Capítulo 16


—La mayor alegría que podrían darme es que ustedes permanezcan juntos, como hermanos, ayudándose contra los problemas de la vida ¿Será que podrán?

Nigel Mirianni a sus hijos.






🐺🌙🐺



—¿Entonces? ¿Qué has encontrado? —Eleine le preguntó a Patrick, su tono de voz se encontraba entre los nervios y una incomodidad evidente.

Caleb tampoco estaba muy bien, la distancia que ella zanjó entre los dos al ubicarse en el sillón bastó para que sus dudas alzaran vuelo. No debería haberla besado, sentía su acción incorrecta, aunque en realidad era ella quien inició todo, pero al fin y al cabo él se dejó llevar.

Es que esa mujer tenía algo que no podía evitar, era todo lo conocido y sin embargo era puro secreto, era fuerza y orgullo pero a la vez fragilidad. Un verdadero enigma oculto detrás de sus ojos de chocolate.

—Una verdad alarmante —Patrick habló con seriedad—. Logré llegar hasta una de sus carpetas ocultas en una nube de datos, y la información que hay ahí es realmente perturbadora.

El león hizo una mueca.

—Perturbadora desde mi punto de vista, claro —Patrick dudó—. Nunca creí que los lobos pudieran ocultar tantas cosas.

Caleb miró a Eleine de reojo, por primera vez ella miraba fijamente a los ojos del león que tenía en frente, sin miedo, sólo una atenta concentración que le dijo que estaba pensando la situación. La estela del miedo no podía sentirla, Eleine estaba tranquila por primera vez, Caleb quiso saber a qué se debía eso. Pero interrumpir su pensamiento sólo para satisfacer sus propias dudas sería algo indebido, sobre todo ahora que las cosas entre los dos se pusieron extrañas.

El beso volvió a girar en su memoria, y tuvo que hacer otra cosa para no pensar en eso.

—¿Por qué dices que corremos peligro?

Ojos amarillos miraron en su dirección, Caleb comenzó a inquietarse. De alguna forma parecía que el león sabía algo que él no, y eso desataba su paranoia.

—Esto es extremadamente confidencial, por eso los Moon Fighters lo ocultan cada vez más, de la nube de datos sólo obtuve una carpeta de archivos pero existen más, cuando esto salga a la luz todo cambiará. —Patrick miró a Eleine—. Puede que los lobos estén detrás de esos ataques, pero los demás cambiantes son inocentes, si quieres que tu raza esté segura ¿Arriesgarías el bienestar de niños, mujeres y hombres que nunca le han hecho daño a ningún humano?

Su pregunta hizo que Eleine bajara la mirada, el asunto era importante, lo que tenía en manos de verdad era grande, las repercusiones serían graves de otro modo Patrick no hablaría con tanta seriedad.

Eleine tembló y Caleb contuvo la necesidad de volver a tocarla, había dado por sentado que su contacto aliviaba su temor, no sabía cómo ni por qué, pero tampoco era algo que necesitaba saber, sólo era algo que debía dar.

—El mundo necesita ser mejor —dijo ella, sus palabras pretendieron ser firme pero su voz no dio el mismo efecto.

El semblante del león se endureció, sus rasgos reflejaron el peligro de su otra mitad, del depredador que un solo segundo podría saltar hacia ellos y destrozarlos. Caleb reunió fuerzas, sus manos se volvieron puños, percibiendo una amenaza, no importaba su débil condición física ni su inferioridad de tamaño y fuerza, si Eleine estaba en peligro él sería su escudo.

Estaba en deuda, ella le salvó.

¿Sólo era esa la razón?

—Y crees que para que ese mundo exista los cambiantes no deben figurar en él.

La conclusión de Patrick hizo ruido en sus sentidos ¿era eso lo que Eleine deseaba? ¿Un mundo libre de cambiantes?

Eso era extremismo puro.

—No... —ella dudó, no parecía segura de su propia voz—. Sólo quiero que ningún humano muera a manos de cambiantes.

Un gruñido bajo se oyó, Caleb se movió y tomó la mano de Eleine, miró fijo al león quien se mantenía anclado a su asiento, pero tenso.

—Cientos de cambiantes son secuestrados, encarcelados, torturados, humillados, discriminados, asesinados —El tono de Patrick se volvió profundo, casi animal—. Miles de seres humanos mueren en manos de su misma especie, todos los días, mi raza lucha por mantener sus territorios naturales y sobrevivir a la raza humana ¿quieres un mundo mejor? Recurre al dialogo, si arrojas la bomba sin previo aviso la onda expansiva será tan grande que... —Hizo una pausa, sus labios temblaron—. Mi raza ha sufrido suficiente, Eleine, no causes más dolor.

Eleine dejó caer una lágrima que borró de inmediato, Caleb quería que lo mirase, que buscara soporte en sus ojos, Caleb quería que detuviera la distancia casi invisible que los separaba a cada segundo. Pero Eleine no volteó a verlo, sólo buscó con sus ojos cualquier objeto que llamara su atención.

Su mano seguía sosteniendo la suya.

—Si lo que pienso que ellos ocultan resulta cierto —se dirigió al león—. Se esparcirá, y crecerá, y probablemente cuando los humanos se den cuenta del peligro que los rodea sea demasiado tarde. —Se detuvo, respiró, miró al suelo, su largo cabello oscuro cayó en cascada y luego ondeó cuando Eleine volvió su vista al frente, pero sin enfocarse demasiado en algo, estaba ida, insegura y eso se notó en su voz cuando continuó—. No se trata de eliminar a la raza cambiante, sino de prevenir la destrucción de ambas razas.

Patrick quiso responder, pero algo en el exterior le llamó la atención, se dirigió a ambos con su mirada amarilla y les hizo un gesto de silencio.

—Mis cálculos han fallado.

De un salto se puso de pie y fue hasta la cocina, en menos de cinco segundos apareció con un sobre de archivos en una mano y una unidad USB en la otra, los apresuró a que se levantaran mientras miraba con nerviosismo la ventana de cortinas de un blanco casi transparente.

—Confío en que harás lo correcto —le dijo a Eleine y le entregó el sobre y la unidad—. Y que cumplirás tu parte del trato.

—Por supuesto que lo haré.

El sonido de un vehículo hizo reaccionar al león, el miedo era evidente.

—Están aquí —murmuró—. Tienen que ocultarse, vengan.

Casi a los empujones los dirigió hacia las escaleras, al fondo había una puerta, Patrick la abrió de golpe y los apuró a que entraran, los encerró en un armario pequeño y estrecho, encendió la luz y luego cerró la puerta.

—Escuchen bien porque no hay tiempo, por nada en el mundo salgan, no importa lo que oigan, no abran la puerta. Cuando ya no escuchen ruidos en el exterior, deben salir por la puerta trasera, cruzar la cerca lateral izquierda hacia el patio del vecino y salir por el portón principal.

—Patrick...

—Hagan lo que les digo y saldrán con vida.

Patrick roció con algo la puerta.

Fuertes golpes se escucharon, Eleine se asustó y se apegó más a Caleb, él la rodeó con sus brazos, acarició su cabello, intentó calmar sus latidos aun cuando los suyos estaban desbordados.

Escuchó el crujir de la puerta al abrirse.

—Caleb...

—Shhh... No digas nada —susurró.

—Hola Sean —Patrick saludó, su voz se oyó tensionada—. Luke, Miles.

Pasos se aproximaron, se alejaron.

—Creo que ya sabes por qué estamos aquí —dijo uno de los hombres—. Confié en ti, pero no mantuviste tu palabra.

—Supongo que la tentación fue demasiado —alegó Patrick.

—¿Por qué meterte con los Moon Fighters? —preguntó otro hombre—. ¿Por qué hacer algo tan estúpido?

—¿Cómo saben eso?

—La nube de archivos es compartida —respondió un tercero—. Al entrar alertaste no solo a lobos, también a pumas.

—Los White Claws —Susurró Eleine, Caleb la abrazó en un intento por calmarla, también para que no hablara.

—No sabía que ustedes fraternizaban tanto con los lobos —Patrick se burló—. Pero no deberíamos alargar el asunto, cometí un error, el último de mi vida, hagan lo que deben.

—Es una lástima, podrías haberte integrado al clan —El primero habló con lastima—. Pero tenías que seguir la senda equivocada.

—Soy un solitario, Sean, nunca supe lo que es vivir en manada ni quiero averiguarlo ahora.

Dos gruñidos cortaron el aire, Eleine se aferró a Caleb y él a ella. Desde su pequeño encierro oyeron golpes y quejidos, sonidos que ninguna persona debería oír, huesos rompiéndose, carne molerse, angustia y dolor reprimidos, golpes.

Eleine lloró en silencio, Caleb ya no sabía qué hacer, qué pensar, se sentía impotente. Y cuando el silencio se hizo presente luego de que el último sonido fuera el de un motor arrancando, ambos se quedaron en su escondite, tan cerca el uno del otro que no sabían si era correcto para sus mentes asustadas el separarse.

Pero eventualmente lo hicieron, a pesar de que la brecha fue de apenas unos centímetros.

Caleb miró a los ojos de Eleine, para ver el miedo más profundo, oculto en el interior, pues por fuera ella parecía seria, las sendas de sus lágrimas se marcaron en su rostro.

—Detrás de mi —ordenó y luego tomó la perilla de la puerta.

La casa estaba vacía y en silencio, la puerta cerrada y el ambiente sereno. Sólo la sangre en el suelo mostró lo que allí sucedió, demasiada sangre para ser una paliza, Caleb se atrevió a pensar que Patrick, el león que sonreía, no volvería a caminar por la tierra.

—¡Dios no! ¡No! —Eleine gritó de angustia y lo abrazó.

Su llanto hizo presión sobre su corazón, los ojos de Caleb se humedecieron por momentos, y el nudo en su garganta amenazó con quitarle las palabras. Respiró profundo para sacar fuerzas donde ya no quedaban, ver esa sangre desparramada en el suelo de madera le afectó demasiado, por alguna razón sentía que ya había visto eso antes. Pero eso no importaba, tenía que sacar a Eleine de ahí.

—Vamos —le dijo agarrando su mano—. Debemos irnos antes de que decidan regresar a limpiar.

—Es mi culpa —ella murmuró—.  Yo lo condené.

Caleb acarició su rostro, buscó que ella lo mirara a los ojos, el miedo se había apoderado de ella por completo, sus movimientos cargados de nervios no le permitían centrarse. Caleb necesitaba que se calmara.

—Eleine, mirame, ¡Eleine! —forzó su voz—. Mirame por favor.

En un errático movimiento su mirada encontró la suya.

—Ellos lo mataron, no tú, ya no pienses en eso —la atrajo en un abrazo y besó su frente—. Tenemos que salir de aquí, y para eso necesito que te tranquilices y me sigas ¿comprendes?

—Sí.

Sin soltar su mano, Caleb buscó la puerta trasera, la alcanzaron al final del pasillo ubicado junto a la sala de la cocina, salieron al exterior, el aire frío golpeó su rostro. El patio era pequeño cubierto por césped alto, descuidado, lleno de maleza, rodeado en tres extremos por cercas de madera.

Caleb tiró para que Eleine se pusiera en movimiento, le ayudó a subir por la cerca que Patrick les había indicado, sólo después de asegurarse que ella estaba segura del otro lado él saltó también, su pierna dolió un poco, pero la adrenalina que sentía en las venas sofocó todo dolor.

Ambos, tomados de la mano como temiendo perderse, atravesaron el patio hasta un pasillo, cruzaron un portón de madera hacia el patio delantero y de ahí caminaron hacia el portón de metal, había gente en el exterior, Caleb comprendió que lo que Patrick les había indicado era que ellos al salir debían aparentar estar en la casa vecina. Así que rodeó la cintura de Eleine al ver a las personas que caminaban por la acera, con la tensión marcando sus latidos, salieron y se dirigieron con fingida calma hasta la camioneta.

En el interior Eleine se apresuró en encender, arrancar y alejarse con prisa.

Lloró en silencio el resto del camino, a pesar de sus intentos por consolarla.

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