Capítulo 38


Tu corazón se divide en dos partes, una la tiene el lobo y la otra el humano, si el corazón del lobo quiere guiarte por un camino debes seguirlo. La naturaleza es sabia, y el lobo también.

Wendy Anne Turner a su hijo Shane Meyer (7)






🐺🌙🐺


Caleb se vio al espejo por última vez, el moretón azul verdoso bajo su ojo izquierdo persistía en una pequeña mancha, el corte en su labio inferior se redujo a una cicatriz, ahora veía en los dos ojos. Las costillas todavía dolían al respirar pero las huellas de los golpes desaparecieron de su estómago y pecho. El castigo fue duro, uno de los lobos más fuertes fue quien se encargó de cumplir los setenta y cinco golpes de puño que el alfa dictaminó, en seis horas, él y sus amigos fueron llevados a sus cabañas, sangrando por las heridas y los golpes.

Tres días de recuperación, y seguía la segunda parte del castigo, en su caso era la expulsión.

Debía irse antes de las doce del mediodía o los demás lobos comenzarían a verlo como una amenaza, no podían matarlo, pero sí cazarlo como hacían con los animales del bosque que los rodeaba, y eso según Arif era un dolor de cabeza.

—Recuerda no ir hacia el sur —Seth habló desde su habitación—. Ve al norte, hacia Orange Count, ahí no hay clanes establecidos.

Abrió el grifo del agua fría y se lavó el rostro.

—¿Me escuchaste?

—Sí.

—Sí de “voy a seguir tu consejo” o sí de “solo te escucho por que me hablas”

—Sí.

Seth bufó del otro lado.

—Lo digo por tu bien —continuó,  al salir del baño Caleb lo ignoró con amabilidad—. Si vas al sur corres peligro.

Deslizó el cierre de su bolso en el que tenía algunas prendas, dinero suficiente para una semana, agua y un par de bolsas con galletas.

—No eres mi madre, ni mi abuela, ni una ex pareja, eres mi hermano y entiendo que te preocupes, pero no puedes dirigir mi vida a partir de ahora. —Alzó el bolso al hombro por una de las correas y lo miró de frente—. Lo que haga al salir del territorio es problema mío ¿puedes entenderlo?

Seth quiso refutar, pero se quedó en silencio, evadió su mirada y luego, con sus ojos que parecían reflejo de los suyos, asintió.

—Procura no morir ¿de acuerdo?

Caleb sonrió, extrañaría de verdad el sentido de humor de su idiota y protector hermano mayor, también el ingenio de Arif y la sabiduría de Logan. Haber regresado al lugar de donde provenía no fue tan malo después de todo, tenía buenas personas que lo apoyaban indiscutiblemente, y era por eso que todos estaban castigados y él tenía que irse a quién sabe dónde y no regresar hasta la siguiente primavera.

—Quiero vivir —respondió en una sonrisa—. Y vivir bien.

Luego de despedirse de su hermano, Caleb emprendió el camino hacia la carretera, no tenía vehículo, tampoco los demás podían darle un aventón. Estaba completamente solo y por su cuenta.

Media hora después del medio día, se sentó al borde del pavimento, cansado de pedir transporte a cada vehículo que pasaba en dirección al sur. Sí, era terco, podía admitirlo, pero todo lo que quería era regresar a lo familiar, lo conocido, el entorno en el que se sintió seguro. El sur era su rumbo, aunque fuera peligroso porque un clan de pumas era el dueño de Addy y BlueCreek, además de que las probabilidades de que lo persiguieran los pumas para expulsarlo.

Sin embargo, Caleb se apoyaba en un fundamento lógico, era un solitario ahora, lo único que podían hacerle los pumas era darle una amenaza. O al menos eso esperaba.

—Oye ¿necesitas que te lleve?

Alzó la vista al frente, una camioneta azul oscuro se detuvo, su conductor bajó más la ventana. Una esencia mezclada alertó al lobo en su interior, olores de tierra húmeda y hojas fusionados con notas dulces, como flores exóticas.

—¿Vas a Addy? —le preguntó poniéndose de pie.

El conductor asintió y le hizo un gesto para que se subiera, Caleb corrió cruzando al otro lado, dejó su bolso en la parte trasera y se subió. El ambiente interior era fresco, pero intuyó que el conductor no era humano.

—¿Cómo te llamas? —Caleb preguntó.

—Luke Mckane —respondió, volteó a verlo, sus ojos claros lo analizaron con cuidado—. Eres un lobo, un Moon Fighter ¿por qué parece como si huyeras? ¿Te exiliaron?

El tipo era un cambiante, ningún humano podría reconocerlo con solo verlo.

—Me expulsaron.

Sus ojos se volvieron dorados con un par de pupilas rasgadas.

—El sur no es un buen lugar al que huir.

—Lo sé, me lo han repetido cien veces, pero tengo a una chica viviendo cerca de Addy, necesito verla.

Luke se encogió de hombros y aceleró, durante el viaje supo que no solo era un cambiante, sino un puma, el lugarteniente del clan White Claws que regresaba de un extenso viaje de motivos políticos.

—Eres el lobo que Derek buscaba hace unas semanas ¿cierto?

—Así es.

—Nosotros los ayudamos a ampliar el rango de búsqueda, te ves extraño, Shane.

Lo miró de reojo al escuchar su antiguo nombre, de alguna forma el puma lo conocía.

—Nos vimos un par de veces en la frontera de sureste que rodea Paradise City, no cruzamos palabras, pero sí un par de gruñidos. Te ves diferente.

—Mi nombre es Caleb —afirmó regresando su mirada al frente—. Perdí la memoria.

—Ya veo, lamento eso. Si necesitas un lugar donde pasar algunos días, puedes ir hacia Woodstone City.

—¿Por qué me ayudas? Eres un puma White Claw.

Luke esbozó media sonrisa.

—Sean y Derek son aliados, si un lobo necesita ayuda se la daremos.

Agradecido, Caleb rechazó amablemente la oferta por última vez antes de bajarse en Addy.

—Ten —le arrojó un perfume negro—. Eso neutraliza tu olor natural por un par de horas, en exceso no sirve, tendrás un poco de tiempo antes de que uno de los pumas note tu presencia.

—Gracias.

Luke siguió su camino mientras Caleb aplicó el perfume sobre su ropa, luego intentó hacer memoria para encontrar el camino con el que se llegaba hasta Ricker Mountain. Pero no tardó en sentirse desorientado, cansado de pensar y de caminar por las calles, se sentó en una de las bancas del pequeño parque en donde jugaban los niños. El pueblo era pequeño, pero tenía muchos caminos de tierra que se internaban en los bosques que lo rodeaban, en todas direcciones. A la mitad de la tarde, sentía el hambre hacer crujir su estómago, rendido acudió a un joven que caminaba junto a una chica rubia.

—Disculpen, estoy perdido ¿podrían indicarme el camino que lleva a Ricker Mountain?

Los dos jóvenes se le quedaron mirando fijo, olfatearon el aire con dos pares de ojos dorados, Caleb retrocedió un paso.

—Lobo.

—Moon Fighter.

—Esperen...

Los dos gruñeron sin importar las miradas asustadas de los humanos alrededor, acorralado, Caleb levantó las manos en el aire.

—No estoy buscando problemas.

—Regresa a tu territorio —ordenó el joven, que avanzó un paso y se puso a la defensiva para protegerla a ella—. Tenemos el permiso de atacar a los intrusos.

A esto se refería Seth al pedirle que no fuera al sur. Caleb no iba a retroceder, en todo caso, si moría destrozado era su culpa.

—Me expulsaron —afirmó, retrocedió un paso pero los dos jóvenes avanzaron, no lo dejarían ir—. Lo único que deseo es volver a Ricker Mountain.

La chica mostró sus dientes y siseó.

—Ricker Mountain, Addy, BlueCreek, todo ese territorio es nuestro.

—Lo sé, y no quiero reclamar nada, iré a ver a una amiga, Eleine Mirianni.

Por un momento todo alrededor se cubrió de un silencio aterrador, quizá era percepción suya. Los pumas se miraron entre ellos por un breve momento antes de regresar a él.

—Vamos a escoltarte, lobo —dijo el chico—. No puedes andar así en territorio ajeno.

—Tienes suerte —añadió la chica—. De haberte encontrado un guardián estarías muerto ahora mismo.

Los dos pumas le llevaron a través del pueblo hacia un camino lateral, pronto, las calles, casas y tiendas quedaron atrás, fueron reemplazadas por el color verde de los árboles, los diferentes tonos de las flores alrededor, el brillo del sol cálido de primavera y la tierra húmeda bajo sus pies.

—Eleine tiene protección de nuestro alfa y clan —habló el chico a su derecha, alto, delgado, de cabello rojizo y ojos verdes—. Así como cada humano que vive en los pueblos, nadie puede hacerles daño.

Un atisbo de oscuridad se oyó en su voz, y cuando se encontró con sus ojos, Caleb percibió dolor, profundo y grande, que le hacía ver más viejo de lo que aparentaba.

—No haré nada que lastime a ningún ser humano —dijo, aunque la única persona que quería ver era aquella solitaria que vivía a mitad de montaña—. Lo prometo.

—Bien, sigue por tu cuenta, Ricker Mountain está hacia arriba.

—Gracias, a los dos.

Ellos asintieron pero no dieron media vuelta, ni se despidieron, Caleb continuó caminando sintiendo sus miradas clavadas en él, era incómodo, pero a medida que iba subiendo la sensación desapareció al verse solo en medio de la naturaleza que ascendía con los árboles. Los pájaros volaban nerviosos sobre las copas, alertando su presencia, a veces quería pasar desapercibido, no ser tratado ni con odio ni con miedo por ser un lobo, ni siquiera lo era por completo.

No era ni la mitad de un cambiante, mucho menos un Moon Fighter.

Alzó la vista, la cabaña de madera y piedra estaba frente a sus ojos, por primera vez en mucho tiempo se sintió en casa.

Se apresuró a tocar la puerta, esperó.

Suave aroma a vainilla, el lobo en su interior aulló al verla asomarse por la puerta, con una sonrisa amplia en su rostro, el brillo de lágrimas cubría sus ojos de chocolate. Caleb le devolvió una sonrisa, quizá más amplia que la de ella, dejó su bolso en el suelo, Eleine avanzó un paso dejando la puerta abierta, mirándolo a los ojos.

—Caleb —murmuró—. Estás bien.

Fue apresado por sus brazos, con una fuerza que demostraba que lo extrañaba, así como él que nunca dejó de pensar en ella cada noche antes de dormir, cada día en sus momentos a solas.

—Te extrañé, Eleine.

Ella se separó, con un dedo acarició la cicatriz de su labio, su toque fue suave y delicado, imaginó que así se sentiría el toque de una rosa. Caleb pasó un mechón de suave cabello oscuro por detrás de su oreja.

—¿Qué te han hecho? —preguntó.

—Un pequeño castigo —afirmó, no quería preocuparla, Caleb deseaba su sonrisa, su alegría, verla libre y llena de paz—. Me expulsaron del clan por un año.

Todos pensaron que era el castigo más cruel después del exilio, pero para Caleb era una bendición salir de un lugar en el que no encajaba y nunca lo haría.

—Ahora quiero saber —dijo, acariciando su mejilla— ¿Cómo convenciste a Derek?

Eleine bajó su mirada, y luego, simplemente descansó su mejilla contra su pecho, Caleb cerró los ojos, ese instante era como un antídoto para calmar cada parte de lo que vivió, la golpiza y los repudios, la preocupación y el temor, todo se desvaneció de su mente sosteniendo a la mujer que lo salvó, por ella tenía una segunda oportunidad de vida, y mientras el silencio los envolvía a ambos bajo la calma del solitario entorno natural, Caleb contempló la idea de una vida junto a Ella.

—Dejé que lo destruyera —ella habló suave, después de un largo silencio—. Lo que quedaba, se lo llevó. Confió, pero luego apareció Carl Phillips y por poco arruina todo.

—Derek tenía la pierna herida.

—El puma le disparó porque pensó que estaba atacándome. Yo me interpuse, podría haber dejado que lo matara, pero no lo hice.

La notó confundida, un tanto abrumada.

—Pensé en ti, en todas las personas que te conocieron antes de que perdieras la memoria, y comprendí que si les quitaba a su alfa así como los lobos me quitaron a mis padres, me convertiría en el monstruo que veía en mis pesadillas de niña. —Se movió para mirarlo a los ojos, con pena, continuó— ¿He hecho lo correcto?

No sabía qué era o no lo correcto, pero quizá perdonarle la vida a un cambiante lobo era una forma de olvidar y perdonar el pasado.

—Sí —respondió, un poco a medias—. Estoy orgulloso por la mujer que eres.

Una sonrisa cambió su expresión, suave pero alegre, y al ver esos ojos de chocolate, el lobo vio su reflejó y aulló en su mente, un conocimiento oculto danzó en el sonido mientras Caleb descendía su mirada a sus labios, ella se acercó, el beso fue todo lo que ansió desde hace tiempo, la suavidad de sus labios era adictiva, extrañaba la sensación embriagadora que abrazaba su pecho como fuego, y el sentimiento que latía con su corazón como una señal marcada, sus manos fueron a sus hombros cuando Caleb la sujetó de la cintura, queriendo fundirse, volverse uno con ella, para así jamás alejarse.

Un maullido ronco y profundo, lejano, interrumpió el momento, completamente alerta Caleb miró alrededor, no había ningún peligro rodeándolos.

—Son nuestros vecinos —Eleine dijo en una sonrisa, con su mano en su mejilla le hizo girar la cabeza pidiendo su mirada—. Siempre andan alrededor pero jamás se acercan, ese fue el trato.

Caleb sonrió.

—¿Nuestros? ¿Quieres decir que..?

Eleine asintió.

—Eres mi prisionero ¿recuerdas? —Eleine rozó sus labios, tentando—. Un año es demasiado tiempo para estar solo.

—Ah, sí, ya extrañaba las esposas. —Caleb rió—. Pero sobre todo te extrañaba a ti ¿puedo ser tu pareja?

Descendió hasta rozar su frente, mirando sus ojos, la fuerza en ellos, el color del que jamás se cansaría de ver.

—Sí, claro que puedes, lobo.

Satisfecho, con la alegría llenando su interior y su corazón latiendo de felicidad, Caleb la abrazó y la hizo girar en el aire, su risa vibrante y contagiosa, valió la pena. Ella valió la pena.

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Fin

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