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Diez de Febrero de dos mil diecinueve
Mantengo los ojos entreabiertos, observando la grieta que iluminaba la pantalla de mi celular, estibando los bordes que formaban mis sabanas, envueltas en mi cuerpo, refugiándome del frío y de lo que mi yo de quince años imaginaba que terminaría por suceder, sucumbida entre las lágrimas.
Yo hasta no mucho tenía esa frase típica que dicen los padres cuando empezamos a meternos en las redes y los peligros expuestos, esa misma de cuando iniciaba a meterme en el facebook a los once, que nunca utilicé más que para juegos, tipo Pet society y Dragons city; esa misma que hasta cierto punto dejé de escuchar con la voz de mi madre:
—No agregues a gente que no conoces.
Nunca me consideré "rebelde" o "rompe reglas", soy sensata, se cuándo aplicar lo que me enseñan y la ingenuidad nunca lograba ganarme en situaciones riesgosas, pero incluso hasta a los que observan tan de cerca pueden pasárseles un detalle de largo y llegar a la confusión.
En ese momento no tenía amigos, todo lo que me rodeaba puede que parecía que me gustaba, pero la verdad es que eso de que las apariencias engañan, engañan hasta uno mismo; en otras palabras: odiaba a todo y todos, incluso a mí misma, sobre todo a mí misma.
Oí una vez que vivimos en un círculo, una burbuja en que nos creemos el centro de todo, hasta seas la persona más humilde de toda, tu vida gira en torno a tus ideas, de lo que piensas, de lo que sientes, de lo que te afecta, eres tú, siempre eres tú.
Podía estar rodeada de gente y sentía que me encontraba en un punto negro, rodeado de una sala blanca; podía estar hablando de lo más casual con esas personas y tener una sonrisa en la cara, y estar pensando en todos esos pendientes que tenía atrasados y en la pérdida de tiempo que gastaba escuchando y contando chismes a los de mi grupo.
Puesto así, no era más que mi culpa, nunca decía lo que realmente pensaba, movía las riendas de mis temas y me adaptaba al círculo de los demás para poder así encajar, con miedo a caer en esos días de tercer grado cuando lejos de los grupos tomaba mi desayuno y me sentaba a comer sola.
Aquí es cuando caigo en la teoría de uno de los profesores que más aprecio, la teoría del iceberg: la punta y lo que sobresale del agua es lo que mostramos, pero lo que hay debajo, que es hasta el triple, es lo que somos.
Poniéndolo así, era muy solitaria, reservada, conmigo misma y los demás, ni con mis padres hablaba demasiado y eso me llevaba a encerrarme en mi propio mundo, queriéndome volver ajena al quien no pudiese soportarme, que en su mayoría son mucho.
Pero entonces, encontré un lugar al cual pertenecer, uno entre las redes y aplicaciones; creé una página propia, inventé un nickname para mantener el anonimato, empecé a ver animes, algunas series, un par de novelas, a leer en wattpad, escribir en la misma, volverme una obsesiva y adicta en los grupos de whatsapp.
Oh, esos grupos, nunca me sentí más acogida y tan recibida como en ellos, recibía entre 500 y 1000 mensajes diarios, y a veces eran hasta poco; como me reía, como me divertía, me sentía muy bien una vez llegaba a casa, me encerraba en mi cuarto, prendía las megas —o robaba wifi de la vecina—, y empezaba a interactuar con esos locos desconocidos, extraídos de varios lugares del mundo.
No me acuerdo como llegué ahí en realidad, realmente uno no sabe a qué lugares puede terminar, lo más seguro fue que algún abusador que tenía mi número y que conocía me metió, pero ¿Saben? No me importaba, más bien, en ese momento, estaba agradecida de que lo hubieran filtrado, pero hablo de ese justo momento, cuando en uno de los grupos lo conocí a él.
Al principio yo era una más de los integrantes que más hablaba e interactuaba, aquí sí que era activa, me encantaba decir cualquier barbaridad y que los demás me siguieran el juego y al final riéramos de nuestras locuras entre todos; pero como en todos los grupos buenos, empezó el derrumbe, unos miembros se estaban peleando, discutían horriblemente, los demás trataban de calmarlos, pero al final el administrador tuvo que sacar al que empezó el pleito, poniendo orden.
Ese era él, qué gran personaje, qué gran idiota, sacaba hasta de las piedras mis risas, siempre teníamos algo de qué hablar, lograba quitarme el sueño en plena madrugada, algo irónico si lo pensaba puesto a que en el grupo apenas se pasaba a saludar, pero era un gran chico del que poco a poco fui agarrándole cariño, un gusto peligroso por la enorme distancia que nos separaba, con la única manera de comunicarnos por los celulares.
Desafortunadamente no vivíamos ni en el mismo continente y solo podíamos hablar en la noche, cuando ambos coincidíamos, sin deberes u otras responsabilidades, solo nosotros y el grupo; que más tarde pronto moriría como el resto.
Si, el grupo fue muriendo también, "todo lo bueno termina" pensé, mientras intentaba reanimar a los integrantes, me rehusaba a dejarlo ir después de que me otorgaran el cargo de administradora, había muy buenas personas ahí, todas con sus rarezas y loqueras, pero buenas al fin de cuentas. Fue cuando le pedí a él que volviera al grupo —que por motivos personales decidió dejar en mis manos mientras arreglaba sus problemas—, lo hizo, agregamos a nuevas personas y todo siguió su curso.
Esa noche, mientras todos conversaban y tonteaban, nosotros hacíamos nuestra propia fiesta en privado, le decía que era el mejor y cosas así y él me las devolvía con mucha alegría, nos entendíamos muy bien; mientras seguíamos y seguíamos llegamos a parar en uno de los temas que no me gustaba hablar: el amor.
—¿No tienes novio? —preguntó, poniendo al final las típicas caritas de emojin, de entre sorprendido y triste.
—No —respondí tajante. Repito, no era algo de lo que me gustaba hablar.
—¿Por qué? —Pero el insistía.
—No le intereso a nadie de esa forma... —escribí con inseguridad, sonaba muy depresivo, pero para mí siempre fue una verdad—, y tampoco es que busqué a alguien ahora.
—Que lástima.
—¿Por qué?
—A mí me interesas.
Juro que en ese momento parecí a un resorte, cuando me levanté de golpe y me senté a releer el mensaje, no creyendo de a dónde podría ir la situación.
—¿Qué? —Fue lo mejor que se me ocurrió responder, aun con la impresión de que su corrector puso la palabra equivocada.
—Que me gustas...
—¿Estás hablando en serio?
Esa pregunta sentí que lo molestó, pasaron varios segundos en visto y no llegaba su respuesta, los nervios se pusieron a flote cuando noté que, en la parte superior, al lado de su nombre, decía "grabando audio" y no mucho después llegó a nuestro chat, mi corazón empezó a latir con fuerza y mi mente empezó a procesar lo que me decía su voz.
Si, en efecto, se me estaba confesando y yo no sabía cómo responderle. Todo en el audio era bonito, sencillo y, en su momento, sincero, por primera vez yo le gusté a quien me gustaba; tarde un poco, pero no me negué y lo acepté, desde entonces las cosas tomaron un giro diferente en mi vida.
Mediante pasaban los día me sentía cada vez mejor, éramos ese tipo de parejas que surgían de las rarezas y que funcionaban, nos contábamos todo y hasta un poco más, teníamos mucha más confianza ahora, uno tenía un problema y el otro se esmeraba en intentar ayudar, aunque a veces era un poco difícil, por supuesto, tampoco éramos la media naranja sin cortadas desiguales, al contrario, éramos frutas diferentes, por decir un limón y una papaya, no había por donde juntarlas, pero al volverlas un jugo hacíamos un sabor interesante, más que no a todos reconocían o les gustaba.
—¿Novios a distancia? —preguntó una de mis "amigas" —, ¿Nunca lo oíste? Lo de "amor de lejos, amor de pendejos".
"Gracias por la indirecta, idiota". Me abstuve de decir y miré a otro lado, me imaginaba aquella reacción.
—En cierto modo.... —murmuró otra "amiga" a su lado—, no es que esté mal... pero aparte del peligro, dime, ¿Cómo puedes reconocer que te gusta alguien que no has mirado en persona?
—No puedo, eso es cierto, pero puedo sentirlo y eso me basta.
—¿Cómo?
—Lo leí por ahí "puede que nuestros cuerpos estén separados, pero no nuestras almas", puede que no lo tenga cerca, puede que no lo vea, pero, que yo sepa, los sentimientos tampoco tienen una forma física, solo los sentimos y con ello sabemos que están ahí.
Ambas respetaron mi punto y cerramos el tema, por el momento, no mucho después una de ellas, que era la más cercana a mí, me dijo que quería conocerlo y yo no se lo negué; creo que fue el primer error para invocar el desastre.
Confusión, ese es el nombre que le doy a la situación en que me encontré, esta chica me volvió un ocho, mientras ella me decía una cosa él me decía otra, dejándome en la nada, en ningún lado, fuera de sí y no sabiendo a quien creerle, puesto a que ninguno de los dos me mostraba pruebas más que su propias palabras.
Ella decía que mi novio le coqueteaba, que le dijo que gustaba de ella, pero no le creía, ella era el tipo de personas de que del 100% de lo que decía, solo el 20% era verdad, no podía fíame de lo que decía, pero no puedo negar que me dejó cierta inquietud con él, así que hablamos y él, por supuesto, me lo negó, justificándome con el "apenas hablo con ella", tampoco le creí del todo, pero lo dejé estar para no crear más revuelo del que había.
Ella de un momento a otro dejó de molestarme con el tema también e hizo como si no pasara nada, volví a hablar con él y me explicó que habían discutido por el escódalo anterior, en donde le pidió que no le hablara más, no volvimos a mencionarla. Por otro lado, ella de vez en cuando, normal, casual, me preguntaba cómo iban las cosas con él y yo le daba el resumen del resumen, acortando todo lo que podía.
Aun después pienso que ambos mintieron en alguna parte, ¿Quién lo hizo más? Sus consciencias sabrán; por mi parte continué con él, pasamos a cumplir dos meses en poco tiempo, en pleno inicio de ciclo escolar, y las cosas pasaron en un zic zac de le mejor a lo peor.
Hasta el momento no lo mencioné, aparte de ser novios a distancia teníamos una diferencia de edad de tres años, es decir que él tenía dieciocho para entonces y por lo tanto estaba entrando a otra parte de su vida: él iría a la universidad.
Empezaba un ciclo de prueba para su admisión y yo lo acompañé hasta donde se me permitía, ¿Por qué lo digo así? Bueno, aquí donde el peso de la distancia es donde más se acentúa.
Siendo que vivíamos lejos el uno del otro empecé a darle más espacio, no quería que se desconcentrara, quería que le fuera lo mejor posible; lo normal, supongo, confiaba en que lo lograría y le transmitía mis fuerzas cada tanto que hablábamos, dándole mensajes positivos, porras por audios, en fin, muchas cursilerías.
Dije que la ingenuidad no me ganaba en las situaciones de riesgo, también que no importaba que, si nuestros cuerpos estaban separados porque los sentimientos no tenían forma física, incluso elegir confiar en él a pesar de ese escándalo con una de mis amigas; pero no... no esperé que el tiempo se cruzara en mi camino y acabara así mi primera relación, por decir, seria.
—Lo siento, pero creo que cuando a uno le importa a alguien hace lo que sea para buscar tiempo con ella, pero yo ya no me esfuerzo por ello...
Tenía razón, y eso fue lo que más me dolió...
Dado a que estaba constantemente ocupado con los estudios y los exámenes, entre tanto y tanto apenas podíamos decirnos hola, la mayor parte de las veces era yo quien lo buscaba, pero llegó a un punto de que si no era así podía dejarme abandonada en toda la semana, así hasta casi los tres meses de relación.
Mentiría si dijese lo contrario, ya para entonces no solo el grupo en donde nos conocimos estaba muerto, también me lastimó terriblemente; muchas promesas, noches de desvelos, risas, el gran afecto que le tenía, simplemente por eso último que me dijo antes perdí completamente la comunicación con él.
Pero como tal no todo fue perdido, no perdí algo: el tiempo.
El tiempo no es amigo de nadie, no espera, no se detiene, no aguarda, solo sigue su curso sin mirar atrás; eso fue lo que hice, irónicamente aprendí de lo que me separó de él y la que me dio un testimonio fuerte cuando unos meses después me volvió a hablar, pidiéndome volver conmigo.
No hace falta ni poner que respondí, él mismo lo dijo después de todo, ¿No?
Quiero agregar que esta experiencia tuvo su buen lado —siempre hay un buen lado—, descubrí que puedo ser más sociable si me lo propongo, sin necesidad de estar detrás de una pantalla; que hay muchas personas en el mundo y cada una más maravillosa que la otra; aprendí a sacar el lado que nadie ve de las personas, a mirar con más atención con quien me junto, tener cuidado de a quienes incluyo en mis relaciones, una pareja es de dos, no de tres ni de cinco; a no perder de vista mis fortalezas y a salir adelante, aunque la apuñalada te haya cortado una pierna y duela, duela mucho andar de nuevo; todo eso y hasta más diría, pero ya de por si me he extendido demasiado y debo llegar al final que me tardé.
Este relato me terminó por sacar una sonrisa y me dejó algo muy claro, que más que una enseñanza para el amor es un aprendizaje para toda la vida: allá afuera hay un mundo, no se priven de él, no se encierren en esa burbuja invisible, conozcan más a la gente que les rodean, puede que a más de una les guste escuchar tus barbaridades y reír contigo.
¡OJO! No estoy diciendo que les den la loquera y empiecen a divulgar sus números telefónicos por las redes a cualquiera, no estoy fumada.
Lo que me refiero es que existimos en un planeta con miles de millones de personas en él, puede que un 99,9% de las personas no te agraden, y que mucho menos del 20% este cerca de ti, pero aún queda ese 1% del que puedes encontrar oro, diamantes en brutos y un tesoro completo.
No se equivoquen, aun soy una desconfiada loba solitaria que cuenta con los dedos de una sola mano a las personas que realmente aprecia ahora, pero eso está bien, está increíble, y basta y sobra, porque al menos con ellos no tengo que vivir en esa burbuja ni mostrar solo lo que sale sobre el agua del iceberg.
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♥10/14♥
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