A la semana siguiente iba caminando por el pasillo de la Universidad saliendo de mi clase de matemática cuando me crucé con el profesor, nuestras miradas se cruzaron y él se paró para hablar conmigo. 

—Hola, guapo. —me tomó la mano, cuidando que nadie nos viera. —¿Cómo estás? —agregó.

—Bi... bien, oye, no se volverá a repetir lo de ayer, ¿verdad?

—¿Qué dices? —preguntó confuso.

—Lo que oyes. No voy a permitir arruinar la vida de dos personas por un momento de calentura, lo siento. —me separé de él y me di la vuelta para dirigirme a mi siguiente clase, cuando él se puso por delante mío y me habló otra vez.

—Tu clase está por allá, en la otra dirección... tenemos informática, recuerda. —dijo sonriente.

Vi el horario y así era, me tocaba informática, nos dirigimos juntos a la clase y yo estaba sonrojado. La clase transcurrió con total normalidad, y al acabar la hora, todos salieron, y cuando me disponía a hacerlo también me nombró.

—Chico, tengo que hablar contigo en privado.

—Está bien, profe. —me dirigí hacia él sin lenvantar la mirada del suelo, cuando llegué hasta su silla el último alumno se fue y cerró la puerta tras él. Volvió a su escritorio y tomó asiento, después me sentó en su regazo y me preguntó que a qué había venido lo que hablamos en el pasillo.

—Mira, Joel. Lo que sucede es que no me gustaría causar problemas, y ahora mismo siento que estoy complicando las cosas. Tú me interesas mucho, no te imaginas cuánto, me interesas desde el primer instante en que te vi, pero no me lo puedo permitir, ¿entiendes?

—Sí, la verdad es que todo está muy confuso, tú también me interesas mucho a mí y no tengo intención de hacerle daño a nadie.

—Será mejor que me vaya por hoy, te dejaré que lo pienses un poco, adiós Joel. —me levanté y le di un beso en la mejilla.

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—Gabbb.