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Como aún era temprano, Mew se dedicó a la decoración. Señalando pequeños detalles, ayudando a los demás y etcétera. Mientras tanto, su padre apareció con un gran saludo.
—¡Feliz decimoctavo cumpleaños, querido hijo! —Su abrazo es tan fuerte que Mew mezcla un llanto con una risa. Su padre retrocede y lo sujeta con cariño de los hombros, analizando lo alto que se ha puesto. Parecía que fue ayer cuando el príncipe era un niño pequeño que escapaba de la hora del baño y ahora se bañaba solo. Su padre quiso llorar y más aún cuando notó el estampado en el bolsillo de su pecho. El mismo canario que le pintó de niño.
—Hijo, esto es hermoso. ¿Cómo lo hiciste?
—Digamos que la manzana no cae lejos del árbol, padre.
El padre rio y le deseó lo mejor. Entonces algo le llamó la atención. Una desobediencia. Se disculpó y fue a sermonear al desobediente. Quien era, por supuesto, el soldado Gulf. Él recibió el sermón sin responder, mirándolo fijamente. Mew sonrió un poco.
—Dios, mi hermano es tan tonto. Al final decidió no usar el vestido. Qué poco romántico. — Dijo una voz detrás.
—Perdón, ¿escuché que dijiste 'hermano'?
—Mi nombre es Cherri. —Estrecharon manos.
—Muy bien, Cherri, ¿puedo saber cómo entraste al castillo? Todavía no se permite la entrada a nadie...
—Se quedó a pasar la noche. Debí haber pedido permiso, espero perdonen mi negligencia y la dejen fuera de esto.— Gulf apareció entre ellos, protegiendo a su hermana detrás. Con la cabeza gacha y los ojos cerrados esperando un sermón que nunca llegó. —No seas dramático. Sabes que no somos gobernantes malvados. Bueno, al menos yo no. Lo mantendremos en secreto. ¿Sí? — Posó un dedo entre los labios y le guiñó un ojo a Cherri. Cherri hizo lo mismo y le devolvió el guiño. Gulf sonrió un poco y Mew agradeció a los dioses que se dio cuenta. Las sonrisas de Gulf eran breves pero puramente genuinas. Y eso las convertía en una joya.
—Pero no dejes que mi padre te vea. Ve a la habitación de Gulf.
—Gracias príncipe. — dijo Gulf y se retiró con su hermana, quien se despidió del príncipe con la mano. El príncipe los siguió hasta las escaleras. Sintiéndose raro por no perderlos de vista y no saber muchas cosas sobre el soldado. Esa fue una de las hermanas que mencionó. ¿Cuántas más eran? ¿Por qué sentía curiosidad por alguien que no debía sentirla? El soldado Joong vino detrás, también mirando a Cherri. —¿Quién era la dama al lado de Gulf?
—Si el soldado Gulf no está en el pasillo no deberías salir de él, soldado Joong.
El soldado Joong hizo un puchero por no recibir el mismo trato y se fue como lo hacen los niños pequeños cuando tienen el corazón roto. Antes de marcharse del todo, le lanzó al príncipe una mirada y desapareció. El príncipe se dio vuelta y tropezó con una mujer cuyo jarrón de flores casi resbala.
—¡Mis disculpas! ¿Está bien?
—Sí, muchas gracias príncipe.
—Oh, es usted. La florera. Muchas gracias por venir. Espero no importunarla.
—Nada de lo que viene de usted es importuno. Muchas gracias por la invitación. Vendré con mi hija. Ella no puede esperar a conocerlo.
—Será un gusto conocer a la hija de una encantadora mujer como lo es usted.
(Nota de Autora: No pues con esas palabras me enamoro rápido T.T)
La señora se sonrojó entonces continuó los deberes.
...
Llegó la noche y con ella, los invitados. El Gran Salón rebosaba de personas. El rey se sentaba en el trono con binoculares elegantes. Observando al príncipe bostezar durante conversaciones. Él intentaba prestar atención, pero no había nada más aburrido como la egolatría real. La cuál era la base de muchos nobles.
Él buscaba a Cenicien, pero no lo veía en ninguna parte. Sólo veía a Gulf y a Cherri. Las únicas personas interesantes del Salón.
Abrió camino entre todos para posar al lado de Gulf, apoyados en una pared.
—No soy experto en lo garboso, ¿Pero no deberías estar por allá?
—Lo intento, Gulf, pero... la persona que quiero no está ahí.
—Oye, sé que no soy de tu agrado, pero feliz cumpleaños.
Mew lo observó fijamente. Gulf se encogió de hombros. El príncipe posó frente a él y le ofreció la mano. Todos los miraron raro, algunos indignados. Gulf no sabía en dónde perder la mirada.
—¿Qué crees que haces?
—Te invito a ser mi primer baile.
—Traigo puesta mi armadura.
—Debajo traes tu ropa normal.
El soldado rio. Comenzó a desarmarse cuando las puertas se abrieron con el glorioso sonido de las trompetas. Entró un hombre de traje blanco reluciente, capa del mismo resplandor y maquillaje inocente con perlas aladas en los ojos.
Todos quedaron maravillados. Incluso Gulf fue testigo de cómo el rey bajó la mano que ofreció con tanto fervor. El soldado rearmó su armadura y se retiro sin explicaciones. Cherri fue la única en seguirlo.
(NOTA DE AUTORITA: LA MANERA EN QUE BAJÓ LA MANO ME CAZA HASTA EN SUEÑOS. NOO ):)
Cenicien sonrió al posar en el centro del Salón y ser recibido por el príncipe.
Los gemelos junto a la madrastra fruncieron el ceño. —Se me hace parecida, pero dudo que sea ella. — Dijo el alto.
—Sí, yo tampoco lo creo. El Cenicien que conocemos nunca habría conseguido un vestido así. — Respondió el obeso, con chocolate chorreado en la boca. Pero la madre guardó silencio, analizando al recién llegado.
Los individuos se olvidaron de los demás e inmediatamente comenzaron a bailar una lenta canción. Enamorados y ensimismados.
—¡GULF! No vayas tan rápido. ¿Gulf?
Cherri caminaba por un pasillo cuando fue halada de la muñeca y retraída a la pared con una mano sobre su boca. Ella miró arriba siendo siseada por el hermano, quién escuchaba con atención los detalles a pasos distantes.
—Mamá, ¿Qué tal si se enferma todo el mundo?
—Si lo hacen es sólo para que el príncipe se fije en ti.
—Pues se comió un brownie y aún no se ha fijado en mí. Tal vez la poción que usaste está mal.
—No te preocupes hija. Si se enferman sólo será una gripe y ya. El amor sólo hará efecto en él. Ahora volvamos al baile.
La señora de las flores tomó la mano de la hija. Ambas regresando por el pasillo hasta el Gran Salón.
Gulf soltó a Cherri, ambos compartiendo una mirada consternada. —Hablaban de una enfermedad. Como si la comida estuviera envenenada. — La hermana recapitula.
—De ser así el príncipe ya comió de esa comida.
—Yo no he comido.
—Yo tampoco.
Ambos respiran aliviados. Sin embargo, los ataca una nueva ola de preocupación. No pueden dejar que más personas coman. Deben contarle al rey. Y está de él si les cree o no. —Vamos a decirle al rey. — Gulf volvió al Gran Salón. Encontrándose con la "conmovedora" escena del baile. No le agradó la vista, pero respetó la felicidad del príncipe.
Al llegar al trono, pidió permiso para consultarle algo al rey.
—¿Qué pasa, Gulf?
—Mi señor, alcancé a oír la conversación de una mujer y su hija. Hablaban sobre comida env–
Justo cuando decía eso, alguien tosió fuertemente. Todos en el Gran Salón vieron al individuo colapsar, arrastrando consigo una mesa. Muchas más personas soltaron sus copas. Tosiendo. Los que bailaban alrededor de Cenicien y Mew pararon, también tosiendo.
El príncipe abrazó a Cenicien, protegiéndolo del caos a su alrededor.
—Señor, ¿Está usted bien? — Alguien se le acercó al primer individuo que tosía. La persona dejó de toser. Quedando en completo silencio. Hasta levantarse con una sonrisa y la nariz ensangrentada. —Qué extraño. No sé qué fue eso de antes. Me encuentro bien. N–Necesito servilleta para la nariz.
—Gracias a Dios.
Muchos rieron diciendo que también se encontraban bien. Aplaudieron la culminación del baile. Tan pronto las preocupaciones cesaron el príncipe se fue con Cenicien. Ambos subieron las escaleras. Seguramente le iba a hablar de estrellas tal como lo hizo con Gulf. Era irrelevante, se convenció Gulf, entonces le habló al rey sobre la comida envenenada.
...
Luego fue escaleras arriba, deteniéndose en un pasillo para vigilar al príncipe. Escuchando su conversación con Cenicien.
—¿Huiste de casa? ¿No te encontraste con rufianes? P--Puedes quedarte aquí si quieres.
—Eres muy lindo, Mew. Pero tengo una casa. Encontré una.
—Comprendo. Tus zapatos son lindos. ¿Son de cristal?
—¡Oh, sí! No los había notado hasta ahora.
Las zapatillas eran de cristal azul. Negro a las esquinas y de frente. Gulf miró sólo un poco, curioso. Alzó las cejas y balbuceó la respuesta de Cenicien entre gestos disgustados. No sabía qué riña tenía contra Cenicien ni el motivo, pero cada que miraba al príncipe se retractaba. Tenía esos ojos. Esos ojos apaciguados llenos de amor y afecto.
El príncipe no miraba así a cualquiera.
Gulf bajó la cabeza.
—Me gustaría dibujarte algún día, Cenicien.
—¿Dibujas?
—Mjm. Tengo mi cuaderno aquí. — Lo sacó de la parte trasera del pantalón. Cenicien con gusto lo abrió, adulándolo desde la primera página. Realmente impresionado con cada página que pasaba. Hasta detenerse en el último dibujo.
—¿Quién es el soldado?. — Cenicien preguntó. Gulf agrandó los ojos desde dónde estaba.
—Él es miembro de la guardia real. Es asombrosamente responsable. Tanto que a veces asfixia. — El soldado rodó los ojos ante eso. —Pero es una buena persona.
—Lo admiras. Lo noto en tu voz.
—Bueno, nunca lo pensé así. Supongo que tenemos nuestros momentos. — Él rio. Conforme hablaban, una estrella fugaz pasó delante de ellos. Cenicien la apuntó, acercándose al barandal y tropezando, colisionando en el pecho del príncipe.
Ambos se miraron. La estrella fugaz se reflejó en los ojos de cada uno. El príncipe se inclinó y Cenicien también. —Pide un deseo. — Susurró el príncipe.
—Tú también.
—El mío ya se cumplió.
El soldado estaba a punto de presenciar un beso, cuando alguien subió las escaleras tosiendo. Gulf sujetó el pomo de la espada, amenazando con desenfundarla. —Usted no puede estar aquí. — Ordenó.
—Es que yo... Yo...
La persona era la hija de la florera. Ella colapsó en los brazos de Gulf, quién la miró extraño. Entre toses, la mujer vomitó sangre en el hombro del soldado. Cuyos mofletes amenazaron con vomitar, pero se aguantó.
—Dama, regresemos al Salón Principal, ¿Sí?
Aquella dama convulsionó. Oliendo su garganta y graznando. Las venas en su cuerpo haciéndose más visibles hasta abarrotar su rostro como ramas. Mostró los dientes con un gruñido cuando Gulf la retrocedió de los hombros. Viendo la monstruosidad en la que se había convertido. Ojos negros de pupilas verdes y labios morados, una combinación inhumana.
La mujer tiró mordiscos y Gulf pidió disculpas por empujarla con una patada al pecho.
No quería herirla, pero aquella mujer actuaba irracional. El príncipe junto a Cenicien aparecieron al margen de la puerta, preguntando qué sucedía. Gulf desenfundó la espada.
—Mis preguntas exactamente. — Respondió.
Aquella mujer se levantó y corrió hacia Gulf con el grito de un animal, consiguiendo ser atravesada en el tórax. Incluso atravesada tiró mordiscos, deslizándose por el largo de la espada. Aterrando al soldado.
Mew pateó el tórax de la mujer, derribándola al suelo. Entonces Gulf hundió su espada en la cabeza de la mujer. Matándola al fin.
—¡Oh por Dios! — Cenicien se cubrió la boca con ambas manos.
—¿Estás bien? — Mew le preguntó al soldado, acariciando su espalda. Gulf seguía confundido. Sólo adquiría aire con boconadas audibles. Hasta que se calmó. Sin permitirles ver su impacto.
—Estoy bien. ¿Ustedes?
Mew asintió junto a Cenicien. Escucharon gritos provenientes del Gran Salón entonces corrieron escaleras abajo, dónde ocurría una masacre. Todos los que habían tosido atacaban a otros. Mordiéndolos en la cabeza o arrancándole los órganos. Algunos atacaban en masa, otros en solitario. No había nombre para tal descripción barbárica. El Salón de Baile era una piscina de sangre. —Príncipe, ¡Suba ahora y enciérrese en su cuarto!
—No. ¿Qué hay de padre y de ti?
—Yo iré a por su padre. ¡Usted preocúpese por usted! AHORA.
Mew sabía que se preocupaba por él, pero le molestó no hacer nada entonces le dijó a Cenicien dónde se encontraba su habitación. Acompañando a Gulf en el desastre.
—Es usted un necio. — Gulf habló.
—No muy diferente a ti supongo.
—Quédese detrás de mí.
Gulf corrió hacia el trono, decapitando a una de esas bestias y agarró al rey de la mano. —Señor, refúgiese en su cuarto y no le habrá a nadie.
—Ven, papá.
El hijo lo ayudó a salir del trono y lo acompaño hasta las escaleras. Una de esas bestias poseídas saltó encima de Mew, derribándolo al suelo.
—¡Príncipe Mew!
Gulf iba a por él cuando una bestia también lo derribo. El príncipe lo sujetó de los hombros esquivando sus mordidas. —Se nota que tienes mucha hambre. Toma, un cupcake. — El príncipe le metió un cupcake entre los dientes y sonrió cuando la bestia se aquietó. —¿Te gusta?
La bestia le escupió el cupcake con un rugido. —¡Tomaré eso como un no! — Lo empujó por el estómago con ambas piernas, enviándolo por los aires. Y se puso de pie. El príncipe esquivó a algunas bestias y corrió hacia Gulf, cuya bestia no dejaba de morder su espada.
—¡Vete, acosador hambriento! — Pateó a la bestia y ayudó a Gulf a ponerse de pie, tomándole la mano.
—Considérame impresionado. Un noble que sobrevive desarmado es maravilloso.
—No sabes todo sobre mí, soldado.
—Excepto que nunca eliges el momento adecuado para actuar con arrogancia.
Gulf decapitó algunas bestias detrás de ellos y vio a Cherri corriendo escaleras arriba con el soldado Joong. Eso fue un alivio. Él mató a más bestias y ayudó a personas inocentes que se escondían debajo de las mesas. —¡Subamos, ahora, ahora!
Los cuatro corrieron escaleras arriba, siendo seguidos por una masa de bestias. Todas gruñendo y hambrientas. Eran increíblemente rápidas y fuertes. Entraron en la habitación de Mew y cerraron rápido. Jadeando por cómo golpeaban la puerta o se empujaban contra ella.
Mew y Gulf retrocedieron lentamente. Todavía inseguros de esas bestias.
—¡Hermano! — Cherri gritó detrás de ellos y Gulf se giró para abrazarla, aliviando sus preocupaciones. Mientras todos se preocupaban, Mew analizó la habitación y la terraza. Pasó a toda velocidad por el borde de la terraza y escaneó los muros laterales del castillo. El viento frío acarició su rostro con ternura en una noche de pesadilla.
—Las puertas no aguantarán. — anunció Joong.
—Tengo una idea. A mí mismo no me gusta pero, como alguien dijo, soy un noble con habilidades de supervivencia. — sonrió.
—Ahí está otra vez: Mal momento para la arrogancia. — A pesar de la queja de Gulf, él también sonrió.
Cuando las puertas se abrieron de golpe y los zombis entraron, solo vieron a Mew colgando del borde de los barrotes de la terraza. Los zombis corrieron desquiciados y solo rodaron por la terraza, explotando sus cabezas en el césped.
El príncipe sonrió, viéndolos caer sobre su hombro. Miró a sus compañeros, que lo esperaban aterrorizados en el borde de la muralla. Pegados a la pared como soldados y sonriendo aliviados. La idea del príncipe funcionó perfectamente.
Todos regresaron a la habitación sanos y salvos. —Eres un genio. — Cenicien halagó al príncipe una vez más. El príncipe no pudo evitar sonreír y caer ante su encanto.
Sin embargo, alguien entró en la habitación. Alguien que todos conocían. Ahora la bestia era el rey. Mew permaneció en shock. Corrió hacia su padre, pero Gulf se lo prohibió. Manteniéndolo en su abrazo. —¡Suéltame! Es papá, ¡es mi papá!
—Ese ya no es él, Mew.
Cenicien también ayudó a retenerlo. Mew derramó lágrimas al verlo de esa manera. No se equivocaban en decir que ese no era él. Su amoroso padre ya lo habría abrazado, felicitándolo por salvar a todos en la habitación. Habría hecho un chiste de la cruel situación. Su padre, a quién no trató bien durante la semana, ahora era el huésped de algo maligno.
—¡Papá! Di algo. Papá, por favor. — Mew lloró sin cesar. Falto de aire y con el corazón dolido. Su padre lo miro confuso. Gruñendo suave.
El soldado Joong se disculpó, desenfundando la espada. Cuando el rey corrió a atacarlos fue decapitado por el soldado. La cabeza se hizo una con las sombras así como el cuerpo también.
Aquel brujo apareció detrás de Cenicien, diciéndole que debían irse y se lo llevó. Cenicien quería quedarse e incluso estiro su mano, pero Mew reaccionó demasiado tarde y desaparecieron a través de un portal.
—No... No. — Mew cayó de rodillas. Lamentando absolutamente todo.
Al día siguiente
Algunas bestias hambrientas habían escapado y el príncipe yacía cerca del entierro de su padre, a quién le otorgó el cuadro del canario. Jugaba a rotar lo único que Cenicien dejó atrás: una zapatilla de cristal. Gulf esperaba unos pasos detrás, habiendo enviado a su hermana a casa con el oficial Joong.
—¿Estás seguro de que no quieres esperar unos días más? — Gulf preguntó, cruzado de brazos.
—No. Cumpliré el sueño de mi padre, — Mew miró la mordida en el brazo izquierdo que extrañamente no hacía efecto en él. La cubrió con la manga del vestido y volteó hacia el soldado. —antes de que sea demasiado tarde.
—Como desee, mi rey.
NOTA DE AUTORA: OMG, ¿Qué piensan de la mordida? Por cierto, qué desgarrador lo del rey. A mí se me hizo triste. Espero que les guste, lunitas soñadoras.
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