Capítulo 18
—Cuando yo sea grande, te llevaré muy lejos, a una cabaña en el bosque donde estarás segura y nadie podrá hacerte daño. Te lo prometo hermanita, pero por favor... Por favor... Despierta... No me dejes solo...
Oliver Mirianni (10) a su hermana Eleine (8)
❄
❄
❄
❄
❄
🐺🌙🐺
Para ser un policía maniático del control, Oliver tenía buena mano para la cocina, lo que sea que estuviese haciendo de comer, olía delicioso, Caleb no tardó en sentir hambre.
Pero el hombre aquel seguía viéndolo como el peor delincuente, y él ya estaba cansado de que lo mirara con mala cara. Caleb no era malo, o al menos eso quería creer, y estaba dispuesto a terminar con el asunto de sobre protección que Oliver profesaba contra Eleine. Vivir en una burbuja no facilitaba enfrentar los problemas que ella tenía.
—¿Te ayudo en algo? —preguntó en la puerta de la cocina.
Oliver continuaba amasando sobre la encimera de metal, un par de ollas tapadas hervían a fuego lento, habían cáscaras de verduras en el suelo, harina y líquidos que no quería averiguar su procedencia, el lugar era un desastre, pero olía demasiado bien.
—¿No estabas viendo una película? —Oliver respondió, trataba de quitárselo de encima, pero Caleb no le facilitaría el trabajo.
—Ya la he visto, sé cómo termina. —Entró a la cocina y se situó en un taburete de madera—. Para ser un bruto policía tienes un buen toque con la cocina.
Su estómago gruñó de acuerdo.
El lugar no era muy amplio, pero tenía ese toque hogareño que caracterizaba todas las habitaciones de la casa, paredes de roca y cemento, barnizada, y con terminados en madera. De un lado, la encimera, el refrigerador, el lavaplatos y el horno, del otro, estanterías pequeñas ancladas a la pared y cuatro taburetes fijos.
Dos puertas al final dirigían hacia dos direcciones, una al exterior, la otra al comedor.
Oliver alzó la masa en el aire y luego la dejó caer en la encimera llena de harina con un fuerte sonido que le sobresaltó.
—Con el tiempo tienes que aprender a ser independiente, las mujeres hoy en día no están para servir al hombre y eso está bien, no me importa alimentarme sólo.
El policía agarró un palo de amasar y comenzó a estirar la masa.
Desde su lugar, el físico de Oliver intimidaba un poco, era fuerte y de espalda ancha, de seguro haría mucho daño. Caleb observó también que había una línea negra y delgada que rodeaba todo su antebrazo, al principio cuando se percató de ese detalle pensó que podía ser una cadena, o un tatuaje, pero no sobresalía de la piel ni se veía la tinta, era algo extraño que le dio curiosidad por saber.
—¿Esa es una pulsera?
Oliver se giró, con el palo de amasar todavía en su mano derecha, al principio lo miró con molestia en sus ojos café, pero luego se relajó, bajó su mirada hacia la cinta negra en su brazo izquierdo, la observó con cierta tristeza.
—No. —dijo y dejando el palo sobre la masa, hizo girar su mano sobre la cinta, un sonido electrónico se oyó y lo que sucedió por poco le quita el hambre.
Oliver giró el brazo por completo, con mano y todo, y lo desprendió, del resto de su brazo apareció un cilindro de metal con delgados hilos y cables con luces titilando en rojo.
—Es un implante biónico —Oliver respondió la pregunta que Caleb fue incapaz de formular en palabras, estaba demasiado sorprendido—. Tecnología de punta que se renueva año a año. —Volvió a colocar el brazo en su lugar y lo giró hasta que el sonido electrónico se escuchó de nuevo—. No tengo sensibilidad en esta mano, pero es funcional para realizar todas las tareas normales.
Movió sus dedos, giró su muñeca, tomó el palo de amasar y lo hizo girar en el aire, atrapándolo con eficacia en su mano izquierda.
—Lamentablemente soy zurdo, y ha sido un maldito dolor de huevos acomodar el implante a mis habilidades.
Retornó a su tarea, de debajo de la encimera corrió una cortina roja y sacó una asadera gris y un cilindro para cortar masa. El menú incluía galletas.
—¿Todavía me odias? —preguntó, quiso desviar su atención del brazo biónico pero la intriga de su funcionamiento era más fuerte, se obligó a mirar otro punto para no incomodarlo.
—No tanto —respondió para su asombro—. Eleine sólo viaja a Woodstone City una vez por mes, ya habrás notado que siente una poderosa aversión hacia los cambiantes. —Colocó la masa fragmentada en círculos sobre la asadera y luego las llevó al horno—. Pero en este mes ha hecho tres viajes, desde que se mudó de Spokane nunca había permanecido en tierra cambiante durante tanto tiempo.
Oliver lavó sus manos en el fregadero.
—Se vio obligada a salir de nuestra ciudad natal —continuó hablando con voz lejana—. Ellos reclamaron la ciudad... Al principio se paralizaba de miedo al entrar a Woodstone City ni hablar de Paradise City, pero poco a poco fue mejorando. —Puso sus manos sobre la encimera y suspiró—. Ahora ha hecho tres viajes a una ciudad de cambiantes sin derrumbarse emocionalmente, y no sé si eso se debe a ti o a otra cosa que no me está diciendo.
Oliver se giró, quedando reclinado, cruzó sus brazos, y miró a Caleb sin tanto odio, de una forma diferente, con cierto recelo pero a la vez con algo de respeto, o tal vez Caleb estaba imaginando cosas.
—Ningún hombre será suficiente para mi pequeña hermana, pero tengo que admitir que no podré protegerla siempre.
—Ese es el punto, ella no necesita que la protejan, Eleine necesita que la acompañen.
Nunca podría escapar del miedo, pero si alguien estaba junto a ella para hacerle enfrentar la causa, las cosas mejorarían. Caleb estaba seguro de que ella podía superar ese miedo casi instintivo, aunque él podría ayudarla más si ella le contaba la verdadera razón.
De pronto, Caleb necesitaba saber.
—¿Qué le hizo temerles?
Oliver se tensó, su mirada fue hacia su brazo biónico y luego a él, Caleb supo que había tocado un tema equivocado, con toda facilidad arruinó el poco avance que logró con el policía.
—No preguntes —respondió con mucha más suavidad de la que esperaba—. No presiones, si ella se siente cómoda te lo dirá, a mí no me corresponde hacerlo, y no quiero recordar de nuevo.
Por prudencia Caleb no hurgó más en el asunto, de una cosa estaba seguro, lo que sea que le haya sucedido a los hermanos había sido algo malo.
—Ya casi está listo. —Oliver revolvió el contenido de la ollas con una cuchara de madera—. Ve por Tanya y Eleine.
Caleb salió al frío exterior iluminado por las luces colgadas del techo, en el porche no había nadie, y eso le preocupó.
—Eleine, Tanya ¡Ya está la cena!
Sólo se oía el crudo y gélido sonido del viento suave que hacía crujir los árboles alrededor. Caleb bajó los escalones hacia el terreno irregular, se sentía incómodo, inquieto, preocupado de más. El cielo nocturno estaba despejado en fragmentos, la oscuridad era casi absoluta.
—¡Eleine, Tanya!
Ninguna figura surgió del bosque, ninguna voz respondió a su llamado. Caleb esperó, recorriendo con su mirada el espacio cubierto, la ladera sobre la que se asentaba la cabaña no era demasiado inclinada, los pinos y robles proliferaban.
El lugar quedó en silencio, Caleb se sintió observado.
La luna y su brillo acarició su piel, apareciendo con fulgor a medida que las nubes se movían por acción del viento, Caleb miró al astro blanco, en un instante quedó anclado a la tierra, inmóvil, incapaz de quitar sus ojos de ese brillo calmo. Su corazón latió con fuerza, sus puños se apretaron de imprevisto, un dolor le hizo dejar de observar la luna que parecía llamarlo. Miró sus manos, aterrado las volvió a cerrar.
—¡Eleine! ¡Tanya! —llamó saliendo de ese trance inexplicable, se internó en el bosque, flexionando sus manos en un intento por ocultar las puntas negras de unas garras que pugnaban por salir.
Entre tanto obstáculo de raíces y ramas, su visión mejoró y los matices de los objetos ayudaron a estabilizar sus pasos. Giró sobre su eje, intentando ver más allá de la oscuridad que parecía engullirlo, ¿dónde se habían metido?
Oyó murmullos, miró sus manos, agradeció la buena fortuna de verlas normales, distinguió voces, y rogó que fueran ellas, que estuviesen bien.
—¿Caleb?
Dos siluetas se detuvieron a varios metros a su izquierda, Caleb suspiró de alivio y fue hacia ellas.
—¿Dónde estaban? Oliver me envió a buscarlas, la cena está lista.
Apenas podía distinguir el rostro de Eleine bajo la oscuridad de los árboles, pero de alguna forma que no comprendía, podía saber que su mirada estaba en él y en nada más. Ella se acercó y Caleb tragó duro, ocultó sus manos con disimulo.
—¿Estás bien? Te siento... Un poco nervioso.
Caleb tenía a Eleine a menos de un metro, tal vez a menos de la mitad, su corazón latió con fuerza al poder escuchar sus latidos, suave olor dulce como la vainilla, algo dolió en su mente, una presencia extraña se asomó y él, demasiado nervioso, temiendo no controlar su cuerpo, quiso alejarse, pero al reparar en la presencia de Tanya tuvo que controlarse.
—Sí, estoy bien, sólo que me he preocupado al no encontrarlas ¿regresamos?
—Claro —respondió Eleine—. La caminata me ha dado hambre.
La luna se ocultó detrás de las nubes cuando los tres se aproximaban a la cabaña, aun así Caleb sentía como si le llamara, algo en su mente se sentía igual de inquieto.
—¿Cómo llegaste aquí? —Eleine le preguntó a Tanya al entrar. —No he visto tu auto.
—Oliver y yo nos encontramos en Addy's Heaven, me comentó que no te encontró en casa, antes de que se pusiera a hiperventilar le propuse esperar aquí a que llegaras.
Los tres se dirigieron al comedor, Oliver estaba colocando los platos sobre la mesa de vidrio oscurecido. Tanya le ganó el lugar junto a Eleine, así que Caleb tuvo que colocarse junto a Oliver y su extraño pero funcional brazo biónico.
La cena transcurrió tranquila, ninguno de los dos acompañantes podrían imaginar todo lo que atravesaron en el día, y hasta parecía que nada de eso hubiera sucedido.
Se mantuvo en silencio, escuchando la conversación, anécdotas de un tiempo pasado que no era el suyo, porque Caleb no existía para el mundo ni tenía pasado, historia, amigos, familia, sólo era un hombre que fue salvado de morir para vivir en la incertidumbre.
Mientras comían un estupendo guisado de verduras y carne, Caleb fue descubriendo pequeños fragmentos de la vida de Eleine, cómo conoció a Tanya en el jardín de infantes, cómo jugaba a ser reportera durante la escuela primaria, o cómo liberaba a su mejor amiga de los problemas y situaciones en la que ella misma se metía. Fue divertido, agradable, más porque Eleine sonrió la mayoría del tiempo y hasta se relajó, pero cada vez que lograba atrapar su mirada, sentía la tensión de sus ojos, recordaba aquel llanto desgarrador que no pudo calmar.
—¿Debes regresar? —Eleine le preguntó a Oliver, habían terminado de lavar los platos y el policía ya cargaba en su mochila un contenedor plástico lleno de galletas—. Creí que te quedarías.
—Quisiera hacerlo —respondió mordiendo una—. Pero tengo un turno mañana al mediodía y el camino hacia Spokane es demasiado largo, no descansaría mucho.
—Bien, envíame un texto cuando llegues.
—Entendido.
Oliver abrazó fuerte a su hermana, desde donde Caleb estaba, sentado en uno de los sillones, podía enfrentar su mirada severa que le decía en silencio lo que en palabras no quería decir “Cuidado con lo que haces”
—¿Pasarás por BlueCreek? —Tanya preguntó—. Porque yo voy para allá.
—Debo cargar combustible, así que iremos juntos.
—Genial.
Tanya tomó su bolso y se acercó a Caleb.
—¿Te has sentido bien? ¿Has tenido algún dolor extraño en la pierna?
Era habitual que comenzara a revisar sus signos con sus manos sin siquiera preguntar primero.
—Estoy bien, ya he sanado.
—Sí, ya veo, entonces no necesitas de mis cuidados ¡Eso es estupendo! Tienes el alta.
Sonriendo, la doctora le dio un par de palmaditas en su mejilla y le guiñó un ojo, luego se dio media vuelta y fue hasta donde estaba Eleine para despedirse.
Oliver y Tanya se fueron juntos, Eleine se quedó mirando por la ventana hasta que desaparecieron, Caleb miró la hora en su reloj.
—Ya son las doce —dijo—. Creo que debería irme a dormir.
Eleine corrió la cortina, giró para enfrentarlo quedando reclinada contra la ventana, sus ojos se quedaron sobre los suyos durante un largo tiempo, una conexión tan intensa que Caleb sintió su calor aumentar, de pronto sus manos picaron por moverse, junto con todo su cuerpo, de pronto quiso cerrar la enorme distancia que lo separaba para besarla y revivir las sensaciones que lo envolvieron cuando lo hizo en la tarde.
Pero, quizá no sería apropiado.
—Yo... —Eleine pronunció con torpeza, rompió el contacto visual—. Yo me quedaré a revisar los archivos sobre Amaia, puedes ir a dormir.
Caleb juró que eso no era lo que ella había querido decir.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top