Capitulo 04.
Alessia
Marzia y yo pasamos el resto de los días hablando acerca de su vida en Roma, porque venía de Venecia a estudiar la carrera de Derecho penal, por la misma que yo opte y me nombro oficialmente su nueva mejor amiga.
Ella es ese tipo de chica popular, con un novio popular. Ambos están juntos por satisfacer sus necesidades, pero no porque se amen. Su vista realmente apesta, pero se niega a usar lentes, por lo que tiene una caja llena de lentillas de contacto y sabe más que cualquier nerd de la universidad, pero aparenta ser ese tipo de chicas tontas que no saben cuánto es dos más dos.
— ¿Qué taller te toca ahorita? —Pregunta, arreglando su castaña cabellera.
— ¿Taller? —Pregunto, confundida.
—Si querida, en nuestras vacaciones tenemos que asistir a talleres de preparación para el próximo semestre. — Pone los ojos en blanco— Eso es explotacion estudiantil.
—No tengo idea. —Digo, porque es cierto.
— ¿Para qué carrera matriculaste? —Me observa por el reflejo del espejo.
—Derecho penal, igual que tú.
— ¡Fantástico! Veremos el taller juntas. —Mira su reloj y coge su bolso—. Y ya tenemos que irnos.
Salimos del edificio Gamma, y paseamos por el Campus repleto de alumnos. Unos corren, unos solo están sentados sobre las bancas, otros se besan junto a los árboles y después estoy yo, junto a Marzia, a la cual todos saludan y ella sonríe no muy amistosa.
La universidad era de fachada antigua, y parecía un castillo. Fácilmente podría perderme en ella.
Entramos al aula que más bien parecía un auditorio estudiantil, y menos de la mitad de los asientos estaban ocupados cuando entramos, y conforme a los minutos fueron pasando el lugar estaba casi lleno.
Una mujer de unos treinta años entra al aula con una sonrisa, era muy parecida y encantadora.
—Buenos días chicos, yo soy Francesca Di Genova para los que todavía no me conocen yo seré su profesora durante este taller de Derecho penal.
Ella arreglo un par de papeles sobre su escritorio antes de volver a nosotros.
—El derecho penal, es la rama del derecho que regula la potestad punitiva del Estado, asociando a hechos, estrictamente determinados por la ley, como presupue...
— ¡Buenos días hermosa profesora! —Una voz que proviene desde la entrada interrumpe.
Levanto la vista y dejo de tomar mis apuntes para encontrarme con el... Mi estómago se estruja al verle, porque yo nunca he sido sonámbula y no iba a llegar a su cama por arte de magia, en cambio yo al día siguiente fui una mal agradecida con el ¿Y qué? Él también lo fue dese el primer día.
Estaba tan perdida en como luce, con aquellos pantalones negros a las caderas y un suéter blanco doblado hasta los codos, porque una venda está envuelta en su brazo derecho que no era consciente de que él estaba mirándome, y no entendía aquella maldita expresión en su rostro.
—Buenos días Cristianno Gucci pasa adelante. ¿Sigues todavía rompiendo corazones por ahí por el Campus?
Cristianno... Se llama Cristianno y su nombre de pronto me sofoca como si lo hubiese escuchado antes, mucho antes.
El niega con la cabeza y se encoje de hombros. Como queriendo decir que nadie podría resistirse a él.
Mis ojos siguen sus pasos cuando se sienta una fila detrás de la mía en medio de cuatro grandes pechos que juegan con su cabellera. Pero ese gesto a él le molesta porque pone los ojos en blanco.
¿Entonces porque te sientas en medio de ellas sin vergüenza?
—Ya que considero que seguirán interrumpiendo mi clase, porque... —Ella ojea en la lista que tiene en sus manos antes de vernos por encima de sus gafas para leer—. Alessia Bianchi nos habla acerca del Derecho penal sustantivo y adjetivo.
Vuelvo mi vista al frente de súbito y todos buscan entre si quien es la famosa Alessia Bianchi, yo no me había preparado para hablar acerca del tema, pero recuerdo haber leído algo de eso.
Levanto la mano con nerviosismo y todas las miradas caen sobre mí... Menos la de él, porque está demasiado concentrado, dándole a sus ojos un paseo turístico por los pechos de aquellas chicas y de pronto por alguna extraña razón quiero golpear su cara.
—El primero de ellos, esta está constituido por lo que generalmente se conoce como código penal o leyes penales de fondo, mientras que el segundo... —De pronto mi mente está en blanco y no recuerdo nada acerca del segundo—. Mientras que el segundo... —Todos me miran con un ceño fruncido preparados para reírse por no saber lo que si sigue.
—Es el conjunto de normas destinadas a establecer el modo de aplicación de las mismas.
Mi cuerpo se congela y mi corazón late con una fuerza sorprendente al escuchar la respuesta de Cristianno a mis espaldas. Todos dejan de mirarme para verlo a él, e incluso yo le estoy mirando.
Una sonrisa se apodera de sus labios y me guiña un ojo.
La clase paso a una velocidad impresionante y antes de que alguien saliera del aula yo lo hice casi corriendo, dejando a Marzia atrás hablando sobre las piernas de su novio.
Dejo salir todo el aire que estuve conteniendo en la clase, por las miradas de Cristianno sobre mi espalda. Y me siento patética por tener esta reacción. ¿Qué pasa conmigo? Es solo un chico.
...Un chico que no sé cómo demonios le hizo pero no me dejo reventarme las costillas sobre el suelo y me llevo a su cama y que también me salvo de la vergüenza de mi vida en el aula.
Camino por el largo pasillo atestado de gente que rozan con mis hombros hasta que llego al estacionamiento principal y como si no fuese suficiente me vuelvo a encontrar con la presencia de Cristianno, y por un momento creo que debo acercarme y agradecerle, para estar en paz y dejar que me mire como sea que lo hace.
Me encamino a su dirección y está casi recostado sobre el capo del auto junto al chico de la otra mañana que destrozo el rostro del novio de Marzia, si mas no recuerdo las palabras de ella, el amigo de Cristianno se llamaba Paolo.
De pronto mis pies dejan de funcionar y se detienen en medio del Campus cuando veo que una chica se mete entre las piernas de Cristianno y lo besa como si el mundo fuese acabarse ahora mismo.
Giro sobre mis zapatos por inercia dispuesta a irme, pero su voz, una voz que ya me he aprendido de memoria llama a mi nombre y me detengo en seco, con el corazón en la boca.
—Yo quería disculparme contigo. —Dice detrás de mis espaldas y suena sincero.
Me giro para verlo y el cuello de su camisa está manchado con pintura labial y sus labios están un poco hinchados.
— ¿Por qué? —Pregunto, porque hay muchas razones por la cual él tiene que disculparse conmigo.
—Yo no quería interrumpir tu aporte en clase es solo que...
—Me evitaste una vergüenza Cristianno, mi mente había quedado en blanco.
—Oh... —Un destello brilla en su iris ahora oscuro
—Te veré por ahí. —Digo, evitando el momento incomodo que se había vuelto entre nosotros.
Recojo el mechón de cabello que se me ha escapado y camino unos pasos en la dirección opuesta.
— ¡Espera! —Me pide, o más bien me exige y yo lo hago—. ¿Quieres salir esta noche por ahí? —Pregunta, y casi parece que le ha costado pronunciar aquellas palabras.
— ¿Y porque tendría que salir contigo?
—Porque la única manera que acepte tu agradecimiento es que salgas conmigo. —Una sonrisa segura, se dibuja en sus labios.
— Eso es ridículo. —Refuto en su contra
— ¿Vas aceptar la maldita salida conmigo o no?
Su mandíbula se tensa y sus ojos se oscurecen con desespero
— ¿No puedes soportar que alguien te diga por una vez que no?
—Te haces la maldita santa, cuando probablemente alguien ya te lo haya hecho en diferentes posiciones sobre la cama.
Sus palabras hicieron que todo dentro de mí se destrozara, las imágenes de aquellos hombres tomándome sobre la cama estallaban contra mi cara y las lágrimas que quise retener en su presencia comenzaron a salir.
—L-lo siento. —Dice tan rápido como sabe que me ha afectado
Pero estoy tan herida por sus palabras que lo único que hago es andar en la dirección opuesta
—¡Hey! Espera —Me pide, pero no lo hago.
Doy un traspié cuando comienzo a subir las escaleras del edificio y siento como toma mi brazo para que no pueda alejarme.
—Déjame en paz.
—Lo siento ¿Esta bien?—Suelta enfurecido y agitado
—No, no lo sientes. —Digo, con un filo triste en mi voz.
—De acuerdo, pero yo no quise decir eso. Soy un imbécil ¿De acuerdo? —Puedo oír como comienza a flaquear—. Soy un animal, pero yo nunca quise decir eso. ¡Dios, niña! Te lo juro, déjame demostrarte que no soy tan idiota como piensas. Dame una oportunidad.
— ¿Por qué querría darte una oportunidad? ¿Por qué querrías salir conmigo cuando hay miles de chicas que se te ofrecen sin pedírselo? —Mi voz suena agitada.
—Porque eres la primera chica que me dice que no y eso está matándome.
— ¿Quieres salir conmigo para probar que si puedes tenerme?
—No. —Dice casi en un grito, pero no está enojado, más bien suena confundido—. Al principio solo quería llevarte a la cama y quitarte lo altanera, pero ahora me doy cuenta que tú eres mejor que eso, esmas ni siquiera me gustas, ya ni siquiera tengo intenciones de acostarme contigo.
Una sonrisa torpe se desliza desde la comisura de sus labios y todo dentro de mí estalla porque cada una de sus palabras fueron sinceras, y aun así no puedo evitar sentirme un poco decepcionada porque no le guste.
—Inténtalo de nuevo. —Digo finalmente después de unos segundos.
— ¿Intentar qué? —Pregunta con tartamudeo y confuso.
—Invitarme a salir otra vez. —Digo con una media sonrisa
—De acuerdo. —Pasa las manos sudadas por sus pantalones y luego me mira—. ¿Quieres salir conmigo?
— ¿Eso es todo? —Pregunto y me cruzo de brazos.
—Demonios ¿Por qué me lo pones tan difícil?
— ¿Y entonces como haces para impresionar a todas esas chicas antes de llevártelas a la cama?
—Yo no necesito impresionarlas, ellas se me ofrecen sin algo a cambio. —Se encoje de hombros
—De acuerdo. ¿A dónde vas a llevarme?
De pronto puedo ver como su sonrisa se ha desaparecido y noto que no tiene idea de a donde llevarme.
— ¿Tampoco las invitas a salir después de acostarte con ellas? —Pregunto realmente sorprendida.
—Normalmente ni las vuelvo a ver.
— ¿Entonces cómo demonios me invitas a salir? —Una carcajada brota de mi garganta, y casi ni creo que haya reído de esa manera.
—Tengo una idea. ¿Por qué no vas a verme pelear la próxima semana?
— ¿Peleas? —Había escuchado a Marzia hablar acerca de eso, pero nunca profundizaba el tema.
—Sí, necesitas ver lo impresionante que soy. —Una sonrisa pícara se asoma con facilidad y me guiña un ojo.
Esa maldita manera de Cristinno Gucci guiñar el ojo.
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