Capítulo 23 | Lo difícil de decir adiós.
Luego de cenar Brandon y Callie tomaron un camino, y Brandy y yo otro. Tanto el castaño y la rubia prácticamente tenían corazones volando sobre sus cabezas y no podían apartar las manos, y otras partes del cuerpo, lejos del otro, por lo tanto mi chica decidió que sería mejor tomar el camino largo a casa. Cualquier cosa para mantenernos alejados de ellos, no sabíamos en que momento las cosas podían llegar a ponerse un poco más... intensas.
Caminamos en la oscuridad, con las manos y corazones entrelazados, en completo silencio hasta llegar al pórtico de su casa. Me jaló de la mano para que ambos entráramos pero me quedé estático en mi lugar. Se dio la vuelta extrañada.
—¿No me acompañas? —hizo un muy lindo puchero con sus labios, quise morderlos en ese momento.
Negué lentamente. —Tengo que volver.
Su expresión de volvió triste. —No eres divertido.
Me acerqué y besé su frente, mis dedos dejando suaves caricias en sus mejillas.
—No quiero dejarte pero no quiero darle más preocupaciones a mi padre de las que ya tiene. —Le hablé suave, mis labios rozando su piel, tanto sus ojos como los míos cerrados.
Brandy me tomó del cuello y me jaló hacia abajo uniendo sus labios y los míos. —Lo entiendo.
Sonreí de lado. —Te amo, nena.
—Y yo a ti, Samson.
La vi entrar a su casa, no sin antes lanzarme un beso y yo atraparlo en el aire. Finalmente me di la vuelta camino a mi casa, con las manos metidas en los bolsillos de mis pantalones. Me detuve en seco a mitad de la calle, y por sobre mi hombro volví a mirar la casa de los Williams. Sonreí cuando una idea invadió mi mente. Me di la vuelta, y con la misma tranquilidad con la que me iba, regresé a la casa. Observé las luces apagadas y dudé un momento, luego subiendo los pequeños escalones. Cuando estuve frente a la puerta respiré hondo dando tres suaves golpes en la fina madera. Varios segundos pasaron cuando las luces volvieron a encenderse nuevamente, la puerta abriéndose, dejándome ver a la señora Williams parada detrás de ella con una gran sonrisa en el rostro, su gran parecido con Brandy me resultaba de lo más fascinante. Me balanceé sobre mis pies, tratando de lucir lo más inocente posible, y luego le sonreí.
Lo único que necesité fue usar una pequeña mentirilla piadosa y luego me encontraba empujando la puerta de la habitación de Brandy con sumo cuidado y me introduje en ella mirando en todas las direcciones en busca de la pelinegra, pero no había rastro de ella en ninguna parte. Me tumbé sobre la cama de sábanas rosas, jugando con un pequeño peluche de conejo que había sobre éstas hasta que escuché el agua de la ducha caer.
Me quité los zapatos de una patada y me coloqué de pie rápidamente. La puerta del baño dentro de la habitación se encontraba entreabierta y una fina luz blancuzca salía de la rendija. Me emocioné al instante, y como un pequeño ladrón me encaminé hasta el pequeño cuarto de baño. No se dio cuenta cuando entré, su cabeza se encontraba inclinada hacia atrás y sus ojos cerrados, dejando que el agua tibia cayera por todo su cuerpo. Mi mirada siguió las pequeñas gotas de agua que se resbalaban con soltura sobre su pálida piel, teniendo que morderne el labio para no terminar gimiendo. Jamás había amado tanto unas puertas de baño de vidrio como amaba a estas.
Me senté en el suelo, apoyando la espalda contra la pared, observando como la mujer de mi vida se duchaba justo frente a mi, sus manos acariciando cada pequeña parte de su cuerpo. Me encontraba malditamente extasiado en estos momentos, casi como estar en el paraíso.
Cuando terminó de enjuagar su cabello, abrió sus ojos y casi sufrió de un pequeño infarto cuando me vio allí sentado, observándola sin ningún pudor. Una de sus manos trató de cubrir la mayor cantidad de piel posible, mientras que la otra buscó rápidamente una toalla para cubrir su cuerpo.
La saludé con la mano, una pequeña sonrisa tirando de mis labios. —Lindo espectáculo, cariño.
Sus mejilla se tornaron rojas en menos de un segundo. —¡Samuel, cierra los ojos!
—Pero si ya te he visto desnuda —rodé los ojos divertido.
—Era diferente —masculló.
—Claro, aquella vez estabas dispuesta a dejar que metiera mi pene en tu...
No me dejó terminar la frase cuando ya estaba frente a mi, cubierta con la toalla blanca, y sus manos sobre mi boca.
—Tu necesitas aprender a callarte.
Saqué la lengua y babeé la palma de su mano, ella se apartó de inmediato poniendo cara de asco. —No lo creo, me gustan mucho las caras que pones.
—Y sabes que fue todo por el vino —dijo mientras se limpiaba las manos con la toalla sobre su cuerpo. Caminó fuera del baño y yo la seguí de cerca.
—Lo que digas, amor. Oye, ¿te acuerdas del día en que nos conocimos?
—Como olvidarlo —dijo abriendo su armario y sacando ropa interior limpia y una pijama.
—Yyyy me dijiste que habías visto una porno y que desde ese instante te llamas Brandy —le dije en tono divertido. Esto iba a hacerme mucha gracia.
—Si... —Me miró recelosa, apartando la toalla y subiendo sus panties por sus piernas. Santa mierda.
Tragué duramente y continué. —Bueno, en ese entonces creí que eras genial, ahora creo que eres una cochina.
Se echó a reír, deleitándome con ese hermoso sonido. —Ay para, fue la única vez y la vi con alguien más. Además, no soy yo la que está comiéndose a su novia con la mirada, cochino tu.
Mis ojos se abrieron de golpe y corrí tras ella dentro del armario. —Es que eres muy sexy. ¿Has visto porno con alguien más que no es tu novio? Me siento ofendido.
Me miró sobre su hombro mientras se colocaba su pijama de corazones rosas. —No es para tanto, la vi con Brandon. Me había dicho que Callie, cuando apenas empezaban a ser algo más que amigos, lo encontró haciéndose una paja viendo un vídeo porno y yo le dije que nunca había visto uno.
—Espera —moví mis manos en el aire rápidamente—, ¿un pene o un vídeo porno?
—Callate —gruñó—, y así fue como sucedió. No sé como me convenció a verlo con él.
—Muy gracioso. —Me crucé de brazos, a punto de armar una pataleta.
—En realidad lo fue, no parábamos de reír. El chico no había ni tocado a la tipa, en este caso Bryana, y ella ya estaba gritando. Jamás vi algo tan patético.
Me sonrió ampliamente, lo que disolvió por completo cualquier sentimiento de enfado, y volviendo a mi estado juguetón que sabía que ella tanto amaba.
—Deberiamos hacer una porno. —Comenté como si fuera cualquier cosa.
—Deberíamos hacer un comercial de perfumes sexy. —Me guiñó un ojo y me sentí mareado.
Sacudí mi cabeza. —De acuerdo nena, no se de lo que estás hablando.
—En esos comerciales la pareja prácticamente está teniendo sexo frente a las cámaras, pero todo elegante y lujoso. Yo podría usar una linda lencería. —Señaló su adorable pijama y sonreí sin pensarlo.
—Te amo pero creo que es hora de poner esa linda y sucia cabecita a dormir.
—¿Vas a quedarte? —preguntó con esperanza.
—¿Y arriesgarme a que tu padre me castre? No lo creo, preciosa. Aunque si tomamos en cuenta que fue tu madre quien me dejó entrar...
—¿Entonces para que volviste? —refunfuñó, tomó su toalla y me empujó a un lado para salir del armario.
Tomé su rostro y besé su mejilla duramente. —Quería acostarme un rato contigo antes de volver a casa.
Caminó decidida al baño y la seguí como perro regañado.
—No es justo —lloriqueó colocándose frente al espejo sobre el lavabo. Yo estaba justo al lado de ella y admiré como nos veíamos el uno junto al otro.
—Ya lo sé pero...
—¿Debería cortar mi cabello? —comentó de la nada, tocando las puntas de su largo cabello y viéndose en el espejo—. Quiero un look diferente, quizás algo arriba del hombro... ¿Tu que opinas?
—¿Que opino yo acerca del cabello de una chica?
—Si, no seas idiota.
—¿Para que quieres mi opinión?
—Porque es lo mas importante para mi, Samson.
—De acuerdo, ya que lo dices así
Ella golpeó mi estómago, pero con una sonrisa adornando sus labios. Vi la imagen en el gran espejo frente a nosotros y nos imaginé haciendo esto todas las mañanas o noches durante el resto de nuestras vidas.
—Auch. Mira Brandy, aún con el cabello largo o corto, de color violeta o verde, e incluso sin cabello, seguirás siendo la chica más hermosa frente a mis ojos, esa misma chica de la que me enamoré. Porque lo que más amo de ti está justo aquí —coloqué la palma de mi mano sobre su pecho, justo donde se encuentra el corazón—, oculto para los demás, y al descubierto sólo para mi.
—Ay, Samson, eso es definitivamente lo más hermoso que alguien me ha dicho. —Puso ojos de cachorrito y me miró bajo sus pestañas, sus pequeñas manos tomaron las mías y les dio un pequeño apretón.
—Ese es mi trabajo, llenarte de palabras cursis y dulces hasta que te dé diabetes.
—Que lindo, eres tan empalagoso. Espera —dio un paso atrás soltando mis manos—. ¿Mi madre te dejó entrar?
—Sip —sonreí inocentemente, buscando con desesperación el contacto de sus labios contra los míos pero me lo negó por completo.
—¿A ti? —me miró acusadoramente, apuntándome con su dedo índice, y la otra mano colocada en su cadera—. ¿Cómo?
Colocándome detrás de ella, rodeé su cintura con mis manos y mi barbilla quedó sobre su hombro. —Sólo le dije que yo me había quedado con tu teléfono celular e iba a devolvértelo.
—¿Pero porqué simplemente no te lo quitó y me lo dio ella misma? —reprochó.
Fruncí el ceño y dejé que se escapara de mis brazos. —Haces parecer como si no te hubiese gustado que viniera. —El tono molesto se notó claramente en cada palabra.
¿Cuando iba a poder adivinar que era lo que ella quería? Porque estaba empezando a cansarme ya.
—Sabes que eso no es cierto. —Espetó, se cruzó de brazos frente a mi alzando una de sus cejas.
—Pues eso es lo que haces parecer —mascullé frustrado.
—¿Eso es lo que quieres, que terminemos peleando? —alzó el tono de voz, empezando a perder el control.
—¡No! —estallé, tomé sus muñecas fuertemente, mirándola fijo—. Quiero que hagamos el amor, no la guerra.
Me miró con los ojos bien abiertos, respiró pesadamente y casi pude jurar que estaba contando hasta diez mentalmente. Poco a poco aflojé mi agarré en sus muñecas, dándome cuenta de lo que había hecho.
—Lo siento.
—Samson, no quiero pelear contigo, no de nuevo —dijo suavemente, sus manos tibias yendo hacia mi cabello, jugando con él.
—Entonces no lo hagamos —murmuré tan cerca de ella. Nuestras narices rozándose y aproveché el momento para juntar en una pequeña caricia nuestros labios.
Gemí al sentir el sabor de cereza de sus labios, que reconocí como el bálsamo labial que utilizaba para hidratar sus labios en los días de invierno. La tomé de las mejillas y la cintura, pegándola lo más posible a mi. Absorbí todo lo que pude de ella, todo lo que ella me entregaba, y disfruté cada momento de ello.
Se separó de mi con lentitud cuando nuestros labios ya no podían más, cuando lo hizo los sentí hormiguear de la manera más placentera posible. Ella lucía tan sensual, con sus labios rojos e hinchados, y su cabello húmedo y revuelto, y completamente adherida a mi.
—Extrañé esto —confesó, cerrando sus ojos y dejando su cabeza descansar en mi pecho. Sus manos en mi cuello, y poco a poco empezamos a danzar al ritmo de la melodía que sólo existía en nuestras cabezas. Yo no bailaba, no me gustaba, pero por ella, bajaría hasta las estrellas del cielo.
Besando su cabello le respondí: —Yo también.
—No puedo creer que mi madre te haya dejado entrar a mi habitación así como así.
—Tu madre me ama —le recordé con una sonrisa sincera. Todo remordimiento o enojo de la conversación anterior se disipó en el aire.
—Eso es cierto, pero a mi madre le agrada cualquier persona para mi con tal y no sea Brett.
—Gracias por machacar mi ego, amor, en verdad creí que era especial.
—Lo eres —se puso de puntas y juntó nuestros labios en un fugaz beso—, pero yo soy la única que puede saber eso.
—Eso me gusta —sonreí complacido—. Dicho todo esto, es hora de que me vaya.
Me tomó del brazo y me jaló hacia ella. —Nooo.
—Sabes que no puedo quedarme, mucho menos si en la mañana vas a lanzarme por la ventana —enarqué una ceja y ella sonrió tímida.
—Entonces me voy contigo.
—Eso también me gusta.
Le di una última mirada a la habitación, mi mirada fijándose en el pequeño conejo de peluche sobre ésta. Lo tomé con cuidado detallando las peludas orejas y la diminuta nariz rosa. —¿Mi novia tiene dieciocho o ocho?
Ella se acercó por detrás y me golpeó en la espalda para luego abrazarme por la cintura. —Su nombre es Señor Bigotes.
—¿Como la serie de Disney, Brandy y el Señor Bigotes? —pregunté divertido, alzando mis cejas.
—También tengo una perrita llamada Lola Boa —soltó una pequeña risita y besó mi hombro por sobre mi camiseta.
—¿Por qué nunca la he visto?
—Está en casa de mi abuela, mi madre es alérgica a su cabello —se encogió de hombros sin darle mucha importancia.
—¿También tienes un lagarto llamado Gaspar? —bromeé ganándome otro puñetazo y luego un largo beso.
Media hora después ambos saltamos por la ventana, nos deslizamos por las tuberías de la manera más sigilosa posible y corrimos por la calle como si fuésemos un par de lobos en busca de la luna llena. Nos detuvimos frente a la puerta de mi casa con los pulmones a punto de explotar, pero la sonrisa siempre plasmada en nuestros rostros. Sus labios ya se encontraban hinchados de tanto que me había gustado morderlos, y ya podía imaginar el gran desastre púrpura que ella dejó en mi cuello.
Como pude abrí la puerta, tratando de que Brandy no me distrajera de nuevo con sus caricias bajo mi camiseta y bajando hasta mis caderas. Esa chica era completamente impredecible.
La empujé dentro con cuidado, ambos riendo por lo bajo. —Ya basta, nena, luego no me haré responsable de mis acciones.
Se colgó de mi cuello sonriendo perezosamente, pero mi mirada se fijó en las luces encendidas de la cocina. Ya eran pasadas la una de la mañana, y mi padre siempre se iba a dormir alrededor de las diez siempre apagando todas las luces antes de hacerlo. Fruncí el ceño y aparté las manos de Brandy de mi lentamente.
—Espera aquí —le dije, ella asintió confundida.
Con pasos lentos caminé hasta la cocina, asomando la cabeza y observando todo el pequeño salón, pero no vi nada fuera de lo normal. Hasta que noté otro vaso de cristal hecho añicos a un lado de la mesa, pequeños cristales desperdigados por toda la superficie del suelo de madera, y el cuerpo de mi padre inerte en el suelo boca abajo. Se me cayó el alma a los pies, mi corazón se detuvo y dejé de respirar.
Tuve que agarrarme de la pared a mi lado para no caer, una grieta se abrió bajo mis pies y yo estaba a punto de caer en el oscuro e infinito abismo.
—¿Papá? —mi voz tembló, al igual que todo mi cuerpo. Corrí y caí al suelo de rodillas junto a él, tratando de darle la vuelta desesperadamente. Mis dedos temblorosos arañando sus ropas, sintiendo que todo lo que hacía era en vano, hasta que logré ponerlo boca arriba para descubrir su piel tornándose de un morado pálido, sus labios blancos y secos, y sus ojos abiertos. Me costó respirar, y acercar mis dedos a su cuello para sentir el pulso que ya sabía que no tenía. Su piel se sentía fría bajo mi tacto, y el dolor se expandió rápidamente desde mi corazón a todas partes de mi cuerpo.
Brandy apareció en mi campo de visión, cubriendo su boca con sus manos. —Samuel... ¡Oh Dios mio!
No puedo, es demasiado dolor.
Corrió hacia mi, arrodillándose a mi lado. Trató de abrazarme y hacer que aparatara la vista del cuerpo de mi padre, pero me negué a recibir su tacto, no quería nada, sólo él. Me hice a un lado y me acosté junto a su cuerpo sin vida, rodeándolo con mis brazos, mi cabeza sobre su pecho. Por alguna extraña razón. ninguna lágrima brotaba de mis ojos, y eso me resultaba mil veces peor. Porque mi dolor era tanto que ni siquiera mil litros de lágrimas serían suficientes para explicarlo, porque después de todo las lágrimas que se lloran hacia adentro son las que más duelen.
—Debí haber estado aquí, lo lamento tanto —murmuré hacia él, esperando que abriera los ojos y me regañara por cualquier estupidez.
Sentía como si alguien hubiese sacado mi corazón de su lugar, lo admiró por un rato y luego lo desgarró, clavándole un cuchillo hasta el final, viendo como la sangre se desbordaba de él, luego pisoteándolo hasta volverlo añicos, y colocando los pequeños pedazos restantes de nuevo en su sitio. Pero no sentía como si estuviese allí, sólo había un vacío, el mismo que Finn había dejado.
Estaba aterrorizado, incapaz de procesar bien lo que estaba sucediendo. Llevame contigo, papá.
Sentí los brazos de Brandy tratar de alejarme de él, pero me aferré más a su cuerpo tanto con brazos y piernas. —Samuel, por favor...
—¡No! —grité, mi voz saliendo desgarradoramente de mi garganta. Apreté mis párpados duramente y escondí la cabeza en su cuello, mis manos se volvieron puños sobre la tela de su camisa a cuadros. ¿Porqué, papá?
Escuché a Brandy sollozar y luego colocarse de pie y caminar a quien sabe donde, volvió un par de minutos después y se sentó junto a mi, acariciando mi brazo y diciéndome cosas suavemente, pero no podía distinguir nada. Me encontraba ido, casi como si mis sentidos no pudiesen percibir nada del mundo real. Un trance.
Luego de lo que parecieron horas oí sirenas acercarse y la puerta de entrada ser abierta de un tirón. Pisadas fuertes se acercaron velozmente a nosotros, luego todo ocurrió como en flashes. Los paramédicos entraron y trataron de alejarme de él pero les hice la tarea casi imposible, Brandy tuvo que sujetarme y hacerme retroceder para dejarlos hacer su trabajo. Me retorcí contra ella, al final rindiéndome y cayendo al suelo de nuevo. Lo último que vi fue como lo montaban sobre la camilla y se lo llevaban lejos de mi. Podía notar la cara de decepción en todos ellos, ya no había nada que hacer.
¿Porqué me dejaste?
Cada segundo dolía más que el anterior y no sabía como sobreponerme a eso. Quería golpear cualquier cosa que tuviera cerca, pero mis brazos se sentían casi como gelatina. Cada respiración que tomaba ardía en mis pulmones, tanto que preferí incluso hasta dejar de respirar. Pero no pude, no podía con nada. Ya no más.
Brandy me tomó entre sus brazos como pudo, no le resultaba nada fácil ya que era como un peso muerto. Mi cabeza colgando hacia abajo, mi brazo sobre sus hombros y los suyos me tomaban por la cintura. —Vamos a la cama, cariño. —Murmuró, besando mi frente.
Me arrastró a la habitación y se encargó de desvestirme por completo, dejándome únicamente con mi ropa interior porque sabía que era así como me gustaba dormir. Pero ahora que importaba. Me acostó sobre la cama y me cubrió con las sábanas, se posicionó a mi lado, envolviéndome por completo con su calor. Murmuró una infinidad de cosas, pero ninguna se quedaba grabada en mi mente, cerré mis ojos y cuando ella creyó que yo ya estaba dormido fue que se dispuso a hacerlo también. Pero yo no estaba.
Aparté todo de mi cuerpo sudoroso y me dirigí a la ventana, tomando la guitarra junto a ella. Y fue allí cuando volví a dedicarle mis más suaves y melancólicas melodías a la luna, a ver si ella tan sólo se apiadaba de mi. Cuando volví a la cama el sol ya empezaba a hacer su aparición, no lo hice porque sintiera ganas de dormir o algo parecido, si no porque ella despertaría en cualquier momento y lo que menos quería era resultar ser un peso para alguien más.
Me acomodé junto a ella en la misma posición de antes, pero lo que no quería que sucediera sucedió, ella se removió entre las cálidas sábanas y abrió sus ojos poco a poco mirándome fijamente. Así lo hizo por varios minutos, acariciando mi rostro con sus dedos, y sus piernas las mías. Rozó su nariz con la mía, sus pestañas cosquilleaban en mi piel.
—Si pudiera eliminar todo este dolor que sientes, mi amor, lo haría. Si pudiera eliminar cada pizca de sufrimiento en tu vida, créeme que lo haría. Si pudiera salvarte justo como tu me salvaste a mi, no dudes en que lo haría. Pero no puedo. Sólo puedo amarte y estar a tu lado, con la esperanza de que las piezas rotas de tu corazón se junten de nuevo, porque no me permitirás tomarlas y tratar de pegarlas por mi cuenta por miedo a que me corte con los pedazos. Así que sólo te amaré, y esperaré a que sea suficiente —murmuró.
Es suficiente, más que suficiente.
—Puedes llorar si es lo que necesitas, pero no te cierres o te culpes. No te lo permitiré —sus dedos apartaron el cabello que caía sobre mi rostro.
Desvíe mi mirada hacia el techo de la habitación, aislándome por completo.
Ella suspiró y me tocó el brazo. —Voy a ir a prepararte algo, ¿de acuerdo? —podía sentir su mirada temerosa en mi—. Si quieres o necesitas algo, no dudes en decirme. Puedes quedarte aquí o venir conmigo, como prefieras.
Asentí duramente, volvió a suspirar y se inclinó sobre mi. —Lo siento tanto, Samuel —susurró en mi oído, luego se colocó de pie y se retiró de la habitación.
A estas alturas de mi vida aún podía recordarme a mi mismo siendo tan sólo un pequeño niño corriendo y riendo por toda la habitación al caer la tarde, perseguido por mi padre quien siempre reía también tratando de hacer que me diese una ducha luego de retozar en el jardín todo el día. Lo hacía más que todo para que cuando mamá llegase del trabajo en la noche no se enojara, y en cambio nos recompensara con uno de sus besos. Aunque claro, papá disfrutaba más de esos besos que lo que yo lo hacía. Él era mi héroe, ¿quien necesitada a Superman cuando podía tener a mi papá? Todo eso fue antes de que las cosas se pusieran feas. Las risas se transformaron en gritos, arcoiris convertidos en tormentas, las recompensas de besos fueron disminuyendo y simplemente de alejé tanto física como emocionalmente de todo aquello.
Fue entonces cuando apareció aquel niño de cabello rubio. Finn era un rayo de sol que podía iluminar la vida de cualquiera, y lo hizo con la mía. Finn era mi roca, mi pilar, aquel que le daba sentido a mi vida. Y terminamos enamorándonos eventualmente. Él supo que iba a amarme desde el momento en que siendo unos críos yo pateé su pierna por tratar de robar mi balón rojo justo en el jardín de mi casa, yo supe que lo amaba más de lo que creía cuando ya se había ido y no podía hacer nada al respecto. Aún cargaba con la culpa de aquella gélida y tormentosa noche de abril, todos los días me despertaba con la esperanza de que él volviera a mi vida, y me iba a dormir deseando tenerlo a mi lado. Él sacaba lo mejor de mi, y yo lo único que hice fue bañar sus alas blancas con la negrura de las mías, convirtiéndolas en un turbio gris.
En esta nueva ciudad encontré tres hombros cálidos en los que apoyarme nuevamente cuando sentía que el suelo bajo mis pies empezaba a derrumbarse finalmente. Uno de ellos me entregó su corazón de la manera más sincera y pura posible, y por supuesto le entregué el mío también. Ella era seguramente la persona más malditamente confusa y endemoniadamente hermosa tanto por dentro como por fuera que había conocido en mis diecisiete años de vida. Bryana Williams se ganó mis suspiros sin siquiera intentarlo, pero lo que más me causaba curiosidad en ella era su gran parecido en cuanto a personalidad con Finn. Intrépidos, adorables, juguetones, tímidos a veces, aventureros, curiosos, y aman con todo lo que tienen. Aquel chico me dijo una vez que él sería mi ángel guardián, y mirando a Brandy ahora, no dudo en sus palabras. Ahora estaba atado a ella, lucharía con uñas y dientes para mantenerla a mi lado. Sólo espero que la vida no intente quitármela también, y yo sólo pueda quedarme mirando a un lado.
Tomando las pocas fuerzas que me restaban, me puse de pie sintiendo mi cuerpo débil y flácido, mis piernas apenas podían con el peso de mi cuerpo. Salí de la habitación hacia el pasillo, sintiendo como si un camión me hubiese arrollado una y otra vez sin darme un minuto para recuperarme. Desde allí podía escuchar claramente a Brandy hablar, con pasos lentos seguí el sonido de su voz hasta detenerme justo en la entrada de la cocina.
La vi moverse con soltura a través del espacio reducido, se colocó delante de la estufa y luego de encender el fuego, vertió el contenido de dos huevos en el sartén para luego revolverlo furiosamente. —No habla, no se mueve, no durmió en toda la noche. Ya no sé que hacer, estoy tan preocupada por él, ni siquiera ha llorado. —Habló, al principió creí que estaba un poco loca por hablar sola, hasta que escuché la voz de Brandon salir por el altavoz de su teléfono celular.
—Sé que quizás estés enojada...
—¡Furiosa! Odio que se cierre tanto a mi cuando lo único que quiero es ayudarlo —gruñó y lanzó la cuchara con la que revolvía los huevos adentro de el lavaplatos, apagó el fuego y fue por varios platos con sus puños apretados.
Me crucé de brazos y me recargué en la pared sintiéndome una mierda de persona, como siempre. ¿Cual era mi empeño en alejar a aquellas personas que me quieren?
—Tienes que entender que nuestro Sammy ha sufrido demasiado en su vida, y quizás la única manera de librarse de todo ese dolor es evitándolo. —El castaño le dijo, tratando de razonar con ella. Nunca lo había visto desde ese punto, pero quizás esa era la razón por la cual yo actuaba como lo hacía.
Brandy susupiró. —Pero...
—No me interrumpas, grosera. Lo que trato de decirte es que no todos lidiamos con las situaciones de la misma manera, y quizás el chico sólo necesita tiempo y que estés tu allí para él.
—Siempre estaré aquí para él —respondió en un susurro.
—Entonces, demuéstraselo. Y por cierto, aún no puedo creer que no nos llamaras a Callie y a mi para estar con él cuando todo sucedió.
—Estaba en shock, Brandon. Ni él ni yo podíamos pensar con claridad. Lo único que quería era estar solo, incluso llegué a pensar que ni me quería a mi con él aquí.
Brandon guardó silencio por un minuto y luego habló despacio. —¿Brandy?
—¿Si? —respondió la chica sirviendo el contenido del sartén en varios platos y acompañándolo con rodajas de pan tostado.
—¿Que hiciste con... um... el cuerpo?
Ella tragó y detuvo sus movimientos por un segundo. —Mi padre y el resto de los chicos de la estación se encargaron de eso, los paramédicos estuvieron aquí también.
Mi pecho se infló y tosí, Brandy se giró inmediatamente en mi dirección y me miró sorprendida. Corrió a buscar su teléfono. —Brandon tengo que irme, te llamo luego.
—No te preocupes, preciosa. Mandale nuestro apoyo a Sammy y dile que tanto Callie como yo iremos a visitarlo pronto.
—Claro, adiós —ella sonrió y finalizó la llamada, dejando el teléfono sobre la encimera.
Me miró con sus grandes ojos de cachorro y caminó hacia mi lentamente. Usaba únicamente una de mis camisetas que le llegaba sólo un poco más arriba de la mitad de sus muslos, sus largas piernas al descubierto, y su cabello rebelde cayendo en ondas sobre sus hombros. Mis manos se envolvieron en su cintura cuando la tuve cerca, mi cabeza cayendo sobre su pecho. No dudó en acariciar mi cabello y murmurar en mi oído. —¿Como te sientes hoy?
—Mejor. —Voz saliendo extremadamente ronca y rasposa de mi garganta. Era la primera palabra que pronunciaba luego de lo sucedido y aún me costaba bastante asimilarlo, pero tenía que dar pequeños pasos de bebé antes de comenzar a correr.
—¿Está bien no querer ver a nadie hoy?
Ella se paralizó un segundo y luego asintió. —Claro que está bien, le avisaré a Brandon para que deje su visita para después. Todo estará bien, lo prometo —asentí—. ¿Quieres comer? He preparado huevos y tostadas —se inclinó hacia atrás y me sonrió radiante. Como respuesta mis manos tomaron sus mejillas y mis labios se acercaron peligrosamente a los suyos, suspiré temblorosamente cuando sólo pocos milímetros nos separaban, me incliné y terminé besando su frente.
Me miró por algunos segundos para luego tomar mis manos y guiarme hasta el sofá, hizo que me recostara en él y me cubrió con una manta, quedando ella de rodillas en el suelo. Cuando la miré con una ceja enarcada, respondió con una tímida sonrisa: —Está haciendo frío, y sólo usas tu ropa interior. —Se colocó de pie mirando que estuviese bien cubierto—. Ya te traigo el desayuno, si quieres algo tu sólo dime, ¿de acuerdo? Lo que sea que necesites, cariño.
Acarició mi cabello por última vez y cuando estuvo a punto de irse tomé su mano e impedí que diese un paso más. —¿Podrías... preparar té de Yorkshire? —murmuré sintiéndome tímido, me encogí sobre el sofá.
Ella sonrió con ternura. —Claro, cielo. Lo que sea.
—Gracias. Era el que papá siempre preparaba por las mañanas.
Sus ojos se cristalizaron y cubrió su boca con sus manos.
Ladeé mi cabeza. —Brandy...
Limpió rápidamente las lágrimas que cayeron por sus mejillas y trató de sonreír. —¿Si, cariño? —su voz sonó tan frágil que casi pudo romperse en el aire.
—Gracias por todo lo que has hecho —pronuncié con voz suave.
Se estiró y acarició mi rostro. —Todo por el hombre que amo. —Una vez dicho eso, se dio la vuelta y desapareció en la cocina.
Luego de comer nos encontrábamos ambos recostados en el sofá, Brandy con las piernas desnudas sobre mi regazo, mis dedos deslizándose por la calidez de su piel. Nos quedamos así durante lo que pareció una eternidad. Su cabeza estaba apoyada en mi pecho, escuchando y sintiendo el constante palpitar de mi corazón, hasta que se removió sobre el sofá. Se separó de mi acomodándose mejor, apartando los mechones de cabello que caían por su rostro.
—Quiero hablarte sobre algo. —Noté algo de pánico en su tono de hablar y me preocupó.
Fruncí mis cejas confundido. —Dime.
—Anoché llamé a tu madre y le conté lo sucedido —hizo una breve pausa para analizar mi reacción, al ver que seguía bastante sereno, continuó—, dijo que junto a Ryan tomarían el primer vuelo hacia acá, ¿te parece eso bien?
Asentí y la arrastré de nuevo a mi pecho. Sus dedos empezaron a dejar caricias en mi mandíbula, me miraba desde abajo con sus ojos bien abiertos y las cejas levantadas. Ella se encontraba algo alerta, y yo sabía que era porque le preocupaba como reaccionara ante la mención de mi madre. Besé su frente por millonésima vez, mi nariz rozando el nacimiento de su cabello, luego bajando hasta su mejilla. Se acurrucó contra mi en busca de más de mi tacto.
—He hablado con ella por teléfono antes de que te levantaras, y según lo que me dijo deberían estar aquí en...
Tres golpes secos en la puerta la interrumpieron, dejando sus palabras flotar en el aire. Ambos nos miramos sorprendidos y sin poder creer lo que estaba sucediendo.
—...cualquier momento —terminó de decir en un murmullo, para luego colocarse de pie rápidamente y dirigirse a la puerta de entrada.
La escuché reír e intercambiar palabras desde allí, pero mi mente se encontraba en un lugar muy lejano ahora. ¿Estaba listo para enfrentarme a mis miedos y plantarles pelea? Mis manos temblaron cuando escuché el repiqueteo de los zapatos de tacón de mi madre sobre el piso de madera, mi mirada se encontraba en mis pies y la sentí cristalizarse rápidamente.
Sentí sus ojos puestos en mi y me puse de pie, cuando la observé me sentí desvanecer. Lucía tan impecable, con un vestido color coral ceñido a su cuerpo, su cabello castaño claro ahora rozándole los hombros, su rostro perfectamente maquillado y su cuello y manos cubiertos de joyas, la que más logró llamar mi atención fue la gran piedra brillante que descansaba en su dedo anular. Cuando la miré al rostro mi corazón dolió al notar el sufrimiento en su mirada. Abrió sus brazos para mi, lanzando su bolso de cuero oscuro al suelo con un golpe seco.
—Mi bebé —lloriqueó.
—Mami —murmuré y corrí hacia ella.
Sus brazos cálidos me envolvieron por completo y el aroma de su perfume floral me invadió. Mi cabeza quedó recostada en su pecho, sus labios besaron mi frente repetidas veces. —Todo estará bien, cariño, ya mamá está aquí —murmuró, sus dedos corriendo a través de mi largo cabello oscuro.
Cuando no pude contener más los sollozos, me permití a mi mismo llorar y liberar todo el dolor que había estado conteniendo durante tanto tiempo. Pude sentir su pecho su ir y bajar repetidas y rápidas veces por lo que deduje que ella también estaba llorando. Mis puños apretaron la tela del vestido en su espalda y me acurruqué más a ella, todo lo que nuestros cuerpos me permitieron.
—Lo siento tanto, mamá —le dije con voz ahogada y casi inentendible debido a las lágrimas—. Por haber sido el peor hijo, por mis actitudes de mierda contigo, por no valorar todo lo que hiciste por mi, por guardarte rencor simplemente por el hecho de que decidiste buscar tu felicidad en otra parte. Lo lamento tanto.
Ella me alejó con sus brazos y volvió a acariciar mi rostro, viéndome con ojos brillantes y llenos de amor. —Perdoname tu a mi por no ser la madre que necesitabas —lágrimas volvieron a deslizarse por sus mejillas—, me odio a mi misma por nunca prestarte toda la atención que requerías. Y tu... tuviste que pasar por tanto, tu solo. Perdoname, hijo. Por favor, perdoname.
Con sus pulgares limpió el rastro salado de las lágrimas que quedaron sobre mis mejillas con pequeñas caricias. —Está bien, mamá. Ya pasó —le dije tratando de sonreír.
Ella asintió pasando el dorso de su mano bajo sus ojos, asegurándose de que las lágrimas no hayan arruinado su maquillaje. Ella dio un paso atrás y me escaneó de arriba a abajo con una gran sonrisa plasmada en su rostro. —¡Mírate! —rió dulcemente—, tu cuerpo está tonificado y estás tan alto, e incluso tienes rastro de barba, ¿donde quedó toda esa grasita de bebé que tanto me gustaba?
Sentí mis mejillas enrojecerse, sabía que debía haberme colocado algo de ropa antes de salir de la habitación desde un principio. Cuando escuché la risa de Brandy detrás de nosotros le devolví la sonrisa a mi madre. —¿Yo? ¡Mírate a ti! Luces diez años más joven. Ryan si que sabe como cuidar y hacer feliz a una mujer —me crucé de brazos divertido.
Ella sacudió su cabeza riendo. —Por cierto, ¿donde está ese galán? —pregunté mirando a mi alrededor.
—Aquí —respondió con voz grave.
Todas nuestras cabezas se voltearon en dirección a la puerta para verlo entrar por ésta, luciendo más que impecable con su traje de tres piezas cargando un bolso de equipaje en cada mano. Luego de dejarlos a un lado de la puerta se acercó a Brandy, tomando su mano dejó un beso en ella. Sonrió coquetamente y le guiñó un ojo. —Un gusto conocerte, preciosa. Me moría por verte finalmente.
Brandy se sonrojó y le sonrió ampliamente. Quizás si esto hubiese sucedido tan sólo un par de meses atrás le habría destrozado su lindo rostro de un puñetazo. A Ryan me refiero, claro. Pero en estos momentos no sentía ni una sola pizca de celos o angustia, porque sabía claramente como se sentía la pelinegra con respecto a mi. Yo renunciaría a todo por ella, pero definitivamente no renunciaría a ella, eso jamás. Y me alegraba saber que mi chica se sentía de la misma manera. Hubo un tiempo en donde hacía cualquier cosa para sacar a Ryan de sus casillas solo por diversión, y quería divertirme un poco más ya que en mi opinión nunca es suficiente. Por lo cual me crucé de brazos, fruncí el ceño y traté de lucir lo más enojado posible, aunque no lo estuviese en lo absoluto.
Me sentí realizado cuando la mirada de Ryan se posó en mi y dando un paso hacia atrás alejó sus manos de Brandy, no tardó mucho en cambiar su rostro de playboy al de niño virgen. Incluso ella dio un paso atrás, sabía claramente lo celoso que podría ponerme en menos de un segundo. Caminé hasta el hombre en traje con los brazos cruzados sobre mi pecho y lo miré fijamente por varios segundos.
—Es genial volver a verte, Samuel. Lamento tu pérdida, mi más sincero pésame —se atrevió a decir. Y cuando ya no pude fingir más me lancé sobre su cuerpo.
Tanto mi madre como Brandy ahogaron un grito, pero yo lo único que hice fue dedicarme a abrazarlo, porque quería hacerlo. Ryan contuvo su respiración y se tensó de pies a cabeza. Cuando despertó del shock, me devolvió el abrazo, palmeando mi espalda varias veces.
—Gracias por venir, ricachón —murmuré sobre la chaqueta de su traje, recordando esa palabra que tanto usaba cuando aún vivía en Yorkshire.
—Para eso está la familia, amiguito —respondió sonriente.
Me alejé de él y acomodé el nudo de su corbata. —Quiero que me perdones Ryan, por comportarme como un animal cuando lo único que querías era conservar el amor de mi madre y ganarte mi aprobación. Supongo que te lo puse. muy difícil. —Me encogí de hombros y huí de su mirada verdosa.
—No tienes nada de que disculparte, entiendo por todo lo que has pasado. Y si, me la pusiste bastante difícil pero me gustan los retos.
Cuando alcé mi mirada hacia él sonreía, su mano apoyada en mi hombro firmemente, la otra extendida frente a mi. —¿Que te parece eso de empezar de nuevo? Soy Ryan Wells, y para mi sería un honor tener a tu madre como mi esposa y a ti como mi hijo.
Mi labio tembló y como pude sonreí sin derramar ninguna lágrima. —Samuel Johnson, pero sólo mi novia me llama Samson, recuérdalo. —Estreché su mano y todo se sintió bien de nuevo. Me sentía con esperanza.
Brandy chilló detrás de mi y se lanzó a mis brazos apartando a Ryan, se colgó de mi cuello y planto un fuerte beso en mis labios dejándome más que atontado. La abracé con fuerza y ella se pegó más a mi.
—Estoy tan orgullosa de ti. No sabes cuanto —pronunció en mi cuello.
Besé su frente repetidas veces deleitándome con el aroma de su piel. —Todo lo que he hecho lo hice gracias a ti —murmuré.
Vi a Ryan rodear a mi madre con su brazo por los hombros, los vi sonreír ampliamente a ambos y supe que por fin ella había encontrado al gran amor de su vida. Luego vi a Brandy cerrar sus ojos y sonreír contra mi pecho, y supe que yo había encontrado al mio. Sólo ella y nadie más.
La noche anterior había creído que la única pieza buena restante de mi familia me había abandonado, pero al vernos ahora, aquí mismo, me doy cuenta de que había olvidado esta pequeña parte de ella. Porque familia es familia, sin importar qué. Cuando más necesitaba donde apoyarme ellos aparecieron y me sostuvieron, no me di cuenta de toda la falta que me hicieron hasta que los vi cruzar a esa puerta. Quizás Ryan no pudiese sustituir el lugar vacío que mi padre dejó, y tampoco él pretendía hacerlo, pero se sentía bien tenerlo conmigo en estos momentos. Y quizás mi madre no haya sido la mejor de todas, pero me amaba a pesar de toda la mierda por la que la hice pasar, y ni un millón de palabras serán capaces de agradecerle por darme lo poco que tenía sin pedir nada a cambio.
Durante mucho tiempo creí que el dolor y el sufrimiento serían algo constante en mi vida, pero en el camino me encontré con algunas estrellas fugaces que me iluminaron el camino, dos de ellas se extinguieron, pero la restante aún brillaba con tanta fuerza que tenía que entrecerrar mis ojos para poder observarla con claridad.
No importaba lo que sucediera de aquí en adelante, sabía que íbamos a estar bien porque poco a poco estábamos aprendiendo a caminar bajo la oscura tormenta, y en el camino quizás nos tropezaremos pero al final nos colocaremos de pie con una gran sonrisa en el rostro. Mañana empezaba un nuevo capítulo sin mi padre, todo en el extenso libro de lo que resulta ser mi algo catastrófica vida, no sabía lo que el futuro me depararía pero no iba a dejarme vencer, lucharé por ese final que sé que merezco, lucharé por ese final feliz que Finn me prometió que algún día ambos tendríamos, lucharé por esa vida mejor que mi padre trató de darme, y lucharé por esta sonrisa permanente que una chica pelinegra plasmó en mis labios.
—Pueden encontrar el playlist de Samson en Spotify, les dejo el link abajo. Se despide; Marié.
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