Parte 8: Las Tumbas
Harry sintió toda clase de emociones en un segundo: alegría, miedo, expectativa, congoja.
Ahora que estaba tan cerca de su objetivo, se preguntó si tendría el valor suficiente para adentrarse.
Hermione no podía sino mirar con el corazón apesadumbrado a Harry. Nunca llegaría a comprender seguramente, lo impactante que sería para él estar en este preciso lugar.
Al verlo tan dubitativo, Hermione tomó coraje, apretó su mano con fuerza y le dijo:- ¡Vamos! con una sonrisa para darle ánimo, a pesar de la vergüenza que sentía.
Harry caminó detrás de ella de forma bastante atolondrada hasta que se detuvo en seco y exclamó: - ¡Mira Hermione, ha cambiado!
Siguiendo la mano de Harry, la cual temblaba como una hoja, pudo ver cómo al pasar cerca del monumento a los caídos el mismo comenzaba a transformarse ante sus ojos.
En lugar de un obelisco cubierto de nombres había una escultura: un hombre de pelo revuelto y anteojos, abrazando con orgullo una mujer con una melena larga, su cara hermosa y amable les sonreía, mientras sostenía a un pequeño bebé en su regazo. Eran sus padres.
Harry soltó la mano de Hermione para acariciar el rostro de piedra de su madre.
Cuando se acercó lo suficiente, pudo ver al bebé de piedra, quien se suponía era él mismo, con mayor detalle. Una pequeña cosa arropada en una gran manta. Tal vez así se vería cuando lo habían depositado en la puerta de los Dursley esa noche. Con una gran diferencia. Ese niño no tenía una cicatriz grabada en su frente ni compartía su oscuro destino.
Luego de unos momentos, ambos se acercaron finalmente a la verja del cementerio.
Con cuidado de no pasar por las zonas iluminadas con las velas dentro de la iglesia, los dos se adentraron cada vez más, hundiendo sus pies en la fría y húmeda nieve. Las lápidas estaba teñidas de destellos coloridos, reflejados por los vitrales.
Adentrándose más en la penumbra, comenzaron a revisar cada uno por su lado las inscripciones de las lápidas, buscando alguna pista o nombre familiar.
-¡Mira Harry! - chilló Hermione.
-¿La encontraste? ¿Tan rápido?
-¡No! Pero ven a ver esto..
La chica señaló una vieja lápida, cubierta de musgo, que decía: Kendra Dumbledore, junto a ella estaban su fecha de nacimiento y defunción, y más abajo, como agregado a la lápida: Y su hija Ariana. Además de la siguiente cita "Donde esté tu tesoro estará también tu corazón".
Harry no pudo evitar pensar en el viejo Director y cómo esta información, la cual sentía los unía más aún, nunca le fue siquiera mencionada. Tal vez para Dumbledore no era más que una coincidencia.
Hermione nuevamente interrumpió las cavilaciones de Harry y lo llamó para ver otra tumba, pero cuando llegó, ella se disculpó al instante.
-Disculpa, pensé que decía Potter.
Harry miró la lápida con el seño fruncido, pero una marca extraña en la misma le hizo volver a mirarla con más atención. La tumba era sumamente antigua, el nombre estaba tan erosionado por el tiempo que apenas era legible. Y arriba de ella de ella estaba..
-¡Mira Hermione, es la misma marca del libro!
Su amiga se puso en cuchillas para ver más de cerca la inscripción:- Sí, podría ser.
Ella sacó de su bolso una caja de cerrillas y encendiendo una, iluminó el grabado.
-Creo que dice.. Ignotus.. pero realmente no es una gran pista - admitió, decepcionada.
Harry estaba encandilado viendo como el perfil de Hermione era acariciado por el relejo de la llama.
Sus ojos reflejaban la determinación que tenía al encontrarse con un dilema a resolver. Nunca se había tomado tiempo para reflexionar sobre ello, pero ese brillo en sus ojos le pareció mágico.
-Yo creo que eres muy brillante - dijo Harry. Otra vez se estaba comportando como un idiota frente a ella. Seguramente lo odiaba por su poca concentración. ¡Piensa Harry, piensa! se retó a si mismo.
-¿Qué dices?- respondió Hermione. ¿Había oído mal? ¿Le había dicho un cumplido de la nada?
-Quiero decir.. la pista... es brillante.
Harry continuó buscando la tumba de sus padres, con el corazón acelerado cada vez que se topaba con Hermione. Tendría que andar con cuidado o ella podría ver claramente sus intenciones en su rostro sin que él, de forma inconsciente, las estuviera declarando al aire libre.
De pronto, la oscuridad y el silencio se acentuaron.
Harry pensó que podía tratarse de Dementores, pero luego se dio cuenta que las luces de la iglesia estaban apagadas y alguien dentro parecía estar cerrando la puerta principal.
El servicio de Navidad había acabado.
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