4

Mientras van a caballo, Mew rodea la cintura de Gulf con ambos brazos. Nunca tocaba a otro sin su permiso e incluso si era consensuado lo incomodaba. Al soldado no parecía molestarle. Sólo escanea los lares de lado a lado cruzando el llano río que da con el bosque. Bestias los rodearon, pero Gulf los cortó con la sola oscilación de la espada. La espada se bañó de sangre y el soldado la limpió en el agua. Mew observó la mochila de hombro de Gulf, dónde guardaba la comida envenenada. —Es mi culpa. No debí haber invitado a esa mujer.

—No seas estúpido. Ella nos metió en este lío porque quiso. Pudo haber disfrutado de la fiesta como todos los demás. Que siembres una semilla no significa que sepas cómo crecerá.

—Mm. Oye, Gulf. Yo nunca había salido de Arabella. ¿Cómo es allá afuera?

—Apestoso. Peligroso. Y mugroso. Pero, tiene un encanto que la nobleza no tiene, sin ofender.

—No podré ofenderme hasta saber qué es.

—Honestidad de la más pura y genuina. La honestidad con la que yo crecí.

—No es de extrañar por qué eres tan irritante.

Gulf sonrió travieso y gritó, '¡Hiya!'. El caballo se puso en dos patas dejando al príncipe caer. Mew se sacudió la ropa con asco y miró a los lados en pánico. Gulf sonrió desde arriba. Afortunadamente no habían zombis alrededor, pero no podía quedarse ahí. —¿Necesita ayuda, príncipe? ¿O eso también le molesta?

—Chistosito.

—¿No que querías que fuera más libertino?

—Gulf. Déjame subir. — Mew intentó subir, pero el soldado alejó el caballo. El príncipe lo intentó otra vez, siendo rodeado en círculos por el caballo. 

—Ah. Mira. Bestias. — Gulf comunicó.

—¡¿Dónde?!

Más 'bestias' corrían a la distancia, hambrientas por los cerebros del príncipe y el soldado. El príncipe se heló del shock y Gulf lo subió de la chaqueta. Diciéndole que se agarrarse a él porque irían rápido. Con eso, galoparon hasta una ciudad cercana.

 —¿Conoces a los científicos que veremos?

—No realmente. Sólo conozco el barrio en el que se encuentran. Debes mantenerte cerca de mí. Hay rufianes desagradables.

—¿Desagradables? — Mew traga grueso.

—Tú sólo mantente a mi lado y no te distraigas con nada.

—Me hablas como a un niño pequeño. No me voy a distraer. Soy Mew Filineas Tercero, ¿Qué podría distraerme...?

Las palabras quedaron en el aire cuando entraron al barrio. Dejando el caballo en una finca cercana. Mew hizo lo que justo había cuestionado: se distrajo mirando un quiosco de artesanía, agachado con las manos en las rodillas viendo un reloj sacar un pajarito y volverlo a adentrar. —¿Es esto brujería? — Murmuró.

Gulf lo agarró del cuello de la chaqueta, llevándoselo. —Distracciones.— Él recalcó. Mew se quitó la mano de encima, siguiéndolo por cuenta propia.

Ambos entraron a una jardinería. El lugar estaba repleto de plantas y estanterías de ellas. El lugar no parecía el de un científico. —¿Estás seguro de que es aquí?

—Yo pregunté por ahí. — Gulf aplastó con la campana de sonido en la estantería siguiente. Mew guardó silencio.

Un hombre de anteojos salió, temblando y ajustando sus gafas para una mejor vista. —¡H–Hola! ¿No están infectados?

Los recién llegados compartieron una confusa mirada. Pero sacudieron los prejuicios antes de responder. —Estamos completamente limpios, señor. Necesitamos de sus habilidades para descifrar qué tipo de veneno es este. La esperanza del mundo podría estar en tus manos.

—Oh por Dios. E–Eso suena muy importante. Pero daré lo mejor de mí. A cambio necesito pedirles algo muy arriesgado.

—Diga.

—Necesito que me traigan a un infectado. Sólo así podre descubrir la manera de curarlo.

—¿A un infectado? Es muy arriesgado. — El príncipe opinó.

—Lo sé, Majestad. Lamento pedir algo tan arriesgado.

—Podemos hacerlo. Con el plan adecuado. — Gulf busca permiso en los ojos del príncipe. El príncipe sentía miedo y si bien era un buen hombre, aún no sabía cómo ser valiente. Y tal como el zumbido de las moscas presentía que el soldado cambiaría eso de él. Cuánto más miraba sus ojos más seguridad adquiría. La clase de confianza dónde todo era posible mientras estuvieran juntos.

—Lo haremos. Le traeremos a una de esas bestias. — El príncipe estrechó manos con el científico, quién soltó una breve carcajada.

—Tengan mucho cuidado y suerte en su camino. — Deseó el científico. El soldado le entregó el muffin envenenado y marchó junto al tímido príncipe.

—Ok. Capturaremos a un no-muerto. Podemos hacer eso. — Mew dijo. Alguien roció un balde de orina junto a ellos. Gulf se apretó la nariz con los dedos mientras que Mew se tapaba la boca, reprimiendo el vomito. Al final vomitó y Gulf sólo gruñó.

—¡Señora, somos de la realeza! — Mew anunció.

—Sí y yo soy la reina. Como si ellos fueran a venir aquí. — Sacudió la mano en el aire, regresando a la casa.

—¿Cómo dijo? — Mew iba tras ella cuando Gulf lo detuvo con un brazo al pecho.

—Es ciega. Por eso no nos creyó.

—Dios. ¿Significa que siempre rocía a otros con orín?

—Es posible.

—Como sea. Vayamos por una bestia.

Su estómago rugió tan fuerte como una trompeta. Gulf se sorprendió por el sonido. Pero no lo mostró en su severa mirada. Mew se sostuvo el estómago. —Comamos primero.

—No. Esta área de la ciudad está libre de bestias y no sé cuánto falte para que sea infectada. No podemos esperar—

Gulf se alejó sin más. Caminando en dirección contraria. Mew le preguntó a dónde iba, pero no tardó en seguirlo. Entraron a una taberna, siendo inmediatamente mirados por todos. Mew se hizo pequeño detrás de Gulf, susurrándole al oído: —¿Qué hacemos aquí, Gulf?

—Vamos a comer.

Los rufianes, bandidos y demás los miran extraño. Incluso el bartender, un hombre con la contextura de un oso, no les quita la mirada. Ambos tomaron asiento en la barra. —Guulff, hace tiempo que no te veíamos. Se te subió la realeza al cerebro. — Unos hombres se burlaron desde una mesa lejana y el soldado les regaló el dedo corazón.

—Ustedes siguen siendo unos perdedores.

Mew no paraba de mirar a todos lados. Sabía por qué comían aquí. Los restaurantes de la nobleza habían sido atacados por infectados. Pero aún así, Mew desconfiaba de este lugar y la gente en el. —Tus miradas nos traerán problemas. 

—Es que me miran como si quisieran matarme o perversionarme.

—No voy a permitir lo primero ni lo segundo si no es consensuado. ¿Hay alguien aquí con quién te dejarías...? — Gulf hace una seña de manos lujuriosa.

—¡Qué insolente! Eso es vulgar, Gulf.


El soldado rio. Mew no lo admitió, pero se sonrojó. Al mirar alrededor encontró a un hombre tosco y guapo. El hombro guiñó en su dirección. Alguien por quién posiblemente él se dejaría perversionar. Mew volteó sonrojado. El bartender les dio comida y un vaso grande de licor a Gulf. El vaso era gigante comparado con el vaso de agua de Mew. 

—Es demasiada cerveza, Gulf. — Mew se preocupó. Gulf sonrió, demasiado acostumbrado a esta reacción.

—Tranquilo. Esto no es nada.

—¿Qué hay de cazar a una de las bestias?

—Dije que esto no es nada, Majestad. Estaré bien.

Mew se avergüenza, pero también quiere deshacerse del dolor en su pecho. Estaba harto de buscar a su papá entre las multitudes a ligeras sabiendas de que no lo encontraría. Ese hombre jamás regresaría. Si podía olvidarlo aunque fuera por unos minutos, valía la pena el riesgo. —Yo también quiero una cerveza.

—Majestad--

—Gulf, por favor. — Siseó. El soldado calló sin más. Dejándolo ser. El bartender le otorgó un vaso del mismo tamaño que el del soldado. Tan pronto como Mew tomó la taza, se bebió todo el licor de un solo trago. El camarero lo halagó diciéndole que era demasiado bueno para ser su primera vez. El soldado lo protegió en silencio. —Dame otro. — Se limpió la boca con la muñeca. El camarero pidió permiso en los ojos de Gulf y Gulf solo bebió de su vaso.

Poco después, Mew estaba desafiando a todos a hacer pulseadas con él y, por supuesto, las perdía todas. 

Gulf lo miró con los brazos cruzados y apoyado en la barra. Un joven castaño se le unió. Era bajo y extremadamente guapo. Su alma era tan negra como su ropa. —Cuánto tiempo sin verte, Gulf. Pensé que la nobleza cegó tu mente.

—Nunca me cegarían. Hola, Earth. A juzgar por tu ropa, nunca pensé que serías un buen ladrón.

—¿Arrestarás a tu buen amigo?

—Solo si intentas robarnos. — Gulf le dio una sonrisa de perfil. Earth sostuvo su mirada con el mismo tipo de sonrisa.

—No es por cuestionar tu trabajo, pero ¿no deberías cuidar de tu príncipe?

—Eso hago.

—Entonces sabes que ya no está aquí.

—¿Qué?

Cuando Gulf lo fulmina con la mirada, ya no está cerca. Gulf lo busca y capta el sonido de la puerta trasera cerrándose. Maldice y se va. Una vez que lo hace, se arrepiente instantáneamente. Mew está allí, orinando.

—Oh, Dios mío. —Gulf gruñe, cubriéndose los ojos—. No desaparezcas así.

—¿Desaparecer? Gulf, estoy aquí. No soy invisible. —Cree que es invisible y se da media vuelta, agitando una mano. Todavía bajo los efectos del alcohol.

—Sí, ok, te veo. Date la vuelta.

Obedece, riendo un poco y todavía agitando la mano. Divagando con frases como: "Gracias a Dios que no... Quiero... Quiero que mi padre me vea. Quiero que Gulf me vea. La gente tiene que verme arreglar... Arreglar, bla, bla..." Gulf se siente conmovido por sus palabras, pero lo oculta y espera a que termine. La única razón por la que lo dejó beber fue para que pudiera lidiar con la muerte de su padre. Necesitaba hacerlo.

—Gulf... Me siento mareado. — Mew volvió a él y tropezó con su propio pie. Cayendo justo en el pecho del moreno. Gulf agrandó los ojos, conmocionado. Sin saber qué hacer. El soldado lo envolvió en sus brazos... conmovido. Entonces lo aceptó, sosteniéndolo de esa manera. 

—Pasará. Ya lo verás.

De repente, él también se sintió mareado. Se desbalanceó, pero mantuvo su postura. Unos tres hombres vestidos como su amigo llegaron. Eran tres gigantes con armas más grandes que sus cuerpos. —Me pregunto cuánto pagarán por tu amigo. — Dijo uno. Los demás se burlaron. Gulf los fulminó con la mirada sin una pizca de gracia ni misericordia. No había clemencia ni brillo en la oscuridad de sus ojos. 

—Primero deberán pasar por mí.

—No te ofendas, pero, eres una hormiga al lado de nosotros.

—No sé por qué los cobardes hacen malos chistes cuando tienen miedo.

—¿Cobardes? Cuida tu boca, jovencito.

—Escúchame reír, bastardo.

(Pequeña nota de autora y perdonen la distracción pero: Gulf papi, rawr. Jajaja ya. Sigamos.)

Gulf sostiene su espada con ambas manos. Dos de los hombres lo acorralan por los costados y Gulf patea las piernas de uno para cortarle la cabeza en segundos y cuando está de pie, le corta la cabeza al otro. Sin pensarlo dos veces. El hombre del medio perdió su sonrisa ante el joven soldado. La sangre de sus compañeros lo decoraba.

Gulf se mantuvo estable, comenzando a ver las cosas dobles.

—Este es tu fin, niño. — El hombre corrió hacia él y ambas espadas chocaron. El hombre presionó su espada más y más fuerte, debilitando las piernas de Gulf. Gimió y contuvo el dolor. Recordando su voto. Recordando las palabras del rey cuando solicitó su trabajo.

'El príncipe puede quejarse, pero tu deber es mantenerlo con vida. Los príncipes son demasiado ignorantes para cuidar de sí mismos y es por eso que existes. Mi hijo protegerá tu vida aunque no se dé cuenta. Haz lo mismo por él, por favor.'

Gulf grita con toda su ira y supera la fuerza del otro hombre, haciéndolo retroceder. 

Hundió su espada en la hierba débil y la atravesó hasta cegarle los ojos con la hierba arrojada. El hombre gimió en voz alta y no vio el cuerpo de Gulf por un segundo. Miró a todos lados y alrededor, hasta que sintió una puñalada por detrás. Enmudecido, miró hacia abajo a la espada que atravesaba su estómago. —Rata lista... —Exhaló antes de caer muerto. Gulf se quedó allí, mareado y bañado en sangre. Con la cabeza gacha.

—Últimas palabras inteligentes. —Dijo.

Esta pequeña batalla había terminado. Al menos por ahora. Gulf caminó hacia Mew y sostuvo su cabeza, sintiéndolo arder de fiebre. Se preocupó tanto por él que comenzó a temblar. Pensando que hizo mal su trabajo. Debería haber sido más atento.

La puerta trasera se abrió con la presencia del bartender. Recorrió los cuerpos con la mirada hasta verlos. Una sensación de lástima en sus ojos. —Puedes dormir aquí. No estarás a salvo en otros lugares.

—¿Por qué nos ayudas? —preguntó Gulf.

—No todas las personas son malas.

El soldado lo entendió. Acompañó al hombre al almacén. Un lugar rodeado de barriles de licor y velas. El bartender le dio una toalla con la que limpiarse la sangre y desapareció tras recibir las gracias de Gulf. El pelinegro se retorcía entre jadeos, incapaz de mover las extremidades. —Mew. Mew, ¿Qué tienes?

—Me siento mareado. Extraño. — Continuó retorciéndose. Gulf ennegreció el entrecejo buscando heridas en él hasta inspeccionar su pantalón. Encontrando una erección ahí. ¿CÓMO LLEGÓ ESO AHÍ? — De repente,  el soldado perdió todo color. Volviéndose tan pálido como fantasma. Quería llorar de la vergüenza.

—MEW, QUÉ ES ESTO.

—Dios, me duele, Gulf. Ayúdame.

—¡Ah no! No, no, no. — Gulf se alejó, cubriéndose los oídos y cantando: 'La, la, la'. Mew seguía suplicando. Incapaz de ayudarse así mismo. El soldado suspiró, sabiendo que se debía a una droga inducida en la bebida. Un afrodisíaco. Esos malditos hombres tenían la culpa, no él. Regresó hacia Mew, sentándose a su lado y manteniendo contacto visual con él. Al menos cuánto podía. 

—Está bien. P--Pero sólo por esta vez. ¿Ok?

Mew asintió, frustrado del dolor. 

NOTA DE AUTORITA: AHHH, I'VE BEEN WAITING FOR THIS MOMENT ALL ALONG! (¡HE ESPERADO ESTE MOMENTO TODO ESTE TIEMPO!) ¿Intrigadxs? ¡Pendientes al próximo! Lxs quiero mucho muchito. Cuídense.



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