40
Terminé de peinar mi cabello y me mire al espejo, no tenía mucho que ver con la silla, el vestido es precioso como para estar escondido.
Mire la ventana, estaba frío, había llovido y entonces de nada sirve ir de vestido.
— ¡Tía! —grité. Ella entró corriendo a la habitación y me miro de arriba a abajo para después sonreír con ternura—. Quiero quitármelo —dije. Su sonrisa se borro.
— ¿Por qué? —preguntó mientras se acercaba despacio—. Te ves hermosa.
— No luce, nada de lo que me ponga luce por más bonito que sea. Es por ésta estúpida silla —dije con enfado.
— Claro que luce —dijo—. Vamos, Lily ya está esperándote.
— No quiero ir...
— Sam...
— Quiero quedarme aquí —susurre.
Mi tía suspiro con molestia y salió de la habitación, minutos después ya estaba Lily entrando. Se veía preciosa con lo que traía puesto, no es como si nunca se viera preciosa. Pero ahora, se ve espectacular.
— ¿No quieres ir? —preguntó—. Será divertido.
— ¿Divertido? —pregunté con sorna.
— Sí...
— ¿Qué tendrá de divertido para una persona que no puede bailar?
Lily se quedó en silencio y fue a sentarse a la orilla de la cama, dándome la espalda.
— Será divertido porque vamos juntas —susurro.
— Estará Harper —dije.
— ¿Y? —preguntó ella mientras se volteaba a verme—. ¿Ella qué tiene?
— Tiene unas piernas que le funcionan.
Lily soltó una risa para después ir hasta mí y tomar mis manos.
— A ti te funciona la cabeza que es lo más importante —dijo—. Además, yo quiero ir contigo, quiero disfrutar de cosas como éstas contigo.
— Bien —dije alargando la "e".
Lily se puso de pie y aplaudió con emoción para después salir de la habitación y gritar que sí iremos, volvió a donde estaba y sonrió.
— Será especial —dijo. Asentí dudosa.
...
La fiesta era un asco.
Todos bailando, bebiendo, disfrutando y yo aquí pegada a una puta silla, maldita la hora en que Lily me convenció.
— ¿Otra cerveza? —preguntó un chico.
— Sí, por favor —dije.
El sujeto me dio otra botella y se fue con otras personas con las que hablaba, Lily se puso a bailar con Cinthia, mis celos estaban al límite, Lily se veía tan... sensual.
Bebí un sorbo del líquido ácido de la botella y volví a mirar a Lily. No sé cuántas cervezas ya llevaba o cuánto llevaba aquí en éste rincón viendo a Lily disfrutar.
No soportaba la idea de que ella estuviese con alguien más frente a mí. Me sacaba de mis casillas.
— Hey, no bebas así de rápido.
— ¿Qué quieres, Gus? —dije enfadada.
— Saludarte —respondió mientras me quitaba la cerveza de las manos—. Vamos a salir de aquí.
Asentí dudosa y me dejé conducir por Gus. Llegamos a lo que vendría siendo un jardín.
— Aquí ya no se escucha tanto ruido —dijo. Asentí—. ¿Por qué estabas allí sola? ¿No viniste con nadie?
— Vine con Lily —susurré—, pero ella está bailando.
— Ah... entiendo.
— No, no entiendes.
— ¿Por qué? —preguntó él.
— Porque Lily merece a alguien con quien pueda disfrutar de la vida —dije.
— ¿Y por tu silla tú no eres ése alguien?
— Exacto.
— Que estupidez —dijo con una risa poco agradable.
— ¿Por qué? —pregunté levantando una ceja.
— Porque se quieren, si no se quisieran ahí sí no vale la pena. Pero ambas se quieren, no veo razón para dejar las cosas o simplemente privarte de la vida porque tienes una silla.
— Lo dices porque nunca has estado en una.
— Lo estuve —dijo—. Gran parte de mi niñez y comienzo de la adolescencia.
— ¿Por qué? —pregunté sorprendida y algo incómoda.
— Porque había sufrido un accidente, mis papás y yo tuvimos un accidente de coche —En mi estómago algo se retorció al escucharlo hablar. Él sonrió con pocos ánimos—. Ellos no sufrieron tanto como yo que me cayó un asiento en mis piernas; los médicos dijeron que ya no podría caminar jamás, de hecho me las amputarían... ambas piernas.
— ¿Y qué sucedió? —pregunté en seguida.
— Lo hicieron —susurró. Alzo su pantalón y pude ver una pierna de plástico y metal—. Nunca las muestro pero no porque me dé vergüenza o algo así, simplemente no me gustan las bermudas ni shorts.
— Vaya... —fueron la única palabra que se me ocurrió decir—. Yo perdí a mis padres en un accidente de auto —dije.
Y sin haberlo esperado; Gus me abrazo, pero no era un simple abrazo, él me abrazo tan fuerte que fácil pude haber llorado pero mejor decidí sonreír y devolver el abrazo.
— Gracias, Gus...
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