Capítulo 25


Alena ha accedido a darnos la identificación del sujeto bajo una condición.

—¿Condición? ¡Esa mujer está colmando mi paciencia! Luke, esto se nos está yendo de las manos, ya no puedo seguir metiendo mis manos al fuego por los lobos.

—Lo sé, yo también estoy cansado y el clan está nervioso, no pensarás en exiliarla ¿O sí?

—No lo sé, ¿cuál es esa condición?

—Que lo dejes vivo, y como prisionero del clan.

Conversación entre Sean Wells y su lugarteniente.






🐺🌙🐺


Eleine recibió a Tanya con su mejor sonrisa falsa, dos días habían pasado desde que dejó a Caleb en Greensbrough, la soledad se hacía pesada y eso era una verdadera molestia para ella.

—Hey, esa cara me dice que algo anda mal. —Tanya entró y dejó su bolso encima de un sillón— ¿Dónde está tu prisionero?

Una media sonrisa se le escapó, recordarlo le hacía sentir cosas incorrectas, contradicciones.

—No le llames así —dijo yendo a su lugar, tenía sus papeles, archivos y su computadora encima de la mesa central—. Lo dejé, en Greensbrough.

Tanya se sentó, la expresión en su rostro digna de un drama que sólo ella podía mostrar.

—¿Dejaste al pobre sólo en el medio de la nada? —lo dijo con fingida aflicción, se llevó una mano al pecho—. Ay por favor Eleine, eso es cruel.

—No exageres —replicó, no estaba de humor para bromas—. Y de todos modos ya recuperó la memoria.

Tanya abrió esos expresivos ojos verdes.

—¿Y quién es realmente?

Eleine cerró sus labios con fuerza, desvió su mirada al trabajo que seguía en proceso, la pantalla encendida con un documento en blanco, llevaba más de cuarenta y ocho horas sin ser capaz de escribir una sola palabra para comenzar su informe. Y todo por culpa de Caleb, de sus ojos y su sonrisa amable que no la dejaba concentrarse.

—Su verdadero nombre es Shane Meyer, y es un cambiante lobo. —un temblor se dejó sentir en esas últimas palabras.

Era difícil creer que estuvo en peligro todo este tiempo, pensar que en un solo momento él podría haberla atacado con garras y dientes... Eso era aterrador, pero parte de ella, la que lo extrañaba tanto que dolía, esa parte se negaba a creer que hubiese estado en un verdadero peligro. Las acciones de Caleb decían mucho más que lo que se ocultaba bajo su piel.

—Vaya, eso sí es una sorpresa. —Eleine sintió la aguda mirada de su amiga—. Y también es algo irónico, pero no explica que lo hayas dejado.

—¿No lo hace? —habló con firmeza—. Yo no iba a regresar a mí casa con uno de esos lobos.

Enfrentó a su amiga con dolor en sus ojos, su cuerpo tenso, y su corazón latiendo fuerte, lista para defenderse por si Tanya intentaba influenciar sus acciones.

—¿En qué momento te volviste una extremista? —Tanya preguntó, centró su atención en el desorden de papeles sobre la mesa— ¿Dónde se fue mi amiga que sonreía y jugaba en el bosque a las escondidas? Recuerdo que antes no te interesaba los debates raciales, ni la diplomacia, ni salvar a una raza que desde dos siglos atrás ya está condenada.

—¡Murió cuando un maldito lobo puso sus colmillos en su cuello! —alzó la voz— ¡Eso pasó! No intentes meterme tus discursos de paz en mi cabeza, no hay lugar.

Tanya frunció el ceño y se tomó el puente de la nariz con dos dedos, dio un largo suspiro y luego todo quedó en un incómodo silencio.

—Eleine, sabes que no existe una cantidad de lamentos para llenar el hueco que tienes adentro, y no pretendo ser cruel con un tema que es tan sensible, pero ya pasaron dieciocho años, y todavía sigues siendo una hermitaña que aleja a todos con su afan de vengarse, eso no es sano.

—No me podrás convencer, si has venido a eso puedes retirarte.

—Ese no es mi objetivo. —Tanya agarró su mano, Eleine intentó alejarse pero su amiga no se lo permitió—. Ese chico te veía con una emoción tan fuerte... Que me atreví a pensar que sentía algo por ti, lo supe por la forma en que reaccionaba hacia cada cosa que hacías, y en la manera que intentaba que no sintieras miedo, ese chico era especial, el primero que no se espantó por tu pasado, y lo dejaste ir.

Sus ojos se nublaron, el recuerdo de Caleb se hizo más presente que nunca, pero luego el sonido de gruñidos y gritos de dolor lo desvaneció por completo. Eleine se hizo fuerte.

—Si tan especial era, puedes ir a buscarlo al clan Moon Fighters, ya no me importa.

No era del todo cierto, pero la mentira todavía seguía dando vueltas, la herida todavía era fresca, una más para la colección que la vida en su miserable antojo le regaló para truncar su percepción.

Tanya soltó su mano y se alejó.

—Vas a desatar una guerra si sigues con eso ¿valdrá la pena? ¿Sabés como reaccionarán las personas al leer eso? O mejor ¿estás segura de que si lo elevas a la administración ellos mismos lo ocultarán de la vista pública?

Eleine paseó sus dedos sobre el teclado, cada pregunta tenía sentido lógico.

—Si yo no lo hago, entonces nadie lo hará, y ellos quedarán impunes.

Más ataques quedarían encubiertos, y la gente seguiría pensando en que convivir con cambiantes no traía peligro alguno.

—Piensa un poco, por favor, no generalices sólo por lo que les sucedió a ti y a Oliver, vas a condenar a muchos inocentes.

—¿Condenar? —Eleine alzó la mirada—. Lo único que deseo es que la verdad se sepa.

Tanya negó con suavidad.

—¿Y qué reacción esperas?

No tuvo respuesta, eso no lo tenía en mente.

—Pánico, temor, discriminación, segregación, el país va a intervenir sus clanes y los borrará del mapa, tal y como sucedió en Canadá, Rusia, Brasil y Japón, no creas que salvarás a nueve mil millones de seres humanos. —Tanya se levantó y tomó su bolso—. Condenarás a miles de cambiantes inocentes sólo porque siete de ellos te arrebataron lo que más querías ¿es esa la justicia que quieres?

Sus palabras le dolieron en lo más profundo, Eleine se rehusó a responder, porque en su estado de ánimo era muy probable que dijera algo de lo que podría arrepentirse después.

Tanya suspiró, nunca le había ganado en una discusión, no lo hizo antes ni lo haría ahora, menos al intentar desviar sus planes con discursos de consciencia.

—Ay Eleine... —Se lamentó—. Desearía que pudieras quitarte esa coraza de odio y ver lo que yo veo... Pero ya no quiero seguir peleando con tu terquedad, debo ir a ver a mi hermano.

—Bien, fue un gusto verte, si puedes llevate la ropa que le prestaste a... Al tipo ese.

Caleb, el hombre que luchó para quitarle el miedo...

—No tienes remedio.

Tanya se despidió como siempre, con un afectivo beso en su mejilla. No se llevó la ropa, para su desgracia, tendría que tolerar ver sus prendas en su armario.

No le dio importancia al sentimiento de vacío al verse sola, era cuestión de tiempo para volver a la normalidad, todo lo que sentía era causado por la costumbre, nada más.

—Definitivamente no tengo sentimientos afectivos hacia un desconocido mentiroso.

Para distraerse, siguió con su trabajo, Will había dado señales de vida al pedirle una videollamada, aunque no le quiso dar su ubicación exacta, sí le ayudo con un pequeño empujón para realizar el informe. Eleine no sabía por qué todavía no regresaba a Bluecreek, lugar donde él residía, y cuando quiso indagar sobre el tema Will lo evadió.

Estaba preocupada, pero si no quería hablar no podía forzarlo.

El plan a seguir era un poco más simple, la única dificultad que tenía era poder contactar con las autoridades, pues habían decidido elevar el informe a alguna entidad pública del gobierno, que fuera más imparcial, como la Agencia de Diplomacia Racial, de esa forma la probabilidad de acción aumentaría.

Sólo debía redactar un informe convincente y detallado, esa era la parte más sencilla, al menos lo era para Will, pues ella estaba en un bloqueo mental terrible. Así que, para intentar destrabarse, se hizo a la tarea de releer la información de la unidad USB, tocar ese objeto siempre evocaba el recuerdo del león, y no podía evitar angustiarse.

Había un historial de dosis de Beta Amodiline 1 con resultado negativo en veintitrés individuos. Registros de cuarenta pacientes, de los cuales, la mitad estaba tachada para el término “Regreso” en la otra mitad se registraron síntomas que ella nunca había visto, exposición de garras permanentes, conducta anormal, comportamiento impredecible, ceguera sensitiva, paranoia, tensión muscular alta, pérdida del habla, extensión progresiva de colmillos, movimientos erráticos, transformación imparcial.

Eleine tenía razón, existía una enfermedad entre los lobos y esas eran las pruebas perfectas.

Abrió el último archivo con el nombre “Paciente 0” el mismo databa de quince años atrás, los registros estaban inconclusos pero presentaba los mismos síntomas, junto a un resultado negativo para Gamma Amodiline 3, Eleine siguió bajando las páginas hasta leer los datos del paciente, sintió lástima en su corazón al saber que el paciente 0 era un niño de apenas diez años, y que la última anotación mencionaba su escape con transformación completa.

—Dios, pobre criatura.

Eleine quedó sorprendida y consternada por la forma en que eso fue ocultado por tanto tiempo, y diez años después, una humana pretendía arrojarlo al mundo. Al finalizar el archivo, una nota escrita en cursiva le llamó la atención, tenía fecha del mes anterior y la firma era de un doctor de apellido Casstien:

“Enfermedad lobuna, de carácter progresivo, no agresivo hasta desarrollar los síntomas más frecuentes, conducta errática, transformación parcial y pérdida del habla. Cien casos detectados desde la huida del paciente cero, todos muertos en su estado animal luego de un bloqueo de transformación regresiva, cincuenta detectados el año anterior, todos capturados en estado avanzado, encerrados en cuarentena por riesgo de infección. Hasta el momento no existen casos en lobos salvajes, la enfermedad parece presentarse únicamente en cambiantes lobos, ningún otro tipo demuestra síntomas similares por lo que existe la posibilidad de controlarla antes de que ocurra una mutación, o un salto de linaje. Por ahora la humanidad como raza no presenta mayor riesgo estando esto en la clandestinidad, nos urge controlar la situación antes de que se exponga y el pánico generalizado conduzca a una guerra de segregación de niveles alarmantes y peligrosos para ambas razas”

Eleine ya no quiso seguir leyendo, tenía más dudas que certezas con la cantidad de información en sus manos, eso era lo que había querido desde que empezó a atar cabos el año anterior, y era realmente irónico para ella que justo cuando tenía el arma lista, dudaba en jalar el gatillo.

Porque cada vez que iba de los archivos al informe, los recuerdos llegaban sin ser llamados, simplemente caían, Patrick, el gran y fuerte león que únicamente le cobró con una encomienda para su esposa e hijo, Tobías, el pequeño cachorro de puma que usó su pierna como poste para trepar, incluso Carl, el arrogante y metido alfa puma que había conocido días atrás, todos tenían un poco de inocencia en sus vidas, desconocían todo lo que les ocultaban.

Y por sobre todo eso estaba Caleb, un lobo, que ella en su ignorancia se sintió tan cómoda, tan protegida a pesar de ser enemigo, lo extrañaba. ¿Él también lo haría?

—Suficiente —se dijo conservando la calma en su corazón—. Ya está donde pertenece.

Al llegar al medio día, Eleine había logrado escribir un par de páginas del informe, si se empeñaba más podría terminarlo en un par de días más, solo tenía que mantener la constancia en sus palabras y cuidar hasta el detalle más mínimo acerca del registro de datos pertinentes.

Al ya estar cansada, ordenó los papeles en una pila, guardó los archivos bajo un cifrado seguro y apagó la computadora. Se estiró en el sillón, de reojo observó que la pantalla de su celular estaba encendida.

“—Necesito con urgencia que vengas a rescatarme de un par de mujeres demasiado interesadas”

Sonrió, el mensaje era de Oliver.

“—Creí que ya tenías edad para cuidarte solito

Ya anticipaba la situación en la que tendría que involucrarse. Era usual que su hermano rechazara constantemente a cada mujer que intentaba la valiente hazaña de acercarse, él nunca le dijo los motivos por los que lo hacía y ella había dejado de insistir desde que se recibió como oficial de policía.

“—Son tres contra uno, eso no es justo ¡Ven a salvarme el pellejo! De paso hablamos un poco”

Un poco de aire fresco despejaría su mente, pensó, tal vez le ayudaría a aclarar sus ideas para escribir, después de todo no había salido desde que regresó del viaje a Paradise City.

—Voy a demostrar que no soy una hermitaña —se dijo levantándose en busca de abrigo y sus llaves—. Y voy a olvidarme de Caleb.

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