Capítulo 19 | Eterna oscuridad.
Luego de retozar un rato (en donde retozar consistía en: perseguirnos el uno al otro, abrazarnos, empujarnos, reírnos, cantar y bailar como borrachos, e incluso hablar un idioma que ni sabíamos que existía), Brandy y yo por fin salimos de la habitación, ella usando una de mis camisetas con el escudo del Capitán América y uno de mis jeans ajustados que a pesar de todo le quedaban bastante bien, y yo con una simple camiseta blanca y bluejeans oscuros, ambos descalzos porque hoy queríamos jugar a ser rebeldes. Caminamos por el pasillo con las manos entrelazadas, deteniéndonos en seco cuando escuchamos voces y risas provenientes de la cocina, voces que por cierto no era capaz de identificar. ¿Habían malditas personas en mi casa? ¿Quien carajos los dejó entrar? Si había una cosa que mi padre no era, era social. Que mierda sucede.
Nos miramos un segundo, ella frunciendo el ceño. Había comprobado que varias cosas habían cambiado desde que mi padre había llegado a Estados Unidos, sólo esperaba que su estatus social no fuese una de esas. Estar a solas con él, hablar sobre nada en particular y luego disfrutar del silencio era una de mis cosas preferidas de hacer, y no iba a dejar que eso llegara a cambiar. No necesitaba más cambios repentinos en mi vida.
Dispuesto a averiguar que estaba sucediendo, di los últimos pasos que restaban para atravesar por completo el pasillo y llegar a la cocina. Mi mandíbula cayó cuando vi a uno, dos, tres... ¡seis! Seis hombres sentados alrededor de mi mesa, uno de ellos siendo Robert Jhonson.
—Que mierda es esto —espeté-gruñí cruzándome de brazos. Mi buen humor se esfumó en el mismo instante en que puse un pie fuera de mi habitación, sabía que debíamos quedarnos dentro pero ella insistió en que deberíamos salir a comer algo. Sentí las manos de la pelinegra detrás de mi deslizarse por mi cintura hasta descansar entrelazadas sobre mi estómago colocándose de puntitas para ver a través de mi hombro. Ella sabía que no podía evitar que me alterara con esta situación, sobretodo al ver las botellas de cerveza sobre la mesa, pero al menos podría con si toque suavizarme un poco. Y lo logró, mis hombros se destenzaron, pero mi frente seguía fruncida.
Mi padre rodó sus ojos ante mi vocabulario y luego sonrió, poniéndose de pie, dando varios pasos hasta donde nos encontrábamos. —Y este es mi hijo Samuel, del que tanto les hablaba —le comentó a sus amigos.
Esta vez me tocó a mi rodar los ojos, bufé gruñón. —Explica las cervezas.
Sus ojos se abrieron un poco más, sorprendido por mi pregunta indiscreta. —Oh. Bueno, son botellas de cerveza...
—Lo he podido notar.
—Pero no con cerveza adentro, si no agua. Mira. —Llegó hasta mi, me tomó del brazo y me jaló hasta la mesa donde esos hombres me miraban bastante curioso. Levantó una de las cervezas y prácticamente me obligó a oler y probar su contenido para que viera a lo que se refería.
Luego de comprobar que el líquido no era lo que yo pensaba quedé aún más confuso. —Uhm, ¿por qué bebes agua en botellas de cerveza? ¿por qué todos lo hacen, en realidad? ¿se les tostó el cerebro?
Mi padre frunció el ceño y levantó su mano golpeando mi nuca, lo suficiente para causar solo un pequeño dolor de algunos segundos. —No seas grosero, te recuerdo que aún estás en edad de azotarte con el cinturón. Agradece que no soy un padre violento.
—Como sea. Quiero mis respuestas, estoy perdiendo la paciencia.
—Bien. —Se dio la vuelta—. Samuel, ellos son mis amigos de Alcohólicos Anónimos, beber agua en botellas de cerveza es parte de nuestra terapia, se empieza desde lo más mínimo, hasta que simplemente lo dejas. En realidad no es tan sencillo como se escucha, pero algo es algo...
Pasó una mano por su canoso cabello y enseguida noté su nerviosismo. Mi padre no era de esos que se ponían nerviosos, y mucho menos de los que empezaban a balbucear, así que supe de inmediato que esto era algo que se estaba tomando con demasiada seriedad, quizás no lo demostré, pero fui inmensamente feliz en ese momento. Sentí que por fin la mañana oscura se estaba aclarando para nosotros.
Sacudí mi cabeza aturdido, ¿él estaba asistiendo a reuniones de Alcohólicos? ¿desde cuando, y por qué nunca me lo dijo? Mi boca se abrió para decir algo, pero ninguna palabra salió de esta, ni siquiera mi mente podía formular una frase coherente.
—¿Que? —fue lo único que pude decir. Que estúpido me sentía.
Él se encogió de hombros. —Te dije que quería ser un buen padre para ti.
—¿Desde cuando es esto? —señalé vagamente a sus amigos.
—Un semana antes de que llegaras, no quise decírtelo hasta que hubiese hecho un avance.
—¿Y lo has hecho? —mis cejas se elevaron. Sentí de nuevo las manos de Brandy enredándose sobre mi estómago, esta vez coloqué las mías sobre las suyas, acariciando con mi pulgar el dorso.
Mi padre iba a responder pero uno de sus amigos se le adelantó—: Bastante, ha sido el que más rápido ha progresado. —Mi cabeza se giró para ver a quien había hablado, el de piel más oscura del grupo con su cabeza completamente afeitada.
Asentí aún aturdido. —Papá...
Levantó su cabeza para mirarme.
—Tu ya eres un buen padre para mi —le sonreí y él me respondió la sonrisa.
—Bueno, ¿van a acompañarnos con el desayuno? —ladeó su cabeza hasta la mesa.
Giré mi cabeza para ver por sobre mi hombro a Brandy. —¿Quieres quedarte, no tienes que volver pronto?
Ella negó y se puso de puntas para besar mi mejilla. Le sonreí a mi padre, él asintió. Sus amigos volvieron a entablar una conversación, olvidándose completamente de que estábamos allí.
—Te quiero —la sentí susurrar en mi oído haciéndome cosquillas, reí y acaricié sus brazos.
Observé a mi padre moverse por la cocina sirviendo dos platos de cereal de colores, mientras sus amigos comían pan tostado con huevos revueltos, después de todo seguíamos siendo unos niños. Dejó de hacer lo que estaba haciendo para sacar su pequeño teléfono móvil de su bolsillo, levantó la tapa y apretó el botón verde y habló: —¿Hola?
Escuchó a quien fuera que se encontrara del otro lado de la línea y respondió: —Estamos muy bien. En realidad, él se encuentra justo a mi lado, ¿te lo paso?
Sus ojos me miraron rápidamente, dio un par de pasos hasta mi y me tendió el aparato, lo tomé dudoso.
—Es tu madre —me dio una última mirada antes de darse la vuelta y sentarse con sus amigos en la mesa.
Llegué a San Francisco a principios de septiembre, y nos encontrábamos ahora a finales de noviembre, lo que sumaba casi tres meses sin saber nada de mi progenitora, además de esa ya no tan horrorosa invitación de bodas. Quizás Donna Murray, en un futuro no muy lejano Donna Wells, no pasaba mucho tiempo en casa cuando era niño, o me ayudaba con mis tareas de la escuela, o si quiera cocina muy bien, pero recordaba que me besaba la frente antes de irme a dormir, me contaba cuentos de superheroes y me acariciaba el cabello mientras comía su espagueti, que era casi la única cosa que sabía cocinar deliciosamente. Donna Murray fue una buena madre en todo lo que pudo, sólo que yo me concentré en ver solo sus defectos y no todo lo que había sacrificado por mi.
Me tomé un segundo para acercar el teléfono a mi oído, Brandy seguía entrelazada a mi y lo agradecí. Suspiré, cerré mis ojos y cuando los abrí por fin lo hice.
—¿Samuel? —escuché su voz del otro lado de la línea, de alguna manera había extrañado escucharla.
—Si —susurré, no pude ocultar el temblor en mi voz.
—Dios, tu voz se escucha tan profunda y madura —comentó emocionada.
—No iba a tener voz de nena para siempre, mamá. —Los brazos de Brandy se enroscaron más fuerte a mi alrededor, inhalé hondo.
—Hacía mucho que no me llamabas así —su voz sonando demasiado triste como para poder soportarlo, quise echarme a llorar, pero en vez de eso solo cambié el tema.
—Y... ¿Como estás tu? ¿Y Ryan? —apreté mis ojos luego de que las palabras abandonaran mi boca.
La sentí sorber por su nariz y comprendí que estaba a punto de llorar, o ya lo estaba, no lo supe con claridad. —Estamos muy bien, Samuel, mejor que bien. Extrañándote más que nunca, hijo. Vuelve por favor.
—No puedo, mi papá me necesita aquí, está bastante enfermo. —Tuve que morderme la lengua para no decirle que no me mandara de regreso al lugar que acabó con nuestra felicidad.
—Estoy segura de que esa no es la única razón por la que no quieres volver.
—No, no lo es.
Guardó silencio por unos segundos, se me secó la garganta en ese tiempo mientras esperaba por ella. Finalmente dijo: —¿Es por la chica?
«Si, si, si y mil veces si.»
—No puedo dejarla mamá. La amo, y ella me ama, no puedo ni voy a renunciar a esto, simplemente no. —Palabras malditamente cursis salieron atropelladas de mi boca, pero no me importó en absoluto cuando sentí la sonrisa de Brandy contra mi cuello.
—Lo entiendo —fue lo único que dijo al respecto.
—Bien. —Ladeé mi cabeza y besé la frente de la chica junto a mi.
—Pero, ¿no podrías considerar al menos venir de visita, quizás un fin de semana nada más? Me gustaría abrazarte, y conocerla a ella.
—No lo se, por favor no me presiones. En verdad estoy intentando ser alguien mejor y dejar el pasado atrás. —Le hablé suavemente, no queriendo que malinterpretara mis palabras.
—Lo se, puedo notarlo en tu manera de hablar. Piensalo, por favor.
—Lo haré.
—¿Tu estás bien, después de todo lo que sucedió?
—Si, estoy mejor que nunca —y sonreí por primera vez desde que cogí el teléfono.
—De acuerdo, en verdad me alegro. —Escuché como alguien le hablaba y ella le respondía riendo, lo más probable es que fuera Ryan—. Tengo que irme, hijo.
—Oh —murmuré.
—Te amo, y te extraño —lo dijo con tanto amor que casi pude sentirlo en el aire, la escuché sorber por su nariz de nuevo.
Me sentí algo mareado y mis piernas flaquearon, Brandy estuvo allí para sujetarme. Esas palabras clavaron un cuchillo afilado en mi corazón, reabriendo las heridas que me había encargado de sanar con el pasar del tiempo. ¿Por que me haces esto, mamá?
—Si, yo... —mi voz tembló, un nudo se formó en mi garganta y lágrimas en mis ojos, no pude terminar la oración—, adiós mamá.
Cuando colgué el teléfono y sentí a Brandy darme la vuelta para abrazarme con fuerza, no importándome los varios pares de ojos puestos sobre mi, me eché a llorar como un niño pequeño, buscando desesperadamente los brazos de su madre.
Veinte minutos después me encontraba en mi cama envuelto como momia en varias capas de cobijas, con los ojos aún llorosos y la nariz bastante enrojecida. Me sentía bastante vulnerable esta mañana, y la llamada con mi mamá fue la gota que colmó el vaso e hizo que me derrumbara.
Brandy entró a la habitación con los dos tazones de cereales en sus manos y una gran sonrisa en habitación. —Hola de nuevo, campeón —habló animadamente.
Forcé una sonrisa, tosiendo un poco y con voz pastosa respondí: —Hola.
Ella frunció el ceño y corrió a dejar los tazones sobre el escritorio. Se acercó a mi y colocó el dorso de su mano en mi frente, luego en mi cuello para después examinar mi rostro demacrado.
—¿Estás bien? —habló preocupada, sus cejas curvándose hacia arriba formando pliegues en su frente.
Desenredé una de mis manos de las toneladas de tela que me cubrían y con mi pulgar suavicé el pliegue, ella inmediatamente relajó su rostro.
—Te saldrán arrugas si sigues haciendo eso —tosí un poco más y gemí frustrado, el dolor en mi pecho aumentando—. Emocionalmente estoy mejor, físicamente siento como si un camión de unos cientos de kilos me hubiese pasado por encima a unos ciento ochenta kilómetros unas mil veces seguidas.
—Ay, Samson, tienes fiebre, te has enfermado.
Apreté mis párpados y me enrollé más aún en mis sábanas, misteriosamente había empezado a tener mucho más frío del que acostumbraba a hacer en esta habitación. Sentí el colchón moverse y hundirse a mi lado por lo que supe que ella había tomado asiento, besó mi frente y apartó cabellos de mi rostro. —Tu descansa, cariño, yo iré a buscar algo para que te sientas mejor, ¿de acuerdo? —habló en susurros.
Como pude asentí con los ojos aún cerrados, incluso así me molestaba la luz que entraba por la ventana. Con las pocas fuerzas que me quedaban me di la vuelta, quedando de espaldas a la molesta fuente de luz, relajé mis músculos y me dejé vencer por mi agotamiento.
Finn se coló en mis sueños esa mañana, como muchas otras veces antes. Vestía completamente de blanco y admiraba el atardecer, su cabello rubio caía a un costado de su rostro y su piel relucía. Y me veía a mi también, como siempre vestido de negro, caminando hacia él con pasos lentos que terminaron convirtiéndose en grandes zancadas, pero mientras más intentaba acercarme más se alejaba, lo llamaba a gritos desesperados y él sólo sonreía y se despedía con la mano, para luego desaparecer entre la neblina y los fuertes rayos de sol. Al final, la oscuridad no pudo alcanzar a la luz.
Me desperté sobresaltado y empapado en sudor. La habitación se encontraba a oscuras y tuve que forzar mi vista y frotar mis ojos para poder ver algo, arranqué las sábanas de mi cuerpo y como pude me puse de pie. Mis piernas temblaron y sentía que mis pies iban a dejarme caer en cualquier momento, me apoyé en las paredes para poder salir aún en una sola pieza. Mi pecho dolía a montones, como si una ráfaga de fuego líquido se paseara por entre mis órganos, igualmente mi garganta, por un momento quise hasta arrancármela. La única parte buena era que ya no sentía mi cerebro palpitar fuertemente contra mis sienes y justo como si fuese a explotar ante cualquier mínimo sonido.
Mi habitación era un sauna en comparación al pasillo y la cocina, consideré un momento regresar a la habitación a buscar una de esas cálidas mantas pero sabía que si lo hacía no iba a volver a salir y me estaba literalmente muriendo de hambre. Además, ¿que hora es? Está demasiado oscuro, apenas me quedé dormido a mitad de la mañana.
Mientras caminaba a pasos cortos a través del pasillo éste me daba la sensación de volverse cada vez más estrecho, más sofocante pero a la vez gélido, ¿era acaso eso posible? Miré a todos lados, y de pronto no pude reconocer en donde estaba, imágenes distorsionadas vinieron a mi cabeza como flashes ¿estoy solo?, ¿a dónde fueron todos?
¿Acaso perdí mi cabeza?
Todo está oscuro, un raro sentimiento se apodera de mi. No sé como describirlo, siento mi corazón encogerse en un doloroso segundo y mi estómago a punto de devolverlo todo sin razón aparente, mi cerebro empieza a maquinar rápidamente en busca de una salida a esta situación y cuando por fin creo que ya la tengo, mi cuerpo no es capaz de moverse. ¿Que me sucede?
Pánico, eso es.
Brandy. ¿Donde está Brandy? Trato desesperadamente de gritar su nombre pero ningún sonido sale de mi garganta. Miro a todas partes en la oscuridad pero eso es lo único que puedo observar. Todo es tan confuso, hasta que destellos azules se proyectan frente a mi y luego son sus ojos los que me llaman. Las luces vienen y van una y otra vez, seguido de la figura de su mirada, y luego simplemente desaparecen. Me quedé de pie en completa quietud esperando su reaparición, pero nada sucedió.
Había caído en un abismo del cual no sabía si seria capaz de salir. Si estoy perdido ¿como voy a ser capaz de encontrarme a mi mismo?
Me senté sobre la fría superficie del suelo, con las piernas abrazadas cerca de mi pecho y la frente apoyada sobre las rodillas, mis ojos cerrados fuertemente; me encontraba en una eterna oscuridad, ¿despertaré algún día?
—Se despide; Marie.
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