Capítulo 11 | Los golpes de la vida.
Finn le había dado una última calada a su cigarrillo para luego sostenerlo entre sus dedos y observarlo por un rato, sintiendo como el humo le llenaba y destruía los pulmones, todo al mismo tiempo.
—Creo que mis padres van a separarse —le había comentado aquella noche fría de mediados de invierno.
Froté mis manos juntas y exhalé un poco en ellas para tratar de entrar en calor. Arqueó una ceja y lanzó el cigarrillo al suelo y lo aplastó con la punta de su zapato. Hizo sonar sus dedos luego y me miró. —¿Como lo sabes?
Me froté los ojos cansados por las pocas horas de sueño. —Simplemente tengo ese presentimiento —mi voz sonó tan rasgada como lo estaban las mangas de mi viejo suéter.
Su brazo fue empujado rápidamente por sobre mi hombro y su cabeza se acercó a mi. Su nariz rozó mi mejilla, y sentí sus pestañas cosquillear sobre mi piel. Suspiré y dejé que me abrazara, que me regalara todo su amor como siempre lo había hecho, y que me consolara cuando más lo necesitaba.
Seguíamos en la misma posición desde que llegamos, sentados sobre la acera viendo los autos pasar y los copos de nieve caer sobre la ciudad.
—No es el fin del mundo, Sam —susurró—. Aún me tienes a mi, quien creció sin ambos padres y aún así se las ingenió para estar aquí y joderte la vida.
Pellizcó mi brazo, con lo que hizo sonriera cansadamente. Pero no lo suficientemente.
—Puedo escuchar tu corazón rompiéndose desde aquí, pero no me importa, estaré allí para ayudarte a recoger cada uno de los pedazos.
Se separó de mi sacudiendo sus pantalones, colocándose de pie me tendió su pequeña y blanca mano. Sonrió con ganas, incluso la más grande y brillante estrella estaría celosa de él.
Lo miré desde abajo, sus ojos tenían una chispa especial, su nariz se encontraba roja por el frío, pero su cabello rubio cenizo seguía luciendo tan suave como siempre.
Hermano, ¿por qué tuve que perderte cuando ahora más te necesito?
[...]
El profesor hablaba y hablaba y yo nada de atención le prestaba al conjunto de palabras que escribía sobre el pizarrón.
Podía ver el susurro del viento sobre las hojas arrugadas de los árboles a través de la ventana de cristal. Algunas caían al no ser lo suficientemente fuertes como para sostener su peso luego de una larga lucha, pero había otras que se aferraban con todo lo que tenían a esa delgada rama que era su única conexión restante con la vida.
La naturaleza era la obra más hermosa que Dios pudo haber creado jamás.
Con el paso del tiempo llegué a la conclusión de que existen dos tipos de tristeza. Está ese tipo en donde tu cuerpo reacciona a un evento en tu vida. Ese en donde tu corazón lucha contra la pérdida de un amigo, las malas noticias en la televisión, o las palabras que alguien usó para lastimarte. El tipo que suena como "Estoy triste porque..."
Luego está el segundo tipo. El peor tipo de tristeza. Aquella que reside en tus huesos sin alguna razón. Esa con la que te despiertas algunas mañanas, e incluso cuando el sol brilla a través de las persianas y tienes que entrecerrar tus ojos para ver la vida respirar afuera, te sientes triste. Tan increíblemente triste. Ese tipo de tristeza que te sigue a todas partes y pesa sobre tus hombros. Pero no puedes atacar un problema que aparentemente no tiene un origen. Ese tipo de tristeza que suena como "Estoy simplemente triste y no se por qué."
Ese tipo de tristeza que me persigue desde hace tanto tiempo. Llega un momento en que solo te acostumbras a estar triste.
Pasé la mayoría de la clase observando a través de la ventana hasta que una pequeña bolita arrugada de papel chocó contra la parte trasera de mi cuello.
Mis cejas se juntaron y giré levemente la cabeza.
—¡Pssss! ¡Samson! —escuché que llamaron mi nombre en susurros.
Algo desconcertado miré a la dirección de donde provenía el sonido.
Vi a Callie hacerme señas con sus mano desde el asiento de al lado, no me sonrió cuando la observé lo cual me pareció de lo más extraño. Me incliné hacia su lado.
—¿Cuánto tiempo más voy a tener que ocultar tu guitarra?
Mi rubia amiga hizo énfasis en el tu, alzando sus cejas.
Todos mis intentos de negarme a aceptar la guitarra fueron en vano ya que la pelinegra hizo hasta lo imposible para que me quedara con ella.
Le había pedido a Callie que la ocultara en su casa mientras yo aún me hacía la idea de que me habían obsequiado una guitarra de unos cuantos miles de dólares. Auch, a mi padre no iba a gustarle eso.
—Sólo dame unos días más, Call. No puedo simplemente aparecerme en casa con ella, prácticamente grita ¡Cuesto una fortuna! —le pedí.
Ella me miró mal, pero al final accedió. —De acuerdo, pero si vamos a hacer esto tendremos que ocultarla mejor en casa de Brandon. Ella visita muy seguido mi casa y podría verla.
Asentí. —Sólo serán unos días, lo prometo.
—Se enojará bastante si se entera que no quieres tener esa guitarra en tu casa. —Negó con la cabeza y se dispuso a escribir cosas al azar sobre su cuaderno de apuntes.
Rodé los ojos, a las mujeres les encanta tergiversar las cosas. —No es que no quiera tener la guitarra Callie, es preciosa y me ha encantado el detalle que han tenido conmigo, me preocupa las consecuencias que puede traerme. No me agrada la idea de que ella gastara tanto dinero en mi, ¡dinero de su padre, el oficial de policías! —exclamé.
Ella trató de no sonreír, pero al final sus labios terminaron curvándose. —Entiendo tu punto, a mi también me asustaría un poco. Digo, no cualquier día la chica que te trae loco te regala una guitarra que podría valer oro comprada con el dinero que le ha tomado prestado a tu futuro suegro el oficial de policías. —Bromeó.
Sentí mis mejillas enrojecer, cubrí mi rostro con mis manos. —Ya basta.
_Es lindo ver tu reacción. Adorable -Jugueteó un poco con su lápiz—. Por cierto, ¿sabes donde está Brandy? No atiende su teléfono —pronunció despacio.
Mis sentidos se pusieron alerta. Aparté mis manos y la seriedad se apoderó de mi cuerpo. —Creí que estaba con Brandon en el pasillo.
—Yo también creí lo mismo hasta que lo vi entrar por la puerta preguntando si ella estaba con nosotros.
Me puse rápidamente de pie, pensando únicamente en que tenía que encontrarla porque sabía que ella no era el tipo de chica que faltaba a clases sólo porque si.
Tomé mi mochila y jalé a Callie conmigo, quien a su vez jaló con ella a Brandon. Salimos rápidamente del salón tropezando con nuestros propios pies.
Mi corazón golpeteaba duramente contra mi pecho, sentía mi cerebro palpitar en mi sien.
Me sentía preocupado, había algo en ella que me angustiaba, ese algo que estaba ocultando.
Corrí por los pasillos mirando en todas direcciones, preguntándole a cualquiera que se cruzara en mi camino si había visto a la chica de cabellos oscuros como la noche.
Nadie sabía donde estaba.
La última vez que estuve tan preocupado fue una madrugada de julio, un par de años atrás, cuando Finn entró a mi habitación por la ventana con los ojos inyectados en sangre y desvaneciéndose luego en mis brazos. Estuvo inconsciente durante siete horas. Siete horas sentado en una maldita silla de hospital sin saber si mi mejor amigo estaba vivo o no.
Al final terminó siendo una sobredosis. Uff, recuerdo haberle dicho una buena tanda de cosas cuando por fin despertó.
—¡Allí está! —escuché a Brandon gritar.
Quise no haber visto lo que vi.
Estaba en un rincón oscuro, su blusa y cabello estaba hecho un desastre. Lágrimas oscuras corrían por su rostro. Sus manos estaban siendo fuertemente sostenidas por un chico, hasta el punto de que éstas se encontraban completamente enrojecidas.
Ella lloraba más y más, y trataba de empujarlo pero no lograba moverlo ni un centímetro. Y aún así, ella no gritaba, se encontraba completamente en silencio y en un momento simplemente se detuvo, como si ya estuviese acostumbrada a ese trato.
En ese momento todo hizo click en mi cabeza.
No me gusta que me toque.
Él me toca y me hace sentir sucia.
Su cuerpo se cernía rudamente sobre el de ella y no esperé ni un segundo más para actuar.
No sé cuantos pasos di, ni en que estaba pensando exactamente.
Lo único que si sabía es que cuando mi puño cerrado impactó fuertemente contra el rostro del chico, el caos se desató frente a nosotros.
[...]
Di un respingo cuando la bolsa de hielo hizo contacto con mi mandíbula. Me quejé un poco y sentí como la presión que ella ponía sobre ésta se aflojó un poco.
Se disculpó en susurros, sorbiendo por su nariz y con el dorso de su mano limpiando el residuo que las lágrimas secas habían dejado.
Terminamos los cuatro fuera de la oficina del director. Quien diría que Callie tendría un muy buen gancho derecho, y Brandon sería excelente para sostener un cuerpo.
Sentados todos a la espera de lo que se nos avecinaba, Brandy sobre mi regazo tratando de bajar la hinchazón de mi mandíbula, que no era nada en comparación con los cortes y magulladuras que quedaron en todo el cuerpo de Brett, el chico.
Callie había apartado rápidamente a Brandy cuando me abalancé sobre el muy hijo de puta. Mis puños lo golpeaban repetidas veces, mis nudillos empezaron a doler, todo hasta que la escuché sollozar. Me quedé en blanco, sin pestañear y busqué su mirada rápidamente, fue allí cuando sentí el golpe en mi mandíbula.
El ardor se extendió rápidamente por mi piel y mi sangre se calentó aún más si era posible. Toqué la parte de piel recién dañada y sentí pequeños pinchazos.
El sabor metálico de la sangre fue detectado rápidamente por mis papilas gustativas. Escupí al suelo, me limpié la mandíbula con el dorso de la mano y me dispuse a mirarlo.
Di un paso adelante e inmediatamente los brazos de Brandon se enredaron sobre Brett y lo jalaron hacia atrás. Respiraba pesadamente y me miraba con odio, pero estaba seguro de que su mirada no se comparaba a la mía.
Vi a Callie saltar entre nuestros cuerpos y propinarle un buen puñetazo en el estómago que lo dejó sin respiración, para luego cachetearlo. Su cabeza se giró a un lado y se retorcía violentamente entre los brazos de Brandon, pero este aplicaba bastante fuerza para que no se le soltara.
Mi cabeza se giró en todas direcciones tratando de localizar a Brandy, la vi hecha un ovillo sobre el suelo. Se abrazaba a si misma llorando con fuerza.
Me arrastré a su lado rápidamente. Con preocupación busqué su mirada, la examiné y encontré que su piel estaba tornando un color rojizo. Me incliné y la sostuve entre mis brazos, al principio se mostraba reacia pero luego se dejó acariciar.
Se veía frágil e indefensa. ¿Que había sucedido con mi chica valiente? ¿Que tanto daño le habían hecho?
—Shh, estoy aquí. Estoy aquí —murmuré contra su cabello.
Dejé que llorara todo lo que quisiera porque era eso lo que necesitaba, dejar salir todo el dolor que le habían causado.
Los estudiantes se arremolinaron a nuestro alrededor gritando cosas sin sentido, luego llegaron los profesores.
—No puedo creer que en serio hicieras eso, es el sobrino del director —gimoteó Brandy sobre mi—. Estás loco.
Su voz me hizo salir del trance en donde estaba. Pestañeé volviendo al presente. Yo tampoco puedo creer que me haya metido en mi primera pelea en San Francisco.
—No iba a permitir que él abusara de ti justo frente a mis ojos. ¡Por Dios! ¿Esto ha ocurrido antes? ¿Lo saben tus padres? —hablé casi perdiendo el control.
Ella negó con sus ojos llorosos. —Sólo lo hace para asustarme, no llegaría más lejos.
—Así que ha ocurrido más de una vez ¿Por qué no me lo dijiste? —Acaricié sus mejillas con la yema de mis dedos.
Me moriría si algo te sucediera.
—Tenía miedo —habló temerosa.
Parpadeé varias veces, sentí como su cuerpo empezaba a temblar de nuevo. —Hablaremos de esto luego, ¿okay?
Ella asintió y volvió a colocar el hielo sobre mi piel.
La puerta de la oficina se abrió revelado el rostro amoratado y sonriente de Brett. Sin pensarlo, mi brazo se enroscó en la cintura de Brandy y la apreté contra mi cuerpo.
Caminó con la cabeza en alto frente a nosotros y se detuvo al final del pasillo. —Así que la princesita encontró a su sapo —carcajeó.
Iba a matarlo.
Un gruñido resonó desde mi pecho y las delicadas manos de Brandy acariciaron mi cuello. Su cálido aliento impactó en mi mejilla, donde besó suavemente la piel. Me tranquilicé de inmediato.
Nos observó de lado, arqueando sus cejas. —El director quiere verlos —espetó y se retiró.
Me puse de pie y la traje a ella conmigo, seguidos por Brandy y Callie.
Entramos a la oficina y tomamos asiento cuando el director nos lo indicó. Se encontraba de brazos cruzados detrás de su escritorio, sus lentes se deslizaron por su nariz y los recolocó en su sitio.
—Al parecer no es un buen inicio de semana si no lo tengo a usted en mi oficina, señor Guzmán —pronunció refiriéndose a Brandon, a quien le encantaba meterse en problemas.
El director observó a Callie quien mordía nerviosa su labio, le sonrió. —Puede retirarse señorita Smith, igual usted señor Guzmán. Ya decidirá usted cuando nos volveremos a ver.
Ambos chicos se despidieron sonrientes y salieron volando de la oficina.
El director Ward apoyó sus brazos sobre el escritorio y retiró sus gafas de lectura. Negó con la cabeza, suspirando.
—No esperaba verlos a ninguno de los dos aquí.
—Señor... —traté de explicar, pero me interrumpió levantando su mano. Callé de inmediato.
—Creo que la violencia no es la solución, señor Johnson ¿No está usted de acuerdo?
Me quedé quieto en mi lugar, bajando mi cabeza. Pude sentir la mirada atenta de Brandy sobre mi.
—¿Puedo decir algo, señor Director? —habló ella.
Levanté la mirada y lo vi asentir.
—Él sólo estaba defendiéndome.
—Conozco la historia Bryana, y la verdad estoy muy apenado por lo que mi sobrino ha hecho. Jamás creí que sería capaz de algo así, tomando en cuenta lo mucho que te apreciaba él —el director habló pausadamente.
Brandy bufó y se cruzó de brazos. —Aprecio, ¡Ja!
El director decidió hacer oídos sordos a su comentario. —Yo, siendo la máxima autoridad de esta institución, no puedo permitir que este tipo de comportamiento se repita, así que tanto usted señor Johnson como el señor Ward tendrán una semana de suspensión.
Suspiré al escucharlo, masajeé mis sienes. Lo que me faltaba.
Brandy apoyó su mano sobre mi rodilla y apretó un poco. Quise decirle que todo estaba bien, pero simplemente no me encontraba de ánimos.
—He llamado también a su padre e informado sobre lo ocurrido, ambos pueden retirarse —finalizó, para luego dirigir su mirada a la gran pila de papeles que tenía a un lado.
Brandy se colocó de pie y me tendió su mano, la acepté, acariciando sus suaves dedos, la llevé a mis labios besando su piel para luego ponerme de pie también.
Sus brazos rodearon mi cintura y se apretó a mi con cuidado.
—En verdad lamento lo ocurrido, señorita Williams —habló por última vez el director antes de que nos retiraramos de la oficina.
Mi padre me esperaba en la parte de afuera, y por la mirada de decepción en su rostro sabía que estaba en problemas.
Me acerqué despacio, con Brandy aún a mi lado. Él negó con la cabeza y me hizo señas para que lo siguiera.
Suavemente retiré los brazos de ella y busqué con la mirada a Brandon. —Cuidala —le dije.
Me despedí dándole un pequeño beso en la frente antes de que Brandon la rodeara con sus brazos y Callie le limpiara el rostro. La había dejado en buenas manos.
Me di la vuelta y caminé a donde mi padre se encontraba. Con las manos en mis bolsillos y la cabeza gacha.
Dio una palmada en mi espalda y luego apretó un poco mi nuca. —El director me ha contado lo que has hecho.
—Necesitaba hacerlo. Estaba lastimándola, valía la pena —me excusé.
—No me interesa si valía la pena o no, no estoy dispuesto a volver a perder a mi hijo. Hablo en serio Samuel. Parece que lo único que buscas es causarle problemas a todo en mundo, ¿cuando vas a cansarte? Se suponía que esto era un nuevo comienzo para ambos, pero estás comportándote igual a como solías hacerlo, lo único que te falta es que llegues borracho un día a casa. No me gusta ese chico.
A mi tampoco papá.
—Fragmento de la tristeza por Meriam BHT, a sadness with no source.
Se despide; Marie.
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