1. Valle Dorado G.
Le advirtieron sobre el infernal calor que hace en verano al lugar que visitará, que sus ropas tradicionales propias de su cultura nipona es mejor cambiarlas por algo más fresco y adecuado al clima como a la zona a la cual estará viviendo durante días.
El Lejano Oeste, antes colonizado por el Imperio Español, ahora son tierras independientes donde vive gente con raíces españolas, africanas, mexicanas y nativos americanos. Una mezcla de casi todo.
Su visita es específicamente a cierta área donde ha sucedido la última desapareción de ganado, por lo cual debe hablar con la máxima autoridad del lugar para estar al tanto de la situación, ser llevado a un lugar decente para su alojamiento y comenzar los rituales para avanzar en el caso.
Claro que, las miradas de los lugareños han sido icónicas. Miedo, rechazo, desagrado, sorpresa, emoción, desconfianza y preocupación. Parece como si jamás hubieran visto a un asiático tan de cerca, y sus ropas son mas llamativas. Murmuran a sus espaldas como si creyeran que no puede escucharlos a la distancia a la que están de él.
Varios ven inútil su presencia ahí, ¿qué puede hacer alguien místico en un asunto de ladrones? El único que lo ha recibido bien de momento ha sido el alcalde del lugar, quien le cuenta más acerca de los últimos casos en todas los estados vecinos como Colorado, Nuevo México y California, el culpable no deja pista alguna. Como es de esperarse, sus movimientos los realiza durante la noche, cuando todos duermen profundamente.
—Se tiene la fuerte creencia que tal vez no es un humano quien nos está robando, sino una entidad demoníaca.—explica atemorizado el alcalde, un señor viejo, de baja estatura y lentes con un bigote chistoso.
Suguru escucha atentamente conteniendo la risa, este señor luce tan gracioso, agradece que sea tan amable con él a diferencia del resto de gente del lugar.
Luego de las explicaciones y agradecimientos, donde el viejo agrega que escuchó mucho de Geto y sobre sus grandes habilidades como chamán, lo guía al hotel donde pasarán la noche.
No vino solo a éste viaje caluroso, también su amiga y compañera Shoko ha venido con él. Ambos tuvieron que estudiar bastante el idioma del lugar en cuestión de meses para poder comunicarse adecuadamente con los de aquí. Claro que, quien parece tener dominio casi total de la lengua americana es la mujer, solo notándose su acento, porque para Suguru es un caso casi perdido. Puede entender muchas palabras del idioma y hasta leerlo un poco, pero no le pidan escribirlo ni menos hablarlo porque es un desastre. Su pronunciación es de risa, por lo que su querida amiga Shoko tuvo que servir de traductora en muchas ocasiones con los habitantes de aquí.
—El alcalde dijo que mañana por la tarde deberíamos ir a visitar una hacienda.
—¿Hacienda?¿Son cómo casas o granjas?—pregunta curioso y confundido el azabache.
Ambos están en un carruaje que les llevará a un hotel para su hospedaje, el cual queda cerca de la alcaldía y es famoso por siempre alojar extranjeros de otros continentes, aunque no suele ser frecuentado por que la gran mayoría de los turistas prefieren evitar venir en época de verano.
—Son un rancho enorme, así se les llama el lugar donde las familias adineradas viven. Es una gran propiedad donde crían ganado y caballos.—explica la castaña de manera natural, como si fuese una experta en el tema.
A diferencia de él, ella se puso unas pantalones bastante populares de la zona, con una camisa de manga larga y un chaleco del mismo color que sus botas por encima, las botas son bastante bonitas de piel de vaca, café claro, la punta ligeramente puntiaguda y un tacón relativamente grande, además de un pañuelo alrededor de su cuello rojizo. Claro que esa ropa solo es para ciertos géneros, pero a ella le gusto más esté atuendo que el usar unos vestidos raros.
Algo que Suguru puede notar es que, más que carruajes, la gente suele ir bastante solo encima del caballo, especialmente los Alphas y Betas varones. De momento, no se ha topado con un solo Omega montando a caballo.
—¿A que hora?
—Debido a que ese lugar queda bastante lejos, debemos partir de aquí desde el medio día para así llegar como al atardecer.—responde sacando un mapa que el alcalde le proporcionó.
—¿Por qué debemos acudir específicamente a ese rancho?—pregunta, todavía acostumbrándose a la nueva terminología que aprendió.
La palabra rancho suena tan rara cuando la pronuncia, pero al menos es cortita. Se imagina que debe ser lo mas cercano a una granja o al campo. Pensar en ello le hace recordar a sus padres y parte de su infancia. Durante su adolescencia tuvo que abandonarlos por sus estudios para ir a la ciudad.
—Es el que más produce y vende ganado en toda Norte América, y el único que todavía no ha sido robado pero que probablemente durante los siguientes días o semanas, pueda sufrir un atentado. El alcalde junto al sheriff tienen esa fuerte corazonada.—argumenta con un largo suspiro al final.
—¿No había sufrido antes un robo?
Al comenzar anochecer el calor es más soportable.
—Esto de los robos misteriosos no tiene más de tres años que comenzó, primero comenzó con granjas pequeñas e insignificantes, luego ha ido escalando. El rancho al que iremos tiene mucha seguridad. Además que esta situado en lugar de tierra fértil y rodeada de ríos.
—Que privilegio.
Suguru Geto aceptó venir desde muy lejos no solo porque le van a pagar bien, sino porque en el fondo, sintió mucha curiosidad por conocer una cultura completamente diferente. Las ropas, el idioma, el clima, los paisajes, ¡ya quiere probar la comida!
No todo es un completo desierto como lo pintan. Pero esta claro que haber venido en época de verano no ha sido la mejor idea.
[...]
Al siguiente día, ambos japoneses se dirigen al rancho mencionado en la platica de ayer. No llevaron consigo equipaje puesto se supone solo pasaran una noche en aquel lugar.
—Rancho Valle Dorado Gojo.—menciona Shoko, leyendo desde la ventana del carruaje un letrero en grande que avisa que dentro de un par de horas estarán llegando a su destino.
—Ese nombre es largo. ¿Qué significa Gojo?
—Creo que es el apellido de la familia. Lo único que se de ellos además de ser ricos, es que son descendientes de nativos del lugar más frío del continente, mucho más arriba de donde estamos ahora, y que por eso su cabello es tan blanco como la nieve, o al menos eso dicen los lugareños a los que les pregunte.—se encoge de hombros pensativa.
Solo son historias creadas a partir de rumores que la gente crea.
—Eso suena tan ridículo.
—¿Lo de que tengan cabello blanco?
—No, que no sepan los lugareños que es la pigmentación y la melanina.—suspira fastidiado.
Es cierto que el cabello blanco no es algo común, ni siquiera en Japón. Pero nada que un libro de ciencias y biologia no puedan explicar.
—Aunque es raro, desde que llegamos aquí, no he sentido ningún rastro o esencia de energía maldita.
—Tienes razón, quizás al final solo sean ladrones comunes.
Posiblemente su viaje ha sido en vano. Quizás el robo de ganado bovino no tiene nada que ver con algo sobrenatural o maldito, ningún tipo de entidad extraña.
[...]
La familia no resulta acogedora, pero si educada hasta cierto punto. Distantes y observadores ante cualquier movimiento que los japoneses hagan.
Se mantuvo una larga y seria charla acerca de sus servicios, donde Geto sólo sonreía forzado por no querer emitir ni una sola palabra. Shoko es quien habla por los dos, con su expresión sencilla y seria de siempre, manteniendo cierto formalismo, desprende un aura de calma y paciencia. Al final de una conversación de media hora, son llevados al segundo piso. Geto aprecia cada detalle del interior de la enorme casa, los cuadros de pinturas de caballos y algunos integrantes de la propia familia, la estructura es tan diferente a una casa tradicional japonesa, los aromas y colores son fascinantes.
La castaña comienza hablar en japonés para que solo su compañero y amigo en esta misión la entienda.
Parece que se le olvida que Suguru si puede entender en gran medida el idioma, solo que no le gusta hablarlo.
—Dicen que podemos quedarnos esta noche a vigilar el lugar, aunque nuestra presencia no es necesaria porque ellos tienen seguridad suficiente.—comienza hablar apurada Shoko, notando las miradas extrañas de los sirvientes al escucharla. Suguru imagina que deben ser muy orgullosos como para permitir que extranjeros se metan en sus tierras o estén husmeando por ahí.—Y que debemos hablar con un tal Satoru. No entendí bien si es sobrino o nieto del dueño del rancho, pero que él se suele encargar de vigilar y cuidar el ganado durante las noches...—agrega pensativa, cruzada de brazos mientras hace mas fuertes sus pasos y asi la escuchen llegar, le encanta molestar a los lugareños.
El aroma de su compañera, al tratarse de una Beta, estas suelen poseer aromas frutales o cítricos, con una fragancia extra del lugar donde mayormente pasan el tiempo. Ella huele a amaranto con un toque metálico y todo ese conjunto de aromas que olfateas cuando te están atendido una grave herida, cuando el doctor llega para examinarte.
—¿Qué pasa?—cuestiona Geto ante el repentino silencio de su compañera.
—Creo que es un niño. Por cómo se dirigan a él sobre que es infantil y aún inmaduro, no se escucha como alguien mayor de diecisiete años.—contesta tras un largo suspiro.
—¿Dejarían a un niño cuidar su importante ganado por la noche?
Tratar con un niño es la especialidad de Suguru, él adora a los pequeños a diferencia de su amiga que prefiere evitarlos a toda costa, su paciencia con ellos es limitada por lo que Shoko le dice que, si al final van a tratar con un niño o un adolescente, será mejor que se encargue Geto.
[...]
Suguru esta esperando afuera de la hacienda a Shoko quien le dijo que primero se tomará un baño. El viaje en carruaje ha sido largo y sudó como cerdo, además que se ensucio un poco al ver de muy cerca el ganado porcino, el lodo es una molestia.
Con el fuerte fresco de la noche, pero usando su tradicional vestuario que le ayuda a soportarlo mejor, el azabache se da un pequeño paseo por los alrededores, seguro que a través de las ventanas, alguno que otro familiar y empleado deben estar observándolo, juzgando sus pasos y como va vestido.
Lleva consigo una linterna de aceite para iluminar su camino. Este lugar le da raras vibras, no sabe todavía si definirlas como buenas o malas.
Escucho unos extraños pasos detrás de él, lentos y pesados por lo que se voltea con valentía para saber quien lo sigue o si acaso su compañera quiere asustarlo. Como si no supiera que él es muy difícil de asustar.
Entonces, entre la oscura noche y la luna como compañía, encima de un caballo tan oscuro como el cielo nocturno, alguien lo observa curioso.
El hombre es joven, pero su cuerpo habla de fuerza. Músculos bien definidos se marcan bajo su ajustada camisa negra, tensos y perfectamente esculpidos, cada fibra iluminada por el suave reflejo del cielo estrellado. Su mandíbula es firme, cincelada como si se tratara de la obra de un escultor divino. Labios llenos, curvados en una ligera sonrisa, sugieren una confianza indomable.
El abrumador viento hace que sea fácil deleitarse con sus feromonas. Es dulce como la vainilla, exquisita. Picante y fuerte como la canela, pero también te da ese aire salvaje y egocéntrico de un vaquero que puede llevarte lejos de ahí y jamas te encontrarán. Suguru esta seguro que, ha convivido con muchos Alphas en su vida, jóvenes, viejos y de su edad, pero nunca alguno ha desprendido aroma tan fragante que nuble sus sentidos por unos instantes. La mezcla es inaudita y suave. No quiere imaginar como sera cuando entre en celo.
El viento nocturno despeina su cabello, un desorden de mechones plateados que brillan bajo la luz de luna llena, dándole un toque casi sobrenatural. Sus ojos, ocultos bajo el borde de su sombrero, proyectan una autoridad innata, como si en su mirada se encerrara un poder silencioso y feroz. No necesita hablar para imponer respeto; su mera presencia irradia una energía masculina, un aura que se extiende como un lazo invisible que mantiene el tiempo suficiente a Geto hipnotizado. La forma en cómo su ropa se ajusta a cada musculo es prominente, el de melena oscura apenas de mantiene de pie, firme y con el pecho en alto, si algo que caracteriza a Suguru es su altura fuera del promedio, la cual en parte le ha ayudado a nunca dejarse intimidar por alguien.
Pese al tamaño y grosor de quien esta cabalgando el caballo, su juventud es innegable. Aún así, cada movimiento suyo —ligero, pero decidido— transmite la seguridad de un hombre que ha visto más de lo que muchos pueden imaginar.
Aunque, dejándonos de romanticismo y cursilerías, hay algo que le inquieta a Suguru Geto: ¿Por qué usa un sombrero si no hay sol y por qué tiene una especie de pañuelo cubriendo sus ojos?¿Es ciego?¿Debe ser amable en caso de que si este tratando con un ciego?
Es tan extraño, tal vez sea el loquito del rancho y simplemente su ropa y músculos lo distrajeron. Aunque parezca que han pasado minutos, realmente han sido solo algunos segundos desde el intercambio de "miradas".
El caballo relincha desconcertando un poco a Geto, pero su jinete lo mantiene quieto sin necesidad de aplicar tanta fuerza. Suguru debe admitir que el caballo es hermoso, es enorme y su piel es hermosa, aunque no se acercaría a él en estos momentos.
Ninguno de los dos hombres parece querer romper el silencio, Geto no quiere hablar con un desconocido y el contrario analiza la situación. Pero para sorpresa del japonés, el de cabellos blancos hace el primer acercamiento, y de todas las cosas que Geto pudo imaginar, de todos los temas triviales que existen para entablar una conversación decente a estas horas entre dos extraños, jamás hubiese creído que realmente así empezaría.
—Señorita, ¿Acaso está pérdida o es usted parte del ganado?—habla con cierto tono divertido. Su voz es un poco grave y gruesa, altanera.
¿Qué? Geto lo mira confundido y algo fastidiado, incluso parpadea un par de veces como gesto incrédulo. Ahí hay al menos dos grandes mentiras en esa pregunta.
Es cierto que mucha gente de este lugar confunde su túnica con un vestido, pero en Japón esto es para hombres. Sin embargo, no es motivo para ser confundido con una mujer. Esta en un pequeño shock que ni siquiera es capaz de contestarle sin ser grosero o sarcástico. Ante su silencio y cara extraña, el hombre de sombrero continúa.
—Perdón si la asuste y la ofendí. Alguien tan preciosa la confundí con el ganado más fino y tierno del rancho.
Si Suguru estuviera bebiendo algo, lo hubiera escupido.
¿Qué mierda?¿Es acaso alguna clase de albur o coqueteo de esta zona?¿Coqueteo texano? Porque es sumamente horrible, despectivo, estúpido y ridículo.
El hombre de cabellos albinos baja de su caballo con elegancia pero firmeza, el sonido de sus botas es autoritario, Suguru retrocede al momento que el jinete se acerca más a su persona con una sonrisa calmada y coqueta.
El japonés se da cuenta entonces de su altura y la proporción del cuerpo ajeno con más detalle. Espalda ancha, cuello grueso y altura prominente, hasta es mas alto que él lo que le parece una burla. Las venas en sus brazos se marcan cual pura sangre, desprende un aura varonil y parece que en este lugar no conocen ni respetan el espacio personal hacia desconocidos.
—Eres tímida, ¿cómo te llamas y que haces aquí a esta hora?
El azabache vacilo un poco en contestar ante la curiosidad del contrario, pero lo hace, cortante y con un acento demasiado marcado que enternece al albino.
—Suguru Geto. No soy de aquí.—contesta de manera seria, el más alto lo examina de pies a cabeza, curioso.
Pero lo que en verdad le hace ruido al japonés, es que esté siga con el pañuelo cubriendo le la frente y por lo tanto, sus ojos. ¿Y si realmente está ciego y solo está siendo muy frío con él? Pero para empezar, ¿por qué hacer el gesto de que lo esta mirando de pies a cabezas si ni siquiera puede ver? Es tan raro.
—Lo note, que facciones más pronunciadas tienes. Tu acento es adorable.—admite sin soltar las riendas de su caballo, presumiendo la belleza de éste al extranjero.
Geto piensa que, tal vez es un hábito que hace con todos los Omegas o Betas con los que coquetea, a lo mejor en Norteamérica es atractivo y muy seductor enseñar tu caballo mientras tu pantalón se aprieta cada vez más en su zona erógena.
Se avergüenza internamente al percatarse que para darse cuenta de ello tuvo que mirar disimuladamente hacia la entrepierna del desconocido.
Suguru decide ignorar y dar media vuelta para caminar impaciente a otra dirección, con cuidado de no pisar estiércol, aún con su lámpara de aceite en mano. ¿Por qué Shoko tarda demasiado?
Se estremece al sentir un agarre sobre sus hombros y el aroma a vainilla más fuerte, el aliento caliente del hombre sobre su glándula Omega le hace sentir nervioso, ¿cómo puede acercarse tanto a él? Si se le ocurre hacer algo atrevido que no se sorprenda de recibir un buen golpe en el estómago.
—¿Has venido a robar mi ganado o mi corazón?—pregunta con vigor y en un tono bromista, sus largos y fríos dedos se enredan en los cabellos largos y azabaches del japonés.
Geto ya no soporta, ni siquiera tiene la estatura de una mujer promedio para ser confundida con una. Es alto y musculoso, sus hombros tambien son anchos, no tiene porque seguir soportando provocaciones tan indecentes por parte de este tipo.
Es verdad que es Omega, pero eso no le quita su virilidad.
Por lo que, le tomo de la mano y le torció los dedos, sonriendo, le dice con su voz más tosca y gruesa:
—Soy hombre.
● ● ●
Palabras:3,058
Escritor: JaquiiAleWorld
Fecha de publicación: domingo 13 de octubre del 2024
AU: Omegaverse
Fandom: Jujutso Kaisen
Nota del escritor:
Estoy de cumpleaños y con tiempo libre por lo que quise aprovechar para traerles el primer capitulo de este fic. Tratare de actualizar el martes por la noche, trataré.
Nos vemos!
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top