52
— Así que volverás a la escuela... ¿No es así? —preguntó el doctor intentando hacerme la plática por tercera vez.
— Sí, creo que ya estoy lista, ya no tengo yesos y mis piernas son un poco más fuertes —respondí.
— Me alegro mucho de ello, ¿cómo está tu hermana? —preguntó.
— Oh... Ella —dije algo incómoda—. Pues está cada vez mejor, quiere estudiar pero por ahora le están ayudando para otras cosas... Como asimilar la pérdida de mis padres o... reconocerme como hermana.
El doctor (antiguo amigo de mis padres) cambió su posición en la silla con incomodidad y no viendo solución, se puso de pie y salió con la excusa de que tenía que ver unos papeles para otro paciente.
Suspire agotada, hoy había sido cansado, las terapias cada vez son más extensas y complejas, la universidad no ha sido tan compleja, pues los profesores al ver mi estado, sienten lástima y me dejan la mitad de los proyectos que deberían de ser.
Pero lo bueno de todo esto es: Volví a sonreír.
Gracias a todos los libros de motivación personal que leí en una semana, y es sorprendente lo bonita que es la vida... O algo así leí.
Aún estoy en proceso de querer mi vida.
— ¿Lista? —preguntó mi tío asomándose por la puerta.
— Oh, sí... Ya quiero ducharme —dije en un tono de alivio al verlo.
— Lo sé, tu aroma ya se hace presente —dijo fingiendo una cara de asco. Reí ante su broma.
Salimos de la oficina del doctor y mientras íbamos de camino a la salida, el doctor nos detuvo:
— ¡Esperen! —gritó el hombre al ponerse frente a nosotros impidiéndonos la salida— Creí que... no los... alcanzaría —jadeo y limpió el sudor de su frente—. Ten —dijo extendiendo una paleta a mi cara—, es por tu desempeño... Anda, tomala.
Después de aquella grata despedida del doctor, mi tío me subió a la camioneta, segundos después se subió él y puso en marcha al viejo carro. Y yo me comí mi paleta.
— ¡Volvímos! —gritó mi tío al entrar a la casa— Y traemos pizza...
— Hey... —saludó Maggie que salió de la cocina— Vengan.
Mi tío me miró y yo me encogí de hombros, empujó mi silla hasta la cocina cuando encontramos un enorme pastel de galleta... Mi favorito.
— ¡Felicidades! —Gritaron al unísono mi tía y Maggie.
— ¿Qué? ¿Por qué? —pregunté confundida mirando al bonito pastel que esperaba ser comido.
— Porque ya no tienes yesos... Y porque sabemos que ya has avanzado bastante en tus terapias —dijo Maggie con alegría.
— Y porque te queremos —agregó mi tía.
Si hay algo que detesto es mi facilidad para terminar hundida en llanto. Apreté mis labios y limpié con rapidez un par de lágrimas que alcanzaron a salir de mis ojos.
— Muchas gracias —logré decir.
•••
Estaba leyendo entretenida en mi habitación otro de aquellos libros que te suben el autoestima de una forma reconfortante y genial. Muchos dicen que no sirven, que son falsos... Pero aquellas personas no saben cuán aliviado se llega a sentir una persona que se creía sola y de repente encontrar un par de hojas que le dedican un poco de su valioso tiempo... A mí parecer es genial.
— ¿Puedo? —preguntó mi tía desde el otro lado de la puerta.
— Claro —respondí sin ver.
— Vengo por cosas que ya quieras tirar..., ya sabes, para no hacer de tu habitación un nido de ratas —dijo mostrándome la bolsa negra de plástico.
Sonreí y miré todo a mi alrededor. Aquel oso enorme captó mi atención. — ¿Crees que nos podamos deshacer de eso? —pregunté señalando al oso.
— ¿Quieres tirarlo? —preguntó confundida.
— Sí... Bueno, ya no quiero verlo —dije.
— Bien, me lo llevaré.
Cargó al oso y salió de mi habitación junto con uno de los recuerdos más bonitos que tengo con Lily, cuando me pidió ser su novia...
Aún no asimilaba que mañana la vería en la escuela, quizás besando a su chica o tomándola de la mano... Quizás ya no me recuerde.
Ha pasado tanto tiempo pero el dolor aún sigue presente como si sólo hubiesen pasado horas.
Cerré el libro y me acomodé para dormir. Coloqué la alarma y después miré al techo antes de cerrar mis ojos con cansancio.
•••
— ¡Sam! —gritó Cinthia al verme por el pasillo de la universidad.
— Hola —dije con alegría. La última vez que la vi, fue cuando me dio la noticia de Lily.
— Vaya, ¿cómo estás? Te ves muy hermosa.
— Gracias —dije riendo—. Estoy muy bien, la verdad. ¿Y tú? ¿Cómo está tu chica?
— Oh, ella está genial, la estoy esperando —respondió—. Y yo estoy muy bien, también. ¿Quieres que te lleve al salón?
Negué en seguida. — Yo puedo, me saludas a Alexa. Nos vemos más tarde.
Y después de empujar la silla por varios minutos, alguien la tomo y empujó por mí.
— Vaya, creí que habías muerto —dijo Gus muy cerca de mi oído.
— No, tonto —dije feliz de escucharlo.
— Tu cabello es corto —dijo—. Me gusta.
Sonreí nerviosa y asentí como agradecimiento. Después de llegar al salón me dejó en el lugar que me correspondía y me anunció que pasaría el receso conmigo.
Saqué el libro que estaba leyendo ayer en la noche y lo abrí en la página que me había quedado.
Minutos después escuché la voz del profesor aproximarse, cerré el libro y me dispuse a poner atención en la clase.
— Entonces... ¿Tu hermana despertó? —preguntó Gus mordiendo su emparedado.
— Sí, fue todo muy rápido...
— ¿Y qué tal? ¿Te recuerda?
— No..., bueno, algo así —dije—. Ella recuerda a la hermana que tenía cuando ocurrió el accidente.
— Oh..., se quedó en el pasado, o algo así, ¿no? —asentí.
— Aún está en el proceso de aceptar que soy su hermana y que envejecí tres años —dije. Gus y yo reímos.
— Mira el lado positivo —dijo.
— ¿Y cuál es? —pregunté.
— Mm... —rascó su barbilla— No lo sé, pero algo positivo ha de tener.
Volvimos a reír. Y en medio de la carcajada, una voz dulce penetró mis oídos...
Volteé con el corazón latiendo a una velocidad extraordinaria y joder, había olvidado lo hermosa que es.
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