8

Una peligrosa inocencia

—¿Crees que esté vivo, Higor? —Una niña cuestionó.

—No lo sé, Minnie —respondió un niño de manera apática.

—¿No sabes? ¡Ash! ¡yo quiero saber!— demandó la niña y luego de unos segundos, declaró— pero... se ve demasiado asqueroso como para tocarlo.

—Tienes razón, Minnie.

—Ya sé —gritó la niña emocionada, como si se le acabara de ocurrir una idea brillante— ve por una ramita y pégale con ella.

—Está bien, Minnie.

Pasaron unos segundos y unos pasitos se acercaron a mi persona. Mi conciencia había vuelto hace tan sólo unos minutos, pero mi cuerpo dolía tan siquiera para respirar. Supuse que aunque sólo había estado unos segundos bajo el sol, me había quemado todo el cuerpo. Incluso en zonas que eran tapadas con las prendas. Así que preferí cerrar los ojos para seguir fingiendo mi estado de inconsciencia.

—¡Hey! —gritó una muchacha de repente— ¿Qué van a hacer con eso?

Los niños al escucharla solo atinaron a reírse antes de irse con su maldad hecha. Creo que fue el niño el que me pegó con el palo, logrando sacarme el aire, tirando mi fachada.

—Ah, está despierto —comentó y se hincó cerca mío, un dulce olor a frutilla me inundó—, no lo entiendo. Se supone que es un recién llegado, el mundo real no debería de haberle hecho daño. En apariencia todavía pertenece con ellos.

—Eso es porque esta bolsa de basura usó su ankh* antes de que se le enseñara y ahora está así —expresó de manera casual la voz del chico que ya reconocía, no podía verlo, pero sentí que me movió con su pie.— Oye inútil, ¿cuánto tiempo piensas quedarte ahí?

De inmediato supe que se refería a mí, no obstante, apenas hice el ademán de moverme y un quejido salió de mis labios.

—No tengo todo el día, ¿sabes? soy un hombre ocupado —expresó con hastío. Nuevamente intenté moverme, pero fracasé. El chasqueó la lengua.

«¿Por qué siento que debo obedecerle?»

—Esto no está funcionando —concluyó y luego con una voz medianamente alegre dijo— Minnie.

—¿Sí, Hasen?

—Mueve la basura.

—¡okey! —aceptó con evidente alegría.

Acto seguido, sentí como perdía el control de mi cuerpo y que algo más me movía. Una fuerza desconocida era la que actuaba, pero si alguien más me estuviera viendo diría que sólo era yo, levantándome del suelo por mi propia voluntad.

—Tengo un curiosidad —expresó como si le diera gracia algo, apenas logré enfocarlo en mi campo de visión, ya parado y jadeando.— ¿Qué planeabas hacer, basura? ¿Dominar el sol? —en el lugar deshabitado en el que estábamos, solo su risa seca se escuchaba y luego, como si estuviera limpiándose una lágrima imaginaria de la cara, continúo de manera teatral hablándole a la chica y a los dos niños— ¡Quien lo diría! Tenemos entre nosotros a alguien muy entusiasta. Y eso —me señaló, yo seguía jadeando, estando parado— Eso es lo que realmente necesitamos en el equipo Tache. ¡Iniciativa, señores!... aunque eso signifique quedar como un chicharrón.

El chico soltó nuevamente su risa psicótica. La niña de ropas desgastadas, pero coloridas se mostraba fascinada y divertida con la especie de discurso que decía el joven que me atemorizaba. Mientras abrazaba un peluche que se parecía a mí, hizo que aplaudiera y que yo también imitara al peluche.

«¿Es... magia?»

—Deja... —comencé, entre jadeos— de llamarme así.

—¿Por qué, basura?

—Yo tengo... nombre —dije y me tomé una bocanada de aire. Me costaba verlo y aun así, sabía que en sus ojos había burla— yo...

—Sí, bueno. Lilith ¿no deberías comenzar a entrenar a tu pupilo? Desde hace rato me estabas molestando con ello. —Me interrumpió como si en un segundo se hubiera aburrido—, y aquí está. Será mejor que empieces pronto, porque mañana no quiero ningún error entre los míos. Así que... tic, tac, chicos.

Sin más, el chico de ropas negras se acercó a una de las paredes del cuarto, una puerta apareció o algo así. Y se fue, dejándome en compañía con la chica de olor a frutilla, con los dos extraños niños y con las palabras en la boca.

—Siempre es así. —Se quejó Lilith, soltando un suspiro, mientras se rascaba la cabeza.

—¿Quién... eres? —pregunté, sus ropas se me hacían conocidas, pero nada más. Ella sólo se limitó a verme con un sentimiento similar al asco. Supuse que no me había escuchado, por lo que lo intenté de nuevo.— ¿Quiénes... son ustedes?

—Woah. Le está saliendo algo por la boca —expresó la niña, frunciendo la nariz.

—Es baba y sangre, Minnie —comentó el niño, sin expresión en su rostro.

—¿Dónde estoy? —pregunté, obligándome a hablar.

—¿Cómo fuiste capaz de usar tu ankh si ni siquiera has estado en este mundo antes? —preguntó la chica, llamada Lilith, ignorando mi pregunta. Su mirada me juzgaba.

—¿Mi... qué?

—Señor —interrumpió Minnie— ¿Cuál es tu poder?

—¿Poder? —escupí, tratando de reírme ante esa extraña situación.

Si hubiera sabido desde un inicio que yo tenía poderes, no estaría aquí, ni trabajando en un almacén. Me pareció una tontería lo que estaba diciendo la niña, pero al menos no sentía la sensación de peligro emanando de ella.

—¡Sí, poder! Mira, yo puedo hacer que Mikki se parezca a tí. —me enseñó su peluche en alto— y... si yo quiero, puedo hacer que bailes algo gracioso; o que saltes muy, muy alto, como un grillo. ¡Es muy divertido! —su mirada se tornó oscura con forme hablaba, un escalofrío recorrió mi espalda— aunque también... si te portas mal conmigo o con Hasen, puedo hacer que uno de tus brazos se...

—Minnie —una voz chillona y baja se hizo presente y la niña al instante dejó de hablar. Mis ojos se esforzaron por a ver a Lilith y cuando lo hice, noté que su cara mostraba signos de espanto, por lo que estoy seguro que no era ella.

—Ah, también está Higor —continuó la niña de vestido rosado, después de unos segundos. Fingiendo que no iba a decir nada peligroso hace unos momentos. Señaló al apático niño, quien estaba mirando el suelo— no hace mucho con su poder, pero ¡él hace lo le pido! Aunque eso es porque es un iniciado bajo mi rango... ¡Tú también eres uno! Aunque tienes que hacerle caso principalmente a Hasen, yo también puedo mandarte.

—¿De... qué hablas? —pregunté, pero la niña de repente acercó su cara al peluche, y mientras fingía que escuchaba algo que mi versión de peluche le decía.

—¿Qué dices? ¿Cleo tiene galletas? —susurro con el peluche y luego exclama— ¡Cleo tiene galletas!

El peluche dejó de parecerse a mí y tomó forma de... algo amorfo lleno de colores. Automáticamente la fuerza que estaba sujetándome me soltó. Así que caigo al piso y lo único que puedo hacer es ver como Minnie, Mikki e Higor se marcharon del cuarto gris. Dejándome con Lilith.

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