42
Apreté la mano de Lily mientras soportaba el dolor de la aguja clavarse miles de veces en mi piel.
— Mierda —susurré—. No creí que me dolería tanto.
A medida que el tatuaje terminaba, mi brazo de acalambraba, esto de los tatuajes no es lo mio, yo no vi a Lily hacer ni una mueca, soy extremadamente débil.
— Terminé —dijo Alexa.
Después de haberme dicho cómo tengo que cuidarlo por unos días, más pedirme que tuviera cuidado si se ponía rojo o alguna tonteria así, porque podría significar que perdería el brazo; nos fuimos.
— ¿A dónde quieres ir? —preguntó Lily, mientras empujaba mi silla.
— No sé, es de madrugada, nos acabamos de tatuar y te amo —dije.
— Ya sé, yo también te amo —dijo con una risa nerviosa—. Vamos a mi casa.
— ¿Y tus padres? —pregunté extrañada.
— Ellos no estarán, lo sé —respondió.
— Ah... De acuerdo, allá le hablo a mis tíos.
— Bien, tomaremos un taxi.
...
Estábamos en su habitación, su habitación lucía mal, sus paredes ya no estaban llenas de esas flores que me gustaban tanto, ya no tenía posters ni cuadros. Se veía vacía.
— ¿Dónde están las flores que estaban pintadas en tu pared? —pregunte.
— Bueno... obviamente las quité.
— Sí, pero, ¿por qué?
— No sé, siempre son buenos los cambios, pero ahora no sé qué poner.
— Debe de haber algo que te guste mucho.
— Tú.
Sonreí intentado evitar sonrojarme, pero Lily sonrió con ternura dando a entender que ya había sucedido.
— Me refiero, bueno, no puedes pintar mi cara —dije—. Debe de haber algo más que te guste.
— Bueno, sí hay algo que me gusta mucho —dijo mientras miraba a su alrededor—. Son las estrellas y el mar.
— A mí también me fascina el mar —susurré—. Es fascinante.
— Bueno, entonces ya sé qué debo pintar.
Fue hasta su armario y de allí sacó varios botes de pintura, algunas sabanas, un bote de pinceles y dos enormes playeras ya llenas de manchas de pintura.
»— Tú me ayudarás —prosiguió, mientras dejaba todo en el suelo.
— ¿Y yo cómo puedo ayudar? —pregunté.
— Pintarás conmigo, dhu —respondió, mientras me entregaba una camiseta pintada y un pincel.
— Que locura —dije—. Yo no sé pintar.
— Puedes aprender —respondió en seguida—. Vamos, ayudame.
Me miró un par de segundos y sonrió como si fuera la niña más inocente del mundo. Asentí mientras me ponía la camiseta gigante.
— Pintaremos algo genial —dijo con alegría.
Se veía radiante.
...
Miré el reloj y eran exactamente las 6:00 AM, habíamos estado despiertas toda la madrugada pintando la pared.
— Volví —dijo Lily mientras entraba a la habitación con una bandeja en manos.
— Y trajiste comida —dije emocionada.
— Sip —respondió dejando la bandeja sobre la cama—. Una taza de té para ti, una taza de té para mí.
Asentí con alegría y tome la taza entre mis manos. Respiré el aroma del té y di un leve sorbo.
— Rico —susurré—. Quedó bien —dije refiriéndome a la pintura en la pared.
— Lo sé, quedó genial —respondió en seguida—. Ésta pared no la borra nadie.
Sonreí divertida y asentí. Dejé la taza en la bandeja y grande fue mi sorpresa que quedó mi mano marcada.
— Lo lamento —dije en seguida. Lily sonrió y puso su mano en la marca de mi mano en la taza, dejando ambas manos marcadas.
— Así se ve mejor —dijo. Sonreí y asentí de nuevo.
Después de haber desayunado Lily se ofreció a cargarme y pasarme a su cama, dudé en aceptar pero ella insistió mucho. Así que dejé que lo hiciera.
Lily se recostó a lado mio y me dio un tranquilo y tierno beso en la comisura de mis labios.
Cerré mis ojos con tranquilidad y caí en un profundo sueño.
...
Sentí un cosquilleo en mi estómago que me obligaba a despertar. Abrí los ojos con pesadez y vi a Lily sonriendo mientras me seguía picando la panza.
— ¿Qué hora es? —pregunté tallando mis ojos.
— No importa qué hora sea, ya llamé a tus tíos, vendrán por ti más tarde —dijo en seguida. Asentí mientras me volvía a dejar caer sobre la almohada blanca que tenía debajo de mi cabeza.
— Buenos días —dije. Lily soltó una risa divertida y me besó sin importar el mal aliento que puede haber por las mañanas, sin importar la apariencia de mi cabello, ella me besó con ternura y amor.
— Dirás: buenas tardes —me corrigió y sonrió.
—
Vaya, ¿tardes? —pregunté sorprendida. Lily asintió.
— La pintura ya secó —dijo después de habernos quedado calladas un buen rato.
— Quedó genial —susurré—. Extraño el mar.
— Yo también... —susurró—. ¡Vamos! —gritó.
— ¿Qué? ¿A dónde? —pregunté asustada.
— Cómo que a dónde, al mar, vamos al mar.
Un hormigueo y nauseas recorrieron mi garganta y negué asustada en seguida.
— No, no, no, mala idea —dije en seguida—. Mala idea, el mar no, allá no.
— ¿Qué? ¿Por qué? Sam, calmate.
— No quiero, no allí, no quiero perderte a ti también —dije entre sollozos insoportables.
— No, no me perderás —dijo Lily—. ¡Basta Sam! —gritó.
Me quedé en silencio mirando a Lily y ella estaba atónita, estaba horrorizada.
— No quiero... allí, por culpa del mar perdí a mis padres, por mi cumpleaños, fue mi culpa.
Lily pareció comprender todo y me abrazó mientras mis lágrimas aún resbalaban por mis mejillas.
— No es culpa tuya, ni del mar.
— Lo es.
— No, nadie tuvo la culpa, vamos, Sam... no puedes negarte a viajar y disfrutar por culpa de ello.
— Sí puedo —dije.
— No, no puedes. Y para salir adelante; tienes que superar eso también... conmigo, yo estaré contigo —dijo tan rápido y después volvió a abrazarme.
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