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Doce de Febrero de Dos mil diecinueve

     Todas las noches cierro los ojos y revivo en mis pensamientos aquel día donde inicio todo; recuerdo muy claramente en mis pocos recuerdos esos días cuando mi mama me hablaba de ti y de tus virtudes y siempre tuve presente la calidez de persona que eres y has sido.

Tengo presente aquella fecha una tarde de julio donde hoy en una llamada tu voz decía que querías venir a visitar, algo que tome totalmente igual. A los primeros días de agosto vuelve las llamadas misteriosas hasta que una tarde mi madre me confiesa tu llegada al día siguiente, para mi sorpresa era de los días en que todo me molestaba y para mi gran suerte no tenía escuela al día siguiente.

Esa mañana me levanté temprano, me di una ducha recordaba tus fotos para reconocerte; sinceramente sin ni siquiera una sonrisa en mi rostro mostraba, odiaba salir de mi rutina, fue un viaje de una hora hasta el aeropuerto, para mi desgracia tu vuelo se había atrasado casi dos horas, tocaba una larga espera; pasan los minutos y horas, cuando de repente te vi salir.

—¿Es él? —pregunté a mi mamá.

Eras tú, caminamos hacia ti, mi corazón palpitaba de una manera extraña y yo me decía, ¿Qué me pasa ni siquiera lo conozco? Te abrasé y me sentí de una manera segura, de una forma algo extraña.

Durante el viaje te miraba y me parecías extraño, pero te veía como una luz, una especie de paz; durante esa noche charlamos, compartimos redes sociales y esa noche fue el primer mensaje "deberías dormir mañana será un día pesado".

Llega la mañana siguiente, me sentía segura, feliz, no se extraña, esa tarde salimos a pasear. Te veía, nos tomamos confianza en un dos por tres, fue maravilloso, pareciera que nos conocíamos de años, jugábamos, reíamos; luego pasaron los próximos dos días, la noche anterior de tu partida me sentía triste y no entendía porque si apenas te conocía. Esa noche fue muy bonita, llena de bromas y risas; llega la mañana, tú me vas a dejar a la parada de bus, era un lunes, recuerdo nuestro abrazo tan simple y abrigador a la vez que mis ojos se llenaban de lágrimas me volteé rápido para que no vieras y corrí al bus, no entendía la razón de mis lagrimas era algo loco y tonto.

Esa tarde comenzó todo, al llegar al país recuerdo bien tus mensajes que estabas bien y eso de allí en adelante recuerdo que se volvió una rutina; el chat todos los días, eras tan constante y yo tan extraña porque sentía cosas algo raras... le pedía y rogaba a Dios que no me hiciera sentir eso pues no estaba correcto.

Recuerdo un día de septiembre yo iba teniendo un mal día, problemas, etc; te Conte y dijiste "estoy contigo siempre te amo y quiero lo mejor para ti", mi corazón palpitaba muy fuerte, desde esa noche cambió todo, me di cuenta la conexión que teníamos, era instantánea, si yo estaba mal tú lo sentías y me consolabas o era al revés.

Nuestras conversaciones eran demasiado lindas, pasan así los días y semanas, nos llamábamos cada sábado, hablábamos hasta las tres de la mañana; recuerdo que en una llamada me dijiste:

—Me gustas.

—¿Qué, no oí? —Me quedé.

—¡No te lo diré otra vez por una llamada te lo diré en persona y lo entenderás!

Yo oraba y oraba porque creía que era algo anormal o quizás enfermo sentir eso.

Me empezaba a concentrar en ti, en cambiar mis defectos, mi forma de actuar y a hablarle de ti a todos, hablaba de ti de una forma maravillosa eras lo mejor que tenía. Llegó diciembre y tenía presente tu tristeza pues anhelabas venir a visitarnos para las fechas navideñas, lastimosamente no podías por la escuela.

Te pusiste raro, cortante, muy callado; la noche de diciembre fue tan extraña, me hablaste, me contaste tus problemas, hablamos de las fiestas y nos lamentamos que tu no pudieses venir, me dijiste:

—Algún día estaré para estas fechas.

Me contaste que tus vacaciones de fin de año iniciaban el lunes, te despediste de la misma manera como siempre. Llega la mañana y oigo una notificación, era tu mensaje de todas las mañanas, pero eran las 4:00 am, un domingo.

Me pareció raro pues ni siquiera en tus días de escuela te levantabas tan temprano, supuse que irías de paseo o algo así. Eran las 10:00 am nuestro, tío salió, mis hermanos querían acompañarlo más él dijo que no podía, aludimos que iría con su novia o a envolver regalos.

Llegan las 12:30 pm, te escribo llevabas horas sin conectarte, no me preocupé.

3:00 pm, oigo a mi tío llegar, estaba en mi habitación arreglando cuando oigo a mi hermano decir vino y yo corrí, salí, te vi, te abracé y no creí que estaba frente a mí la persona que más quería en mi vida, no podía creerlo, era impresionante.

Esa tarde la pasamos bonito hablamos de todo y recordamos diversas cosas que teníamos planeadas por hacer y de las veces que hablamos en lo cool que sería que uno llegue de sorpresa. Te vi en ese momento, tomaste mi mano y nos vimos a los ojos, mi corazón palpitaba y palpitaba, pero solo nos abrazamos.

24 de diciembre, nos volvimos tan inseparables, me llenaste de besos al llegar la media noche, nos abrazamos tan fuerte, nos vimos a los ojos y supe que estaba enamorada y que era un amor puro; de allí creamos recuerdos, nuestros días en la playa cuando salíamos esas noches donde te quedabas dormido en mis piernas mientras te hacia cariñito, cuando me dejabas dormir en tu pecho cuando estaba mal y me limpiabas las lágrimas y me llenabas de besos; una noche era demasiado tarde, íbamos a descansar, me acosté, te recostaste junto a mí, me abrazaste y nos quedamos viendo fijamente, en ese momento sentí mil cosas que en los siguientes segundos nos acercamos, nuestros labios rosaron y rápidamente moví la cabeza porque tenía miedo a que nos descubrieran, me abrazaste y me besaste la frente, fue un sentimiento hermoso que jamás olvidaría.

Una noche siguiente me enfermé, te supliqué que fueras a dormir y me dijiste que estarías para mí, me abrazaste, yo quería decir cuánto te amaba y que quería que jamás te fueras de mí.

Pasan los días muchos recuerdo pero llega el día más difícil el día: tu partida.

Una noche antes no lo soporté y exploté, te abrasé y te dije que te quería y quería estar siempre contigo, que no quería que te alejaras, lloré como una loca, sabía que estaba enamorada, pero sabía que era una prueba pues no todo sería fácil.

A la mañana siguiente me pediste que fuera contigo al aeropuerto, sabiendo que odio las despedidas durante el viaje nuestros ojos estaban rojos, íbamos de la mano, por ratos me abrazabas; llegamos, te registras y te quedaba una hora con nosotros, estuvimos un rato solos, me tomabas del rostro y me abrazabas hasta el momento, el nudo en la garganta era insoportable.

—Te amo —dijo y me das un beso.

No lo soporto y comienzo a llorar, tú también lo hiciste, no queríamos soltarnos nunca, pero al final era inevitable y tuvimos que hacerlo; caminaste, recuerdo como ibas secándote las lágrimas; vuelvo al auto, pienso en todo en que te amo y quiero volver a verte.

Esa tarde cambia todo, él se vuelve indiferente, mis autoestima cae a el piso luego de todo lo que pasó, me dolía, mucho, hablábamos muy poco ahora; un día recibí una llamada, era él, contesté, me dijo que se sentía confundido con sus sentimientos, que no estaba bien.

Días después explotamos, confesó que me amaba y que quería estar a mi lado, pero no sabía si sentía lo mismo, que necesitaba estar conmigo.

Ha pasado el tiempo, él y yo nos amamos, el me enseño en realidad que es amar a alguien, es la persona por quien doy mi vida. Nuestra relación no es fácil porque somos primos hermanos y las personas que lo saben lo han visto enfermo por lo que nos ha tocado disimular, pero solo él y yo sabemos que sentimos en realidad.

El prometió visitarme cada seis meses, pero se nos hace muy duro la distancia y nuestra familia, yo quiero viajar con él, pero se me dificulta demasiado.

El amor se encuentra en el lugar menos indicado, uno se da cuenta cuando es de verdad pues no importa nada más que su amor y pasar las pruebas que vengan juntos.

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♥12/14♥

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