Parte 19: Pesadillas


La última palabra, en lengua parsél, fue una mezcla de silbido y gruñido. Los bordes dorados del relicario maldito se abrieron con un débil chasquido.

En su interior se asomaba un objeto redondeado, de color lácteo y con venas punzantes. El oscuro iris de Tom Riddle se debatía frenéticamente en el objeto y no sabía en cuál de los dos magos centrar su atención.

-¡Rápido Ron, antes de que se decida!- vociferó Harry, tratando de llamar a la realidad a su compañero.

Tembloroso de pies a cabeza, el joven pelirrojo trató de asir fuertemente la espada y esto le recordó a Harry la escena de La espada en la piedra (una de las tantas películas que había visto en la casa de los Dursley a escondidas cuando ellos no estaban, por supuesto) cuando el rey Arturo, un patético chico como ellos, sorprendió a todos con su valía sin igual. ¿Sería éste acaso otro momento para probarse digno? ¿Por qué lo había escogido la espada esta vez a Ron y no a él? ¿No había probado ya su valentía lo suficiente?

Mientras Harry trataba de retener el relicario en sus manos a una distancia razonable para que la espada no lo tocara, no pudo evitar mirar directamente al ojo humano del mago tenebroso y con ello, desató dentro de su mente una voz que lo desafiaba sin piedad.

"No eres digno de la espada porque eres como yo, Harry. Eres de Slytherin y el sombrero lo sabe.. tú lo sabes.. ¡El mundo lo sabrá pronto, muchacho!"

El ojo parecía haber hipnotizado a Harry, atrayendo su rostro hasta colocar su cabeza sobre el mismo, bloqueando el paso para que Ron pudiera arremeter contra el objeto.

-He visto sus corazones y me pertenecen – silbó la voz dentro del relicario.

-¡Harry, quítate del medio! ¡No puedo darle a esa cosa si te pones en el maldito camino!

"Eso es Harry, quítate del medio, siempre en el medio, un espectador de su felicidad.. "

Ron estaba tratando sin éxito que sus palabras llegaran a Harry, desconocía lo que estaría pasando en la cabeza de su amigo y con los demonios que estaría batallando.

Mientras la cabeza de Harry colgaba de sus hombros, como una vaca que va al matadero, la espada comenzaba a resbalarse de sus manos. Ya no sabía cuánto más podría resistir.

-He visto tus sueños y tus miedos, Ronald Weasley. Todo cuanto deseas es posible...

Una imagen mental tan fuerte como dolorosa se clavó en la psiquis de Ron, se veía a sí mismo cediendo al peso de la espada y cortando como mantequilla caliente el cuello de su mejor amigo. El horror hizo que, por el contrario, Ron asiera más fuerte el mango de la espada, como un náufrago quien se agarra desesperadamente a los pedazos de un naufragio para salvar su vida y en este caso, su alma.

-He visto todo lo que temes y me temo que también es muy posible..

La voz del relicario seguía tratando de ganar la batalla contra Ron y utilizaría todos los recursos necesarios que tuviera a mano, en este caso su arma más poderosa sería la mente de Harry, quien todavía seguía en trance, escuchando atentamente la otra voz en su cabeza.

"¿Qué sabe él de sufrimiento? Quien siempre tuvo una familia para que lo ame.. Hermione probablemente lo ama también. Y algún día comenzarán una dichosa familia juntos ¿Para qué esforzarse Harry? Esto sólo puede traer sufrimiento, tú sufrimiento y no vale la pena" 

Las lágrimas en los ojos de Ron comenzaron a escarcharse, había recobrado el sentido de un momento a otro y cuando creyó que el relicario se había decidido por Harry, volvió a hablarle con su voz rastrera.

-Siempre el menos querido de tus hermanos, ¿tu madre quería una niña, verdad?  A tus padres siempre les cayó mejor Harry, quisieran que él fuera su hijo, no tú. Hermione también lo desea, oh si, cómo lo desea y no a tí, el segundón siempre, el bueno para nada, un don nadie.

En ese momento, el objeto maldito comenzó a proyectar otra imagen en su mente. Harry y Hermione solos en la carpa, consolándose el uno al otro, entre besos y caricias se decían las más tiernas promesas de amor y juraban nunca abandonarse, no como lo había hecho su supuesto amigo...

Ron soltó la espada, estupefacto ante la visión que le mostraban. Sus piernas y su espíritu flaquearon a unísono y quedó de rodillas, suplicante ante lo que veía. Deseaba negar que fuera cierto, pero siempre había existido esa duda en su corazón y ahora que se había marchado por tanto tiempo... demasiado tarde. -Fue demasiado tarde- se decía entre balbuceos.

Harry tenía su cara tan pegada al objeto que podía sentir como éste le succionaba la vida, sus alegrías y tristezas, todo cuanto era o sería y finalmente pero no menos importante, su magia.

"Si, la magia está en nosotros y nosotros somos la magia. La misma varita Harry, dos plumas del mismo fénix, así de similares somos, ¿lo entiendes verdad? Ambos fuimos huérfanos, ellos no. No saben lo que es no tener.." 

De pronto, escuchó muy débilmente en su interior la voz de su madre:-Nooo Harry...-

Con esta última idea, muchos recuerdos vinieron a la mente del mago: Sirius, Lupin, el señor y la señora Weasley, las fotos de sus padres. Tanto amor de tantas personas que lo estimaban. 

Y Hermione, ella siempre acompañándolo a cada paso, ayudándolo a luchar contra Voldemort hasta las últimas consecuencias. Renunciando a su propia familia para estar con él. La fuerza de su sacrificio lo devolvió a la realidad con una claridad mental y una paz para enfrentar el próximo reto: convencer a su amigo de perdonarle la vida.

Los falsos Harry y Hermione seguía entrelazados de forma muy sugerente e iban perdiendo prendas en el el camino, una versión más salvaje de lo que en verdad había sucedido entre ellos dos. Impresionado y un poco envidioso, el niño que vivió se acercó cansinamente hasta donde estaba su amigo para tratar de hacerlo volver en sí. 

Se sentía culpable puesto que de no haber interrumpido Voldemort en su cabeza cuando lo hizo, el relicario estaría mostrandole hechos y no mentiras.

Harry posó la mano en el hombro de su amigo y éste reaccionó violentamente conectándole un gancho con su brazo derecho, mandandolo a volar hasta  darse la cabeza con un banco de nieve congelada y perdiendo el sentido.

Desesperado al ver lo que había hecho y temiendo lo peor, Ron tomó la espada entre sus manos y fue a ver al tullido, quien sangraba profusamente en la frente y teñía a su alrededor la nieve como un sangriento halo.

-¡Hazlo, hazlo!- gritaban ponzoñosas los falsas visiones de sus amigos.

Su mano temblaba con la espada en la mano y sus ojos estaban enloquecidos.

De pronto, el joven pelirrojo sintió como si una locomotora a vapor lo hubiese golpeado. Algo tomó de sus manos la espada y escuchó brevemente como la voz del relicario gritaba hasta apagarse.

Hermione había destruido en horrocrux de un solo golpe y acabado con la pesadilla de todos.

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