Una invitación
SAMY
Autora: Clumsykitty
Fandom: MCU
Pareja: Stony inicial, OC/Tony final (yep).
Derechos: pfff.
Advertencias: esto comienza como un Stony que se va al caño por culpa de la Guerra Civil. Lo siento, quiero experimentar como la loca que soy. Opsie Daisy.
Pero gracias por leerme.
Una invitación.
-¿Es aquí?
-¿Qué sucede, Peter?
El adolescente miró alrededor de la casa que su padre recién había comprado para mudarse a un pueblo canadiense desconocido. Tenía paredes de piedra maciza y otras de madera reforzada con ladrillo. Rústica. Para una familia modesta justo como ellos. Era de esperarse, ya estaba amueblada, pintada, decorada y todo lo demás, invitando a llenarse del ambiente familiar que Tony confiaba recuperar ahí. Sarah María rió, señalando las pesadas vigas que corrían por los techos y de donde colgaban candelabros con gruesas velas. Había una planta de luz, un pozo, ático, sótano junto con un pequeño granero/almacén. No estaba mal, a decir del muchacho que cargaba protectoramente a su hermanita quien deseó bajar de sus brazos para correr alrededor y conocer todas aquellas chucherías extrañas, no sin antes deshacerse de su abrigo y gorro que cayeron al suelo de madera barnizada.
-Bueno...
-No está tan mal –defendió el millonario.
-Escucha, no estoy hablando de la casa... quizá sí pero no en el sentido que estás pensando.
-¿Y en cuál estás pensando tú? –Tony frunció su ceño, acercándose a su hijo- Peter... sé que esto es repentino y...
-No, no digas nada de eso.
-Tus amigos.
-Existe el Skype, papá. Porque si tenemos internet, ¿verdad?
-Teléfono, luz, agua...
Peter levantó sus manos, mirando alrededor. –Tengo que decir que no es lo que tenía en mente para nosotros, pero tampoco estoy en contra. Solo que fue extraño venir a vivir donde los Samy.
-Sigamos la corazonada de nuestra pequeña.
-¡Hey! ¿Puedo pasar? –ambos se volvieron a la voz cantarina de Hans, quien entró con una caja de víveres en los brazos- Hola, hola. Les traje esto como obsequio de bienvenida, seguramente no tienen ni idea de dónde comprar.
-Pues... -Tony sonrió aunque miró de soslayo a su hijo- Peter, te presento a Hans Henkel. Hans, él es mi hijo Peter... y ese remolino que acaba de pasar es Sarah María.
-Alguien ya se siente a gusto –rió el guardabosque, dejando la caja sobre la barra de la cocina, quitándose un guante para saludar a Peter- Mucho gusto, uy que mano tan fuerte.
-... mucho gusto.
-Él es el guardabosque que me ayudó a encontrar el Samy.
-¿Samy? ¡Ah, el búho! No fue nada, de no hacerlo, el retrato de tu papá ya estaría en la comisaría con un título de "Perdido".
Peter sonrió, mirando extrañado a su padre, quien se cruzó de brazos haciendo una cara. Hans les observó con una gruesa ceja arqueada, riendo después.
-Oigan, ¿qué tal si terminan de llegar y los espero afuera para llevarlos a Le Petite Fanny? Es el mejor restaurante de por aquí.
-Es un pueblo con menos de doscientos habitantes –recordó el millonario.
-Sigue siendo el mejor –defendió el guardabosque- Yo los espero en mi camioneta, así pueden seguir mirándose en código y criticarme a gusto.
-Nosotros...
-Era broma, Tony. Peter, hay mucho que hacer por aquí si no eres de ésos jovencitos que si la computadora no lo hace, ellos tampoco.
-No soy igual a los demás.
-Oh, bien, con tan sobrada confidencia no tendremos problemas –Hans rió, tallándose sus manos ya enguantadas- Los espero. Yo invito, los guardabosque ganamos lo suficiente para pagar.
-Hans...
-¡Es broma! Vaya, ¿quién les robó el sentido del humor? Los espero.
Cuando el guardabosque salió, Tony se mesó sus cabellos, mirando al suelo. –No es lo que piensas, Peter.
-Ya lo sé, solo pensaba en que siempre terminas encontrando hombres que gustan proteger algo.
-Okay...
-Está bien –el chico se encogió de hombros- De verdad, papá, no me importa. Necesitamos un cambio y esto parece ser la respuesta. Podemos arrepentirnos, ¿cierto?
-Siempre.
-Vamos, tengo hambre –sonrió Peter, girándose sobre sus talones- ¡Sarah María!
-¡Piiiiitaaaaaaaaaaaaa! –una veloz niña llegó corriendo a sus brazos.
Le Petit Fanny era un restaurante familiar donde la música, las risotadas y el aroma a buena comida canadiense abundaba. Decorado con fotografías de la historia del lugar, tenía un ambiente hogareño bastante cálido que les hizo olvidar el frío del exterior. Hans Henkel era por demás conocido, como pudo constatarlo Peter al observarle saludar a más de la mitad de los comensales cuando entraron, sin mencionar a su equipo de guardabosques con quienes intercambió bromas pesadas en los que nombres de animales se intercalaron. Era como volver a entrar a un círculo de amistades que ya habían olvidado. Quizá porque estaban en Wakanda, huyendo de las leyes internacionales. La dueña del restaurante era la nieta de la original Fanny que diera el nombre, llenándoles de comida su mesa al ser presentados por Hans.
Sarah María estaba radiante, porque estaba en el bosque favorito de sus Samy, había nieve para hacer muñecos como los de la película Frozen, y papá le había prometido juguetes nuevos. Fue la primera de los tres en hacer migas con los demás, al lanzar besos al aire que fueron atrapados por manos de diferentes edades que le siguieron el juego o saludos que le obsequiaron uno que otro postre extra. Tenía el encanto Stark, sin duda alguna. Ella y Hans se llevaron bien, sin que el segundo se sintiera ofendido por las preguntas sobre su cabello rizado o los escudos de su abrigo y chaleco. Tenía una paciencia bíblica, se dijo Peter al observarle de cerca. Y no era un provinciano típico porque estuvo a la altura de los temas del adolescente y su padre.
-Por los cuernos de los alces, tenemos internet, ¿saben? –les bromeó en un momento dado.
Originalmente habían planeado estar solamente en la comida. Terminaron quedándose hasta la cena, riendo con el grupo de veteranos de guerra que tocó para el público con algunas cervezas encima. Hans les llevó de vuelta a casa, dándoles algunos consejos sobre la comida y otros aspectos a cuidar debido a la cercanía con el bosque. Peter le despidió, acompañándole a la puerta mientras Tony subía para llevar a la cama a su hija, perdida ya en el mundo de los sueños sobre su hombro pero sin soltar su oso pardo de peluche que se había ganado entre la comida y la cena.
-Gracias por el recibimiento y la comida-cena, Hans.
-De nada, Peter. Y por cierto, tu papá no ha hecho nada malo. Es muy guapo, cierto, pero yo entiendo lo que pasa.
-Me parece que entiendes mejor que otras personas.
-¿Sabes, Peter? Todos podemos comprender, es cuestión de querer hacerlo.
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