieron los ojos brillantes y alegres de Pablo, junto con su gran sonrisa.

—¿Qué tal? —Le preguntó él—. ¿Cómo está Cheery?

—Bastante bien... —Sonrió Zoe—. Pero no se compara con esto.

Pablo sonrió.

—Vamos, Zo —Le indicó que entrase—. Vas a tener uno de tus mejores dos días.

—Siempre dices eso —Bromeó la chica.

—Y siempre es verdad —Se rió él.

Las risas llenaron una mañana totalmente planeada por el chico.

—¿Y ahora a dónde vamos? —Sonrió Zoe mientras que Pablo la guiaba de la mano.

Sentía cómo la electricidad podía recorrer cada músculo de su cuerpo.

—A donde nos lleve el viento —Le devolvió la sonrisa.

—Jaja —Dijo sarcástica.

—¿Confías?

Siempre esa pregunta... Pues claro que confíaba, siempre lo hacía.

—Ufff —Se quejó Zoe riendo.

Al final, aquella frase que había empezado molestándola un poco, había llegado a sonarle como algo fundamental y necesario.

Caminaron un par de calles más de la mano y en apenas unos minutos habían llegado ante el instituto.

—¿Qué hacemos aquí? —Preguntó Zoe.

—Mi idea era traerte y que reviviésemos los momentos que hemos pasado aquí —Empezó Pablo—. Que pudieses volver a sentirte como si nada hubiese cambiado... El problema era que solo los estudiantes podemos entrar.

Pablo miró a Zoe, que no entendía nada.

—Pero... —Alargó la "e"—. Hoy hay un partido del equipo abierto al público.

—A los que no son estudiantes también —Sonrió Zoe.

Entraron por los pasillos de nuevo. Un montón de momentos llegaban a la mente de la chica, a la que aquellos pasillos ya se le hacían lejanos. Pasaron por el patio principal y llegaron a la zona del campo... Donde estaban la gradas.

El equipo rival ya había llegado, y sus compañeros del instituto estaban preparándose para el juego.

—Desde aquí creo que se ve bien —Dijo Zoe mientras se sentaban en la grada.

Estaba casi llena, había gente de todas las edades. Había algunos niños pequeños viendo a sus hermanos mayores junto a sus padres. Algunos amigos de los jugadores se agrupaban en algunas zonas de la grada para animar.

No era la primera vez que Zoe iba a ver un partido jugado en el instituto, además, alguno de ellos le sonaba de haberlos visto por los pasillos.

El partido empezó, y los gritos de las gradas con ellos. El entrenador del equipo rival no dejaba de gritar instrucciones a los jugadores, mientras que el árbitro no dejaba de correr de un lado para el otro. El portero del equipo contrario era bueno, pero el del equipo del instituto era imbatible.

Acabó el partido, ganó el equipo del instituto y todo el mundo empezó a abandonar el edificio.

Zoe se levantó, pero Pablo la retuvo.

—Ven —Dijo Pablo—. Recuerdo que cierta persona soñaba con hacer esto.

Se levantó y empezó a bajar de las gradas. Ya se estaba haciendo tarde, pues el partido había durado bastante. La luna brillaba intensamente sobre el cielo, haciendo que a su alrededor hubiese un pequeño aro de luz blanca.

Giraron y empezaron a caminar tras las gradas y se pararon justo frente a la zona donde las parejas firmaban.

—¿Quieres dejar tu marca conmigo? —Le preguntó sacando un rotulador.

Zoe asintió. Momentos como aquel le demostraban que la escuchaba. Cogieron el rotulador negro y apuntaron sus iniciales, pero Pablo añadió un pequeño dibujo de un avión de papel junto a ellos.

—Perfecto —Dijo Pablo sonriendo.

Zoe miró a Pablo a los ojos. Aquellos ojos que atrapaban y no soltaban.

—Gracias —Susurró.

—¿Por qué?

Ese "por qué" le abrió un universo entero de respuestas.

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~Gracias por estar ahí.

~Gracias por escucharme... Por apoyarme.

~Gracias por cambiarme para mejor.

~Gracias por enseñarme que las despedidas no tienen que ser las últimas.

~Gracias por enseñarme que la distancia no importa.

~Gracias por verme como soy.

~Gracias por rescatarme de lo profundo.

~Gracias por hablar conmigo.

~Gracias por ser tú...

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Todo eso se podía resumir en una frase corta. En una frase corta pero real...

—Gracias por todo.

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Nota de la autora:

Gracias por haber decidido leer mi historia y llegar hasta el final ❤️🌱🍄

¿Qué te ha parecido?

Espero tu comentario =)

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