Capítulo 11
—Tienes que verlos, Eleine, ellos...
—Ya no son nada, Oliver, ya no son los mismos ¡No lo son!
Conversación entre Oliver (16) y Eleine (14) Mirianni.
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Eleine estacionó frente a la plaza del pueblo, Addy tenía una población que no alcanzaba los quinientos habitantes. Casi todos se conocían entre sí, la gente era muy amable y generosa, entre todos se ayudaban.
Al ser un pueblo pequeño, los servicios eran escasos y de baja calidad, los jóvenes tenían que viajar a otras ciudades para estudiar el nivel secundario.
A Eleine le encantaba la hospitalidad de la gente, conocía a casi la mayoría de los vecinos gracias a Tanya y sus ruedas por el único bar.
Al salir afuera, inspiró el aire fresco, la plaza estaba llena por las risas y los gritos alegres de los niños que corrían y subían a los juegos llenos de colores, sonrió al ver a esos inocentes disfrutando del día.
—¿Qué haremos?
Caleb se detuvo junto a ella, con las manos en los bolsillos de su campera azul, la brisa alborotando su cabello, su mirada sin un rumbo fijo. Claro que se veía nervioso, en un lugar desconocido lleno de gente extraña, Eleine comenzó a dudar si era lo correcto sacarlo al exterior, pero tampoco sería adecuado que se quedara en casa el resto de su vida.
Si su memoria no volvía, Caleb debía aprender a vivir por su cuenta, eso significaba que tenía que buscar quién era él, en algún lugar debían existir sus papeles de nacimiento, registros de escuela o documentos de identidad, Caleb sólo era un apodo para alguien que ya tenía un nombre.
—Hay una forma de averiguar quien eres.
Caleb volvió a enredar sus dedos, a mirar el suelo.
—Lo sé, pero... No estoy seguro si quiero saberlo, quiero decir... Debe haberme sucedido algo realmente malo o yo debo haber hecho algo terrible como para intentar suicidarme en el patio de tu casa ¿No lo crees?
Ella también pensaba de esa forma, aunque mantenía las esperanzas en creer que solamente se había perdido en su bosque, y en un intento desesperado se había querido quitar la vida.
Si lo pensaba mejor, esa historia era más descabellada que la idea de que Caleb fuese un asesino en serie.
—Sí, lo sé, pero no puedes andar por ahí solamente con un nombre que ni siquiera es el tuyo, tienes que conseguir un trabajo, y un lugar donde vivir, para eso necesitas ser algo más que Caleb.
—¿Ya no me quieres en tu casa?
El tono dolido de su voz le hizo sentir como una maldita desconsiderada, el pobre no tenía nada y ella ya pensaba en echarlo, Eleine negó rápidamente.
—No, puedes quedarte el tiempo que sea necesario, sólo digo que no creo que sea sano para ti vivir así.
Caleb elevó su mirada al cielo y cerró los ojos, luego los abrió el color claro y brillante le hacía querer perderse en ellos.
—Sólo unos días más quiero la tranquilidad de no tener recuerdos ni remordimientos sobre el pasado, sólo unos días más... Luego buscaré mis registros ¿De acuerdo?
—Claro, toma tu tiempo ¿Caminamos?
—Tú dime hacia dónde ¿Qué se hace para divertirse en Addy?
—Generalmente la gente suele estar mucho tiempo por los alrededores, en los bosques y montañas, o sino en el único bar del pueblo.
—Suena aburrido.
—Oh no, te agradará, vamos.
Eleine lo guió hasta el bar Addy's Heaven era por lejos el lugar más concurrido de todo el pueblo, si alguien necesitaba encontrar a otra persona ese bar podía ser de gran ayuda. También se ubicaba en el extremo del pueblo, así que Eleine cumplió con el paseo y con el ejercicio que Tanya le ordenó realizar para él.
De camino le fue mostrando la cafetería de Ana, el restaurante de Reuben, la estación de servicio de Gloria, la panadería de la señora Higgins y el almacén de Víctor.
—Para vivir en una montaña aislada, conoces a muchas personas —dijo cuando se detuvieron frente al edificio del bar.
—Que viva en la montaña no significa que sea una hermitaña.
Caleb esbozó una pequeña sonrisa, de pronto Eleine quedó atrapada en su acción.
—Entremos.
El olor a alcohol y cigarro era algo típico del bar, las alegres voces de los jugadores de billar se mezclaban con la música de fondo. Al pasar muchos rostros conocidos la saludaron, Billy el hijo del panadero del pueblo, Charly la dueña del viñedo en Bluecreek, el viejo mecánico Agustín que siempre ajustaba el motor de su camioneta. Todos conocían a todos en Addy.
—¡Eleine! —exclamó una sonora voz ronca—. ¡Ven aquí querida, dejame darte un abrazo!
Eleine le hizo una señal a Caleb para que no la perdiera mientras se dirigía hacia la barra, evadiendo las hileras de mesas redondas ocupadas por las personas, que cada día iban ahí para distraerse después de una larga jornada de trabajo.
En la barra, Bobby la esperaba con una gran sonrisa en su regordete rostro pálido, tenía una capa de pelo negro grisaceo que era más fina que la última vez que lo había visto, al pobre se le estaba cayendo el cabello, signo de su avanzada edad. Pero lo que tenía de debilidad, calvicie y mal genio, lo compensaba con una extraordinaria amabilidad con la juventud.
Bobby se había ganado su respeto apenas entró por primera vez al bar, fue él quien arregló las cosas para que ella pudiera construir su casa, y fue él quien precisamente se hizo a la tarea de hacerla sentir bienvenida en el pueblo.
—¡Hola Bobby! —respondió ella casi en un resuello por la fuerza del abrazo, podía ser un hombre mayor pero el viejo todavía daba pelea.
—Ya me estaba preocupando, ha pasado un mes desde la última vez ¿en dónde te habías metido niña?
—¡Oye Bobby ya no es una niña! —exclamó alguien con diversión—. ¿No ves que ya es mayor? Sirvele un trago.
Eleine rió, reconocía al viejo Harold, siempre llevándole la contraria al dueño del bar.
—No molestes o te obligaré a pagar lo que me debes. —Bobby mantuvo su mirada verde pálida en el viejo detrás de ella, Eleine lo saludó con un gesto de mano—. ¿Quién es este joven? No recuerdo haberlo visto por aquí.
El hombre estiró su mano arrugada, Caleb, un tanto inseguro, le estrechó la suya.
—Soy Caleb, señor.
—Oh vamos muchacho, aquí no hay formalidades, llámame Bobby.
—Bien, Bobby.
El viejo sonrió complacido y la postura de Caleb se relajó un poco.
—Así está mejor ¿qué les sirvo?
—Lo de siempre.
El viejo les dejó a ambos un largo vaso de jugo de naranja, mezclado con esencia de limón y un toque de azúcar, cada vez que ella iba a ese bar, Bobby tenía su bebida favorita lista para ser servida.
Luego de ponerse al día con el dueño del bar, este se fue a atender a unos amigos que habían llegado, dejando a ambos solos.
—¿Y bien? ¿Qué opinas del pueblo? —le preguntó después de dar un sorbo a su jugo.
—La gente es muy amable —respondió girandose un poco para ver cómo dos hombres mayores jugaban a las pulseadas*—. Y un tanto rara.
Ambos rieron y quedaron en un silencio incómodo, de vez en cuando ella lo miraba de reojo, la mayoría se encontraba con sus ojos azules, con esa tímida sonrisa que le dejaba saber la incomodidad de estar en un entorno desconocido.
—Pero, más allá de eso, creo que es un lindo lugar donde establecerse.
Eleine sonrió, no sabía por qué, pero de alguna forma, le importaba su opinión acerca del lugar que había robado su corazón en tan poco tiempo.
—Sí, es genial, buena comida, buena gente, nada de problemas, aquí se vive en paz.
Sin disturbios ni conflictos, sin edificios rotos por los arranques temperamentales de los cambiantes, sin el riesgo de tener depredadores como vecinos. La vida en Addy era casi perfecta.
—Hey Bobby, no sabía que te gustaban los gatos.
Ante ese comentario, Eleine buscó al animalito, pues a ella le encantaban los gatos, pero al advertir un escalofriante brillo asomándose por la puerta que daba a la cocina del bar, un escalofrío recorrió su espalda.
—¿Qué sucede Eleine? —preguntó Caleb al notar el cambio en su actitud.
Ella no pudo responder, el puma que se asomó al interior del bar absorbió toda su atención, grande y musculoso, su pelaje era una mezcla entre marrón y rojo claro, caminaba con la boca abierta mostrando sus colmillos mortales.
—Hola gatito —lo saludó uno de los hombres de las mesas al pasar, obtuvo como respuesta un gruñido que a Eleine le desató su mayor miedo.
El puma la miró a los ojos y ella se giró, Eleine puso su mano en la de Caleb, intento respirar para calmarse.
—Está bien, tranquila —dijo apretando suavemente su mano—. No pasa nada.
—No molesten a Carl, o terminarán hechos picadillo.
La ronca risa de Bobby le indicó que se acercaba, Eleine se obligó a concentrarse en Caleb para recobrar su fuerza. Maldijo en su mente a los cambiantes que provocaban en ella esas reacciones, a todos por igual.
—¿Quién es él? —le preguntó.
—Carl Phillips, es un buen chico, viene del norte como explorador solitario.
La alarma se encendió, Eleine apretó más la mano de Caleb. Un explorador solitario era un cambiante que abandonaba su clan para viajar, en busca de un nuevo territorio para formar otro clan. Eso significaba que Addy pronto dejaría de ser un pueblo libre de cambiantes.
—¿Va a establecerse aquí?
—No lo sé, ha estado dos meses, todo apunta a que sí, lo único que le falta son seguidores y un informe aceptado de la ACC, pero ya sabes, un día están aquí y al siguiente desaparecen.
Bobby siguió atendiendo a sus clientes, y Eleine siguió aferrándose a Caleb. En su mente el miedo guiaba sus acciones, ella debería poner trampas en Ricker Mountain, pues no estaba dispuesta a arriesgar su seguridad, ni la vida del hombre que había salvado.
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