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─────────memoria de genya.

Ha pasado demasiado tiempo para recordar cómo era mi madre. Soñé mucho con ella: el color castaño rojizo de su cabello, su sonrisa con hoyuelos, era todo lo que podía recordar y el resto lo invente.

Entonces vi a Liya y con eso, se paré mi madre. Más joven, más aterrorizada, peor la viva imagen de ella. De repente, un rayo de calor entró en mi cuerpo como si encontrara a mi hermana y a mi madre al mismo tiempo.

Fue capturada por los fjerdanos. Torturada, hasta morir de hambre. No dejé que ningún sanador la afectara, ya que podía hacerlo todo yo sola, No quería que muchos ojos curiosos la vieran, este palacio está lleno de gente que intenta usar todo en tu contra.

Vi sus cicatrices, profundas y pequeñas. En su espalda, brazos, estómago y piernas. No había ninguna fresca, las hecha por los fjerdanos ya se estaban curando.

No pregunté y no las toqué. No fue mi decisión deshacerme de ellas. Quería preguntar todo, pero no pude. Éramos extrañas.

La mirada del Oscuro todavía me persigue. Había alegría en sus ojos por verla y yo quería vomitar. Prefiero mirar sus ojos sin alma, su sonrisa cruel una y otra vez que ver esperanza. Especialmente cuando esa mirada estaba dedicada a mi hermanita.

Mi hermana menor.

Le advertí sobre los hombres poderosos. Le advertí que el General es un hombre cruel, demasiado profundo en los descubrimientos. Le dije que tuviera cuidado y ella hizo un gesto de agradecimiento.

Sabía que ella desconfiaría, pero lo subestimé a él y a su entusiasmo. No tenía idea de que su mirada sombría causaría que este infierno se desatara en este palacio. No tenía idea de que su dolor sería la causa de su indignación.

Recé para que la dejara en paz.

Santos, les recé.

Sabía que Liya no cedería a su encanto como lo hice yo. Al igual que muchas mujeres lo hicieron. Ella desconfiaba de todos, de mí y, lo más importante, de él.

Pero no sabía que él cedería su encanto.

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