Capítulo 29
—Quiero que investiguen donde vive, confisquen todos los papeles y archivos relacionados a nosotros.
—¿Qué pasará con ella? Hemos oído que es la chica del ataque.
—Intentaré no hacerle daño, pero tiene que aprender que meterse con el clan no es algo de lo que se sale impune.
Conversación entre Derek Miller y sus rastreadores.
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No sabía cuánto tiempo llevaba despierta, pero podía adivinar que era el suficiente para comprobar cómo el dolor en su nuca disminuía lentamente.
Lo más increíble de todo era que no sentía miedo, nada, porque la preocupación eclipsaba a todo lo demás. Necesitaba saber sobre Oliver.
—Esto es mi culpa.
Se movió desde la esquina en la que estaba sentada, el lugar tenia una mesa de metal con dos sillas de plástico, las paredes como el piso eran de un tono gris uniforme, era el perfecto ejemplo de una celda, y Eleine era su prisionera. No tardó mucho en sacar sus conclusiones, los lobos estaban tras el ataque y su captura.
—¡Dejenme ir! —rogó en voz alta, sabía que detrás de la única forma de ingresar y salir de la celda, dos hombres mantenían guardia.
Lobos, estaba rodeada por esas bolas de pelos desgraciadas, y no sentía nada parecido al miedo paralizante, eso podía contar como una victoria propia, pero en la condición en la que estaba no debía permitir festejar si no sabía qué demonios querían de ella.
Eleine estiro sus piernas, apoyó la espalda contra la pared, sus ojos fueron a la única cámara de vigilancia que la observaba en todo momento, sintió frío, el lugar no tenía calefacción. Su vida estaba deslizando bajo el cuchillo, o para aclarar, bajo los colmillos del clan Moon Fighter, si Oliver y Tanya pudieran verla ahora plantarían un enorme cartel frente a ella diciendo “te lo dije” sintió ganas de llorar, extrañaba a su hermano, y el hecho de no saber qué había sido de él le hacía sentir terrible, todo era su culpa.
—Merezco esto.
Su orgullo dolía en lo profundo, Eleine vio las siluetas de los guardias a través de la ventanilla con barrotes de hierro. En ese momento no tenía control de nada, toda su fuerza quedó reducida a lo que en verdad era, una simple mujer humana prisionera de un clan de cambiantes que un abrir y cerrar de ojos podrían borrar su existencia.
Ella podía morir ahí mismo y nadie sabría donde irían a parar sus huesos, esa era la reputación que mantenían los lobos, por eso lograron el control sobre un territorio tan extenso, infundían temor por su política de no tener compasión hacia los transgresores.
Y Eleine no era para nada inocente, ni siquiera su condición de mujer serviría para aplacar la furia de esos animales.
Flexionó sus piernas, y las rodeó con sus brazos, acercándolas a su pecho para reducir lo más posible su figura, quería ser invisible, desaparecer, no por miedo a morir, pues ya estaba más que muerta, solo tenía que esperar a su ejecución, lo único que quería era que la culpa alejara el dolor en su pecho.
Era probable que Oliver estuviera prisionero como ella, también Will del que no logró saber nada, hasta Tanya estaba en peligro porque sabía demasiado.
Eleine se metió sola por ser obstinada, al final todos decían la verdad, y ahora lo que más le importaba peligraba por sus decisiones impulsivas. Soltó un par de lágrimas, quería ser fuerte pero el dolor era demasiado, emitió un sollozo casi silencioso, y ni siquiera eso fue suficiente para traerle un poco de alivio.
—Señorita Mirianni —habló uno de los guardias—. Tiene visita.
¿Oliver? La esperanza creció en su corazón, alzó la mirada hacia la puerta y esperó hasta que se abriera. Su corazón dio un vuelco cuando vio a ese par de ojos azules, la puerta se cerró tras él, se quedó muy quieto, respirando con prisa, observándola, no esperaba verlo a pesar de que sabía que estaba cerca.
—Eleine —dijo, su voz suave como la pared que la sostenía.
Eleine dejó de mirar sus ojos, volvió a hundirse en su miseria y se hizo más pequeña contra la esquina. Si lo miraba de nuevo era probable que su control se quiebre, pues en ese momento, más que nunca, necesitaba de su abrazo, de su aliento, de él, y el orgullo aún se mantenía latente en ella, así como la culpa al recordar la última vez que lo había visto.
Para darse un poco de crédito, se sintió herida por su mentira, pero lo hizo para que no le abandonara y a medida que el tiempo pasó ella pudo recapacitar, al final, el hombre tenía un justificativo válido teniendo en cuenta su reacción.
—Mirame, por favor.
—Shane —dijo y le costó mucho no mencionar el otro nombre—. No te acerques.
Sus palabras traicionaban a su corazón, ella de verdad lo necesitaba, nunca pensó que podía extrañar tanto a alguien.
—Soy Caleb —afirmó y cerró la distancia invisible que los separaba para sentarse junto a ella—. Ese es mi nombre.
—¿Estás con ellos ahora?
¿Sería quien le ejecutaría? No, no quería pensarlo, no podía imaginar que fuera capaz de una cosa así, pero la paranoia era una sensación que se enredaba en su interior, haciendo crecer sus dudas.
—No, ya no soy uno de ellos. —Eleine podía sentir su mirada azul, pero no quería iniciar un contacto— ¿Te lastimaron?
Había una emoción peligrosa apenas contenida en su voz.
—No.
Él quería acercarse, ella también, lo único que no entendía era eso que le obligaba a mantenerse alejada. Quería creer que era el instinto primario de protegerse a sí misma, después de todo, tenía a un cambiante lobo sentado a su lado.
—Quiero ver tus ojos —dijo, su voz cerca del tono de súplica—. Por favor, sé que estuve mal al ocultarte lo que era y maldigo el momento en que tomé esa decisión, pero si quieres salir de aquí tienes que confiar en mí.
Había algo, en la suavidad de su voz, que le hizo mirarlo de nuevo. En el tono claro de sus ojos, ella vio todo lo que habían pasado juntos, todo lo que ella había hecho y la razón por la que terminó de esa forma. Llorar era lo último que deseaba, pero ante todo lo que sentía y tener a la única persona con la que se sintió de verdad segura, le hizo temblar de una emoción que no era miedo, sino una angustia profunda..
Caleb la abrazó, acercándola hacia sí, el latido de su corazón hizo su efecto en ella pues su llanto no fue tan grande como hubiera sido sin él.
—Todos tenían razón —murmuró—. Patrick, Tanya, Oliver, todos me advirtieron, y yo no quise escucharlos.
Sintió sus labios sobre su informe su abrazo era el mejor calmante para su corazón agitado.
—Anda, dilo, seguro que también pensaste lo mismo.
Un silencio largo, cortado por ese bombeo en su pecho que sólo ella en su cercanía podía sentir.
—No, porque no estuviste equivocada del todo.
Ella no esperaba esa respuesta.
—Todo es real, la enfermedad, lo que ocultan, tenías razón en todo eso, pero elegiste las medidas de acción equivocadas.
—Si hubiera venido a hablar con el alfa no me habrían dado nada, soy humana, una molestia para sus asuntos.
—Ellos no son malos del todo, lo único que quieren es evitar que todo se salga de control.
Eleine se separó un poco para verlo, su rostro de fuertes facciones con esos ojos que siempre le maravillaron tanto, se dio cuenta que el mayor error había sido alejarlo de su vida.
—¿Por qué no usas tu verdadero nombre?
Caleb sostuvo su mano y la llevo justo al centro de su pecho, Eleine sintió cosas raras en su estómago y calor, mucho.
—En estos días descubrí todo mi pasado, obtuve respuestas para muchas preguntas, pero de todas formas sigo sin recuerdos. —Hizo una pausa, su mirada cayó al suelo—. El hombre que una vez fui ya no existe, ahora soy Caleb, porque me gusta como suena cuando lo dices.
Eleine se mordió el labio en una sonrisa, Caleb correspondió el gesto con otra, tan amplia y sincera como antes, con una ligera diferencia en el brillo de sus ojos, había algo diferente en ellos, un anillo delgado del color del oro rodeando sus pupilas. La contradicción surgió en su pecho, entre el miedo y la necesidad de confiar en el hombre que la miraba con afecto, un lobo en piel humana que mantenía su mano pegada cerca de su corazón.
—Tus ojos han cambiado.
—Lo sé, aprendí a aceptar lo que soy. —Caleb se incorporó, de un movimiento se acercó a ella, su frente rozaba la suya—. Soy un latente, jamás he podido transformarme. —Tomó su rostro con sus manos exigiendo su mirada—. Soy un lobo, pero nunca te haría daño, antes de hacerlo prefiero morir.
El toque de sus labios tenía un matiz diferente, Eleine aceptó el beso sintiendo como su pulso se aceleraba, Caleb la besó con mayor fuerza, imprimiendo en sus labios una pasión que jamás había sentido antes, y en ese momento supo cuánto él la había extrañado a ella.
—Voy a sacarte de aquí —dijo al romper el contacto, acarició sus labios con su pulgar mirándola a los ojos—. Lo prometo.
—Caleb tienes que apurarte —intervino uno de los guardias—. Ya casi llega.
Él la abrazó, Eleine se aferró como si se tratara de su salvavidas que no le permitía hundirse, y tal vez era eso.
—No me dejes —suplicó—. Tengo miedo, no te vayas, fui una tonta, prometo no volver a alejarte.
—Tranquila, hiciste lo correcto al protegerte de mi —susurró en su oído—. Nunca voy a dejarte sola, siempre estaré a tu lado, pero tengo que pensar cómo puedo liberarte, mi tiempo aquí se acaba, ya está llegando.
—¿Quién?
—El alfa.
Caleb se alejó después de despedirse con otro beso, ella vio a la única persona que tení fe verdadera salir por la puerta y dejarla en el silencioso vacío de esa celda. Los temblores regresaron y sus pensamientos no le dejaron tranquila, el alfa, solo recordaba su nombre, en sus archivos no tenía fotografías de Derek Miller, solo su nombre, su status y su condición de cambiante lobo.
Hizo un ejercicio de relajación para contener esos malditos temblores, si iba a enfrentarse al lobo alfa tenía que parecer fuerte, pues los lobos olían el miedo y lo asociaban a la debilidad, y de ninguna forma iba a verse como una mujer débil, destruida y a punto de morir. No, algo le quedaba de orgullo en su corazón, Caleb fue su ancla para no rendirse, pues defendería sus ideales hasta el ultimo respiro.
Se puso de pie, sus piernas se sentían ligeras, sin fuerzas, sentía hambre. Caminó hasta una de las sillas, y observó fijamente la puerta por un largo tiempo, esperando que aquel se apareciera «¿Y entonces qué?» se preguntó, no tenía respuesta para lo que sucedería.
El sueño ya estaba pesando sobre sus ojos para cuando oyó ruidos en el exterior, la puerta se abrió con un crujido metálico y entró un desconocido. No era el tipo de alfa que esperaría cualquiera, tenía la mirada suave, ojos color miel y el cabello marrón claro con destellos dorados a la luz del único foco en el techo, era fuerte, de eso no tenía duda al ver su pecho marcado en su camiseta gris, sus fuertes brazos contenidos por una camisa de tela fina color celeste.
—Supongo que me conoces —dijo con sorprendente amabilidad.
—No en persona.
Bien, al menos su voz podía hacerle frente sin temblar.
—Soy Derek Miller —dijo al sentarse en la silla contraria—. Alfa de este clan.
—Lo sé.
La miel se transformó en oro en un segundo, Eleine tragó saliva.
—Nunca pensé que serías tú la que dio la orden de piratear nuestros sistemas. —Su voz perdió el tono amable, se hizo fuerte, animal, el miedo se convirtió en terror pero ella no permitió que se filtrara en su exterior—. No tú, la niña del ataque.
Eso pulsó los botones correctos para que se llenara de toda la rabia y odio que acumuló por tantos años, Eleine se levantó, todo terror abandonó su cuerpo y fue remplazado por la cólera más pura, agarró la silla y la lanzó contra el lobo alfa.
La esquivó, ella no esperaba darle, era imposible que un humano atacara a un cambiante.
—¡Derek! —exclamó un guardia.
—Estoy bien —informó, se había movido con la agilidad propia del animal que era hacia una esquina.
—¡Fueron ustedes! —gritó a todo pulmón— ¡Ustedes atacaron! ¡Los asesinaron! ¡Son unos malditos desgraciados!
—¡No hagas acusaciones de las que te arrepientas! —la fuerza de su voz hizo que retrocediera hacia la pared.
Derek se acercó, un lobo en piel humana diferente a Caleb en todo sentido, pues percibía en el alfa sus movimientos animales, todo en él gritaba lo que era, mientras que el hombre al que salvó era mucho más humano.
—Era joven cuando pasó —dijo y la tormenta en su voz se calmó—. En ese entonces yo era un adolescente, mi padre era el alfa. Teníamos la amenaza de un clan pequeño instalándose en la periferia de nuestro territorio, a varias decenas de kilómetros de Greensbrough, una cuadrilla de rastreadores y guardianes cumplió la orden de ataque, yo estaba ahí, con mis propios ojos contemplé la destrucción de un clan que no quiso retroceder. Pero una facción de siete se escapó, y entonces les dimos caza, yo quería que los demás siguieran con la persecución hasta dejarlos fuera de Greensbrough, no me hicieron caso.
El lobo frente a ella cambió la expresión en su rostro, de furia amenazante a una angustia que casi podía palpar, era real, Eleine no estaba imaginando nada.
—Cuando nos enteramos del ataque estuve tan furioso con mis compañeros que le pedí a mi padre el permiso para cazar a los asesinos.
Eleine sintió que la historia daba un giro siniestro, lo sabía por el coraje expresado en los ojos del lobo.
—Con otros seis lobos cobramos venganza por la familia que destruyeron, vida por vida, sangre por sangre.
Derek se giró y fue hacia donde estaba la silla tirada en el suelo, la levantó y colocó en su lugar, luego regresó a su asiento. Eleine quedó en la pared, apoyándose porque se sentía insegura si al alejarse podría perder su fuerza, la nueva información hizo que todo adquiriera un nuevo sentido, sus asesinos estaban muertos desde hacía mucho tiempo y ella siempre creyó que seguían libres.
—¿Qué quieres de mí? —preguntó con más calma.
—Me apena decirlo —Derek la miró—. Pero leímos ese informe que pretendías enviar a una entidad del gobierno, es una prueba clara de ataque contra mi clan, todo humano sabe que no debe meterse en asuntos cambiantes, las reglas son claras, no volverás a ver la luz del día.
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