Capítulo 21


—¡¿Qué has hecho Alena?!

—Sean, puedo explicarlo...

—¡No quiero escucharte! Arriesgaste una vida, vendiste información, infringiste las reglas ¿por qué?

—Supongo que el sujeto me engañó...

Suificiente, demasiado tengo con el problema que has causado, Alena... No tengo opción, tu castigo será severo.

—¿Vas a expulsarme?

Conversación entre Sean Wells y Alena Golden.






🐺🌙🐺

Se sentó sobre el sillón, sintiéndose un poco insegura, el sobre todavía en sus manos, ella miró alrededor al ambiente extraño pero acogedor, mientras en silencio esperaba apareciera de la cocina con un vaso de agua.

—¿Desde cuándo conoces a Patrick? —Amaia preguntó, se sentó junto a ella y le dio el agua.

Sus ojos fijos en el sobre, Eleine notó ansiedad.

—Dos días —respondió, bebió un poco del agua y le entregó lo que tenía en sus manos.

Amaia lo abrió con desesperación, todos los papeles en su interior los arrojó sobre la mesa, sólo le prestó atención a la carta. No hubieron lágrimas de tristeza ni un llanto desgarrador como ella esperaba, en el rostro moreno de la mujer sólo había una suave sonrisa.

—Es maravilloso tener noticias de él —ella dijo, acercó el papel a su pecho.

—Fue capturado por los pumas —Eleine respondió con desconcierto por la reacción de la mujer.

—Lo sé, aquí lo dice, pero yo sé que está vivo.

Eleine la miró a los ojos, las palabras llenas de esperanzas intentaban contagiarle, ella no estaba muy segura de qué estaba pasando, las cosas eran confusas.

—Cuando ellos llegaron a su casa, yo estaba ahí, Caleb también, él nos encerró para protegernos —hizo una pausa, sus labios temblaron, pero continuó—. Oímos los golpes, vimos la sangre...

—Eleine, Patrick está vivo.

—¿Cómo lo sabes? ¿Por qué estás tan segura?

—Mi vínculo lo dice todo.

Ahora sí ya no entendía nada, ante su silencio la mujer habló por ella.

—Patrick es mi compañero, el padre de Ian, mi pequeño león —sonrió con ternura—. Estamos vinculados desde hace diez años, tardaría mucho en explicarte lo que eso significa, pero a través del vínculo puedo saber cómo está en todo momento.

—¿Eres...?

—Humana —Interrumpió—. Ahora mismo está bloqueando el vínculo para evitar que sienta su dolor.

Eleine se permitió creer en sus palabras a pesar de que no tenían mucho sentido, pero la mitad de lo que era un cambiante carecía de sentido para un ser humano ordinario, en realidad todo sobre ellos era una causa imposible.

—¿Puedo preguntar qué dice la carta? Patrick me dijo que tenía que entregarla con urgencia, tengo curiosidad.

Amaia dobló el papel, evadió su mirada, guardó la carta en el sobre pero la mantuvo entre sus manos.

—El momento ha llegado, Patrick me avisó que la compra de las tierras está hecha, eso significa que Ian y yo podremos irnos de esta ciudad e iniciar de nuevo a las afueras de Spokane.

Era su ciudad natal, pensó con cierta nostalgia, y vio la alegría de la mujer.

—Son grandes noticias —Eleine impuso entusiasmo y alegría—. Yo nací allí, en Spokane.

—¿De verdad? ¡Eso es maravilloso! Podremos ser amigas.

Lástima que tuviera un impedimento, la mujer le agradaba, pero Spokane fue reclamada por un clan de osos pardo y nunca se atrevería a poner un pie en tierras de bestias tan letales.

De pronto llegó una certeza que antes no había tomado en cuenta, su miedo más que ser específico era generalizado, Eleine le temía a toda una raza.

—Ya no vivo ahí —respondió con amabilidad—. Me he mudado a Ricker Mountain a una hora de Addy.

—Lástima, me hace falta una buena amiga.

—¿No tienes? Paradise City es una ciudad grande.

Amaia miró el sobre, nerviosa fingió interés en cualquier cosa menos en ella, se veía renuente.

—Estoy en territorio de lobos, y llevo conmigo al hijo de un león alfa de sangre pura —su mano reposó su vientre—. Y a otro en desarrollo, Fuimos perseguidos desde Canadá por extremistas humanos, ya sabes, de esos que creen que los cambiantes son abominaciones.

Eleine sintió vergüenza en su interior, y contradicción, pues aunque ella no deseaba la erradicación de toda la raza, si estaba en contra del control de información importante, a esas alturas ya no podía distinguir cuál era el verdadero objetivo.

—Canadá está eliminando a sus clanes, los leones ya no existen en ese país, Patrick es el último que huyó conmigo embarazada, llegamos aquí pero los lobos no le permitieron quedarse por su condición de alfa.

—Eso es injusto.

—No, no lo es, su sociedad gira alrededor de leyes y principios diferentes —Amaia sonrió, brillo en sus ojos oscuros—. El clan es familia, lo primero, el alfa los cuida a todos, el lugarteniente mantiene el orden y todos cuidan al alfa, entre todos se protegen. Derek Miller no puede admitir a ningún alfa en su territorio por más que sea un solitario de otro tipo, está en las reglas de su clan, y eso se respeta ¿Entrarías a una casa ajena con la intención de vivir ahí sin el permiso del dueño?

Eleine negó.

—Es lo mismo para un cambiante, pero los lobos respetan a las mujeres y no se atreven a tocar a aquellas que fueron reclamadas por otro, como yo, estoy a salvo, pero mis hijos no, por esa razón Patrick está apurado en sacarnos de aquí.

—Pueden irse conmigo, ningún cambiante vive en Ricker Mountain ni en Addy.

—No, no podríamos, esas tierras fueron compradas por un puma alfa que establecerá su clan ahí, llevar a Ian justo al territorio de otro alfa sería pintarle una diana en la espalda.

—Pero eso no es así —Eleine protestó—. Esas tierras son de los humanos.

—No Eleine, la ACC está funcionando desde hace más de doscientos años, mucho más tiempo que la gente que lleva viviendo ahí, esas tierras son prestadas a humanos con tres condiciones sencillas, no contaminar, no molestar ni atacar la naturaleza.

—Nunca me habían dicho eso.

—Querida, la historia cambiante no se enseña en las escuelas humanas, pero de verdad es muy fascinante.

—¡Mamá! —se oyó un grito alegre y luego una risa, pequeños pasos sobre las escaleras.

Ian salió a la sala jugando con un auto de juguete a escala, lo hacía volar en el aire mientras corría.

—Mamá ¿puedo regalarle un auto de estos a Caleb? Nunca ha tenido uno.

Era una completa ternura.

—¿Seguro? —Amaia preguntó—. Si lo regalas no lo tendrás de vuelta.

—Muy seguro, tengo dos iguales, Caleb puede tener uno.

Eleine vio una silueta a lo lejos, cambió su objetivo del niño al hombre al pie de las escaleras. Caleb sonreía mirando la escena,  azul claro en su dirección, hizo palpitar su corazón.

—De acuerdo —dijo Amaia abrazando a su hijo—. Eres un buen niño, el mejor de todos.

Cuando su madre lo dejó ir, Ian corrió hacia Caleb y le entregó el juguete luego desapareció en una bola de luz, Eleine dejó escapar un sonido de sorpresa al ver la rapidez del cambio, en un segundo el cuerpo humano del pequeño se había ido en la luz que lo consumió, al siguiente apareció un cuerpo de león demasiado grande para llamarle cachorro, tenía una pequeña cresta negra sobre su cabeza redonda de ojos grandes. Caleb se agachó frente a él y acarició su cabeza mientras el pequeño león se estiraba.

—Serás un enorme cazador —dijo y en respuesta el niño gruñó contento, luego se fue por una entrada que daba a otra sala diferente.

Eleine seguía sin poder emitir palabra, lo que había visto le dejó abrumada. Caleb se acomodó junto a ella, puso una mano en su rodilla.

—¿Estás bien? Parece que has visto un fantasma.

Amaia rió.

—Sí, así se quedan las personas que ven la transformación de Ian, es algo maravilloso. ¿Quieres un café? —le preguntó a Caleb.

Él miró el vaso con agua.

—No, gracias, estoy bien.

—Creo... Que ya deberíamos irnos —dijo Eleine—. Ya cumplimos nuestra misión.

—Bien, ha sido un placer conocerlos, espero poder volver a verlos alguna vez.

Eleine sonrió levantándose.

—Yo también espero eso.

Después de despedirse de Amaia y del pequeño Ian, Caleb y Eleine regresaron al interior de la camioneta, ella no deseaba seguir pasando un segundo más en tierra de lobos, así que no tardó mucho en arrancar y tomar la senda de regreso al sur.

—¿Cómo te fue? —Caleb preguntó, había bajado la ventana para tomar aire.

—Bien, creo, Amaia me dijo que Patrick no está muerto.

—Eso suena excelente —Caleb sonrió— ¿cómo lo sabe?

—Lo poco que entendí es que ellos dos están unidos por un vínculo y a través de eso Patrick le hace saber que está vivo.

Era algo muy difícil de entender, porque escapaba a toda lógica y razón.

—Bien, ya entregaste la carta y sabemos que el león está vivo, ¿qué sigue ahora?

—Buscar información sobre tu identidad, y luego redactar el informe.

Eleine pasó el peaje, el mismo hombre la saludó con una sonrisa mientras cruzaba la barrera elevada.

El silencio fue cómodo entre ambos, al final las cosas resultaron mejor de lo que había esperado, se sintió bien, sin la sensación de vacío y peligro que la abordaba cada vez que salía de una ciudad cambiante. Eleine sonrió, sabía que Caleb la estaba observando pero no le importó, llegó a sentirse cómoda a su lado, desconocido o no él era una persona digna de confianza, digna para bajar su guardia. Frenó, puso el guiño y dobló por el camino hacia Greensbrough.

—¿Eleine qué haces?

—Quiero dar un paseo por los famosos claros que a papá tanto le gustaban, ¿quieres acompañarme?

—Por supuesto.

Greensbrough era un paraje pequeño, años después del ataque fue abandonado por las cuatro familias que lo habitaban, el temor hacia los lobos salvajes se esparció como fuego en pólvora, pero nadie nunca supo que en realidad los culpables eran cambiantes.

Alrededor el bosque se abría, grandes claros de hierbas y flores eran un verdadero espectáculo visual, los colores eran vibrantes a pesar de que faltaban semanas para que la primavera llegase.

Eleine estacionó a la orilla del camino, ambos se bajaron y contemplaron la belleza del paisaje, a lo lejos se podía distinguir el agua del río que le daba el nombre al paraje, Caleb tomó su mano y esperó a que ella diera el primer paso.

Sólo Oliver iba de vez en cuando allí, después del ataque ella nunca regresó, esa era la primera vez. Los recuerdos no tardaron en asaltar su mente, pero la presencia de Caleb los alejó.

El viento arrojó suaves aromas en el aire, dulces olores de las flores que allí crecían, Eleine inspiró profundo y comenzó a caminar, ambos lo hicieron, en silencio, había paz en aquel ambiente natural aunque en su corazón se fundieran emociones opuestas. Siguieron el camino de tierra, hasta un barranco, más adelante la tierra era cubierta por grandes piedras, luego solo era arena suave tocada por las olas del río.

—Él tenía razón —dijo Caleb mirando alrededor—. El lugar es precioso.

—Sí, lo es.

Ya entendía su alegría y entusiasmo cuando le comunicó a toda la familia de que podía llevarlos a su lugar favorito, ese día había sonreído todo el camino.

Eleine soltó su mano y caminó en dirección hacia una pila de piedras, la base estaba rodeada por maderas enterradas en la arena, había pinturas de colores en las piedras acomodadas con precisión para que la estructura pudiera mantenerse en el tiempo, la tinta se había desgastado por acción del clima, pero aún era visible, de inmediato reconoció su significado, rojo por su madre, verde por su padre, violeta por Oliver y anaranjado por ella.

—Oliver hizo esto —murmuró arrodillándose, con sus manos limpió la arena pegada a las maderas.

Leyó la inscripción con emoción en sus ojos:

“Dos almas que se unen no pueden ser separadas. No olvidaremos”

Era un fragmento que su padre repetía mucho, adoraba la poesía y siempre trató de contagiar ese gusto.

Levantó la mirada al paisaje, una lágrima recorrió su mejilla, el brillo del sol se reflejó en el agua, Eleine cerró sus ojos, permitió que esa serenidad del ambiente se colara en su interior. Cuando sintió una mano en su hombro los abrió, Caleb se sentó en la arena, en su mano izquierda daba vuelta una pequeña piedra plana.

—Oliver lo hizo —dijo y de inmediato él se acomodó para permitirle ser su apoyo, Eleine reposó su cabeza sobre su pecho—. Pensé que ya no venía más aquí.

—¿Te sientes mejor?

—Un poco.

Caleb soltó la piedra y le rodeó con sus brazos, apoyó con suavidad su mejilla sobre su frente, cerró sus ojos, Eleine al verlo así no quiso molestarlo, así que mantuvo su cuerpo pegado al suyo escuchando sus latidos con el murmullo del agua de fondo.

Nunca se había sentido tan a gusto en los brazos de un hombre.

—¿Shane? —una voz desconocida cortó el momento, ambos alzaron la vista.

Eleine se levantó al mismo tiempo que él lo hizo, Caleb extendió un poco sus brazos queriendo ocultarla y se quedó muy quieto, paralizado, al ver que en el borde del barranco otro hombre lo miraba fijo.

Eleine no podía identificarlo desde la distancia.

—¿Quién es?

—Es... Es... El sujeto de mi sueño...

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