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Catorce de Febrero de dos mil diecinueve
Esta no es sólo una historia, sino dos. Ambas conectadas por una importante lección que necesitaba aprender para crecer como persona. Me encantaría que te ayudara.
"Las lecciones de la vida son tan buenas, que si no las entiendes las vuelve a repetir" —Anónimo
La historia es sobre la perspectiva de chica.
Al iniciar la carrera me gustó un chico de mi salón. El que en ese momento me parecía atractivo, acompañado del espíritu de competencia que se creaba alrededor de él (por ser guapo para las chicas) "me enamoré".
Mis amigos me comentaban que era guapo, pero hueco; lindo por fuera, pero sin esencia alguna, que él no valía la pena. Una parte de mí lo tenía claro, pero aun así no los escuché.
Hablábamos a diario durante las clases y en las tardes por mensaje. Pensé que cada mensaje, cada palabra, cada punto y coma debía estar bien cuidado si quería gustarle. Pues creía que esto más que tratarse de amor se trataba de estrategia pues quería ser diferente entre tantas chicas.
Y aunque no teníamos los mismos intereses, compartíamos el mismo amor por las historias de Superhéroes. Nos pusimos apodos con los nombres de estos y para unos meses ya nos hablábamos con cierto cariño.
Así que a pesar de escuchar esa insistente vocecita que me decía "él no es el chico para ti" —que sabía en el fondo era cierto—, la hacía a un lado porque lo que quería era ganar el reconocimiento de ser "la chica" entre tantas. Incluso cuando el premio mayor no era mi concepto del mejor premio. Me encapriché.
Un día un amigo, quien sabía sobre mi reciente crush, me enteró de una conversación que había escuchado donde criticaba chicas a ton y son. Cosa que me decepcionó. Además después de esto caí en cuenta, gracias a una informante amiga, que prácticamente por mensaje tenía reclutado a todo un escuadrón de superheroínas.
Lol.
Pero la gota que colmó el vaso fue una conversación en la que yo tratando de forzar las cosas le preguntaba insistentemente quién le gustaba. Él me había dejado en claro que no buscaba en ese momento una relación, pero yo insistía:
—¿Ya me dirás quién te gusta?
—Nunca sabrás porque no importa.
Esta conversación fue determinante para mí pues sentí que todo me caía encima. Me enojé mucho con él, por su rechazo, por la idea de perder, pero sobre todo me enojé más conmigo. Me enojaba el que hubiera dependido de alguien, que me hubiera ilusionado y que necesitaba su aprobación.
Le dejé de hablar, incluso asistiendo al mismo salón. Dejé que las cosas se enfriaran para poder pensar. Me había ilusionado, me había desvivido y había forzado las cosas. Realmente caí en cuenta que no era un enamoramiento, sino ese intenso deseo por conseguir cualquier cosa que me propusiera y esto me había cegado. Quería ganar, quería cumplir con la meta que me había trazado: ser su novia.
Finalmente caí en cuenta de lo que mis amigos me decían y aún más importante, lo que yo pensaba y no quería admitir. La verdad es que ambos íbamos por caminos diferente y eso está bien. Comprendí que quería "ganar" pero no lo quería a él, sino lo que realmente buscaba era esa aprobación y reconocimiento.
Entendí que al final no se trataba de él, sino de mí. Yo debía darme ese reconocimiento y esa aprobación que tan desesperadamente busqué en él.
Poco después de este drama me enamoré de otro chico. Viéndolo en retrospectiva, sé que lo hice inconscientemente para huir del problema anterior sin analizar ni aprender la lección. Y esta sí que salió cara.
El chico era gay. Yo lo sabía, todos me lo decían, incluso él lo decía. De nuevo esa vocecita en mi cabeza que me decía a mí misma "Esto no está bien", "Él no es para ti" que nuevamente no escuché e hice a un lado, pero como parecía un reto aún mayor para mí, decidí quedarme.
Él era un chico simpático y extrovertido. Aparentemente tenía muchos amigos. Yo no era una amiga cercana, solo hablábamos ocasionalmente. Cada día iba a la escuela con el deseo de solo verlo pues alegraría mi día, a propósito, deambulaba por su salón o lugares donde sabría que estaría. Incluso me inscribí a una clase a la que, el susodicho asistía, pensando que este era el excelente pretexto para hablar.
De nuevo me veía forzando las cosas. Esto se volvió tóxico y una obsesión. Mi dependencia creció y mi ansiedad también. Otra vez mi terquedad por "ganar", por lograr lo que me propusiera, por aprobación, a pesar de que fuera negativo y dañino para mi persona.
Tras varios meses de ansiedad, dependencia emocional, (en realidad la peor época que he tenido en mi vida) y mucho llanto; entendí que no lo quería a él, sino quería ser como él. Quería ser simpática y extrovertida, además creía que el tenerlo de amigo me haría aprender de su forma de ser, sin embargo aún necesitaba ese reconocimiento y aprobación.
Pensaba que había llegado a un obstáculo tan difícil que no podría superar. Cansada de tanto sufrir empecé a acercarme a Dios, y lo que me sacó de ahí fue la comprensión y el amor propio.
Por fin aprendí lo que me tomó dos veces aprender: El amor propio es la base de todo. Ahora me amo a mí misma y soy una obra en proceso.
Por mi determinación salí a flote y aprendí. Superé, el que pensaba, había sido el obstáculo más grande de todos.
Lo vi recientemente y esta vez sentí gran paz, pues ahora todo es diferente. Ahora que eso ha quedado atrás, siento que he renacido y surgido de entre las cenizas como el ave Fénix. He transformado todo sentimiento negativo a uno lleno de AMOR y AGRADECIMIENTO. Ahora siento paz y amor en mi corazón. Sumando esta gran lección a mi vida.
Esta historia en especial ha sido una Completa Bendición. Estoy sumamente agradecida de comprender que en ese momento hice lo que sabía con el conocimiento y la experiencia que tenía. No pude haberlo hecho mejor. Ahora atesoro esa experiencia porque ambos chicos me inspiraron para aprender sobre amor propio y así ser la persona que soy ahora. Les agradezco el que hayan sido mis maestros en este camino y en esta lección valiosa de autoestima. Tienen un lugarcito en mi corazón.
En conclusión:
Escucha esa voz positiva e intuitiva en tu interior, te ahorrará mucho tiempo. Si tu voz interna te dice que algo está mal ahórrate el tiempo y ve por otro camino. Si crees que ese no es el chico para ti, ni siquiera fuerces las cosas, hasta caso —¿quién podría conocerte mejor que tú mismo? —, y ve por otro camino. Aprende a la primera. Constrúyete una buena y sana autoestima. Sé consciente de ti mismo, tanto interna como externamente. Ámate a ti mismo. Y recuerda ¡Que tú puedes con todo!
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♥14/14♥
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