Capítulo 24
—Alfa...
—Logan te he dicho mil veces que no me llames así.
—Lo siento, es una costumbre, pero tengo noticias, lo encontraron, Seth lo llevará a su casa.
—Oh, gracias al cielo, por fin buenas noticias.
Conversación entre Derek Miller y Logan Hale.
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—¿Esta es mi casa? —Caleb preguntó al ingresar.
Estaba confundido, somnoliento y a cada paso que daba parecía que el suelo lo haría caer, las sensaciones le fallaban y el pulso de su corazón no había desistido en su ritmo desde que Seth lo despertó.
El interior era grande, luminoso y extraño, todo hecho en madera que irradiaba un color anaranjado claro por las lamparas en el techo, había en el centro un enorme tronco de árbol que sobresalía de la pared, rodeado por asientos blancos que se amoldaban a él como si fueran parte, Caleb se mantuvo en la puerta, sus ojos abarcando todo, su hogar era tan deslumbrante como insulso. Sintió un escalofrío, no podía imaginar todo lo que esas paredes podrían haber visto.
—Así es, este es tu nido. —Seth lo empujó al entrar y cerró la puerta, se quedó cruzado de brazos junto a él.
—¿Nido? —Caleb lo miró de reojo.
—Es un término que usamos en el clan.
Caleb se atrevió a dar un paso, a recorrer los tramos del lugar que una vez fue suyo.
—Los lobos pretenden ser pájaros.
Seth rió.
—No, por supuesto que no, de verdad estás muy trastornado.
Se detuvo frente a una chimenea hecha de piedra natural, sobre una saliente de la estructura estaban acomodados varios cuadros con fotografías.
—Un nido se le llama a las casas que ocupan los solteros —Seth continuó, su tono de voz cálido y alegre—. Cuando encuentran a su pareja se les llama guarida.
—Entonces, yo estaba soltero —concluyó tomando entre sus manos uno de los cuadros.
—No exactamente, tenías a un par de chicas tras de ti, en especial a una, Raven Hale ¿la recuerdas?
Caleb ya no prestó atención a lo que Seth decía, la imagen era exacta, la mujer en ella de alguna forma le parecía cercana, era más que una conocida, tenía el cabello largo y negro, una amplia sonrisa y unos ojos tan claros como los suyos, en sus brazos sostenía a un bebé, a sus pies otro niño un poco más grande se aferraba a su pierna.
—Era una madre terriblemente protectora —Dijo Seth en voz baja, evocando un recuerdo en palabras—. Sobre todo contigo.
—Era... —Caleb repitió, aún inmerso en la imagen que le provocaba una sensación de angustia—. ¿Qué le pasó?
—Murió cuando tenías ocho años. —La respuesta de Seth lo tomó por sorpresa, un par de lágrimas se derramaron, aquella mujer era su madre y ya no la recordaba—. Intentaba salvarte de un humano extremista.
El recuerdo vino a su mente sin siquiera llamarlo.
“—¡Mirelo! ¡Es un animal!
—¡Es mi hijo!”
Caleb se quejó por la dolorosa punzada en su sien derecha, se llevó una mano a la cabeza e intentó mitigarlo, su respiración se agitó de pronto.
—¿Por qué?
Hubo un silencio, Seth le quitó el cuadro y lo miró por unos momentos.
—Entonces sí es serio —dijo como un pensamiento, luego lo miró a los ojos—. Nunca pudiste olvidarlo, siempre soñabas con ella.
—¿Quieres decirlo de una vez? —Insistió con voz cortada, un nudo en su pecho, emoción en sus ojos y la impotencia marcada a fuego por no poder recordar a aquella que lo trajo al mundo.
—Te escapaste por octava vez, los niños del clan te molestaron y te fuiste. No sé cómo, pero llegaste a la ciudad y te sentiste desorientado, te metiste en el patio trasero de una familia y trataste de pedirle ayuda a los niños humanos que allí jugaban. Mamá y los tíos siguieron tu rastro, se dividieron, pero ella logró llegar en el momento en que el dueño de casa intentaba dispararte. Todo fue un malentendido, pero los humanos cuando temen sólo ven lo que quieren ver.
—¿Qué pasó? —preguntó en un temblor.
—Mamá te cubrió en su abrazo, los rastreadores del clan llegaron al lugar y provocaron más miedo, el hombre disparó para proteger a sus hijos y una de sus balas le dio a ella.
Sus ojos se sentían pesados, su mente cansada intentaba llegar a sus recuerdos con la intención de encontrar a su madre ahí, en el abismo que le quitaba toda su existencia.
—¿Por qué dices que era un extremista? —su pregunta sonó lejana, Caleb todavía sentía el frío recorrer su cuerpo mientras asimilaba la información.
Seth chasqueó su lengua, emitió un gruñido casi animal.
—Vio a una madre cubrir a su hijo y aún con eso jaló el gatillo. —Seth colocó el cuadro en su lugar y se alejó—. Un extremista siempre pondrá por encima a los de su raza, nunca pensará en otros más que en los humanos, y la razón de su objetivo siempre será el beneficio propio.
—Pero estaba preocupado por sus hijos.
—Ellos le dijeron que sólo les pediste un vaso de agua. —Seth alzó la voz—. Nada más, el padre vio lo que quiso ver, tus garras estaban afuera ¿qué más iba a pensar? Dijo que eras un maldito animal, frente a ella, ¿qué más se podía esperar de alguien que no se detuvo a pensar en las consecuencias de sus acciones?
El dolor se hizo más fuerte y Caleb no quiso pensar más, sin embargo su corazón insistía en saber, pues en el lugar en el que estaba tenía todas las respuestas, todos los rellenos para ocupar el vacío de recuerdos.
—¿Y nuestro padre?
Seth se dejó caer en los asientos que rodeaban el tronco, que ahora que los veía de cerca parecían ser parte de un único sillón circular.
—Papá estaba emparejado con mamá, sellaron su vínculo semanas antes de que eso pasara. —Seth hizo una pausa, respiró profundo—. Samuel no pudo resistir el dolor al romperse el vínculo cuando mamá murió, y se fue con ella, y quedamos solos.
Tan solos como Oliver y Eleine, a la misma edad, tal vez en el mismo tiempo.
—Ocho años —murmuró—. Ni siquiera recuerdo mis primeros ocho años.
Se sentó, inclinándose hacia adelante puso sus codos en sus muslos, llevó sus manos a la cabeza, todo era tan increíble y sin embargo lo sentía como verdad.
—Hey, tranquilo —Seth puso una mano en su hombro—. Sigues siendo mi hermano, un Moon Fighter, aunque con un nombre distinto.
—No soy parte de este clan. —De su bolsillo sacó el dije—. No me siento identificado.
—Estás en casa ahora, los demás te recibirán con los brazos abiertos, no importa si eres Shane o Caleb.
Seth le dio unas ligeras palmadas en su espalda, su alegría regresó a su rostro.
—Dejaré que descanses, mañana tendrás muchas visitas, empezando por el primero.
—¿Quién?
—El alfa, Derek es un buen tipo, después del lugarteniente somos su segunda opción de confianza.
Caleb no entendía mucho de lo que le decía, asintió con su mirada perdida.
—Bien, duerme un poco, mañana será un largo día.
Seth lo dejó sólo en la inmensidad de esa casa, para cualquier persona ajena, no resultaría muy grande, pero él lo sentía de ese modo. Recorrió las habitaciones una por una, el comedor, la cocina, el dormitorio y el baño, pero ninguna de ellas le trajo ningún recuerdo, eran salas frías que no habían visto a su dueño por un largo tiempo.
El dormitorio tenía una cama doble, de acolchado negro y almohadas blancas, dos mesitas de noche a ambos lados con lámparas sobre ellas, un armario estaba en la pared izquierda, del lado derecho una ventana con cortinas blancas que se movía con el aire que se colaba a pesar de que no estaba abierta.
Solitario, vacío, el lugar no le agradaba. Estaba tan acostumbrado a sentir la presencia de Eleine que dormir en esa cama desconocida le causó repulsión.
Sus únicas memorias y recuerdos giraban en torno a ella, lo poco que había construido fue con Eleine. La extrañaba, demasiado.
—En algún momento te volveré a ver —dijo en la oscuridad.
Su cuerpo cansado, vencido, ya no podía más, despacio se hizo un ovillo sobre la cama y dejó que el sueño lo tomara y lo llevara lejos.
Los pájaros lo despertaron con alegres cantos, cuando abrió los ojos y se vio en un dormitorio diferente al de Eleine por un momento pensó que estaba soñando, luego sintió la suavidad del cobertor sobre el que dormía y supo que eso era real. Eleine no cruzaría la puerta para preguntarle cómo estaba, no vería esos acertados ojos color chocolate al analizar información, no sentiría el agradable calor en su corazón cada vez que sonreía...
Caleb estampó un puño sobre la cama, con un triste suspiro se levantó, tenía la ropa arrugada y mojada por el sudor, como era lo único que llevaba puesto, se dirigió al armario, eligió una camiseta azul oscuro, un suéter de hilo gris y unos pantalones negros. No había muchos colores en su colección.
Dulce aroma a vainilla le hizo cerrar los ojos, el suéter tenía ese perfume casi desvanecido, le recordó a Eleine.
—Ya está hecho —se dijo—. La perdí. —Tenía que olvidarla, pensó yendo hacia el baño.
Una vez aseado, se sintió sin propósito ni objetivo, nada había que hacer, estaba en casa entonces ¿cuál era su rutina diaria? Caleb estaba tan abstraído en sus pensamientos que al pasar por la sala de estar en dirección a la cocina, casi pasó por alto al sujeto que observaba los cuadros encima de la chimenea.
—¿Quién eres tú? —preguntó alarmado.
El sujeto se dejó ver al darse vuelta, tenía el cabello marrón claro con destellos dorados, ojos de un tono parecido a la miel y porte serio, su rostro presentaba más edad.
—No me reconoces —él dijo—. Seth no mentía respecto a tu amnesia.
Dejó un cuadro en su lugar y se acercó, al instante algo en la mente de Caleb se movió con inquietud, algo que reaccionaba a los movimientos de aquel.
Vestía de una forma mucho más ligera, una simple camisa de jean, por debajo una remera blanca, vaqueros negros y botas de montaña para finalizar.
Sus gestos también eran extraños, movía mucho la cabeza, ligeramente hacia los costados, como si estuviera bajo un constante análisis.
—Soy Derek Miller, el alfa de este clan.
Su voz era fuerte, clara, de esas voces que de forma inconsciente clamaban ser oídas. Caleb no conocía de dominio, ni de gestos corporales, así que ante aquel que era alfa no sabía como reaccionar.
—Yo soy Caleb.
Sus palabras parecieron soprenderle, pero si lo hicieron duró muy poco, Derek lo observó dando vueltas a su alrededor, sus pasos tenían cierta forma y agilidad que lo diferenciaban de un paso humano. Caleb se mantuvo al margen de su estudio, se sentía débil e insignificante frente a aquel cambiante con todas sus habilidades intactas.
—¿Por qué te llamas así? —preguntó al detenerse frente a él, sus ojos sobre los suyos en un contacto visual que no le costó mucho romper, se sorprendió por las conductas que parecían innatas.
—La mujer que me salvó la vida me dio este nombre —afirmó con un esfuerzo en hacer que su voz no temblara.
—¿Y quién es ella?
Aquello extraño en su mente volvió a moverse, Caleb se atrevió a deducir que era su lado animal saliendo del letargo, del oscuro abismo, pidiendo proteger la identidad de ella.
—No voy a decirte.
Un gruñido bajo salió del alfa, Caleb retrocedió un paso, en estado de alerta, aunque nada pudiese hacer contra Derek.
—¿Por qué no?
—Porque ella es frágil y vulnerable, no quiero que nadie se acerque.
Derek avanzó un paso, Caleb estuvo tentado en alejarse pero mantuvo su posición firme. El alfa frente a él sonrió, tomó su mano y le entregó un dije con hilo negro.
—Bien, Caleb, me alegra que regreses con vida. —Derek sostuvo su mano cerrándola en un puño—. Bienvenido de vuelta al clan.
Caleb asintió mientras el lobo se alejaba hacia la puerta.
—No estarás sólo por mucho tiempo —dijo antes de salir—. Los demás no van a aguantar mucho las ganas de verte.
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