Capítulo 18 | Travesuras de medianoche.
Brandy me jaló de la mano con esa salvaje sonrisa tirando de sus rojizos labios, entrelazó sus dedos con los mios y me acercó más a ella. Brandon y Callie seguían nuestros pasos luego de dejar a la pequeña Rosie dormida en la habitación de huéspedes al final del pasillo, pasó el brazo por sobre los hombros de su novia y le besó la cabeza. Recordaba con claridad aquellos tiempos donde sentía envidia de ellos y la preciosa relación que mantenían, como podían abrazarse y besarse donde sea y cuando sea, sonreí por lo mucho que había cambiado todo hasta ahora. Si sentía algo por ellos, definitivamente ya no era nada de envidia, sino un cariño increíble, porque todo lo que imaginaba al verlos por fin lo tenía para mi.
Giré mi cabeza al frente para volver a ver a Brandy, quien me guiñó un ojo coqueta, la notaba aún más vivaz de lo que ya de por si era y todo desde que habíamos pronunciado aquellas palabras. Me encontraba tan hipnotizado por su mirada azulada que no noté cuando su cuerpo chocó contra uno unos cuantos centímetros más alto que ambos. Se giró rápidamente, sus dedos soltando los mios. Observamos a la alta figura que se cernía con superioridad sobre nosotros.
—Hola papi —sonrió la pelinegra con inocencia.
Su padre se cruzó de brazos, para luego darnos una rápida mirada al resto de nosotros. —¿A donde van, princesa? Ya es tarde.
—Saldremos a jugar un ratito, ¿me prestas tu camioneta? —No podía ver su rostro pero casi juré que le estaba haciendo ojitos lindos a su padre para convencerlo.
Me miró receloso, su mascara de supuesta comodidad conmigo se estaba cayendo, lo pensó varios minutos y luego cedió. —De acuerdo —tanteó sus bolsillos hasta encontrar las llaves y entregárselas a su hija.
Ella chilló emocionada tomándolas de su mano, dando pequeños saltitos y poniéndose de puntas para plantar un beso en la mejilla del señor Williams. —Pero por favor, vuelve antes de la media noche, las calles se ponen peligrosas luego de esa hora.
—De acuerdo, vamos chicos —sonrió y empezó a caminar a través del salón, haciendo señas con sus manos para que la siguiéramos.
Di dos pasos hasta que la mano de Christian tomó fuertemente mi brazo, observó como Callie y Brandon pasaron por nuestro lado siguiendo a Brandy sin darnos mucha importancia, luego habló: —Recuerda lo que te he dicho —gruñó en un tono bajo, mirándome amenazadoramente.
Aparté su mano de mi de un tirón y lo miré con las cejas fruncidas. —Pero que poco le duró toda esa fachada de padre bondadoso ¿no?
Respiró hondamente y entrecerró sus ojos. Sonreí con falsedad y di un paso adelante. —Con su permiso, mi novia me espera para hacer algunas travesuras en las calles, y quizás si me portó bien, podré como recompensa tenerla desnuda en mi cama. —Me miró con furia, la vena de su cuello quedando completamente marcada, sus puños apretándose—. Buenas noches, señor Williams.
Le di una última mirada por sobre mi hombro y me largué de allí. Mentalmente me di un premio y una palmadita en la espalda. Cuando alcancé a los chicos en el garage la imagen que tenía me hizo silbar. Brandy sentada sobre él capó de esa brillante camioneta plateada de doble cabina, mientras mordía su labio y jugaba con su cabello. Santo Dios. Necesitaría un momento para recuperarme de esa imagen.
El castaño y la rubia entraron en la parte de atrás del vehículo ignorando por completo nuestra presencia. Observé a la pelinegra de nuevo, mis ojos corriendo por sus largas piernas, su mano lentamente levantando la falda de su vestido. Se echó a reír cuando abrí mis ojos de par en par y suspiré abanicando mi rostro con mi mano.
—¡Hey, chico malo! —rápidamente miré su rostro sintiéndome aturdido—, ¿sabes manejar?
Asentí y caminé hacia ella con las manos en los bolsillos. —Ryan nos enseñó a Finn y a mi el verano pasado, presenté la prueba un par de meses antes de llegar aquí, pero dudo mucho que mi licencia sea válida aquí en Estados Unidos.
Sonrió ampliamente mostrando sus hoyuelos, la miré extrañado. —¿Qué?
—Nada, es sólo que ya no pronuncias el nombre de tu padrastro con odio o rencor. Es un gran avance. —No lo había pensado, pero así era, ya no me sentía... violento cuando se refería a mi madre y su futuro esposo. Me sentí un inmaduro por haberme comportado como lo hice con ellos, y comprendí que lo que había sucedido era que ya le había dado vuelta a la página.
—No te lo había dicho, pero te ves hermosa esta noche. Todos los días, pero hoy, estás deslumbrante —le dije bajito.
Sus pestañas revolotearon. Estiró sus piernas, como me encontraba bastante cerca de ella se le hizo fácil enredarlas en mi cadera y atraerme a su cuerpo, la punta de sus altos tacones clavándose en mi trasero, pero no me importó para nada, sus manos juguetearon con el primer botón de mi camisa que se encontraba bajo mi garganta, para luego desabrocharlo. Apartó un poco la tela negra y sus labios besaron la base de mi cuello.
—¿Brandy? —susurré en un gemido. Maldición, me estaba costando demasiado controlarme y ella no me ponía las cosas sencillas.
—Lo siento —se apartó un poco de mi, volviendo a acomodar mi camisa, lucía arrepentida—. Nunca me había sentido de esta manera, tan atrevida.
—Me gustas atrevida —le recordé, colocando un mechón de cabello tras su oreja.
Sacudió su cabeza. —He querido lanzarme encima de ti desde que te vi así vestido en la tarde, casi quise arrancarte toda la ropa, y cuando me dijiste que me amabas... Dios, soy patética, me estoy comportando como una Cami —sacudió de nuevo su cabeza, cubriendo su rostro con sus manos y aflojó sus piernas a mi alrededor.
Sonreí ante lo adorable que era. —Y ahora te burlas de mi —gruñó empujándome por el pecho y bajándose del capó.
—Hey —tomé su rostro y rocé mis labios sobre su mejilla sintiendo su respiración acelerarse—. Me gusta el efecto que tengo en ti, porque si bien no lo habías notado, tu también tienes el mismo sobre mi —mi mano bajó por su cuello hasta su pecho, jugando con las cintas que sujetaban su vestido—. La respiración se me acelera, se me seca la garganta, no pienso con claridad, y lo único que sé es que quiero comerte a besos y caricias, recorrer cada pequeña parte de tu cuerpo con mis labios y lengua —murmuré en su oído, su mano apretando la mía sobre su pecho—, hacerte suspirar y saber que eres toda mía.
Mordí el lóbulo de su oreja despacio, succionando un poco, ganándome un pequeño gemido tembloroso de su parte, sonreí complacido. —Samson...
—Y lo haré, Brandy. Tu sólo tienes que decirme cuando. Donde quieras y cuando quieras, sólo pídemelo.
Y así fue como casi la tuve babeando a mis pies. Sus párpados se cerraron por un segundo y cuando los abrió vi algo nuevo en ellos, estaban rebosantes de amor pero poseían un chispa más especial, confianza quizás. —Me siento toda temblorosa —me confesó, pero yo ya lo había notado.
—Me gusta tenerte temblorosa —sonreí de lado travieso, no se que estaba sucediendo hoy pero yo también me sentía bastante... atrevido.
—En verdad quiero culpar al vino por mi comportamiento.
—Entonces hazlo, pero ten por seguro que te daré más de ese vino a menudo.
Se rió bajito y dejé mis hombros caer. Besé su frente y tomé las llaves que reposaban sobre el capó, les di vueltas en mis dedos y me sentí poderoso. —Ahora vámonos, en verdad quiero probar ese tesoro.
Ella sonrió y rodeó la camioneta hasta colocarse en el asiento del copiloto. Me introduje en ella también hasta quedar justo frente al volante, acomodando el ya bastante notable bulto en mis pantalones. Inmediatamente el olor a cuero y a auto nuevo me invadió, inhalé profundo cerrando mis ojos y dejando que mis pulmones se llenaran con aquella deliciosa fragancia. Recorrí con mis manos el suave volante de cuero negro y me deleité con su tacto. Introduje la llave en el orificio y le di vuelta sintiendo el motor rugir con potencia frente a nosotros.
—Maldición —ronroneé—. Escucha a este bebé. Creo que me he enamorado.
Volví a acariciar el volante y Brandon murmuró en la parte de atrás algo referido a los caballos de fuerza que poseía esta camioneta. Brandy sacó de su bolsillo un pequeño control, y al presionar el botón la puerta del garaje se abrió. Sonreí para luego pisar el acelerador, sintiendo a Callie chillar de alegría.
[...]
Reí a carcajadas cuando el carrito de supermercados que empujaba, y donde estaba Brandy sentada dentro, chocó contra el que Brandon empujaba con Callie sentada en él. El estacionamiento desolado del supermercado había sido nuestra víctima esta noche, y lo estábamos disfrutando a lo grande, haciendo una carrera de carritos chocones. Sin muros en la costa empezamos la fiesta.
Lágrimas brotaban de mis ojos y tuve que acariciar mi estómago por el dolor que la risa había causado. Callie cantaba a gritos que podían confundirse con los chillidos de un gato, una canción que ya había escuchado antes en la radio. Brandon rió echando su cabeza hacia atrás, con una mano se aseguraba de grabar a su novia con la cámara de su teléfono y con la otra se empinaba la botella de coca-cola con unos cuantos chorritos de vodka, ya se encontraba bastante animado. Brandy tuvo que acomodarse mejor dentro de lo que parecía esa jaula de metal para no mearse encima, sujetándose del borde, lágrimas también corriendo por sus mejillas, se encontraba algo achispada también pero había sido sólo por el vino de la cena. Yo apenas lo había probado y ya sentía la adrenalina corriendo por mis venas, pero aún así, jamás volvería al vicio.
—¡Mi corazón va a salirse de mi pecho!
—Eso pasa cuando te estás divirtiendo —respondió la pelinegra.
Volví a empujar el carrito, esta vez subiéndome en él también, escalando a través de la pequeña jaula de metal, sentándome en el diminuto espacio junto a la pelinegra quien estalló en risas. Sus ojos se veían brillantes y peligrosos, su cabello volaba en ondas salvajes en el aire. Chocamos contra el carrito de Callie y nos desviamos, mis ojos se ampliaron y me corrió el pánico cuando vi que nos dirigiamos hacia la colina.
—¡Mierda! —traté inmediatamente de colocarme de pie pero terminé aferrado a los bordes del carrito con aún más fuerza.
Brandy gritó con fuerza a mi lado y me aterré, ¿íbamos a morir? Pero ella no gritaba de miedo, sino de felicida, ¿es que acaso estaba loca? Alzó sus manos al aire cerrando sus ojos y colocándose temblorosamente de pie. Sí, lo estaba.
Se aferró a mis hombros cuando el carrito dio un brinco y luego empezó a descender por la colina. Definitivamente no quería morir así.
—¡Samsooon! —Alcé mi mirada hacia ella—. ¡Dejate llevar!
Yo temblaba hecho una bola dentro del carrito que se movía a toda velocidad cuesta abajo. —Voy a morir, voy a morir, voy a morir empecé a murmurar.
—¡No seas gallina y diviértete conmigo! ¿Donde está mi chico atrevido? —volvió a gritar, su voz sonando algo extraña debido al viento que chocaba con fuerza contra su rostro.
Me empujó hacia arriba y bastante tembloroso me coloqué de pie, aferrándome a su cintura y enterrando mi cabeza en su cuello. Estaba a punto de mearme encima, pero esta vez de miedo. Ella volvió a reír a carcajadas y me alentó a que mirara al frente, no debí haberlo hecho. Estábamos llegando al final de la colina donde se encontraban cientos de arbustos, y detrás de estos un gran estanque de agua.
Grité como niña cuando el carrito se volcó de lado y salimos disparados hacia el agua helada pasando a través de los arbustos. Caímos de golpe, como piedras, golpeé mi cabeza con el fondo y me sentí mareado, mis manos enredándose con las algas del fondo. Segundos pasaron y empecé a quedarme sin respiración, tratando desesperadamente de quitarme esas cosas verdes de encima. Varios bichos nadaron a mi alrededor y mi pánico aumentó, luego un par de manos me tomó por las axilas y me sacó a flote. Tomé aire exageradamente aferrándome al cuerpo de mi salvavidas viendo como ella me miraba con expresión seria.
Luego de un minuto me di cuenta de que el agua sólo me llegaba un poco más abajo de las rodillas y me coloqué de pie empapado. —Oh.
Brandy me soltó y fingió terror. —¡Oh Dios, voy a morir ahogado en cuarenta centímetros de agua! ¡Que alguien me ayude!
—Eres pésima actriz —me crucé de brazos, algo molesto.
—Eres una nenita —se burló riendo, sacándome la lengua. Se puso de puntitas y besó mi mejilla sonoramente, me sentí mejor de inmediato.
Brandon y Callie llegaron deslizándose por la colina empinada, pero deteniéndose antes de llegar a los arbustos. Se abrieron paso entre ellos y nos observaron curiosos desde la orilla.
—¡Tienen que intentarlo! ¡Deberíamos hacerlo todos juntos! —chilló mi novia lanzando agua al aire, su cabello pegándose a su rostro.
—Mierda, no. No me apetece juguetear en esa agua llena de animales extraños —Repuso Callie haciendo una graciosa mueca.
—Mi pene va a congelarse allá adentro —acotó Brandon—. ¿Como te encuentras tu, bro? —preguntó en mi dirección.
—Casi estéril —respondí con mis dientes castañeando. Me agaché un poco tomando a Brandy por las piernas y subiéndola sobre mi hombro, ella chilló golpeando mi espalda—. Vamos, preciosa. Te quiero caliente, no congelada de pies a cabeza. Suficiente diversión por hoy.
Callie me miró traviesa y mordiendo su labio. —Caliente, ¿eh?
Le guiñé un ojo y volvimos al estacionamiento entre risas y bromas por parte de mi saco de papas chillón y nuestra pareja de amigos. Una vez allá, Brandon y yo nos encargamos de recolectar trozos de madera secos y apilarlos para encender una fogata con ayuda de su encendedor en el que se leía perfectamente "Viva Las Vegas"
Nos sentamos alrededor del montón en llamas, Brandy acurrucándose a mi lado. Era una noche tranquila con cientos de estrellas y sólo se escuchaba el típico cantar de los grillos, estaba seguro de que ya era pasada la media noche. Las horas pasaban y no teníamos intención de movernos hasta que empecé a estornudar. La pelinegra levantó su cabeza de mi hombro y me miró. —Será mejor irnos antes de que cojas un resfriado.
Sorbí por mi nariz y me coloqué de pie, lo que menos quería era que me diera tos o fiebre. Brandon asintió al ver a su novia dormida con la cabeza entre sus piernas estiradas, aprovechaba la posición para acariciar su cabello de arriba a abajo. Él condujo de camino a casa, casi completamente sobrio luego de las varias horas que ya habían pasado. Nos dejó a Brandy y a mi en la puerta de mi casa y se dirigió a la de Brandy, donde debía recoger a su hermana e informarle al señor Williams que su hija no volvería esa noche. Nos despedimos de él antes de que desapareciera en la negrura de la noche.
Algo que nunca olvidaría era ver a mi chica con la cabeza apoyada sobre la ventanilla, sus ojos adormilados, su cabello en el aire, admirando la ciudad con las luces parpadeantes reflejadas en su rostro.
Brandy me rodeó la cintura con los brazos, nuestros pies descalzos moviéndose hasta la puerta. Me detuvo sujetando mi brazo cuando llegamos hasta esta, la miré algo extrañado. —¿Que sucede?
Me tomó por el cuello e hizo inclinar mi cabeza hacia abajo, creí que iba a susurrarme algo al oído pero en vez de eso sus labios atacaron los mios, mordiendo y succionando con fuerza a la vez. Me empujó contra la puerta de entrada pegando todo su cuerpo contra mi, dejándome inmóvil a su merced, gracias a lo mojados que aún se encontraban nuestros cuerpos y el frío de la noche, pude notar que no llevaba sujetador. Ella sería mi perdición.
Gemí cuando sus manos sacaron la camisa de mi pantalón y se introdujeron bajo esta, recorriendo mi estómago con sus dedos heladas, arrastrando sus uñas de arriba hacia abajo. —Samson... llevame a tu cama —susurró.
—¿Es eso una propuesta indecente?
—Lo es.
Mi piel se puso de gallina inmediatamente y sentí casi como una corriente eléctrica recorría toda la extensión de mi cuerpo. Le rodeé la cintura con los brazos a la vez que nuestros labios se fundían se nuevo en un beso. Nuestras bocas frías y calientes al mismo tiempo exigiendo más y más. El vapor se nuestro aliento flotó entre nosotros cuando susurré: —Te amo.
Con dificultad abrí la puerta sin ver y con una sola mano, nos empujé dentro y volví a cerrarla. Di un vistazo rápido para asegurarme de que no habían muros en la costa, al ver todas las luces apagadas seguí adelante. Lo que menos quería era que mi padre nos encontrara... así. La tomé de la cintura y la levanté sin esfuerzo, ella enredando sus piernas en mis caderas, su vestido enrollándose en sus caderas y mis manos acariciando sus muslos desnudos. Sus labios succionando la base de mi cuello dejando una futura marca rojiza.
Nos conduje a través del pasillo tratando de ser lo más silenciosos posible, lo cual nos costó un poco. Tuve que apoyarme en la pared a mi lado para que mis piernas no fallaran debido a lo temblorosas que se encontraban. Tomé una profunda respiración, siseando un poco, cuando ella rodó sus caderas provocativamente contra las mías.
—¿Necesitas un minuto? —ronroneó.
—Quien eres y que le has hecho a mi novia. Y creo que necesitaré más de un minuto —hablé con dificultad, ella sonrió mostrándome su blanca dentadura.
Conté hasta diez en mi mente y di los últimos pasos que restaban. Empujé la puerta de mi habitación a ciegas y nos metí dentro, le di una patada con el pie para cerrarla y me apoyé sobre esta. Respiré con dificultad y traté de aclarar mi mente, ¿en verdad íbamos a hacer esto? Por supuesto que no, en verdad necesitaba detenerla. Tiré mi cabeza hacia atrás hasta que quedó contra la madera tras mi, cerré mis ojos y suspiré, sujetando con fuerza sus muslos. La sentí sonreír contra mi cuello y luego el delicado toque de sus dedos sobre mi mandíbula. Abrí los ojos y busqué su mirada, ella me observaba con una sonrisa suave en sus labios y tranquilidad en sus azulados ojos.
Miró mi cuerpo y el desastre que había hecho con mi camisa, y negó con la cabeza. Se revolvió entre mis brazos y la bajé, acomodó su vestido y luego su cabello, para después cubrir su rostro sonrojado con sus manos. Sonreí más ampliamente al verla, me crucé de brazos. —¿Ya has recapacitado?
Asintió con su rostro cubierto y gimiendo avergonzada. —No puedo creer que haya hecho eso.
—Pues, yo tampoco —respondí algo burlón.
—¡No puedo creer que me hayas dejado hacer eso! —chilló, su voz sonando mas aguda que nunca.
—Te veías bastante... dispuesta a cumplir tus objetivos.
—¡Samuel!
—Lo siento —le sonreí inocentemente—, sólo quería saber que tan lejos ibas a llegar antes de darte cuenta de lo que estabas haciendo.
—¡Eres un idiota! —su mano impactó contra mi pecho y me eché a reír.
Me incliné sobre ella, mis manos aferrándose a sus mejillas frías. —Amas a este idiota.
Asintió. —Muchísimo.
Besé su mejilla. —Me alegra saberlo, vamos a dormir, nena.
La tomé de la mano y la guié hasta el borde de mi cama. Levantando el dobladillo de su vestido mojado, mis dedos rozando la suavidad de su fría piel, lo saqué por sobre su cabeza quedando únicamente con unas bragas negras, su cabello oscuro cayendo sobre su pecho.
Le di un vistazo rápido. —No sabes lo mucho que me costó no mandarlo todo a la mierda y hacerte mía cuando noté que no traías sujetador bajo ese lindo vestido.
Se sonrojó furiosamente, sus ojos brillaron. —No hacia falta usarlo con ese vestido.
Dio un paso adelante y con dedos temblorosos empezó a desabotonar mi camisa. —Si no hubiese estado tan afectada por el vino, y la coca-cola de Brandon, ¿hubiese sucedido algo esta noche?
—No lo sé, pero estabas bastante borracha y no quería aprovecharme de eso.
—¿Ibas a detenerme? —me miró por sobre sus pestañas rápidamente cuando llegó al final de la camisa, sus manos se extendieron sobre mi estómago, deslizándose hasta mis hombros y retiró la tela húmeda de mi cuerpo.
—Si, no importase cuanto lo quisiera yo.
—¿Lo querías? —susurró, sus dedos cayeron sobre el botón de mis pantalones. Mi mirada bajó inmediatamente hasta donde sus manos se encontraban.
Mordí mi labio para no gemir. _Si —susurré.
Ella asintió lentamente, sus manos alejándose de mi y volviendo a sus costados. —Yo... ¿es válido arrepentirse, sentir miedo?
—Por supuesto que si. —Le tomé las manos y las enredé en mi cintura pegándola a mi, nuestros pechos fríos juntos, su cabeza en mi hombro. —Llegará un momento en que ya no sentirás más miedo y allí es cuando sucederá, pero es normal sentirlo ahora.
—Me siento una tonta —murmuró, su aliento chocando contra mi cuello.
Besé su cabello. —No deberías, se supone que la primera vez debe ser especial, no bajo los efectos del alcohol —pronuncié con melancolía.
Se alejó, me miró a los ojos y luego se subió sobre la cama cubriéndose con las sábanas. Terminé de retirar mis pantalones y la seguí, acomodándome a su lado, ella pasó un brazo por sobre mi estómago y se acurrucó junto a mi.
—¿Con quien fue tu primera vez? —Brandy habló luego de varios minutos de silencio.
—Una chica cualquiera que conocí a las afueras de un club, ni siquiera recuerdo su rostro o algo, estaba bastante borracho y algo drogado también, supongo, no recuerdo mucho en realidad.
—¿Que edad tenías? —Su dedo medio daba pequeños círculos alrededor de mi pezón derecho, su mejilla sobre mi corazón.
—Quince.
Su dedo se detuvo un segundo. —Al parecer todos hicimos cosas estúpidas a los quince años. —Estuve completamente de acuerdo—. ¿Te arrepientes de eso?
—Sí. Finn se enojó mucho conmigo, lloró todo el resto de la noche.
—¿Él... se sentía atraído por ti?
—Sí, me causaba bastante ternura, en realidad.
—Hm, supongo que a mi también me hubiese molestado si hubiese sido él.
—Era muy joven, sólo quería experimentar un poco —respondí a una pregunta que no me había formulado pero que necesitaba hacérselo saber.
Inclinó su cabeza hacia mi rostro y sonrió con tristeza. —Lo sé.
Veinte minutos después me quedé profundamente dormido con su cabeza aún sobre mi latiente pecho, sus extremidades enredadas con las mías y su corazón entrelazado con el mio.
[...]
Desperté de golpe al sentir una almohada caer sobre mi rostro. Me senté sobre el colchón, la sábana que me cubría cayendo hasta mi cintura. Froté mis ojos al ver a una figura danzante sobre mi cama, la luz del día iluminando la habitación. Mi cabeza dolía un poco y sentía molestia en la garganta, pero no era nada que no pudiese soportar.
Ella tarareaba una canción mientras daba algunas vueltas, usando únicamente su ropa interior y mi camisa de anoche, sonrió ampliamente al verme despierto. Mi mirada viajó por sus largas piernas.
—Buenos días —me había dicho.
—Y muy buenos —le respondí.
Se colocó de rodillas y agarró mis manos, se puso de pie de nuevo y me llevó con ella. —Baila conmigo.
Sus manos agarraron las mías y las hizo rodear su cintura, luego ella colocó las suyas sobre mis hombros. La miré extrañado. —¿Sobre la cama?
Ella miró el revoltijo de sábanas bajo nosotros pero no le dio importancia. —Si, ¿que tiene?
No dije nada y ella sonrió complacida. Se alejó de mi en un movimiento rápido, dejándome con los brazos extendidos, bajó de la cama con un salto y corrió al escritorio, de donde recogió su teléfono móvil y movió los dedos por sobre la pantalla táctil.
—¿En que momento tu teléfono pasó de estar en tu casa a estar en la mía? —le pregunté, pareciéndome todo muy raro.
Se encogió de hombros y colocó una canción que yo conocía bastante bien, ya que a Finn le gustaba cantarla cuando íbamos caminando por la calle. Ella empezó a cantarla a gritos desesperados y sólo me crucé de brazos viéndola hacer un espectáculo, de un momento a otro comenzó a bailar y brincar al ritmo de la canción. Usó su teléfono como micrófono y me apuntó con la otra mano.
La miré divertido, aún de pie sobre la cama, mi cabeza casi rozando el techo de la habitación. La vi dar vueltas alrededor de la cama y luego apuntarme de nuevo. —¡Vamos, Samson! Canta conmigo, sé que te la sabes.
Me eché a reír para luego ponerme a cantar con ella, volvió a subir a la cama y nos movimos al ritmo de Pumped Up Kicks.
El resto de la mañana transcurrió entre risas y notas desafinadas, pasando por lágrimas e incluso aullidos de dolor cuando aleatoriamente se colocó una canción de Adele, gritamos y lloramos, rodamos sobre la cama y nos hicimos bolita, para luego besarnos un buen rato. Así me gustaría despertar todos los días.
Ya no me sentía perdido nunca más.
—Se despide; Marie.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top