Parte 23: Engaños
Había tres letreros pintados a mano, clavados en una desvencijada verja. El primero rezaba: "El Quisquilloso. Director: X. Lovegood"; el segundo, "Permitido cortar muérdago"; y el tercero, "Cuidado con las ciruelas dirigibles".
Hermione y Harry se encontraban frente a la casa del padre de Luna, sin saber bien qué esperar del excéntrico brujo. A simple vista la casa se veía como si la misma hubiese realizado una aparición en medio de un gran invernadero. Se encontraba avasallada por una cantidad impresionante de plantas, arboles y frutos variopintos, más de los que habían visto en Hogwarts bajo la tutela de la profesora de Herbología, una pequeña bruja rechoncha llamada Sprout.
Cuando llegaron finalmente a la puerta Hermione le recomendó a Harry que se quitaran la capa de invisibilidad ya que no querían ponerlo bajo alerta. Así lo hicieron y con coraje Harry llamó a la puerta, golpeando tres veces con la aldaba en forma de águila.
Dentro de la casa se escuchaban sonidos metálicos, como el compás de unas cacerolas chocando entre ellas de forma descontrolada. Luego de unos momentos Xenophilius Lovegood apareció en la puerta, maldiciendo a su suerte y con el camisón levemente oliendo a quemado.
-¡Qué está pasando!¡¿Por qué me molestan, no ven que estoy en el medio de algo'?!- vociferó a sus visitantes sin siquiera mirarlos, mientras trataba de apagar una pequeña chispa que amenazaba con prender en llamas su pijama.
Harry estaba alucinado y un poco tentado de risa con lo hilarante de la situación, así que Hermione dio un paso adelante y comenzó con las introducciones:
-¡Hola Sr. Lovegood, un gusto volverlo a ver desde la boda! Mi nombre es Hermione Granger y él es Harry Potter, creo que ya nos habíamos conocido.
A la simple mención del nombre de Harry los ojos del hombre salieron disparados y se clavaron en la cicatriz que era apenas visible en su frente, oculta bajo su enmarañado cabello.
A Hermione no le importó lo incomoda que se había tornado la situación de golpe y siguió presionando, a pesar de las negativas del dueño hasta que ambos fueron invitados dentro del peculiar hogar de los Lovegood.
-Bueno, entonces, pasen... creo- titubeó el brujo al verlos tan decididos.
Luego los condujo hasta la cocina, la cual parecía estar atiborrada de platos, tazas y sartenes usadas. Manchas negras devoraban los alegres colores de las cortinas. Las paredes estaban empapeladas con un curioso patrón de pájaros y abejas, y estos propinaban a Harry un masivo dolor de cabeza, como un puñetazo, con sólo posar su mirada.
El padre de Luna los condujo por una escalera caracol hasta un segundo piso donde la situación edilicia no parecía mejorar, había marcas negras chamuscadas por doquier. La habitación estaba atiborrada de libros, mapas y diversos artefactos mágicos. Algunos, ni siquiera Hermione reconocía de sus sesiones avanzadas de estudios con la profesora McGonagall. Alto en la pared, colgaba un enorme cuerno gris en forma de espiral, similar al de un unicornio.
-Disculpe, señor Lovegood, ¿eso es acaso lo que creo que es?- dijo Hermione con voz temblorosa, sus ojos prácticamente saltándose de sus cuencas.
-Es un cuerno de snorkack de cuernos arrugados, por supuesto, si a eso te refieres - agregó con suspicacia, sin levantar la vista del suelo.
Hermione negaba con la cabeza, como aturdida.
-No, no lo creo, creo que es..
Harry veía como los colores subían rápidamente por el cuello de Xenophilius y hasta casi podía imaginarlo como el personaje de una caricatura, largando humo por las orejas.
-Hermione, creo que no es momento para cuestionar su gusto en la decoración- dijo Harry en vano, intentando calmar las aguas.
El disgusto del mago era palpable y si querían su cooperación la peor idea que se les podía ocurrir era insultar a su interrogado, pero Hermione no estaba dispuesta a dejar el asunto.
-¡Es un cuerno de erumpet, Harry!¡Es material comerciable clase B y resulta muy peligroso tenerlo en la casa, en cualquier momento podría hacernos volar a todos por el aire!
-¿Me imagino que de una forma no-mágica?- inquirió con inseguridad Harry.
-¡Claramente me estoy refiriendo a una explosión que podría costar nuestras vidas! - enunció la bruja con voz exasperada -Tengo que hablar con Luna, explicarle esto para que haga entrar en razón a su padre...
- MI Luna- comenzó a decir en una voz alta y chillona el señor Lovegood.
Notando su exabrupto, acomodó como pudo sus manchadas ropas para dar un aire de autoridad, el cual era un esfuerzo totalmente en vano desde su concepción, reflexionó Hermione.
-Ella está en este momento en el arroyo, pescando plimpies de agua dulce. Le diré que vinieron.
Harry temió que ese fuera el fin de su conversación así que prosiguió a disculparse.
-No pretendíamos ofenderle, Sr. Lovegood. Sólo queremos hacerle unas preguntas, no tardaremos mucho. Es realmente importante- sentenció Harry para ambos, tratando de dejárselo en claro tanto al padre de Luna como a Hermione.
-Siempre he dicho que la cooperación es el primer paso hacia el entendimiento entre magos. Esperen aquí mientras les traigo algo caliente y llamo a Luna para informarles de su visita, no quiero que piense que su padre es un terrible anfitrión.
Mientras Xenophilius descendía por la escalera caracol, Harry miró por la ventana de lo que suponía debía ser un estudio y oficiar también de imprenta, ya que desde la otra punta de la habitación una maquina no dejaba de imprimir ejemplares de El Quisquilloso.
Harry posó su mirada en dirección a La Madriguera, uno de los pocos lugares en donde se había sentido a salvo hasta la boda de Bill y Fleur. Esa noche había sido un quiebre en su vida como la conocía, por un momento temió perder a la única familia que lo había aceptado como a un par y no como un paria.
Los Weasley lo habían acogido una y otra vez en su hogar, sin miramientos de ningún tipo. Su calidez y la sincera felicidad de tenerlo en su hogar era algo que no había conocido en la casa de los Dursley por más que se esforzara en no dar problemas. Claro que, para sus tíos, que él respirara ya era un problema en si mismo.
Harry apretó con fuerza su puño.
No, se dijo, no debo mirar al pasado sino hacia el futuro. Mi futuro con Hermione está aquí, ella se ha quedado conmigo, lo ha arriesgado todo una y otra vez. Hasta hizo que Ron, bueno, aquello no lo tenía todo claro.
Él no se había animado a preguntar los detalles y ella tampoco parecía muy dispuesta a proporcionarlos. Sentía en su corazón que la verdad estaba muy cerca, casi en la superficie pero tampoco quería presionarla. No sabía cuanto tiempo más estaría dispuesta a seguir con este estilo de vida y los sacrificios que conllevan.
Pero si bien las cosas con Ron habían terminado en el peor escenario posible, le debía a los Weasley conocer su paradero y cargar él también con la culpa. Cuando salieran de la casa le preguntaría nuevamente a la bruja, pero de forma amable, se recordó. Si tan sólo no fuera un adolescente con tan poco tacto.
Hermione quería acercarse a Harry pero no se animaba. ¿Cómo podría después de todo lo que había sucedido por su culpa, por su indecisión, por su inexperiencia en temas amorosos? Si el amor fuera una materia en Hogwarts, pensó para si misma, ya había reprobado el curso entero y costado a Gryffindor la copa.
El Sr. Lovegood volvió con dos tazas y una humeante tetera, esta vez dispuesto a escuchar la petición de los jóvenes magos.
-Muy bien, ustedes dirán ¿en qué puedo ayudarles?
Harry se adelantó a Hermione, quien si bien ya tenía pensadas varias estrategias para encaminar la consulta, no estaba segura de cuál sería la más efectiva ya que el hombre parecía detestarla.
-En la boda de Fleur y Bill usted tenía un colgante con un símbolo extraño, nos gustaría saber qué significa.
-¿Te refieres al símbolo de las Reliquias de la Muerte? - preguntó en tono sorprendido.
Hermione y Harry se miraron el uno al otro, pero ninguno de los dos sabía de qué estaba hablando.
-¿Acaso alguno de ustedes conoce la fabula de los tres hermanos?
Harry se apresuró a decir que no, pero escuchó un debil "si" a su lado, saliendo de la boca de Hermione.
-Luna me había dicho que tu eras inteligente. Algo cerrada, pero que conoces los libros.
-De hecho - dijo sonrojada mientras abría su bolso de cuentas- tengo una copia aquí mismo.
Harry reconocíó el libro que el director, Albus Dumbledore, le había dejado a Hermione en su última voluntad.
-Pero, es sólo un cuento de niños, ¿verdad?- titubeó la bruja.
-Querida niña-dijo con un tono más cálido, mientras se incorporaba de una desvencijada silla- ¿Cuando un cuento es nada más que un conjunto de palabras? ¿Por qué no lo lees en voz alta mientras veo por qué tarda tanto Luna? Luego podremos, eh, discutir teorías si quieres.
Hermione comenzó a leer, poco convencida, el cuento en voz alta.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top