Capítulo 26


—¿Por qué le diste ese dije? ¡Él ya regresó a donde pertenece! No le des una razón para irse.

—No es el mismo, ha cambiado, no intentes forzarlo a ser lo que era antes de que todo pasara.

Conversación entre Derek Miller y Seth Meyer.






🐺🌙🐺

Al tercer día Caleb ya podía comprender, al menos un poco, la dinámica con la que se vivía en medio del bosque. El núcleo del clan se mantenía alrededor de los focos naturales, en valles y montañas cubiertas por baches de bosques e innumerables plantas animales, lo curioso era que sólo cincuenta personas vivían ahí, el resto ya se había ido a la ciudad.

Seth fue útil para guiarlo en pequeñas excursiones, y también se encargó de darle un mapa bien detallado de las ubicaciones de todas las cabañas de los demás, aquellos extraños que según Seth eran sus compañeros de clan.

Claro que no era fácil ubicarse, mucho menos recordar quién era quién, pero se le dificultaba más si se encontraba en sus excursiones con cinco o seis transformados. Todas las tonalidades de pelajes las había visto, desde el negro al blanco, y del gris al marrón, pasando por cobrizo, tostado, pardo y rojizo. Entre tantos, Caleb ya estaba un poco cansado de sentirse un extraño perdido entre un montón de personas que actuaban y vivían de una forma diferente.

Seth también le había comentado que cada uno tenía un lugar dentro de la jerarquía, y que ese lugar era independiente al dije que que los identificaba. Derek era el alfa, después de él estaba el primer beta o lugarteniente, ya había conocido a Jeanine Du Blanche en el centro comunitario, una mujer un poco retraída pero amable, después de ella habían betas, gammas, deltas, y los últimos que oscilaban entre epsilon y omega.

Si había entendido bien, las primeras cuatro categorías correspondían a los dominantes mientras que las últimas dos eran para los sumisos.

Antes, Caleb era un Gamma de segunda posición, Seth era un Beta de segunda posición.

No entendía su significado ni porqué estaba por encima de otros.

No obstante, Seth le había dicho que con su nueva actitud, nombre y personalidad, las cosas habían cambiado, por lo que no encajaba muy bien dentro de la jerarquía.

El centro comunitario se hallaba en el medio de un valle entre dos montañas pequeñas, más de cincuenta kilómetros de bosque lo separaban de Paradise City, era el lugar al que concurría con mayor frecuencia, no para sociabilizar, sino para no estar solo, porque si lo estaba, comenzaba a pensar en Eleine y una vez que lo hacía no podía dejar de hacerlo, y sentía una profunda necesidad de verla que traía mucha angustia.

El centro era una gran estructura de vidrio y madera que servía como punto de encuentro y reunión, así como también de recreación. Era el lugar donde los guardianes y vigilantes iban a tomarse un descanso de sus turnos.

Caleb tomó asiento en una de las mesas más alejadas, en un extremo del interior cercano a los enormes ventanales que dejaban a la vista todo el exterior. Las mesas se situaban en los extremos, mientras que una serie de cojines grandes y coloridos se dispersaban en el centro, del lado izquierdo había una larga barra con banquillos que le recordaba al bar Addy's Heaven, plantas de diferentes formas y especies se dispersaban por el suelo y colgando de armazones hechos de hilo.

Por alguna razón estar ahí le traía cierta sensación de armonía, de una forma que nunca había sentido antes, y quedarse quieto, solo, sin nada que hacer más que mirar la naturaleza verde del exterior, hacía que todos sus problemas desaparecieran por un rato.

Hasta que sus “compañeros” de clan lo veían y se acercaban, trayendo a la luz su vacío de recuerdos.

—¡Caleb! —llamó una voz masculina—. Eso es, ya me he aprendido tu nombre.

Al dirigir la mirada hacia donde provenía esa voz tan efusiva, Caleb por primera vez se sintió contento de ver a uno de ellos, Logan Hale era el que más le agradaba, no solo por su actitud sencilla sino porque se tomaba la molestia de llamarlo por el nombre con el que se sentía identificado. Para los demás, seguía siendo Shane Meyer a pesar de sus constantes negaciones.

—Hola Logan.

Obtuvo como respuesta una sonrisa amable, el hombre aparentaba tener su misma edad aunque era un poco más alto y su actitud correspondía a alguien más viejo, pues siempre pensaba las cosas y hablaba con aire de sabiduría.

—¿Cómo estás? Espero que no te estén acosando mucho. —Rió suavemente y se sentó en la banca contraria del otro lado de la mesa.

—Estoy bien, he visto a tantas personas... Me siento un poco abrumado.

Logan lo miró fijo, sus ojos de un tono café tenían alrededor de las pupilas un anillo irregular de un color amarillo desvanecido, eran extraños pero cautivadores, a pesar de eso Caleb veía sinceridad en ellos.

—Me imagino lo difícil que debe ser —dijo bajando su mirada, de tal forma que algunos mechones de cabello negro cayeron hacia su frente—. Tú no solías rodearte de muchos amigos, Jessie, Arif, Katya, Víctor, Seth y yo somos los únicos con los que te relacionabas.

—No eras el lobo más sociable del clan.

Una mujer se acercó desde un costado, Caleb no la había visto al llegar, a simple vista el lugar le pareció vacío.

—¿Y tú eres...?

La mujer hizo de su cabello castaño una coleta alta, lo miró con tristeza.

—Yo soy Jessie, pero supongo que no me recuerdas.

Logan bufó.

—Eso es más que obvio.

—Cierra la boca bola de pelos —replicó con una sonrisa—. Dejame un lugar.

—Creo que hay suficiente lugar en la banca para cinco personas.

Jessie pasó su mano por la cabeza de Logan y revolvió su cabello.

—Ya basta —se quejó entre risas, el juego se le hizo gracioso, hasta pudo imaginar que esas personas fueron en un momento buenos amigos.

Cuando Jessie mostró un cambio en sus ojos, del café al dorado, Caleb se sintió incómodo.

—Pensé que tenías turno en la frontera —Jessie se dirigió a él.

Logan se puso serio y se alejó un poco de la mujer.

—Él ya no hace más turnos.

—¿Por qué?

—Derek le ha dado otro dije —respondió otro hombre, el mismo se acercó desde la entrada y se sentó al lado de Jessie—. Por cierto, si me has olvidado, mi nombre es Arif.

Sus ojos de un tono más claro que el suyo, eran fríos, mostraban una seriedad que podía ser signo de un temperamento duro.

—¿Qué lugar ocupa ahora? —Jessie preguntó, sus movimientos se inclinaron hacia Arif, sus miradas se encontraron y se alejaron en cuestión de segundos.

La piel pálida de Arif se coloreó en sus pómulos.

—Ahora es un explorador solitario —respondió Logan en un tono molesto, dirigió su mirada hacia el ventanal.

Caleb sacó el dije del bolsillo de su campera roja, lo sostuvo en sus dedos observándolo con atención. No había luna creciente, en su lugar había la silueta de un lobo.

—¿Qué significa?

—Que puedes irte cuando quieras.

Sintió tristeza en sus palabras, pero no permitió que le afectara que aquellas tres personas estuvieran tristes si se iba. Era una persona diferente ahora, y tenía que vivir con eso, la idea de poder irse reavivó sus esperanzas de ir en busca de Eleine. Hasta podía imaginar volviendo a la soledad protegida de Ricker Mountain, a la rústica cabaña hecha de madera y piedra, donde lo esperaba ella. 

—¿Y nunca volver?

Ruidos de garras ocasionaron que se sobresaltara de golpe, levantó su mirada del objeto de metal hacia Jessie. Sus uñas cambiaron de color, de grosor y profundidad, no podía dejar de mirar esas garras animales rascando la mesa de madera. De pronto advirtió todas esas líneas irregulares sobre su superficie ¿cuantos lobos se habrían afilado sus garras?

—¿Por qué el gesto? —Le preguntó— ¿Acaso te molesta que me quiera ir?

Logan y Arif se miraron entre ellos con nerviosismo.

—Claro que molesta, Shane, eres nuestro amigo —Jessie endulzó su voz, pero esas garras neutralizaban el efecto.

—Mi nombre es Caleb —levantó un poco la voz, harto de tener que repetirlo siempre.

—¡No es así! —Jessie estampó un puño en la mesa, sus ojos volvieron a ser del color café, brillosos por lágrimas— ¿Qué te han hecho?

—Nadie me hizo nada —respondió, ya no quería hablar, deseaba estar sólo, alejado de todos los que lo veían como el hombre al que no podía recordar ¿por qué era tan difícil aceptar su nueva identidad? —. He perdido la memoria ¿Cuántas veces tengo que repetirlo para que lo entiendan?

—Baja el tono de tu voz —ordenó Arif con seriedad.

—No, no pienso hacerlo, yo no formo parte de este clan, tampoco quiero hacerlo, todo lo que Shane era desapareció, acepten eso.

Molesto, Caleb se levantó y salió al exterior, se puso la capucha, y comenzó a caminar cabizbajo. Se dirigió en dirección este, internándose en el denso bosque, con la mirada perdida incapaz de encontrar un rumbo fijo. Así habían sido los últimos tres días, una constante seguidilla de visitas, charlas, personas que lo veían con lástima y tristeza, información que no era relevante, y cambiantes que querían que volviera a ser el de antes.

—¡Hey! Caleb, espera.

Se detuvo y giró, en la soledad del silencioso bosque divisó la figura de un hombre acercándose al trote, hizo enfoque y reconoció a Seth.

—Hace rato que te busco, necesito que me acompañes. —Se detuvo frente a él y puso una mano en su hombro—. Vamos a plantar árboles —dijo con entusiasmo.

La idea le parecía absurda, no tenía interés.

—¿Plantar? Oye Seth, no te molestes, pero prefiero regresar a la cabaña.

—Oh no —dijo y lo agarró del brazo—. Vamos, tenemos que hacerlo.

Caleb puso mala cara, tuvo que ser sincero. 

—La idea de plantar arbolitos no me interesa.

Seth sonrió, arqueó una ceja e insistió en arrastrarlo.

—Es mucho más que eso, vamos.

No le dejó otra opción, siguió a su hermano sobre un sendero diferente, con más arbustos y árboles dispersos. Llegaron a una zona descubierta, altas pasturas se sentía fresca al tacto, en un extremo estaba estacionado un cuatriciclo unido a un carro cargado con pequeños pinos en macetas de plástico negro.

—Ayer talamos cinco árboles para hacer una nueva casa de soltero. —Seth se apresuró a llegar al vehículo y saltó encima del carro—. Por cada árbol caído tenemos que plantar diez nuevos, de esa forma reducimos el impacto ambiental.

Caleb le ayudó a bajar los plantines al suelo, luego Seth cayó al suelo con sorprendente agilidad, sus garras afuera hicieron que sus manos picaran.

—Ah sí, reconozco esa mirada —dijo flexionando sus dedos—. Siempre me mirabas con nostalgia cada vez que me transformaba.

Se alejó varios pasos y con sus propias manos comenzó a cavar la tierra.

—¿Por qué?

—Eres un latente. —Su hermano se detuvo y se limpió la frente—. Trae los plantines.

Hizo caso y llevó dos en cada mano.

—¿Qué significa?

—No eres capaz de transformarte en lobo. —Con una garra rasgó el plástico de las macetas dejando al descubierto la tierra con la forma, Seth acomodó los plantines uno a uno con mucho cuidado—. Pero no te preocupes por eso.

Caleb vio trabajar a su hermano con mucho esmero y dedicación, se notaba que no era un simple trabajo de jardinería, porque sonreía. 

—¿Puedo preguntar por qué estás tan contento plantando árboles?

Seth lo miró.

—Cuando reforestamos, devolvemos a la naturaleza parte de lo que nos da, todo lobo Moon Fighter lo hace porque es una forma de vincularnos con el entorno. —Seth continuó excavando más agujeros y Caleb le ayudó acercando más plantines, hasta que los quince árboles estuvieron en la tierra.

Seth terminó por sacudirse las manos de tierra y retrajo sus garras, suspiró satisfecho.

—Plantar era nuestra tarea favorita cuando eramos jóvenes —dijo y se sentó—. Es bueno volver a los viejos tiempos.

Eso arruinó el momento, le era difícil arruinar su ánimo, porque sabía que en el pasado ambos fueron muy unidos, eso explicaba su trato amable y constante preocupación, Seth sufría su condición, quizá mucho más que Caleb.

—Logan me explicó lo que significa este dije. —Volvió a sostener el objeto de metal en su mano.

—Sí, yo mismo fui a reprocharle a Derek, pero contra el alfa no se puede ganar, más cuando tiene la razón.

—Tengo que irme Seth.

—Lo sé —dijo mirando al horizonte, la línea de altos pinos—. Tenía la esperanza de que todo volviera a la normalidad. El clan está pasando momentos difíciles, cuando desapareciste fue un golpe muy fuerte.

—Pero estoy vivo y bien, eso debe arreglar las cosas.

—Ojalá fuera tan sencillo —dijo luego de un largo suspiro, Seth lo miró, sus ojos azules casi idénticos a los propios reflejaban resignación—. No voy a impedir lo que desees hacer, pero ten en mente que pase lo que pase me tienes en las buenas y en las malas.

Caleb asintió agradecido, por primera vez, veía el valor de tener a alguien como Seth de hermano. Tal vez en algún momento distante, podría reconocerlo como tal.

Un ruido agudo sonó de imprevisto, Seth sacó un objeto negro y pequeño de su bolsillo.

—Hay avances —dijo levantándose.

—¿A qué te refieres?

Su hermano lo miró con una sonrisa que ya no era amable, sus ojos perdieron el color azul, se volvieron animales.

—Puede que estemos cerca de atrapar a aquel malnacido que robó información de nuestro sistema informático. 

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