8

El científico leía un libro de romance, sentado frente a la bestia capturada. El libro tenía ilustraciones de óleo demasiado realistas para ser ficticias. Incluso el científico suspiró enamorado. De espaldas a la bestia, maceándose en la silla. Cuando escuchó una estremecedora voz.  Suave como arrullo, gentil como zalema. —Bonito. — Aduló la voz. Él miró atrás incrédulo. Encontrando una imagen agnóstica. La bestia lloraba y estiraba el brazo a través de los barrotes determinada a tocar la imagen. 

Curioso, acercó el libro a la bestia. Los dedos de la bestia tocaron la pareja en la imagen. Acariciando los cuerpos como a los hilos de una guitarra. —M--Mi esposo... — La bestia habló. Sus mugrientos ojos cítricos regresaron a la normalidad. Así como su piel y su cabello polvoriento. Al sentir sus cambios propios, se tocó así misma. —¡Oh por Dios! — Vomitó en una esquina, pero se cubrió la boca sonriente. —¡He vuelto a la normalidad! Me siento bien. Me siento... ¡Me siento bien!

Aquel erudito se mantuvo sonriente, pero no complacido.  Él miró la imagen ilustrada. No entendía cómo era esto la cura. Apenas había estudiado la comida envenenada. No hizo estudios profundos ni inyecciones curativas. Simplemente le mostró la imagen de un libro. ¿Podía ser que la cura era la misma de los cuentos de hadas? Era posible, que las bestias, ¿En realidad se curasen con un acto de amor verdadero? 

—Disculpe, ¿Usted sabe algo de mi esposo? — La mujer preguntó con lágrimas en los ojos.

—No. No lo sé, dama. Perdone, pero debo saber. ¿Usted pensó en su esposo cuando miro esta imagen?

—S--Sí. Fue lo único que pensé después de mucho tiempo sin pensar. Sólo sabía que tenía hambre. Demasiada hambre y buscaba proteínas que no tenía en mi cuerpo... Oh Dios, comí... carne de otras personas. 

Las respuestas no lo convencían. —Lo siento, dama, pero deberá de esperar. Debo saber si se ha curado permanentemente.

—D--De acuerdo. — Ella se acomodó como mejor pudo y ahí permaneció. El científico le preguntó si necesitaba algo. A lo que ella respondió que tenía sed. Él fue a buscarle agua, pero en la habitación experimental chistó.

—Demonios... ¿Tenía que sanarse ahora? Justo cuando yo planeaba destronar al rey. — Murmuró. —Si no vuelve a ser bestia mañana, deberé matarla y encargarme del soldado. — Escurrió el agua en una taza y dejó atrás la habitación. Ajeno a la figura detrás de la ventana.

Earth lo había escuchado todo. Fisgoneando con otros propósitos y ahora cuestionando su moral. El hurón en su mano musitó en su idioma.

—Mm. Lo sé pequeño. Queríamos la comida envenenada para robar otros reinos con facilidad y acabamos escuchando un complot. — Earth suspiro.

El hurón lo miro triste, diciendo más.

—Por supuesto que Gulf es mi amigo. Tampoco quiero que nada le pase. La cuestión es que entrometerse en estas cosas no lleva a nada bueno.

El hurón lo regañó.

—¡Oye! Tú tampoco te salvas de la guillotina si descubren porqué estábamos aquí.

El hurón sugiere otra cosa. Algo que hace a Earth asentir durante un prolongado silencio. —Está bien. Podría funcionar. ¡Pero si algo sale mal nos morimos juntos!

El hurón abrió el hocico impactado, pero rodó los ojos.

Determinados, fueron hacia el lugar de queda de los nobles. Encontrando al bartender fumando afuera. —Buenas noches, ¿Gulf está durmiendo?

—No, la verdad es que no, muchacho.

—Tenemos asuntos que discutir. — Earth iba a entrar cuando el bartender lo detuvo con una mano al pecho.

—No está durmiendo, pero se la está pasando a toda madre. — Sonrió socarrón. —Asómate.

—¿Qué me asome?

—Sí.

El bartender abrió la puerta sólo un poco y Earth asomó la cabeza, únicamente escuchando. Los gemidos del sótano inundaban el bar completo. Dejando en claro lo que hacían.

—Oh. Ya veo. — Earth se sonrojó al retroceder. Su mascota hurón se cubrió el hocico con ambas patas, impactado.

—El ruidoso es el príncipe. Seguro cambiaron de roles. ¿Has notado lo alfa que ese soldado es? Es un mandón de los buenos.

Earth sonrió vagamente. —Pues esperaré.

El bartender notó su expresión decaída. Los jóvenes de hoy en día eran tan obvios. Eran una canción con dos piernas. Fáciles de leer, complicados de entender. —¿Qué tenías que hacer con él?

—Tenía que decirle algo importante. Escuché mal un complot en su contra.

—Quieres decir "escuché".

—Sí, esa mierda.

—Y tú eres...

—Su amigo.

—Su amigo, sí. Pero tengo la sensación de que querías ser más que eso, ¿eh?

Earth permanece inmóvil y mira la nada. El hurón solo es capaz de acariciar su hombro para consolarlo. Earth acaricia su espalda peluda y suspira. —Eso nunca importó. Mientras viva, siempre seré su amigo.

—Bueno, eso es triste. Pero al menos eres un buen amigo.

—¿Puedo volver mañana?

—Libre albedrío, muchacho. Todos lo tenemos. Vuelve mañana.

Earth asintió y se alejó. Sintiéndose un poco decepcionado. Algo que no había sentido en mucho tiempo. El amor era un sentimiento confuso y desgarrador. A veces arañaba más que su dulce hurón. Cuando el soldado se había ido, el sentimiento perduró, pero cuando se marchó no dejó rastro. Ahora estaba presente de nuevo. El joven pirata subió al tejado de una casa cercana. —Bueno, amigo, vamos a esperar al día siguiente para avisarle. — Se acostó con el hurón encima. Su pequeño amigo peludo lo observó durante segundos. Absteniéndose a dormir. Él lo acostó sobre su pecho con una mano. —Ya, Theodore. A dormir. — Murmuró. La criatura se acurrucó entonces durmió.


Al amanecer, el príncipe dormía en el pecho del soldado. Ambos cómodamente acurrucados en el suelo. El soldado despertó primero. Observándolo con cariño. Dormía como un ángel y de poder hacerlo, escribiría mil poemas sobre lo que le hacía sentir. El príncipe estaba desaliñado, desnudo y tranquilo. Era una faceta que le encantaba. Se le hacía irresistible. Se sonrojó ante la vista y ocultó uno de sus mechones detrás de la oreja. Mew se removió ante el tacto, pero sonrió en su sueño y se acurrucó más. El soldado sonrió. Aunque tal y como dijeron, no serían nada más que colegas. Esa palabra era un puñal en el corazón.

Se vistió con el cuidado de no despertarlo y salió del bar. Topándose con el científico. —Buen día, Gulf. Debo hablar con usted sobre un hallazgo.

—Buen día. ¿Ha progresado en la investigación?

—Sígame.

El soldado lo siguió. Ambos marchando hacia la jardinería. Pasando de largo al pirata que aún dormía en el tejado de una casa cercana. 

Cuando Gulf entró, vio a la bestia de regreso en su estado actual. —¡Oh por Dios! ¿Cómo lo logró? ¿Está bien, dama? — El soldado se arrodilló frente la jaula, dedicándole su atención a la dama tras los barrotes, quién respondía entusiasmada.

—Ella está bien. Pero deberá quedarse aquí un poco más para confirmar que se ha recuperado por completo. En cuánto a usted, — El científico le inyectó una jeringa al cuello. Gulf ahogó un gemido mientras sentía el contenido correr por sus venas. Él se quitó la jeringa e intentó apuñalar al hombre. Luchando incluso cuando sus piernas fallaban. Volteó confundido y gimió adolorido. El suelo dio vueltas. Su visión se tornó borrosa. —será parte de mi nuevo experimento.

—Príncipe... Necesito proteger al...

Gulf se arrastró hasta la puerta con los codos. 

—Tsk, tsk. Vas en la dirección contraria. — El científico lo levantó de las axilas y lo alejó de la puerta. Gulf intentó mantener los ojos abiertos durante el transcurso. Buscó un atisbo de fuerza en sus músculos. Pero no había nada por hacer. Sólo sentía sus botas raspar el suelo. El príncipe corría peligro. No sabía de qué modo, pero lo hacía. La mujer gritaba en constancia, pero estaba seguro de que el científico se iba a encargar de eso tarde o temprano.

Aquel erudito abrió una trampilla. Una que lucía profunda y oscura. —No se preocupe, soldado. El príncipe estará en buenas manos. Usted también. 

Lo tiró adentro. El soldado se sintió como Alicia en El País de Las Maravillas. El tiempo avanzó despacio conforme caía en la oscuridad y la luz era un punto a la vista. Todo daba vueltas, pero el abismo lo cubrió hasta no dejar nada de él.


NOTA DE AUTORA: OMG, ¿Qué les parece la cura? Por cierto, disculpen la demora, creo que inconscientemente no quiero terminar las novelas cuando están en su recta final y me demoro en actualizar, jiji. ¡Nos leemos!


Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top